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Fragmentos Memorables

Amor... Aquello que nos mueve e impulsa a experimentar cosas nuevas fuera de lo común, sin importar cuán fuerte sea la convicción de uno, siempre termina atrapándonos en un bucle interminable de desdichas desgracias sin precedentes. Aun cuando la prioridad es la resolución entre cinco pequeñas partes, la ceguera provocada por un hilo invisible a la vista es un dolor inconmensurable que no era posible de evitar. 

El amor como tal, a pesar de la injusticia moral que significa experimentar de primera mano aquel sentimiento, era ni más ni menos que un hoyo lleno de penurias... O eso era lo que se pensaba respecto a ello.

Mientras entrelazaba sus dedos, sintiendo siquiera la palma de sus manos, aquella chica presente en la habitación, con un aire de indiferencia por el porvenir, no podía dejar de mirar al sujeto frente suyo que de igual modo la estaba mirando. 

Pero, aunque el sentimiento de rencor y odio fuera el principal exponente en esta situación, la propia expresión de su hablar, de su actuar, no representaba el supuesto dolor que implicaba un reencuentro de tal magnitud, y más cuando se agregaban antecedentes pasados como la misma situación ocasional de aquella vez de adolescentes.

¿Qué podía hacer más que simplemente recordar aquella época de felicidad? 
No quería odiarlo, más sin embargo era inevitable no considerar aquella postura de negatividad. Era el sentimiento correcto, después de todo.

- ...

- ¿No dirás nada?

- ¿Puedo tener la palabra?

- Sí. Después de todo, fui yo quien te llamó para que vinieras.

- Aun si no hay propósito alguno, ¿cierto?

- . . .

- Dijiste que querías hablar conmigo. Yo también quería hablar contigo, Uesugi. Pero, no creo que salga algo bueno de esta conversación. Dependiendo de como lo tomes, o cuanto sabes en realidad, es difícil poner un límite a mis palabras o a las tuyas. 

- Lo sé. Lo siento.

Con una caminata interminable hacia la residencia Uesugi-Nakano, Nino podía apreciar como era que una pequeña vía lograba tener cierto encanto, y más cuando se ubicaba prácticamente al lado del río Takase. Siendo que su vista se nublaba con el paisaje de simpleza, junto a un aire purificador, Nino no daba de dar vueltas aquella sensación extraña que le provocada por pasar por los mismos rincones que aquel chico del cual se había enamorado. 

Fue sino hasta que llegó a estar frente a la puerta de la residencia de Uesugi Fuutarou y Nakano Ichika que Nino volvió en sus cabales. Como si se tratase de un respirar angustioso, mientras que cada cierto tiempo presentía un latido fuerte que paraba su respiración, Nino, al igual que en su adolescencia, sintió presión por querer girar una simple perilla. Sin embargo, aunque supiera a ciencia cierta que no sucedería nada al girar la perilla, ya que tenía el consentimiento corporal que demostraba Fuutarou e Ichika, Nino no pudo más que sentir una melancolía por querer seguir en una ilusión del pasado. 

- Tú... casi dices mi nombre, ¿verdad?

Volteando la mirada con la expresión recién formada por la sorpresiva insinuación de Fuutarou, Nino no vio más que seriedad y desinterés en aquellos ojos que alguna vez albergó amor y sensibilidad. Aún después de haber abierto sin complicaciones la puerta - ya que se encontraba sin cerrojo -, Nino procedió a avanzar. 

A pesar de todo... de todo aquello que alguna vez sucedió en el pasado y repercutió en el resultado final del futuro, Nino no podía hacer nada más que observar el hogar en donde vivía aquel chico pelinegro. Ver el pequeño salón que poseía junto a Ichika, la cocina, el baño, el cuarto compartido... ¿Qué se supone que habían perdido ellos? Con negación hacia el estilo de vida que alguna vez soñó con tener, Nino no era capaz de asimilar la bella estancia que sentía al estar en un lugar que le recordaba a sus antiguos sueños de vivir una vida más simple que de la que tenía desde niña.

Lo único coherente que podía rescatar de la desdicha que trataba desesperadamente de proteger, ahora estaba arrinconada con semejante esplendor. Una mera simpleza de vivienda, la cual fue suficiente para ver y darse cuenta de los años perdidos que dio para surgir como una ciudadana más del montón. Una cafetería que, a pesar de haber pertenecido a alguien significativo, no prevaleció ante la siguiente ola de verdades inadmisibles transcurridas por el pasar del tiempo.  

Y siendo como una verdad de ensueño, como si sus acciones perdieran el significado inicial de todo aquello por lo que luchó, Nino, estando ya sentada desde hace varios minutos al igual que Ichika y Fuutarou, no lograba encontrar el momento indicado para hacer prevalecer la verdad ante la falsedad construida por unas meras individuas atadas por la relación llamada "hermanas". Su mirada, que desde un principio irradió justicia, no demostraba ningún esfuerzo. Aquella expresión y personalidad inquebrantable, por todos los años que sirvió para encubrir una falsedad que ella misma había construida desde mucho tiempo atrás, era consciente de su desmoronamiento inminente. 

Las intenciones, aunque aún estando firmes después de todo, sólo reflejaba una voz que desechaba todo aquel que se quisiera interponer ante su verdad moral. El juicio impuesto por aquello que reconocía y no dudaba como correcto la habían dejado impune ante un castigo por lo que podría suceder después de la charla. Sin embargo, aquello que más valoraba, no podría ser devuelto. 

Fue así entonces que sucedió.

Mientras que Fuutarou seguía hablando acerca de todo el tiempo que estuvo conviviendo con Ichika, de sus experiencias al nuevo entorno en base a su estilo de vida y educación superior, Nino simplemente lo soltó.

Una verdad que, aunque ya se supiera por una parte, no era el que lo complementaba del todo. Una verdad no sería verdad si no era de conocimiento general entre ya no cinco partes, sino que en seis partes iguales. Una mera y aunque fastidiosa parte ya era una más del total absoluto. 

Nino simplemente se levantó y nuevamente miró a su alrededor. Y una vez más, Nino, miró el rostro de aquel chico que la había vuelta loca alguna vez en su juventud. Un amor cruel que debía ponerle fin, ya había sido aclarado bajo el techo del que alguna vez amó. 

Ese día, por un mero instante después de que Nino dijera la verdad de todo y terminar con todo, Ichika, por primera vez después de varios años, miró a su hermana con desprecio e inseguridad hacia Fuutarou. Sin importar el orden en el cual se hayan entregado los hechos, un fin era más que inminente entre cinco partes iguales. Fuutarou no hizo más que agachar la mirada mientras aún trataba de averiguar alguna forma de siquiera poder arreglar el embarazo de Itsuki, ya que, después de todo, la verdad estaba dicha. 

No hubo más opción que volver a sentarse. Nino simplemente se quedó allí, sentada. Ahora, tan sólo podía decirle adiós a una mentira que alargó por tantos años, una ilusión de esperanza que mantuvo desde el día en que falleció su madre y en cuando perdió una guerra que no pudo siquiera dar esfuerzo alguno. 

Tan sólo era una mera fantasía de alguien que quería volver el tiempo atrás y empezar de nuevo. Volver a experimentar y hacer lo correcto. Volver a vivir aquel recorrido otra vez. 



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