Discusión Informal
Estando en la pequeña sala que poseía, sentado en el sofá junto con una taza de café en mano, Fuutarou no dejaba de mirar un retrato de Miku e Itsuki que habían dejado de ellas en su última visita. Ya habían pasado dos semanas desde que habían venido. Y, sin embargo, a pesar del tiempo que los separaba, aún con el arrepentimiento de haber sido débil en aquel entonces, Fuutarou simplemente se quedó ahí... sin hacer nada al respecto.
Con cada sorbo que daba, simplemente se fijaba más en detalle. Y aunque pareciera insignificante, Fuutarou no tenía otra forma de "entretenerse" en casa. No había nada más aparte que el retrato de ella para poder reflexionar y pensar un poco mejor las cosas que había estado decidiendo tomar. Su vida era sinónimo de desesperación por conseguir lo que quería.
Y mientras que él seguía absorto en su mundo, sin darse cuenta de quien más estaba en el salón junto a él, Ichika, su pareja sentimental, había entrado para ver que tanto hacía su pelinegro sentado y sin hacer nada. Al ver tal sorpresa de que su pelinegro no estaba más que mirar las fotos de sus hermanas, una pequeña mueca había hecho por los celos que le provocaba, pero, aún con eso, Ichika se calmó de inmediato. Desde que ellos dos habían desaparecido repentinamente, y desde que avisaron a las demás en donde estaban viviendo ahora, era que ella, consciente de sus acciones, sabía que de cierta forma Fuutarou se sentía depresivo. El no tener aquella compañía revoltosa de las cinco, lo hacían pensar de cuál debió haber sido la alternativa correcta.
Sin embargo, no importaba cuanto lo pensara, la decisión ya la había tomado hace tiempo. El estar en Kioto era la viva imagen de su propia decisión. No tenía nada más por hacer que aceptar lo que él mismo dejó permitir.
Pero aún así...
Con la mayor delicadeza posible, Ichika había puesto sus brazos alrededor del cuello de su pelinegro. Sorprendiéndolo por detrás, Fuutarou no pudo oponerse al capricho de ella, que al final terminó por aceptar y tomar sus manos que estaban encima de su pecho.
Era una sensación cálida, sin duda. Pero, aún sabiendo que esto era lo que significaba ser feliz, era obvio que no lo era en verdad. A pesar de darse la idea de estar enamorado de aquella chica que lo estaba abrazando cálidamente, la paz que conseguía era muy diferente a la que pudo imaginar. El rostro de su hermana menor era presente y se plasmaba en aquel momento que veía a su hermana mayor.
No podía existir más que decepción en sí mismo por lo que estaba imaginando. Sin embargo, a pesar de todo, era feliz a su lado. Un deseo mundano de simplemente satisfacer sus fantasías con ella de manera indirecta. Imaginar.
- ¿Qué sucede? - preguntó el pelinegro al notar los brazos de la chica alrededor suyo -
- No, nada. Sólo quería estar cerca de ti. Pareces una pintura cada vez que te concentras en algo por mucho tiempo - dijo refiriéndose a la mirada fija que tenía en las fotos encima de un mueble -.
- No creo que sea así. Simplemente es... nostalgia - separándose un poco de ella y logrando tomar la foto de la hermana menor -.
- Eh~ Ya veo.
- Bueno, ya puedes decirme que era lo que querías. No vendrías aquí a interrumpir por nada.
- ¿Acaso no puedo tener un momento a solas contigo? - dijo formando un puchero -
- Siempre estamos solos. Siempre - decía mientras no apartaba la vista de la fotografía -.
- ... Ya veo.
Sin siquiera titubear un poco sobre lo que estaba a punto de hacer, Ichika lenta y silenciosamente empezó a quitarse sus prendas, quedando simplemente en ropa interior. Su cuerpo expuesto, su piel blanca, la suavidad que esta poseía, era todo lo que se encontraba detrás de la vista del pelinegro. Y sin darse cuenta de lo que realmente estaba pasando en aquella habitación, Fuutarou simplemente dejó que todo pasara sin más.
Finalmente, ante la llamada que había hecho la chica a su pelinegro, este volteó por fin, quedando inexpresivo ante tal vista que tenía. No hubo nada más que asombro y silencio en el ambiente.
- ¿Qué pasa, Fuutarou-kun?
- Tú...
- Fuutarou-kun, no sabemos que está mal esta noche, no todo el mundo tiene un lugar donde esconderse. Por eso mismo es que yo... ahora.
- ...
- Todo está bien, Fuutarou-kun. Déjamelo todo a mí.
Sin respuesta por parte del pelinegro, era que Ichika, sin problema aparente, continuó con su plan original de querer pasar la noche junto a esa persona especial. Ya había pasado demasiado tiempo sin que él la tocara siquiera. Haberse abstenido tanto tiempo había provocado en ella una ansia insaciable que ya no podía reprimir. Y finalmente... sucedió.
Eran las tres de la mañana. Con el cansancio de una noche agitada, Fuutarou no pudo resistir más la incomodidad de compartir cama con aquella chica que no consideraba especial. Aun si sentía que era feliz, aquel sentimiento no podía compararse al verdadero que era capaz de renacer cada vez que veía a la hermana menor de las cinco.
Ichika sabía esto. No importaba si él se empeñaba en ocultarlo, siendo que su pareja era una actriz profesional, ella más que nadie sabía lo que realmente pensaba su pareja sentimental. Pero, a pesar de todo, no le importaba de igual manera. El estar con esa persona, de pasar un momento tan obsceno incluso con sus diferencias sentimentales, era lo único que importaba.
Ya había pasado un año, desde que se habían mudado a Kioto, que no habían tenido interacción intima. Por esa misma razón, después de tanto tiempo, que Ichika estaba ansiosa por volver a probar el cuerpo de su pelinegro. Sin embargo, comparado esta ocasión con la primera vez, realmente era estimulante y seguro. Hace un año, antes de haberse ido definitivamente sin dar indicio anterior, era que sus hermanas los habían descubierto a principios del acto... similar a lo que hacía Fuutarou con Itsuki en el pasado.
Pero, incluso si ahora se encontraban con una extrema intimidad, el ambiente no se sentía romántico en lo absoluto. No existía aquella confianza mutua para poder disfrutar del acto sexual en su máximo esplendor, y simplemente quedaba en remordimiento por parte de Fuutarou. Ichika no podía hacer nada para poder cambiarlo, él era así. Y, sin más, simplemente quedaba una expresión de disgusto por ambas partes. Placer por haberse unidos en uno solo, sin embargo, sin aquella sensación de realmente haberse sentido bien.
Las apariencias realmente engañaban aquel ambiente tenso. Un cuerpo lleno de sudor. Una mujer con una expresión de disgusto. Un hombre arrepentido.
~Continuará~
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