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Capítulo 37

Nave de la Tierra
Corremos de un lado a otro desesperados por lo que pueda pasar. Estamos en una gran nave pero nada nos asegura que no tienen un as bajo la manga. Acercamos la nave lo más rápido que podemos, tratando de tener confianza en nosotros y en nuestro plan.
—¿Debemos disparar? —pregunta uno. Sé que está ansioso por hacer esto ya que es la primera vez que lo hace de verdad. Las prácticas en el servicio militar son parecidas pero no hay mayor satisfacción que estar detrás del mando de una gran nave. Así de emocionado estuve la primera vez que fui a una misión.
—Aún no. Debemos esperar si tienen algún plan, o sea unos diez minutos. Cuando pase el tiempo, disparamos con todo —dice el capitán. Asentimos ante su mandato, ansiosos por ver las explosiones. Es la mejor parte de una misión.
Pasan los diez minutos, los que parecieron eternos, y finalmente se ordena disparar.
—Esto es lo mejor de mi trabajo —dice el nuevo, presionando el botón para dejar caer las bombas. Comenzaremos con eso y después dispararemos a las naves, las que se ven ridículamente pequeñas.
Caen varias bombas haciendo explotar algunas naves. Se retiran con rapidez pero no la suficiente: las bombas ya están sobre ellos. Vemos varias naves caer, lo que cumple nuestro objetivo. Celebramos con alegría por haberlo conseguido.
—Todo ha resultado bien —dice una de las más experimentadas soldadas. Ella es la más antigua de esta nave así que le tenemos respeto.
—Esto tenemos que celebrarlo —digo con alegría.
—No tan rápido. Tenemos que llegar a la capital y hablar con el presidente. Por suerte tenemos buenas noticias —dice la antigua y nos encaminamos de partir de aquí.
No fue necesario disparar, solo con bombardearlos cayeron todos. Esta es parte de las mejores misiones a las que he sido enviado.
La nave avanza con rapidez sobre la superficie terrestre. No dejo de notar lo devastado que se ve todo aquí a diferencia de nuestro hogar. A medida que nos acercamos comienzan a verse plantas en el suelo y luego árboles en gran volumen. Llegamos hasta nuestro hogar.
Bajamos la nave con rapidez y llegamos pronto al suelo. Abajo nos espera el presidente ansioso de recibir noticias.
—Acabamos con las naves —dice la antigua quitándose el traje para la radiación. Es obligatorio que vayamos con eso cada vez que estamos cerca o en tierra contaminada.
—Excelente noticia, menos mal que esos marcianos no acabaron con los habitantes de ese lugar —contesta el presidente con alegría. No lo había visto feliz desde que colaboramos con elaborar la sociedad subterránea.
—No dejaremos que toquen a nuestros hermanos —digo también quitándome la ropa para la radiación.
—¿Saben el motivo por el que atacaron? —Esta es una interrogante que siempre he tenido, aunque la respuesta es casi obvia.
—Quieren que todos se vayan a su planeta. Destruyendo a los más débiles del nuestro lo conseguirán, aunque no contaban con nosotros defendiendo nuestro planeta —respondo, feliz de lo que conseguimos.
—Excelente. Hemos logrado que nuestro planeta continúe en pie. Ahora tenemos que asegurarnos de cuidarlo bien. La única guerra que debemos tener es con los marcianos, no entre nosotros. Todos en la Tierra somos hermanos así que debemos cuidarnos entre nosotros —dice el presidente. Nos acompaña hasta la salida, dónde nos reunimos con los demás gobernantes.
—Es una buena noticia —dice la presidenta de Argentina.
—Claro que lo es. Las zonas de Europa devastadas deben ser protegidas, y sabemos que ellos no pueden hacerlo con fuerza. La radiación los limita —dice el presidente de Perú.
—Exacto, tenemos que ser un pilar para ellos. Solo el apoyo nos permitirá salir adelante. Ya sabemos que la guerra hace lo opuesto, ellos son ejemplo de eso —dice el presidente.
—Creo que fue mejor no habernos unido a la guerra —dice la presidenta.
—Claro que sí, creo que ser países pequeños al fin fue una ventaja —dice el presidente de Paraguay.
—No es ser países pequeños, había países de todo tipo en la guerra. La diferencia es que teníamos nuestros conflictos internos que debíamos solucionar, así que no pudimos ser parte de una guerra ni nada parecido —dice el presidente.
Es cierto. En esa guerra participaron los países que en ese momento se veían prósperos. Nadie sospechó que eso puede ser un arma de doble filo porque las guerras destruyen más que conflictos internos.
—¿Qué haremos si hay un nuevo ataque? —pregunta el presidente.
—Estar preparados como siempre, y no continuar el contacto con Marte. Ya no se enterarán de lo que pasa aquí por haberse atrevido a atacarnos —dice la presidenta.
Creo que eso sería lo mejor. No podría comunicarme con ellos como si nada pasara. Es mejor alejarnos de ellos y que no se enteren de nada, así no sabrán quiénes los atacaron y no entenderán nada. Es lo mejor que podemos hacer, y me fascina ser parte de esto.

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