Capítulo 29
Mamá
Nos subimos a la nave con una gran cantidad de personas a nuestro alrededor que están felices por encontrarnos. Nos siguen hasta que ya estamos listas para despegar.
—¡En dos horas más ya estarán en su hogar! —grita uno de ellos hacia nosotras. Asentimos con felicidad mientras la nave comienza a subir.
—Ojalá estuviera Claudia para ver esto —digo para mí misma, aunque sé que las demás escuchan.
Me dolió la poca importancia que demostraron cuando supieron que Claudia está muerta. Estaban felices por habernos encontrado y eso era lo único que les importaba. Nada les arruinó la felicidad, ni siquiera la muerte de una persona.
Un silencio incómodo se instala entre nosotras.
—Al fin volveremos a Marte —dice Paola, tratando de romper el silencio.
—Sí, aunque aún lo veo como si fuera un sueño —responde Elisa, arrastrando cada palabra. Creo que ella está más desnutrida que nosotras, lo que no me sorprende ya que ella se negaba a comer.
—Eso es lo mejor: es un sueño hecho realidad —afirmo cerrando los ojos e imaginando cómo será todo cuando volvamos.
—¿Cómo creen que nos recibirán? —pregunta Elisa. Estoy segura de que ella también ha imaginado ese momento.
—Con mucho cariño, de eso estoy segura —contesta Paola, cerrando los ojos. Ella también se lo imagina.
—Lo mejor de todo será decirles la verdad —digo, recordando todo lo que nos hicieron y con el resentimiento a flor de piel. Recordarlo me quema de rabia y a la vez me asusta, pero sé que allá lo diré inmediatamente y sin problemas.
—Obvio. Ellos tienen que saber lo que nos hicieron —responde Paola.
—Aparte de que nos preguntarán eso, así que no será necesario que empecemos con el tema —dice Elisa.
—Es cierto, pero pase lo que pase hay que quedarnos en Marte —digo. Todas asienten.
***
Doy vueltas en la cama en busca de algo de relajación, la que me es imposible conseguir después de que las nuevas se fueron. Ya estaba acostumbrado a hablar con ellas y apoyarnos mutuamente.
Varias horas después —aunque no estoy seguro de cuánto tiempo fue—, abre la puerta una de las mujeres que nos tenían encerrados.
—¡Salgan ahora! Desde este momento son libres —escucho que grita desde la puerta.
Me levanto y poco de la cama y la observo atentamente con incredulidad. Esto no puede estar pasando, ellas jamás permitirían que nos vayamos. No me la creo
—¡Vamos! ¡Salgan de aquí! —vuelve a gritar.
Algunos se levantan y caminan hacia la puerta. Salen de a uno con paso lento, vaciando la habitación. Me quedo sentado sobre la cama mirando todo, sin poder creerlo.
—Oye tú, tienes que salir —dice mirándome.
—No sé qué planean pero no pienso irme —digo por primera vez en un tono fuerte hacia ella.
—El Superior murió y por órdenes del nuevo son libres —me contesta con confianza.
¿Qué? ¿De qué Superior están hablando?
—¿Superior? ¿Qué es eso? —Prefiero demorarme más en salir pero entender lo que está pasando. El tiempo en que estuve aquí no salí en ningún momento así que no conozco nada más que estás cuatro paredes.
—Es nuestro líder, el que nos dijo que teníamos que encerrarlos porque amenazaban nuestro sistema. El nuevo estipuló nuevos motivos para dejar a alguien encerrado como el robo, matar, entre otros, o sea los motivos que teníamos en la sociedad sobre tierra. Ahora, sal de aquí de inmediato —me explica. Estoy satisfecho con eso.
Salgo de la habitación y me acerco a los demás, quienes están bastante juntos. Deben estar haciendo algo importante para que sigan agrupados.
—¡Vengan! ¡Serán insertados en la sociedad! —grita una persona en medio de nosotros. Sostiene en alto un papel con un lápiz, quizá para qué.
Nos acercamos más personas, todos los que estuvimos encerrados.
—Les daremos trabajo. Ahora, por favor, hagan una fila y díganme su nombre en orden. Lo anotaré en este papel junto al trabajo que les será asignado —vuelve a decir mientras el montón de personas comienza a ordenarse. Me apresuro en ponerme en la fila y no quedar tan atrás.
De a poco van pasando las personas hasta que al fin es mi turno.
—Nombre y apellido
—Sergio Maturana —respondo.
Me costó recordarlo, pero me enorgullece recordar mi nombre.
—Bien, tu ocupación será hacer trajes para la radiación. Estamos experimentando hacer trajes para eso ya que los que utilizan ustedes no dura mucho —dice. Es cierto que los trajes no duran mucho. Por eso me los cambiaba por los que encontraba en los refugios, pero eso no lo consiguen todos. Por suerte podré dedicarme a eso.
Asiento y me alejo del hombre. Camino por el grupo con cuidado de no golpear a nadie.
—¿Qué haremos si ya no están las investigadoras? ¡No tendremos buenos cultivos y faltará la comida de nuevo! ¿Cómo pudieron encerrarlas? —escucho que grita una mujer.
Me doy la vuelta y veo a la mujer que nos tenía encerrados. Me acerco a ella aunque esto no es algo que habría hecho antes.
—Cuando vivía en la superficie terrestre, comía insectos y la comida que había en los refugios —le digo. Espero que esa información les sea de utilidad siendo que ahora soy parte de su sociedad y tendré que aceptarlo si quiero vivir.
—¡Eso es! Comeremos insectos y una vez a la semana verduras, así consumiremos menos y podremos vivir —dice la mujer muy feliz y me abraza.
Al menos pude ser de ayuda, lo que me enorgullece.
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