Capítulo 10
No podemos dormir pensando en lo que haremos hoy. Escucho a mi mamá dar vueltas constantemente en su cama, y no puedo evitar hacer lo mismo. Hoy nos iremos de este planeta y partiremos a la Tierra, el lugar del que surgimos pero que jamás hemos visto, ni siquiera en fotos. Lo bueno es que al menos el ambiente del planeta será un poco más idóneo que este en que tenemos que estar encerradas siempre, aunque la radiación me hace dudar de eso.
Suena nuestra alarma y no puedo evitar abrir los ojos de golpe. Hace muchas horas que no he podido dormir así que esto es solo el momento en que no me seguiré obligando a dormir.
Nos levantamos junto a los demás, aunque es obvio que lo harían si este es probablemente el último día en que nos veremos. Espero que no sea el último pero no puedo negar lo peligroso que será ir allá.
Caminamos bastante somnolientas a pesar de que no podíamos dormir junto a los demás, quienes nos siguen en completo silencio, tensando el ambiente. Llegamos hasta donde debemos subir a la nave.
Antes de que llegara este día pasamos un mes de muchos exámenes y pruebas físicas por si no es posible que soportemos el viaje en las naves comunes. Por suerte ambas lo pasamos, aunque si no hubiera sido así nos habrían buscado una nave que se adapte a nosotras. No permitirían que algo arruine el plan, más al ser algo que piden a gritos en la Tierra.
Nos ordenan ponernos unos trajes parecidos a los que usamos cuando vimos el cráter con el científico, aunque este es mucho más voluminoso. No intercambiamos palabra alguna en el momento, solo nos mantenemos concentradas en lo nuestro y relajándonos como podemos.
-Ahora probablemente moriremos -dice mi mamá una vez terminamos de ponernos los trajes. No parece dirigir sus palabras a alguien, aunque por suerte solo yo la escucho.
Nos sentamos mientras esperamos a que nos den instrucciones para entrar a la nave. Mientras, nuestra familia nos acompaña en este momento tan difícil para todos.
Nos mostramos lo más fuerte que podemos, no dejando que un hecho que sabíamos que ocurriría hace un mes nos derrumbe. Nos abrazamos un rato hasta que llegan los encargados.
-Ya es el momento de subir a la nave -nos informan.
Nos abrazamos una última vez dejando escapar algunas lágrimas. Esta vez no pudimos aguantar la tristeza que nos da alejarnos de todo lo que conocemos. Nos entregan el tiempo suficiente para despedirnos de todos y decirnos algunas palabras.
Después, en un mar de lágrimas y de miedo, subimos a la nave y nos aseguramos al asiento como ellos nos indican. Me aseguro de seguirlas bien pues la tristeza más de una vez me ha jugado una mala pasada.
-Aseguren sus cinturones. Junto a ustedes, en los asientos de atrás, subirán dos asesores, una para cada una. Ellos se asegurarán de que estén bien, las cuidarán en el planeta y en la nave -veo que dice uno de los encargados en la pantalla pequeña delante de nosotras. Inmediatamente suben dos mujeres que nos saludan afectuosamente. Su saludo me hace sentir mejor, y la confianza que demuestran, sin una pizca de miedo, termina por eliminar todo lo negativo del momento.
Me relajo mientras veo que mamá también lo logra. Debe ser una parte de sus labores cuidándonos. Las emociones son muy importantes para cualquier viaje.
Pasan unos minutos de silencio por parte de los encargados en que hablamos de nuestras vidas.
-Llegué hace unos años de la Tierra, 5 creo. Aún recuerdo cómo era todo allá, la constante crisis que no me permitía hacer una vida normal -cuenta Elisa, la que es un poco mayor que yo y, según señaló, es mi cuidadora.
-También viví un tiempo en la Tierra, pero llegué a Marte a los 10 años por mi papá, un importante ingeniero que construyó las primeras de estas naves que van casi a la velocidad de la luz -nos dice Paola, la encargada de cuidar a mi mamá. Es mucho menor a ella, debe tener unos 30 años.
-¿Por qué no hay naves que vayan a la velocidad de la luz? -pregunto demostrando mi ignorancia del tema. Lo que más sé es sobre plantas, pero en física apenas sé lo básico.
-Es porque la velocidad de la luz es tan alta que el tiempo se dilata. Si aquí pasa un segundo, en la Tierra es infinito -su respuesta me deja estupefacta.
En ese momento las palabras de un encargado nos devuelve a la realidad.
-Bien, ya hemos realizado las revisiones necesarias. El viaje comenzará en 10... 9... 8...
Continúa el conteo mientras siento mis latidos en las sienes y no puedo evitar volver a tener miedo a pesar de estar acompañada. Respiro lo más relajada posible para estar mejor.
-3... 2... 1...
En ese momento sentimos cómo la nave despega, pegándonos al asiento por su gran velocidad. Se eleva por sobre el planeta, el que puedo ver por primera vez bien por fuera de nuestras instalaciones. Es realmente hermoso.
Me aferro al asiento mientras sigue alejándose de todo lo que conocemos. No dejo de observar al planeta en el que he vivido toda la vida.
Una vez nos hemos alejado bastante, la nula gravedad nos sorprende pero poco. Parece que la gravedad en el planeta no era demasiada.
La nave da vueltas varias veces hasta que parece estabilizarse. En ese momento comienza a avanzar a una gran velocidad, la que nunca en mi vida había visto.
-¡Aquí vamos! -grita Paola. Se ve muy emocionada por lo que estamos viviendo. Me contagia su emoción, borrándome todo el miedo.
-¡Esto es increíble! -grito al sentir la velocidad y ver cómo se desliza la nave por el espacio, silenciosa y rápida.
-Tardaremos dos horas en llegar. Es lo que demoraba en ir de la ciudad a lo que era la playa -cuenta Paola.
-¿La playa? ¿Qué es eso? -pregunta mamá.
-Es un lugar en que hay arena, tierra parecida a la de Marte y mucha agua, aunque la última vez que estuve apenas había -demuestra su tristeza al decir lo último.
Ya quiero saber por mis propios ojos cómo es el mar.
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