Los días siguientes, el Ethereal Challenge continuó arrasando en redes sociales. Parecía que todo el mundo estaba obsesionado con verse a través del lente de ese filtro. Cada vez que abría Instagram o Snapchat, mi feed se inundaba con rostros impecables, ojos brillantes y pieles tan lisas que parecían talladas en mármol. Era como si el mundo hubiera decidido que la belleza real ya no era suficiente; necesitábamos esa perfección digital para sentirnos bien con nosotros mismos.

Clara, sin duda, fue una de las que más se dejó llevar por esta tendencia. Al principio, era solo un juego, una forma divertida de conseguir más likes y seguidores, pero pronto noté un cambio en ella. Pasaba horas frente al teléfono, capturando selfies desde todos los ángulos posibles. Si antes era la reina de las redes sociales entre nuestro grupo, ahora era como si se hubiera convertido en una influencer en ascenso, recibiendo cientos de likes y comentarios en cuestión de minutos.

—¿No crees que te estás pasando un poco? —le pregunté una tarde mientras estábamos en mi habitación.

Clara estaba sentada en la cama, completamente absorta en su pantalla. Apenas levantó la vista para mirarme.

—¿Qué dices? Esto es genial. Nunca había recibido tanta atención. —respondió, con una sonrisa que no alcanzaba a sus ojos.

Suspiré, sintiéndome un poco frustrada.

—Solo digo que quizás deberías tomarte un descanso. Llevas horas con ese filtro.

—Oh, vamos, no seas aguafiestas —replicó, con un tono ligeramente molesto. —¿No te das cuenta de lo increíble que es esto? Mira. —dijo, girando su teléfono hacia mí.

En la pantalla, una nueva selfie de Clara. Su piel era perfecta, sus ojos brillaban como joyas bajo la luz tenue de la habitación. Era hermosa, sí, pero no se parecía en nada a la Clara que yo conocía. Había algo artificial en esa imagen, algo que no podía poner en palabras.

—Es como si fuera otra persona... —murmuré, más para mí que para ella.

Clara frunció el ceño.

—Eso es lo mejor, ¿no? Este filtro nos muestra como realmente deberíamos vernos —Hizo una pausa, sus dedos tamborileando sobre la pantalla—. Deberías probarlo más seguido. Te haría un favor.

Su comentario me dolió más de lo que estaba dispuesta a admitir. Decidí dejarlo pasar, atribuyéndolo a su obsesión reciente, pero algo me decía que ese filtro estaba empezando a afectarla de una manera que ninguno de nosotros comprendía.

Las semanas pasaron y la popularidad del filtro Ethereal solo aumentaba. Incluso algunas celebridades comenzaron a usarlo, lo que solo sirvió para alimentar la obsesión colectiva. Era como si todos tuviéramos miedo de mostrarnos tal cual éramos, como si la versión real de nuestros rostros ya no fuera suficiente.

Clara, sin embargo, había cruzado la línea de la mera diversión a una dependencia absoluta. Dejó de salir con nosotros, prefería quedarse en casa perfeccionando sus fotos. No importaba cuánto insistiera Leo en que saliéramos a cenar o Max en que fuéramos a una fiesta, ella siempre tenía una excusa.

Un día, decidí enfrentarla. Fui hasta su casa sin avisar, algo que solía hacer antes de que el filtro dominara su vida. Su madre me recibió con una sonrisa preocupada.

—Me alegra que hayas venido, cariño —dijo mientras me invitaba a pasar—. Clara no ha salido de su habitación en días.

Subí las escaleras con un nudo en el estómago. Toqué la puerta suavemente.

—¿Clara? Soy yo, ábreme.

Por un momento, pensé que me ignoraría, pero luego escuché el clic de la cerradura. La puerta se abrió lentamente, revelando a una Clara que apenas reconocí. Su cabello estaba desordenado, tenía ojeras profundas bajo los ojos y, sin embargo, su piel en la pantalla del teléfono era perfecta, inhumana.

—¿Qué estás haciendo contigo? —le pregunté, horrorizada.

Ella solo sonrió, una sonrisa que no llegaba a sus ojos.

—Estoy mejor que nunca. Mira cuántos seguidores tengo ahora —dijo, mostrándome su cuenta. Los números eran impresionantes, pero no pude evitar notar un detalle inquietante: todas sus fotos recientes estaban tomadas en lugares oscuros, con luces parpadeantes al fondo, y siempre, siempre, con el filtro Ethereal activado.

—Clara, esto no es normal —le dije, tratando de mantener la calma —. No puedes depender de un filtro para sentirte bien contigo misma.

—¿No lo entiendes? Esto es lo que soy ahora. Esta es la mejor versión de mí —susurró, con una mirada perdida en sus propios reflejos distorsionados.

Me sentí impotente. No había forma de razonar con ella. El filtro la había consumido, y temía que pronto no quedara nada de la amiga que conocía.

Esa noche, al volver a casa, recibí un mensaje de Leo. Era un enlace a un hilo en Reddit titulado "El lado oscuro del filtro Ethereal". Me sumergí en una serie de publicaciones que describían experiencias inquietantemente similares a las de Clara. Usuarios hablaban de sentirse extraños, como si el filtro les quitara algo cada vez que lo usaban. Algunos incluso afirmaban que veían figuras extrañas en sus reflejos.

El mensaje de Leo venía con una advertencia:

—Tenemos que hablar. Hay algo realmente malo en este filtro. Estoy viendo sombras en mis fotos también. No quiero alarmarte, pero creo que Clara está en peligro.

El miedo se apoderó de mí. No podía sacarme de la cabeza la mirada vacía de Clara, esa sonrisa artificial que ahora parecía permanente en su rostro. ¿Qué demonios estaba pasando?

Intenté llamarla, pero no obtuve respuesta. Su perfil en Snapchat seguía activo, publicando una nueva foto cada hora, siempre con esa perfección inquietante, pero algo en sus ojos había cambiado. Ya no reflejaban la alegría de antes, solo un vacío aterrador.

No podía quedarme de brazos cruzados. Al día siguiente, convencí a Leo para que me acompañara a la casa de Clara. Teníamos que hacerla entrar en razón antes de que fuera demasiado tarde. Pero en el fondo, ambos sabíamos que la Clara que conocíamos podía ya no estar allí.

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