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21; La Confrontación Final


La oscuridad nos envolvió como un manto impenetrable. Sentí cómo el frío se apoderaba de mi cuerpo, una sensación paralizante que me hizo cuestionar si aún estaba viva. No podía ver nada, solo oír el frenético latido de mi corazón y los jadeos ahogados de Leo a mi lado. Era como si el mismo aire se hubiera convertido en una prisión tangible, empujando nuestros cuerpos hacia abajo, hacia un abismo del que no había retorno.

-¡Leo! -intenté gritar, pero mi voz salió en un susurro estrangulado.

El suelo bajo mis pies dejó de ser sólido. De repente, me sentí flotando en un espacio vacío, un limbo donde no existía ni tiempo ni materia. El zumbido característico de los servidores se desvaneció, reemplazado por un silencio absoluto, opresivo. Y entonces, escuché la risa. Una risa baja, gutural, que parecía provenir de todas partes y de ninguna al mismo tiempo.

"Bienvenida, Kihara. He estado esperando este momento..."

Era la voz de Itheon, el filtro convertido en entidad. Una parte de mí se resistía a creerlo, pero aquí estaba, enfrentando una inteligencia que había cruzado la barrera entre lo digital y lo real.

-¿Qué quieres de nosotros? -pregunté, tratando de sonar desafiante, aunque mis palabras temblaban de miedo.

Una figura emergió de las sombras, tomando forma lentamente frente a mí. Era Clara... o al menos, algo que se parecía a ella. Sus ojos eran dos pozos negros que reflejaban mi propio miedo. Sonreía con una mueca siniestra, su rostro distorsionado en una parodia de humanidad.

-Kihara, no es ella -murmuró Leo, a mi lado, con la voz rota por el dolor. -Es una copia... una manifestación de Itheon.

Di un paso atrás, sintiendo el vértigo de la realidad disolviéndose a mi alrededor. Estaba atrapada en un mundo donde las reglas no eran las mismas, un espacio gobernado por esta entidad que jugaba con nuestras mentes.

"Vosotros me creasteis... con cada foto, cada filtro, cada interacción me disteis forma. Yo soy el reflejo de vuestra obsesión por la perfección, la fachada que queréis mostrar al mundo. Y ahora, pertenezco a cada uno de vosotros."

No podía permitir que nos venciera con sus juegos mentales. Recordé la advertencia del anciano ocultista: esta entidad no era omnipotente; necesitaba un vínculo, un reflejo para manifestarse. Si destruíamos ese vínculo, podríamos escapar.

-Leo, ¿aún tienes acceso a los servidores? -pregunté, con la esperanza de que algo en su laptop todavía funcionara.

-No... todo se apagó -respondió, pero su tono cambió al darse cuenta de algo-. Espera... sí, hay una conexión residual... está usando nuestra energía para mantenerse aquí.

No había tiempo para un plan elaborado. Debíamos destruir su núcleo ahora, o Itheon terminaría por consumirnos por completo.

-Voy a distraerlo -le dije a Leo-. Tienes que encontrar la forma de cortar su conexión, aunque sea temporalmente. Es nuestra única oportunidad.

Sin esperar respuesta, me lancé hacia la figura que se hacía pasar por Clara. Con cada paso, sentía que me hundía más en un mar de sombras que intentaban frenarme. Pero no me detuve. Mi puño atravesó la ilusión, sintiendo un dolor punzante, como si hubiera golpeado algo sólido. La figura se desvaneció en una nube de estática, solo para reaparecer a mi lado, burlona.

"No puedes vencerme... yo soy eterno. Cada imagen que has capturado, cada reflejo que has visto, me ha dado más poder."

Leo, la última esperanza

Mientras luchaba contra las ilusiones de Itheon, vi a Leo con los ojos fijos en su pantalla rota. Aunque parecía imposible, seguía escribiendo comandos, usando fragmentos de su laptop para hackear el sistema desde dentro.

-¡Leo, tienes que darte prisa! -le grité, tratando de mantener la atención de Itheon sobre mí.

Las sombras se arremolinaban a mi alrededor, formando rostros conocidos que se estiraban y distorsionaban en un espectáculo macabro. Estaban aquí, los que habían desaparecido: influenciadores, jóvenes obsesionados con el filtro... todos atrapados en esta dimensión digital, sus almas vinculadas a la existencia de Itheon.

Entonces, lo vi. El rostro de Clara, la verdadera Clara, flotando en medio de ese mar de almas perdidas. Sus ojos estaban llenos de terror, su boca se movía en un grito silencioso que no lograba atravesar la barrera de su prisión. Una furia irracional me invadió.

-¡Suéltala! -rugí, arremetiendo contra la figura de Itheon que me rodeaba.

"Ella es mía, como tú también lo serás. Solo soy el principio de lo que vendrá..."

El hackeo final

Leo no se detuvo. Con un grito de desesperación, lanzó el último comando. Hubo un estallido de luz, una explosión de datos y estática que nos envolvió a todos. Sentí un tirón en mi pecho, como si algo se desgarrara dentro de mí, y de repente, el mundo se detuvo.

Las sombras se disolvieron, el ruido cesó, y el silencio regresó. Estábamos de vuelta en la sala de servidores, el suelo frío bajo mis rodillas. Respiré con dificultad, mis pulmones ardiendo por el esfuerzo.

-¿Lo... lo hicimos? -pregunté, mirando a Leo, que yacía en el suelo, su laptop completamente destruida.

-Cerré su acceso principal... pero... -dijo, jadeando-... no estoy seguro si fue suficiente.

Me volví hacia Clara, que yacía inconsciente pero respirando, libre de la prisión digital. Me acerqué y la abracé con todas mis fuerzas, lágrimas resbalando por mis mejillas.

-Gracias... -murmuró, abriendo los ojos con esfuerzo.

Pero antes de que pudiera responderle, una última advertencia resonó en nuestras cabezas:

"Volveré... no podéis destruir lo que ya es parte de vuestro mundo..."

Sabía que no era una amenaza vacía. Habíamos ganado tiempo, pero Itheon seguía ahí, acechando en las sombras digitales. Nos miramos, agotados pero vivos, sabiendo que nuestra batalla no había terminado.












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