2: El Desafío Viral.
El sonido de mi alarma me despertó bruscamente, llenando la habitación con una melodía estridente. Eran las siete en punto y un nuevo día comenzaba. Apenas abrí los ojos, tomé mi teléfono de la mesita de noche. Había pasado la noche inquieta, dando vueltas en la cama, atormentada por sueños que se desvanecían tan pronto como intentaba recordarlos. Todo lo que quedaba era una vaga sensación de incomodidad.
Desbloqueé la pantalla y, como era costumbre, lo primero que revisé fue Snapchat. Mis notificaciones estaban desbordadas: decenas de mensajes, menciones, y una avalancha de nuevos seguidores. Me tomó un segundo darme cuenta de lo que estaba sucediendo: mi última foto con el filtro Ethereal había explotado. Había alcanzado una popularidad que jamás imaginé, superando el centenar de corazones en menos de una hora.
—¡Esto es una locura! — murmuré, sorprendida pero también muy emocionada.
Me puse de pie, todavía en pijama, y caminé hacia la cocina, donde el aroma del café recién hecho llenaba el aire. Clara ya estaba allí, sentada en la mesa, con el rostro iluminado por la pantalla de su propio teléfono.
—¿Viste esto? —preguntó sin levantar la vista—. El desafío se está volviendo viral. Es una locura.
—¿Qué desafío? — pregunté, frunciendo el ceño.
Clara me miró con una sonrisa traviesa, los ojos brillando de emoción.
—#EtherealChallenge. Es un reto para ver quién puede sacar la selfie más impresionante usando el filtro. Todo el mundo lo está haciendo, y es nuestra oportunidad de ganar seguidores.
Antes de que pudiera responder, Clara ya estaba grabando un video en modo selfie.
—¡Hola, chicos! Aquí estamos, listos para el Ethereal Challenge. No olviden darle like y seguirnos si quieren ver más contenido como este.
Decidí unirme a ella, aunque solo fuera por diversión. Nos pasamos los siguientes minutos haciéndonos selfies en diferentes poses, probando los mejores ángulos, jugando con la luz. Clara era una experta en esto, sabía exactamente cómo moverse para que el filtro captara su mejor versión. Yo, por otro lado, me sentía torpe e insegura, pero el filtro tenía una manera de transformar cualquier expresión en algo mágico.
Fue entonces cuando Max y Leo llegaron, ambos con sus teléfonos en la mano, listos para unirse al desafío. Max, siempre el alma de la fiesta, levantó su teléfono y proclamó:
—¡Hora de grabar el TikTok definitivo, amigos! Vamos a romperla.
Leo, más reservado, no parecía tan entusiasmado, pero no podía resistirse al espíritu competitivo de Max. Nos alineamos en la sala, mientras Max ponía la cuenta atrás en su teléfono.
—A la cuenta de tres, todos con sus mejores sonrisas. ¡Uno, dos, tres!
La cámara parpadeó, y en un segundo, nuestras versiones Ethereal aparecieron en la pantalla. Miré la foto y no pude evitar soltar una carcajada. Nos veíamos tan irreales, como si fuéramos modelos sacados de una revista. Pero justo cuando Max estaba a punto de publicar, algo extraño apareció en la pantalla.
—Espera, ¿qué es eso? — Leo señaló la esquina de la foto.
Nos acercamos para mirar mejor. Había una sombra al fondo, una silueta oscura que no habíamos notado antes. Parecía un borrón, una mancha que desentonaba en la perfección del filtro. Max se encogió de hombros.
—Debe ser un fallo del filtro. Lo editaré y lo publicaré igual. Nadie se dará cuenta.
Y así lo hizo. En cuestión de minutos, el video comenzó a acumular likes y comentarios, la mayoría alabando lo bien que nos veíamos, pero algunos notaron lo mismo que nosotros:
—"¿Quién es esa figura en el fondo?"
—"Jaja, buen intento, chicos, pero esa sombra da miedo."
Intentamos no darle importancia. Era solo un glitch, nos dijimos. Una falla del filtro que estaba tan de moda que seguramente estaba saturando los servidores de Snapchat. Sin embargo, mientras revisaba las fotos, no pude sacarme de la cabeza esa sombra. Parecía demasiado definida para ser un simple error.
Esa tarde, nos reunimos en el parque. Era un lugar habitual para nosotros, un espacio donde siempre nos sentíamos cómodos, lejos del bullicio del centro. Max había traído una pequeña bocina para poner música, y Clara ya estaba buscando nuevos ángulos para sus selfies. Pero Leo parecía distante, con el ceño fruncido mientras revisaba su teléfono.
—¿Qué pasa, Leo? —le pregunté, sentándome a su lado.
—He estado revisando nuestras fotos —murmuró sin apartar la vista de la pantalla —. Y esa sombra... no es la primera vez que aparece.
Fruncí el ceño, confundida.
—¿De qué hablas?
Leo me mostró su galería. En cada selfie que había tomado con el filtro Ethereal en los últimos días, esa figura oscura aparecía, siempre en el fondo, siempre difusa pero inconfundible. A veces estaba en una esquina, otras justo detrás de uno de nosotros, como un espectador silencioso.
—¿Y si hay algo mal con este filtro? —susurró, más para sí mismo que para mí.
Traté de reírme, pero un escalofrío recorrió mi espalda.
—Vamos, Leo. Es solo un glitch. No empieces con tus teorías conspirativas.
Leo no respondió. Solo guardó su teléfono y se alejó del grupo, su mente claramente ocupada en algo que no compartía con nosotros.
Cuando volví a casa esa noche, intenté ignorar la inquietud que se había instalado en mi pecho. Era solo un filtro, me dije. Algo que todos estaban usando, algo que nos había hecho ganar más seguidores en un día que en todo un mes. No había nada de qué preocuparse.
Pero mientras me preparaba para dormir, una notificación llegó a mi teléfono: "Snapchat: Memoria guardada". Al abrir la aplicación, me encontré con un video que no recordaba haber grabado. Era yo, mirando a la cámara, pero algo no encajaba. Mi reflejo sonreía antes de que mis labios se movieran, mis ojos parpadeaban en un ritmo que no coincidía con el mío.
Cerré el teléfono de golpe, el corazón martillando en mis oídos. No era posible. Era solo una broma, un fallo más del filtro, me dije. Pero en el fondo sabía que algo no estaba bien, que esa sonrisa que vi no era la mía, al menos no del todo.
Intenté dormir, pero cada vez que cerraba los ojos, veía esa figura en las sombras, ese reflejo que me devolvía una sonrisa que no era mía.
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