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17: El Ritual de Desbloqueo



La atmósfera en el almacén abandonado era irrespirable. El eco de la risa distorsionada de Clara seguía resonando en nuestras mentes, y la oscuridad se sentía más densa, casi tangible. Leo y yo estábamos parados en medio de aquel vasto espacio vacío, rodeados por sombras que parecían moverse por el rabillo del ojo. Era como si el lugar mismo estuviera vivo, alimentándose de nuestro miedo.

-Tenemos que movernos, Kihara -susurró Leo, su voz apenas audible, quebrada por la tensión.

Asentí, intentando ocultar el temblor en mis manos mientras sacaba mi linterna. Sabíamos que no estábamos solos, pero no había tiempo para pensar en lo que acabábamos de presenciar. El mensaje de Gabriel -o lo que sea que estuviera usando su identidad- nos había llevado hasta aquí por una razón, y teníamos que descubrir cuál era antes de que Itheon nos encontrara.

Caminamos en silencio por los pasillos oscuros del almacén, guiados únicamente por la tenue luz de la linterna. A medida que avanzábamos, las paredes se estrechaban, como si el edificio se transformara a nuestro alrededor. La arquitectura no tenía sentido; cada giro parecía llevarnos a lugares nuevos, creando un laberinto que intentaba atraparnos. Pero había algo en el aire, un murmullo apenas perceptible, como una llamada que nos atraía hacia el corazón del lugar.

De repente, nos encontramos ante una gran puerta de acero, oxidada y cubierta de inscripciones que parecían más runas que simples grafitis. Leo y yo nos miramos, nuestras respiraciones entrecortadas sincronizándose en el silencio.

-Esto no es normal -murmuré, pasando mis dedos por las inscripciones. Sentí un leve cosquilleo, como si una corriente eléctrica corriera bajo mi piel. Había algo antiguo y peligroso en esas marcas, algo que sugería que esta puerta era mucho más que una simple entrada a una habitación.

-Es como si... -comenzó Leo, pero se interrumpió cuando la puerta se abrió con un crujido escalofriante.

Sin atrevernos a dudar, nos adentramos en la penumbra de la nueva habitación. Era un espacio vasto, circular, con techos que se perdían en la oscuridad. En el centro, una figura encapuchada estaba de pie frente a un antiguo altar, susurros ininteligibles escapando de sus labios. Parecía estar inmerso en algún tipo de ritual.

Leo y yo nos detuvimos en seco, el terror paralizándonos. La figura se giró lentamente hacia nosotros, y cuando sus ojos encontraron los nuestros, sentí un frío helado que atravesó mi alma. Eran ojos vacíos, sin vida, pero llenos de un odio tan puro que me costaba respirar.

-¿Qué... qué estás haciendo aquí? -logró articular Leo, su voz quebrándose.

La figura no respondió, pero sus movimientos se hicieron más rápidos, susurros guturales reverberando en el aire. Entonces, todo en la sala comenzó a vibrar, como si la realidad misma estuviera retorciéndose. El suelo bajo nuestros pies empezó a agrietarse, y un humo negro comenzó a emerger de las grietas, llenando el aire con un hedor a azufre.

-¡Tenemos que detenerlo! -grité, sintiendo un impulso desesperado por hacer algo, cualquier cosa, antes de que fuera demasiado tarde.

Leo asintió, sacando uno de los dispositivos que habíamos preparado para hackear sistemas, pero sabía que esto no era solo un problema tecnológico. Esto era algo más oscuro, algo que desafiaba toda lógica. Sin pensarlo, me abalancé hacia el altar, tratando de apartar al extraño, pero una fuerza invisible me lanzó contra la pared con un impacto que me dejó sin aire.

Cuando me levanté, la figura había desaparecido, pero en su lugar, algo más había emergido del altar. Una sombra oscura, una presencia que no pertenecía a este mundo. Podía sentirla, casi tocarla, mientras se extendía por la habitación como una marea negra. Era Itheon, en su forma más pura, liberado por algún tipo de ritual que no lograba entender.

-Leo, ¡activa el protocolo! -grité, sabiendo que esta era nuestra última oportunidad.

Leo, con el rostro empapado en sudor, logró conectar el dispositivo al altar. Tecleó frenéticamente mientras la sombra se cernía sobre nosotros. Podía ver rostros formándose en la oscuridad, bocas abiertas en un grito silencioso, como si las almas atrapadas por Itheon intentaran escapar.

-¡Es un código arcaico! -gritó Leo. -¡No puedo romperlo!

En ese momento, recordé algo que había leído en uno de los archivos antiguos que Leo había encontrado: un fragmento sobre un ritual de bloqueo que había sido utilizado siglos atrás para encerrar entidades similares. No era un simple hackeo, sino una combinación de símbolos, palabras y tecnología arcaica.

-Dame eso -le dije, tomando el dispositivo de sus manos. Empecé a ingresar la secuencia de símbolos que había memorizado, rezando para que funcionara. A medida que lo hacía, la sombra comenzó a gritar, un sonido inhumano que reverberó por toda la sala. Sentía la presión en mi mente, como si algo intentara desgarrar mi consciencia.

Pero entonces, algo hizo clic. El altar emitió un destello brillante, y la sombra se contrajo, como si estuviera siendo absorbida de vuelta. Todo tembló violentamente, y por un momento, creí que la sala colapsaría sobre nosotros. Pero entonces, el silencio cayó como una losa, denso y absoluto.

La oscuridad retrocedió, dejando a Leo y a mí de pie en medio de la sala, jadeando. El altar se había transformado en un bloque de piedra sólido, sin ningún rastro del ritual que había tenido lugar. Pero algo me decía que esto no había terminado.

Leo se dejó caer al suelo, exhausto. Yo me apoyé en una de las paredes, mirando el altar con desconfianza. La calma era engañosa. Sabía que solo habíamos ganado un respiro, no una victoria.

-Creo que... eso lo detuvo por ahora -dijo Leo, sin aliento.

-Por ahora -repetí, mi voz apenas un murmullo. Pero sabía que algo más grande se estaba preparando. Itheon no había sido destruido, solo contenido. Necesitábamos encontrar su verdadero núcleo, su origen, y destruirlo de una vez por todas.

Cuando salimos del almacén, el aire frío de la noche nos golpeó, llenándonos de una falsa sensación de alivio. Pero mientras caminábamos hacia el coche, mi teléfono vibró de nuevo. Temblando, lo saqué del bolsillo y vi otro mensaje:

"No puedes escapar para siempre. -Itheon"

Y con eso, supe que la próxima vez no tendríamos tanta suerte.



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