15: El Escape Fallido
El apartamento de Leo se había convertido en nuestro cuartel improvisado. No teníamos mucho tiempo. Itheon, la entidad que había invocado el filtro, estaba ganando terreno, y lo sabíamos. Cada vez que parpadeábamos, cada vez que mirábamos nuestras pantallas, sentíamos que su presencia se hacía más fuerte, más invasiva. No éramos los únicos. En las redes, los rumores de desapariciones seguían creciendo. Influencers, usuarios comunes, incluso algunas celebridades habían comenzado a desaparecer sin dejar rastro. El pánico se extendía como un incendio en un campo seco, pero nadie parecía entender la verdadera naturaleza de la amenaza.
Leo y yo nos quedamos despiertos durante días, analizando cada línea de código que habíamos logrado extraer del filtro maldito. Intentábamos encontrar una brecha, una forma de detener el flujo de datos que Itheon estaba utilizando para conectarse a nuestro mundo. Habíamos intentado advertir a otros, pero nadie nos escuchaba. Al contrario, parecían más interesados en probar el filtro, tentados por la belleza sobrenatural que ofrecía.
-Kihara, necesitamos un plan real, -me dijo Leo, la voz rasposa por la falta de sueño. Sus ojos estaban rojos, la piel pálida bajo las luces fluorescentes de su pequeño apartamento-. No podemos seguir huyendo. Itheon nos está cazando, y lo sabes.
-¿Qué sugieres entonces? ¡He borrado mi cuenta, lo he desinstalado, incluso he cambiado de teléfono, y nada funciona! -mi voz se quebró al final, el agotamiento emocional finalmente rompiendo la fachada de calma que había intentado mantener. Estaba al borde del colapso.
Leo me miró fijamente, con una determinación que me hizo sentir una chispa de esperanza, aunque fuera momentánea. -Si no podemos escapar, entonces tenemos que ir al corazón del problema. Necesitamos hackear los servidores de Snapchat y destruir el código desde dentro.
La magnitud de su plan me dejó sin palabras por un momento. Era una locura. ¿Cómo podríamos, dos personas agotadas y sin recursos, entrar en uno de los sistemas más seguros del mundo? Pero, al mismo tiempo, no podíamos ignorar el hecho de que no teníamos otra opción.
-Está bien, -dije finalmente, mi voz apenas un susurro. -¿Cómo lo hacemos?
Leo se volvió hacia su computadora, mostrándome un esquema que había dibujado a toda prisa en su cuaderno. -Conozco a alguien, -dijo, casi en un murmullo. -Un hacker. Es... complicado, pero si alguien puede hacer que entremos, es él.
No tenía tiempo para preguntas. Si Leo confiaba en esa persona, yo también lo haría. Así que, sin más preámbulos, lo acompañé hasta un pequeño café en un barrio apartado. El lugar estaba casi vacío, salvo por un hombre encapuchado en una de las mesas del fondo. Leo me hizo un gesto para que me quedara en silencio y se acercó al tipo. Una conversación breve, llena de gestos nerviosos, culminó con el intercambio de un USB y un montón de billetes.
-Es nuestra única oportunidad, -dijo Leo mientras volvíamos apresuradamente a su apartamento-. Nos dará acceso al back-end, pero solo por unos minutos. Será una ventana muy pequeña.
Al regresar, todo estaba listo para el ataque digital. La tensión en el aire era tan densa que apenas podíamos respirar. Mientras Leo configuraba la computadora, yo no podía dejar de mirar la pantalla de mi teléfono. Había sentido una vibración hace unos minutos, pero tenía miedo de revisar. Finalmente, reuní el valor.
Era un mensaje directo desde la cuenta hackeada de Clara: "No puedes detenerme, Kihara. Ya soy parte de ti."
El pánico me envolvió. Itheon estaba jugando con nuestras mentes, manipulando nuestra realidad. Sin embargo, no podía permitirme flaquear. Todo dependía de lo que hiciéramos en los próximos minutos.
-¡Ahora! -gritó Leo. Había conseguido el acceso al servidor. Era un laberinto de código, pero sabíamos exactamente lo que buscábamos. Una cadena específica, oculta en lo más profundo de las líneas de programación que permitía al filtro capturar algo más que imágenes: nuestros reflejos, nuestras almas.
Comenzamos a borrar frenéticamente, deshabilitando la función que permitía la conexión entre los usuarios y la entidad. La habitación se llenó del zumbido incesante de los ventiladores de la computadora, el sonido de las teclas golpeando como un tambor de guerra.
Entonces, todo se apagó.
-¡No, no, no! -Leo golpeó el teclado, intentando revivir el sistema. La pantalla quedó en negro, y por un momento, pensé que habíamos fallado. Pero, de repente, volvió a encenderse.
Un rostro apareció en la pantalla. No era humano. Era una amalgama de imágenes distorsionadas, como si alguien hubiera intentado reconstruir un rostro a partir de mil fragmentos rotos. Y entonces, habló:
-Ya es demasiado tarde, Kihara. Tú me trajiste aquí. Ahora eres mía.
El grito que salió de mi garganta fue ahogado por el sonido ensordecedor de la explosión. El ordenador de Leo explotó en una nube de humo y chispas, lanzándonos hacia atrás. Me golpeé la cabeza contra la pared, perdiendo el sentido por unos segundos. Cuando abrí los ojos, el apartamento estaba en llamas. Leo me sacudió por los hombros, arrastrándome hacia la puerta de salida.
-¡Tenemos que salir de aquí! -gritó, pero mi mente estaba en otra parte. El filtro había ganado una última batalla, pero no la guerra. Lo sabía.
Al salir tambaleándonos del edificio, cubiertos de cenizas, nos dimos cuenta de que no solo habíamos perdido la oportunidad de destruir el código, sino que habíamos desencadenado algo peor. Los teléfonos de las personas en la calle comenzaron a vibrar al unísono, mostrando la misma imagen: el rostro distorsionado que nos había hablado momentos antes.
Itheon se estaba expandiendo, y ya no se limitaba a nuestras cuentas. Estaba accediendo a cada dispositivo, propagándose como un virus imparable.
-No funcionó... -murmuré, las lágrimas rodando por mis mejillas sucias. Leo me abrazó brevemente, más para sostenerme que para consolarme.
-Lo intentamos, -dijo, su voz rota por el cansancio. -Pero aún no hemos perdido.
Sabíamos que no podríamos detenernos. El juego había cambiado, y nosotros teníamos que adaptarnos. Lo que antes era un simple intento de borrar el filtro se había convertido en una batalla por la supervivencia contra algo que nunca debió cruzar a nuestro mundo.
Esa noche, mientras el cielo se llenaba de luces rojas de las sirenas y los teléfonos seguían resonando con la presencia de Itheon, supe que la última línea entre nuestra realidad y la suya estaba a punto de romperse.
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