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4- Esta noche no hay luna

Hansel

Un jeep marrón subía una colina por un sendero sinuoso, dentro había 5 jóvenes. La mayor de ellos no superaba los 30, y el menor no tenía más de 16. Su nombre era Hansel, un muchacho de piel morena y pelo castaño, el cual iba en el asiento del copiloto. Su brazo lleno de cicatrices, el cual colgaba por fuera de la ventana, mostraba un tatuaje de un dragón enroscado alrededor de su brazo. Estaba algo ansioso, faltaba poco para que anochezca y si hay algo que odiaba más que a los magos, era la oscuridad.

—Ey Hansel. —Una voz melodiosa vino desde los asientos de atrás. Era una joven de unos 18 años, con el pelo gris y sonrisa pícara—. Pásame un cigarrillo.

—No fastidies Cris, el viejo me los dio a mí. —En lo profundo de la Forja, el viejo duende le había dado una caja de cigarros que él mismo había hecho. Para su sorpresa, eran muy buenos y no pensaba compartirlos con nadie, salvo quizás con Jaya.

Hubo un momento de silencio en el que Hansel y Cris se lanzaron miradas asesinas. Phillip, un muchacho de ascendencia asiática, estaba sentado casi entre los dos, miraba hacia ambos lados sin saber qué hacer.

—E-e-esperen—tartamudeó Phillip sintiendo el peligro acercarse, se cambió de lugar para no salir lastimado.

Cris se levantó velozmente de su asiento, y con una mano agarró ágilmente el paquete de cigarrillos mientras que con la otra cogió su espada corta apuntando hacia Hansel. Él no se quedó atrás y logró sujetar la caja de cigarros al mismo tiempo que sacaba su revólver plateado y apuntaba a la chica. Ambos estaban sujetando la caja por los extremos apuntando hacia el otro sus respectivas armas. Cuando de pronto, un proyectil negro pasó a toda velocidad partiendo la caja a la mitad y destruyendo todos los cigarrillos.

Una chica de rostro serio y ojos fríos había lanzado la bala desde un disparador amarrado a su muñeca. La joven les lanzó una mirada seria y volteó la vista de vuelta al paisaje.

—Lin tiene razón —dijo una mujer llamada Jaya, líder del equipo. Tenía el pelo corto y negro, y solo un ojo de un brillante celeste, el ojo izquierdo estaba tapado por un parche cosido a su cara—. Compórtense, ya estamos por llegar.

Hansel no tuvo mucho tiempo para lamentarse por la pérdida de sus cigarrillos, lo más importante ahora era concentrarse en la misión. Hace tres días habían partido de la Isla, y hace un día habían arribado al este de la India para adentrarse en su selva tropical. El objetivo era Kamal Deshmukh, un mago hindú con una gran fortuna la cual había amasado con la crianza ilegal de occamys. Unas criaturas serpentinas de cuerpo emplumado, que nacen de huevos cuyas cáscaras son de la más pura y fina plata.

Era tanta la fortuna de la familia Deshmukh, que se habían convertido en una de las familias mágicas más influyentes de la India. Lo cual les había servido para salir bien librados de la tragedia que ocasionaron hace ya un tiempo. Un occamy se había escapado hacia un pequeño pueblo muggle ocasionando una de las peores infracciones del Estatuto Internacional del Secreto en la India. Lamentablemente los agentes enviados por el Ministerio de Magia llegaron tarde, muchas vidas se habían perdido. Aun así, jamás se pudo, o no se quiso demostrar que la familia Deshmukh era la culpable.

Ya había anochecido cuando llegaron a un pueblito ubicado en un valle, la ubicación del objetivo estaba a unos cuantos kilómetros a las afueras del pueblo. Alquilaron un cuarto en una posada, la cual solo tenía una habitación grande, en la que los cinco descansaron del largo viaje.

—Partiremos a la medianoche, descansen hasta entonces —dijo Jaya sentándose en una silla cerca al balcón.

Si bien la posada era muy modesta, la habitación era bastante cómoda. El pueblo era un nexo entre el río Narmada y una ciudad en las costas del mar arábico. Así que había sido un milagro hallar una habitación libre. Sin embargo, rara vez se veía extranjeros por esta zona.

—Genial, saldré a explorar —anunció Cris poniéndose su chaqueta verde caminando hacia la puerta.

—No puedes irte, no has visto cómo nos miraban los pobladores, llamarás la atención —dijo Phillip, quien estaba acomodando las cosas de su mochila—. Con este calor casi se seca la sangre de unicornio.

—No creo que la necesitemos —respondió Hansel quien estaba descansando en un sofá.

—¿Hablas de la sangre o de Cris? —bromeó Phillip.

—De las dos —sonrió Hansel.

Cris estaba a punto de lanzar un puñetazo contra Hansel, pero una mirada de Lin la detuvo. Ella estaba recostada en la cama y solo quería paz.

—Phillip tiene razón Cris, no hay que salir hasta entrada la medianoche —sentenció Jaya.

Cris, resignada, la obedeció y fue a recostarse en otro sillón, ella nunca cuestionaría una orden suya. Los cuatro chicos la respetaban y admiraban, ella era la única que les había tendido una mano cuando más lo necesitaban. Debido a eso, era molestada por los otros líderes de escuadrón, solo Jaya se había atrevido a formar un grupo con chicos tan jóvenes. Por casi más de un año, se habían hecho cargo de diversas misiones con una tasa de éxito de más del 80%, estaban en el top 5 de los mejores escuadrones de la Isla.

Rastreadores, así se llamaban. Antiguamente eran un grupo de mercenarios mágicos que operaban en la tierra que se convertiría en los Estados Unidos durante el siglo XVII. Debido a la falta de gobierno mágico y leyes en el Nuevo Mundo se dedicaron a la búsqueda tanto de criminales como de cualquier persona por la que se ofreciera una recompensa. Con el tiempo y sin ningún tipo de organización gubernamental que los supervise, se volvieron cada vez más crueles, hacían lo que sea por dinero. Eventualmente, se volvieron contra los suyos. Magos y brujas fueron entregados por estos mercenarios a los puritanos, en la famosa época de caza de brujas. Hasta que en 1693 se fundó la MACUSA(Magicongreso Único de la Sociedad Americana), la cual tuvo como primer objetivo capturar a los rastreadores y llevarlos a la justicia. Muchos rastreadores fueron juzgados y condenados hasta con pena de muerte. Sin embargo, varios lograron evadir la captura renunciando al mundo mágico e integrándose a la sociedad no-mágica. Otros hasta se casaron con personas no mágicas, y si nacían niños con algún signo de poder mágico, estos jamás verían la luz del día. Todo con el objetivo de mantener su fachada.

Los rastreadores sobrevivientes inculcaron una convicción permanente en sus descendientes de que la magia existe y que los magos y brujas deberían ser eliminados. Algunos de estos descendientes formaron un grupo de nuevos rastreadores y se asentaron en una isla en algún lugar del océano Atlántico. Se dedicaron a, en sus palabras, "hacer justicia" contra aquellos magos o brujas que abusaran de su poder en contra de las personas normales. Se unieron con ese fin, aunque ahora se dediquen más a saquear, traficar o "rastrear". Ocultos y siempre con cautela habían logrado sobrevivir por mucho tiempo. Aunque algunos fueran capturados, estos jamás revelarían la ubicación de la Isla, tenían un sentido de unidad sorprendente.

Actualmente, los rastreadores ya no estaban conformados solo por hombres y mujeres, sino también por seres mágicos como centauros, hombres lobo, duendes y hasta gigantes. Todos habían sido marginados y no tenían lugar en ninguno de los dos mundos, habían establecido una especie de nación donde se apoyaban mutuamente con el fin de sobrevivir. Un país en una isla llamada Senvara.

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Casi era medianoche, Hansel se despertó con un calambre, había estado durmiendo mal. Miró a su alrededor, Cris y Phillip seguían descansando, no había rastro de Lin ni de Jaya por ningún lado. Salió al balcón por aire fresco, el cielo estaba despejado. La luna brillaba en el mar de estrellas, en la selva las noches eran casi siempre despejadas, casi no necesitabas de linternas para ver el camino.

De no ser porque Lin puso su mano sobre su brazo, él jamás se habría percatado de que estaba ahí. La chica de alborotado pelo rubio había estado recostada en un sillón ubicado en el balcón. Ella también se recostó en la baranda y observó la luna.

—¡Lin!, ¿y Jaya? —preguntó Hansel, algo sobresaltado. Ella apuntó su mano hacia la puerta—. Ya veo, debería llegar pronto.

Observó a Lin, siempre tan silenciosa. Sus ojos plateados reflejaban la luz de la luna haciéndolos brillar, él jamás se había fijado lo linda que era. Ya que casi siempre tenía la mitad de su cara tapada por una bufanda, ocultando una gran cicatriz que le partía sus rosados labios. Solo Jaya sabía la verdad detrás del silencio de la chica, y les había pedido a los demás que no le preguntaran sobre su pasado. Lin volteó y se encontró con la mirada de Hansel, ambos se quedaron mirándose frente a frente sin atreverse a más.

—Bueno, ¿se van a besar o no? —Cris interrumpió la escena con su habitual sonrisa burlona, al parecer había estado observando por un tiempo, y no era la única.

—Phillip, ¿tú también? —inquirió Hansel. Su amigo estaba detrás de Cris, observando la escena.

—Eh... Cris me arrastró —se excusó él.

En ese momento, entró Jaya a la habitación. Estaba vestida con unas botas negras y su habitual chaqueta ranger, con unas sobaqueras en cada hombro en las que guardaba sus armas.

—Genial, ya están todos despiertos —dijo Jaya con entusiasmo—. Es hora de partir.

Hansel se puso unos guantines de piel de dragón, unas botas negras, amarró a su cinturón la funda de su revólver, y una daga compuesta de un metal capaz de reflejar hechizos. El viejo duende se la había regalado cuando fue aceptado en la isla. Phillip cargó su mochila con varias armas, explosivos entre otras cosas, él era, por decirlo de alguna manera, su ojo en el cielo. Lin era mortalmente silenciosa, Jaya su líder. Y Cris, ella cortaba todo lo que se metiera en su camino.

—Atención —dijo Jaya, mostrando el mapa de lo que parecía ser una fortaleza—. El objetivo es un mago avaricioso, un ser egoísta el cual no debe ver más la luz del sol. Probablemente no esté solo, así que quisiera evitar una batalla campal.

Dijo esto último echando una mirada a Cris.

—Nos dividiremos en dos grupos, Lin y yo iremos por el objetivo. Cris y Hansel registren la fortaleza, tengo el presentimiento de que habrá muchas cosas de valor. Y Phillip, ya sabes qué hacer.

—Por supuesto —dijo él.

—Una cosa más. No mueran —ordenó Jaya con una sonrisa.

Con los objetivos claros partieron hacia la fortaleza. Hansel miró hacia la luna una última vez, estaba tan hermosa como aquella noche. Él se preguntó cuándo se había acostumbrado a todo esto, ya no sentía ningún remordimiento por lo que había hecho. Tenía que cumplir la misión, aunque eso signifique matar a otra persona. En la Isla no había lugar para los débiles, es matar para vivir. Y en esta hermosa noche de luna llena, alguien iba a morir.

N/A: ¿Y estos quiénes son?

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