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Capítulo nueve


—¿Esto cuenta como luna de miel?

—No lo creo, pero nunca me he casado antes —responde Abraham y yo arqueo una de mis cejas con mi trozo de pizza en camino a mi boca mientras lo veo encogerse de hombros, sacudo la cabeza.

—Digamos que sí, de lo contrario podríamos tener un anulación por falta de consumación —Esta vez él ladea la cabeza considerando mis palabras antes de beber de su lata de cerveza. No estoy segura de la razón por la cual lo había relacionado más con el vino que con cerveza, pero ese es mi lado gastronómico hablando.

—Algo que deberíamos evitar, por supuesto —Me toma varios segundos tomar sus palabras y finjo un jadeo.

—¿No me digas que acabas de hacer una broma referente al sexo, Roulsset?

Qué chistosita —Lleva sus ojos al frente para ver la estructura de ladrillos—. Debemos estar casados mínimo un año o dos, por supuesto que debemos evitar una anulación.

Al salir de la boda no sé a dónde se fue Heather y Erick decidió regresar a la empresa, mientras tanto, Abraham y yo vinimos a la casa donde se supone que viviremos con Lindsay, pero no hemos encontrado una verdadera razón para entrar todavía.

—¿Por qué crees que tu padre puso esa cláusula? —cuestiono retirándole los trozos de piña a mi pizza.

—No lo sé, asumí que lo hacía para que no me interesara quitársela a la madre de Lindsay.

—No tiene sentido ¿por qué querrías quitársela?

—Porque era una adicta, se lo reclamé a él varias veces, le pedí que la trajera aquí, incluso si mamá no quiere a Lindsay, no puedo pensar como una niña estaba bien en esa casa con esa mujer —Tuerzo los labios y tengo que beber de mi soda para evitar el nudo en mi garganta.

—Así que él eligió que se quedara con ella.

—Obviamente no pensó en que una adicta en cualquier momento puede morir por sobredosis o ser asesinada por quién le vende lo que sea que consuma —espeta él y yo miro una mancha de salsa en mi vestido.

Afortunadamente lo compré, de lo contrario estaría tratando de quitarla justo ahora, pero no puede importarme menos en este momento.

—En realidad, sigue sin tener sentido para mí que quisiera hacerles la vida imposible a ti y a Lindsay.

—Técnicamente solo a ella, no importa quien fuera a quedarse con la custodia, debía estar casado, esa es la razón por la que la única media hermana de su madre decidió no luchar ni un poco luego de decir que se quedaría con ella. Humedezco mis labios y aprieto los dientes, respirando detenidamente a través de mis labios entreabiertos.

—¿Crees que Lindsay esté dormida? —indago luego de unos segundos mirando hacia el frente, la casa es de dos pisos, pero Abraham dijo que la mayoría de las habitaciones están en el primero, el segundo es más un ático completo.

—Es temprano y, de todas formas, creo que puede estar escondida en el armario —murmura apretando la barbilla, algo se tensa en mi estomago ante eso. Es probable sí, ahí estaba la última vez que fui a verla hace dos días.

—¿Y no podemos ir por ella hoy? Digo, ya tienes una esposa —Tuerzo los labios removiéndome en mi lugar, muerdo el trozo de pizza para ocuparme mientras observo alrededor.

El vecindario es lindo, podría adaptarme a acompañar a Lindsay a caminar por aquí, incluso podría pensar en conseguirle una mascota para que no se sienta tan sola cuando me divorcie de Abraham.

Un divorcio. Una boda.

A lo largo de mi vida no le había dado atención al hecho de casarme algún día, sin embargo, hoy soy la esposa de alguien y —dentro de uno o dos años— la exesposa.

Isabella de Roulsset.

No es necesario cambiarlo, pero suena bien.

Siempre había pensado que la vida cambiaba en un segundo, no pensé que esa frase realmente tuviera tanto peso porque solo bastó ver a Lindsay por primera vez para que cayera en mi propia debilidad y terminara en este momento de mi vida.

—Lo dudo, además, sería extraño llegar allí con esta ropa —señala mi vestido de novia, nunca fui a cambiarme hace unas horas, así que tiene razón, sería extraño aparecer como si acabáramos de casarnos cuando ya le hemos dicho a ese hombre que soy su esposa hace días—. Pero podemos ir a tu casa para que te cambies y visitarla un rato —Levanto la vista mientras asiento efusivamente y él deja su caja de pizza en el asiento trasero limpiando las migajas de su regazo antes de instarme a ponerme el cinturón de seguridad para empezar a conducir.

Hacemos justamente eso, en cuánto Abraham se estaciona frente a mi casa salto fuera del auto y corro directo a mi habitación en cuanto entro, desmaquillándome y deshaciendo las trenzas de mi cabello con prisa antes de sumergirme en mi armario hasta conseguir un jean y una camiseta.

Para cuando regreso a la sala descubro que Erick está aquí.

—¿Qué pasó con la luna de miel en Bali?

—Ja ja ja, qué chistoso —enfatizo sentándome en el sofá y extendiendo uno de mis pies hacia él para que me ayude a atar los cordones de mis zapatillas mientras coloco nuevos pendientes en mis orejas, menos llamativos que los que usé hace unas horas.

—Que lo haga tu esposo, cuñado, cumple tu papel —Suelto un resoplido rodando mis ojos y Erick levanta sus cejas hacia mí.

—Eres insoportable, busca tú también con quien casarte y deja de ser un envidioso.

—No necesito eso, además no se trata de que te casaras sino de con quién te casaste —murmura dándole una mala mirada a Abraham que lo ignora—. ¿A dónde se supone que van? —Le hago una mueca en lugar de responder.

—A ver a Lindsay —responde Abraham mirando el reloj en su muñeca antes de acercarse, extiende una de sus manos deteniéndose frente a mí y me toma unos segundos entender que realmente va a hacer lo que mi hermano dijo.

Levanto el pie hacia el costado externo de su pierna para evitar ensuciar su ropa y sus dedos se mueven ágilmente atando el cordón de mi zapatilla, luego me señala el otro pie y hace lo mismo mientras yo lo observo silenciosamente, un poco hipnotizada por el anillo de bodas brillando en su dedo.

Mierda, realmente estamos casados ahora.

—¿A esta hora? ¿No se pone dictador el abogado? —cuestiona Erick dejándose caer en el sofá largo mientras recarga su cabeza en el reposabrazos. Abraham baja mi pie al suelo cuando termina.

—Gracias —murmuro sacudiendo la cabeza mientras me pongo de pie cruzando el bolso en diagonal sobre mi pecho—. ¿Crees que me importa? —Miro a Erick entrecerrando los ojos.

—Sé que no lo hace, pero debes comportarte con el hombre que tiene el poder de la custodia de Lindsay, de lo contrario te habrás casado en vano —Me señala con el dedo índice y yo tuerzo los labios con disgusto.

Comportarme —repito como si la palabras me supiera amarga—. Vámonos, Roulsset, estoy respirando toxicidad y machismo en esta casa.

—Por supuesto, ahora porque tienes a donde ir todo te sabe a tierra —revira Erick desde su lugar.

—Cállate, espécimen mujeriego, infiel y machista.

—¿Sabes con quién salía a ser ese mujeriego infiel? Exacto, con tu nuevo esposo, así que mucho ojo.

—¿Quién te preguntó, Erick? —cuestiona Abraham y yo lo miro entrecerrando los ojos—. No me veas así, tenemos una condición y voy a cumplirla.

—Más te vale —mascullo al mismo tiempo que mi hermano cuestiona:

—¿Cuál condición? —Erick nos observa y yo sacudo la cabeza.

—¿Por qué mejor no averiguas por qué Elodie no vino?

—Tenía algo importante qué hacer de la universidad —Alzo mis cejas mientras lo miro curiosa—. ¿Qué? ¿Sabía que preguntarías? La llamé cuando vi que no estaba.

—Espero que no la hayas asustado porque ya no estaré aquí —murmuro encaminandome hacia la puerta.

—Yo también me iré la próxima semana así que no veo como tu partida puede asustarla en relación conmigo —resuelve poniéndose de pie—. Cierren la puerta cuando salgan, tengo trabajo qué hacer.

—Seguramente —ironizo antes de salir, Abraham se deshace de la pajarita de su traje mientras caminamos al auto, a diferencia de mí que con el vestido evidenciaba que veníamos de la boda, él luce como si viniera de trabajar, su estilo habitual, así que nos saltamos la parte de ir a su casa a cambiarse.

En cuánto él se estaciona frente a la casa de George algunos minutos después yo miro la propiedad deseando que esta sea la última vez que tenga que venir por aquí.

—¿Avisaste que vendríamos? —indago deshaciéndome de mi cinturón.

—Sí, Lindsay debe estar lista.

—¿Lista para qué? —Mi ceño se frunce mientras lo miro antes de terminar de abrir mi puerta.

—La llevaremos al cine, tenemos tiempo.

—¿O sea que podemos salir con ella? —Él arquea una de sus cejas hacia mí y yo resoplo —. Esto es porque estamos casados oficialmente ¿no? ¿O por qué me traías a verla aquí en lugar de llevarnos qué sé yo a un jodido parque?

—Un solo día vinimos temprano, Isabella ¿querías ir a un parque a las once de la noche? —Entreabro los labios para replicar, pero él suelta un resoplido—. ¿Vienes o nos esperas?

—Yo espero —mascullo cruzando mis brazos sobre mi pecho sintiendo mi ceño profundizarse.

Cuando él se va mis hombros se hunden y pellizco el puente de mi nariz antes de girar el anillo de bodas en mi dedo anular sintiéndolo incluso pesado para mí. No estoy segura de cuánto tiempo pasa antes de que la puerta se abra y Lindsay salga primero con un bonito vestido amarillo y una chaqueta púrpura, zapatillas blancas y una mochila rosa. Evidentemente se vistió sola, pero no estoy interesada en cuestionar su armario ahora que todavía no puedo hacer nada.

Abraham viene detrás de ella, abre la puerta trasera y ella sube, la miro a través del espejo retrovisor y un jadeo abandona sus labios formando una 'o' cuando se da cuenta de que estoy aquí.

—Hola...

—Hola, Lindsay ¿cómo estás? —cuestiono girándome en mi asiento para mirarla, ella se tensa cuando Abraham se inclina hacia ella dentro del auto.

—Voy a ponerte el cinturón, Lind —Ella asiente quedándose quieta, pero la tensión no abandona sus pequeños hombros mientras él estira la cinta y lo encaja en su lugar antes de alejarse y cerrar la puerta para rodear el auto.

—¿Entonces? ¿Cómo estás?

—Bien —Balancea sus pies mientras observa el interior del auto—. ¿A dónde vamos?

—Al cine —contesta Abraham deslizándose tras el volante—. ¿Querías ir a otro lado? —Ella solo se encoge de hombros desde su lugar y sus dedos juegan con uno de los cierres de su mochila.

—¿Te vestiste sola, Lind?

—Sí, me gusta este vestido —Levanta la barbilla y yo le ofrezco una breve sonrisa desde mi lugar—. ¿Por qué?

—Nada, solo que son muchos colores juntos, está muy lindo el vestido —afirmo distraídamente girando mi anillo—. ¿Qué película vamos a ver? —cuestiono mirando a Abraham esta vez.

—Había una infantil en cartelera la semana pasada —Se encoge de hombros en un gesto similar al de Lindsay mientras enciende el auto y nos pone en marcha.

No recuerdo si hay otro cine cercano a nosotros en la ciudad más que el del centro comercial así que tal vez luego podamos convencerlo de ir a los juegos que están en la misma plaza, recuerdo que hay un carrusel allí.

Me gusta el carrusel, probablemente a Lindsay también.

—Infantil —repite Lindsay todavía cerrando y abriendo el cierre de su mochila, empuja su cabello hacia atrás—. ¿Qué es infantil?

—Se refiere a los niños, infancia es niñez e infantil se refiere a que es apto para niños —explico girándome para mirarla, ella entrecierra sus ojos antes de asentir como si absolviera mis palabras—. Adivina qué...

—¿Qué? —Levanto mi mano mostrándole los anillos en mi dedo.

—Ya me casé con tu hermano, así que oficialmente soy tu cuñada —Ella abre mucho los ojos mientras jadea.

—¿Ahora no somos solo amigas?

—No, también somos cuñadas —murmuro mientras ella observa los anillos antes de sonreír ampliamente haciendo que dos bonitos hoyuelos aparezcan en sus mejillas.

—¿Qué hacen las cuñadas? —cuestiona ladeando la cabeza.

—Lo sabrás cuando vengas a vivir con nosotros —Balanceo mis cejas—. Pero supongo que gastar el dinero de tu hermano es una opción ¿verdad, dragón?

Al igual que la vez anterior, una risa suave burbujea desde la garganta de Lindsay ante esa forma de llamar a su hermano mientras se retuerce en su lugar en el asiento trasero.

—Probablemente —Se limita a responder Abraham mientras conduce.

El resto del camino solo escuchamos a Lindsay tararear algo, descubro que en su mochila trae el peluche de panda que siempre tiene en la casa, no estoy segura si habla con él o lo que murmura es alguna canción que recuerda.

En cuánto llegamos al centro comercial caminamos a cada lado de ella sin tocarla, compramos palomitas y refrescos antes de entrar a la sala, Lindsay parece maravillada ante el tamaño de esta, asumo que nunca había ido a uno.

Ella ocupa el asiento entre nosotros y come de sus palomitas mientras esperamos que empiece la película.

—Oye, Bram —murmura luego de unos segundos.

—¿Sí? —Él la mira expectante y ella tuerce los labios mirando sus pies cuando pregunta:

—¿Vas a tener un hijo con Isabella? —Se me va una palomita por el lugar equivocado en la garganta y toso antes de tomar un sorbo largo de mi refresco para bajarla.

—¿De dónde sacas eso, Lind?

—Las personas casadas tienen hijos, aunque mami no estaba casada cuando nací —murmura eso último pensativa antes de continuar—. Pero se supone que deben estarlo, y si ustedes ya están casados ¿no van a tener hijos?

—No todas las personas casadas tienen hijos, Lindsay —resuelve él entregándole el vaso con refresco que sostiene para ella—. Y trata de no hacer esa pregunta cuando alguien te diga que está casado ¿bien?

—¿Por qué?

—Porque es un poco incómodo, ahora vamos a ver la película —Le señala la pantalla grande y ella se encoge de hombros llevando la vista hacia allá.

Mientras tanto yo me pregunto por qué me tomó por sorpresa la pregunta de Lindsay.

Quiero decir, obviamente solo había que explicarle que no tendremos hijos, es algo bastante obvio teniendo en cuenta la situación y la finalidad de este matrimonio, entonces ¿por qué me desconcertó tanto que lo preguntara?

Es un poco ridículo que sucediera.

No le presto demasiada atención a la película, pero estoy segura de que cada uno de los personajes coloridos representan una emoción en la mente de alguien, por su parte, Lindsay parece bastante entretenida y de vez en cuando nos hace preguntas que Abraham se encarga de responder.

Incluso si ella es un poco renuente al tacto y todo lo demás, me gusta notar su creciente comodidad con él, le hace preguntas sin cohibirse, lo cual para mí significa que no le tiene miedo o pena. Tal y como debería ser. Pero también se lo atribuyo al hecho de que no está encerrada en esas paredes que parecen alterarla tanto.

Cuando la película termina nos guío a propósito por el pasillo hacia la salida desde donde se pueden ver los juegos, las luces coloridas inmediatamente atraen la atención de Lindsay y sus ojos se abren grandemente mientras observa el carrusel.

—¿Qué es eso? —Su voz se llena de asombro mientras se detiene balanceándose sobre sus pies, Abraham me mira arqueando una de sus cejas como si se diera cuenta de lo que hice.

—El carrusel ¿quieres ir? —murmuro inclinándome hacia ella colocando mis manos en mis rodillas.

—Sí, ¿Qué es?

—Vamos para que lo veas —La insto colocando mi mano en su mochila mientras avanzamos, ella jadea cuando finalmente nos acercamos y sus ojos brillan observando los caballitos viendo cómo se mueven en círculos lentamente.

Wao... —Mis labios se curvan en una sonrisa mientras la miro—. ¿Puedo subirme? —Ladeo la cabeza indicándole hacia Abraham y ella se gira hacia él haciendo sobresalir su labio inferior—. Bram...

—Ya debemos irnos, Lind —Ella junta sus manos frente a ella en una súplica y yo la imito.

—Por favor, Bram, solo una vez —Ella se balancea sobre sus pequeños pies mientras lo mira y yo aprieto mis labios para contener la sonrisa divertida.

—Vamos, dragón ¿vas a dejar a tu hermana con las ganas de subirse al juego?

—Eres la menos indicada para hablar ahora, Isabella —Me rio entre dientes girándome hacia Lindsay para inclinarme nuevamente frente a ella—. Ven, te compraré la entrada, pero... —Levanto mi dedo índice y ella me observa expectante—. Prométeme que vas a dormir hoy, sin trampas —Su ceño se frunce y yo ladeo la cabeza esperando hasta que ella suspira resignada y asiente unos segundos después—. ¿Lo prometes?

—Lo prometo.

—Bien, vamos, déjale tu mochila a tu hermano —Ella obedece antes de caminar a mi lado hacia la cabina de las taquillas, cuando las tenemos entramos al espacio que bordea el juego y ella mira los caballitos coloridos asombrada—. Tengo que subirte —Le aviso alzando las cejas, ella me mira y luego al juego como si confirmara que no va a alcanzarlo, antes de darme un asentimiento breve.

La levanto por debajo de los brazos subiéndola a horcajadas en el caballito que ella elige, le indico sostenerse antes de imitarla en el siguiente.

Unos minutos después finalmente comenzamos a movernos, escucho a Lindsay jadear mientras sus dedos se aferran al soporte del juego como si fuera a caer en cualquier momento, para la tercera vuelta parece confiar en ello y levanta una de sus manos para saludar a Abraham riendo cuando estamos en su campo de visión.

Lo saludo también mientras él arquea una de sus cejas y me burlo de él antes de perderlo de vista, para la quinta vuelta Lindsay lo llama al verlo con la vista en su celular y para la séptima se balancea con la melodía del juego mientras nos seguimos moviendo.

Cuando el juego se detiene bajo de mi lugar para ir por ella.

—Vamos, tenemos que irnos o tu hermano va a empezar a tirar fuego por la boca.

—¿Puede hacer eso? —cuestiona ella maravillada y yo me rio entre dientes negando con la cabeza.

—Es una forma de decir que estará enojado —aclaro, ella extiende sus brazos y la bajo optando por no tocar su piel, sino que la sostengo por encima de la ropa.

—¿Por qué?

—Porque ya quería irse e igual nos subimos al juego —murmuro mientras salimos del borde del juego encaminándonos hacia Abraham, guarda su celular en su bolsillo en cuanto nos ve, Lindsay se detiene a mi lado como si quisiera esconderse detrás mí.

—¿Bram? —Él la mira mientras le extiende su mochila, pero ella no se acerca—. ¿Estás enojado? —Su ceño se frunce mientras se inclina para estar a su altura.

—¿Por qué preguntas eso?

—¿Porque te querías ir? —Lindsay empuja su cabello hacia atrás mientras lo mira como si evaluara su comportamiento.

—No puedo enojarme contigo, Lindsay —admite su hermano y yo ahogo el suspiro que quiero emitir mordiendo mi labio inferior—. Pero tenemos que llevarte de regreso, ya es tarde.

—¿De regreso a dónde? —indaga ella y el nudo en mi garganta vuelve a aparecer.

—A casa de George.

—Pero... —La desesperación le sombrea los ojos mientras nos mira a ambos, entreabro los labios, pero es Abraham quien le dice:

—Dentro de unos días vienes con nosotros, pero hoy no, Lind —Ella parpadea varias veces y su ceño se frunce, abre y cierra la boca como si quisiera replicar, pero luego elige quedarse en silencio; el resto del tiempo con nosotros ella es puro silencio, a pesar de que le hago preguntas sobre la película y el juego.

Para cuando la dejamos en esa casa siento que el enojo burbujea en mi estómago mientras espero en al auto a que Abraham regrese de llevarla. No tengo suficiente fuerza mental para acompañarla al interior luego de ver su humor cambiar al saber que no viene con nosotros todavía.

Pero me digo que son solo unos días más, que puedo hacer que ella sea tan feliz como lo era hace una hora en el cine o en el juego.

Que ya falta menos para que su vida se sienta como en ese carrusel de luces y colores. 

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