Capítulo diecisiete.
—¿Dónde está la mini Roulsset?
—En la escuela —Pruebo la mermelada de arándanos con una mueca, intentando ignorar mi inquietud por eso.
Para Lindsay no fue difícil entrar a la escuela hoy a pesar de ser el primer día y un lugar nuevo, simplemente nos miró por unos segundos, preguntó a qué hora iríamos por ella y luego se despidió con la mano para entrar con la maestra.
Abraham parecía más preocupado por su primer día de clases que ella misma.
Por mi parte, la única cosa que me inquieta, más que el hecho de que está yendo a la escuela, es que pueda tener problemas con otros niños. Cada día se hace más obvio que su problema es con los hombres más que con las mujeres cuando se trata de relacionarse, así que espero que no sea igual con niños porque creo que están todos en un mismo salón.
—¿Y Abraham?
—En LIW, ¿por qué? —curioseo moviendo los tazones vacíos hacia el fregadero para hacer espacio a otros ingredientes.
—Es aburrido hablar solo contigo, hermanita —Ruedo los ojos mientras uso unas pinzas para levantar mi cabello antes de empezar a batir las claras de huevo para mi pastel.
—Entonces debiste llamar a su número y no al mío, estúpido —reviro girando el iPad para que no me vea, lo escucho reír antes de encender la batidora, cuando termino y el ruido cesa lo escucho resoplar.
Intento no pensar en Abraham desde que se fue hace unas dos horas porque hemos sido torpes alrededor del otro luego de ese 'casi' beso hace dos días. Es ridículo comportarnos como si fuéramos adolescentes que se encontraron por primera vez en una cita afuera del colegio cuando ambos somos adultos, pero supongo que es todavía más extraño romper nuestro propio trato de que este matrimonio era falso.
Porque ¿qué se hace después de esto?
Ya estamos casados, entonces, el hecho de que parece que comenzamos a atraernos solo significa que deberíamos seguir dando los pasos al revés.
Y eso solo podría complicar todo.
—¿Qué estoy mirando? —Desvío la vista hacia donde se encuentra la pantalla y aprieto mis labios en una línea tensa volviendo a girar el iPad hacia mí.
—Nada.
—¿Eso eran flores, Isabella Marie? —Ruedo los ojos y sopeso la posibilidad de colgar la llamada solo para no hablar de eso, apoyo mis manos en la barra y levanto las cejas mientras dirijo la mirada hacia él a través de la pantalla—. Sí, lo son. ¿Abraham te está comprando flores? Ese hijo de puta ladrón de hermanas.
—¿Qué mierda, Erick? No seas imbécil.
—Su madre no es la reencarnación de la madre Teresa, por si te estás ofendiendo por ella —señala chasqueando la lengua.
—Se las compró a Lindsay, le pedí que le trajera algunas. Deja de hacer un drama por todo —mascullo volviendo a tomar mi espátula para revolver los ingredientes secos.
—¿Por qué le compraría rosas a una niña? Seguramente para ella es mejor margaritas y no sé, girasoles que tienen colores brillantes. Me estás mintiendo.
—Vete a la mierda, no tengo que darte explicaciones sobre mi matrimonio.
—Matrimonio que es malditamente falso, por lo tanto, no deberías estar recibiendo flores de ese imbécil, voy a tomar un vuelo y vamos a resolver esto de manera más fácil.
—Que payaso —Me quejo—. Mejor dime, ¿Qué se supone que sucede en su familia?
—Que chismosa —me imita con burla y yo levanto un hombro restándole importancia—. Nada, su madre se convirtió en la villana cuando supo lo que hizo su padre, técnicamente odia a la niña y repudia a Abraham por haber ido a conocerla y todo lo que ha hecho por ella.
—Es ridículo.
—En realidad, la entiendo —Tamborilea un bolígrafo sobre su escritorio y yo arqueo una de mis cejas mientras espero una explicación coherente—. Pasas años casada con un hombre, le das dos hijos, te dedicas a cuidar de su hogar y te paga gastando todo su dinero en juegos de azar y prostitutas, embaraza a una drogadicta y luego quiere que le aceptes a su hija como si no te hubiera engañado todo ese tiempo.
—Eso no significa que Lindsay tenga la culpa.
—No, ella es solo una de las tantas cosas que salieron mal para él, se supone que su esposa no se daría cuenta de lo que hizo y, sin embargo, nació esa niña —Hago una mueca de disgusto sin comprender—. Está todo bien, tu esposo llega ebrio de vez en cuando y has notado que gasta dinero descontroladamente, pero todo está bien, hasta que una mujer toca tu puerta, un poco descarada con una bebé en brazos diciendo que esa niña es de tu marido y que deberías dejarlo para que él pueda casarse con ella y darle su apellido a la niña.
Entreabro los labios indignada con la pintura que se genera tras mis párpados.
—Sigue viniendo, una y otra vez hasta que tus hijos la notan, entonces también comienza a joderlos a ellos, a decirles que su padre debe irse con ella, que su hermanita es más importante que ellos dos, que ella está pequeña y necesita un padre —Muerdo con fuerza el interior de mi mejilla—. Abraham ya tenía veintiuno, enfrentó a su padre sobre esto, pero el viejo solo le dijo que la ignorara que ella dejaría de joderlo si le daba algo a cambio.
—¿Qué le dio? —señala hacia mí.
—Esa casa, pero solo la dejó a nombre de Lindsay, así que la madre se enojó, siguió jodiendo hasta que Abraham la amenazó con denunciarla por tráfico de drogas —Continúo mezclando mis ingredientes para distraerme de las náuseas.
—¿Y lo hizo?
—No, su padre no lo permitió porque denunciarla significaba que Lindsay terminaría en servicios sociales o en todo caso él tendría que hacerse cargo y como su esposa no estaba dispuesto a cargar con la niña... —Aprieto los dientes hasta que mi mandíbula duele—. Al menos fue una suerte que Lindsay no naciera con la adicción de su madre, créeme.
—De todas formas, ella no tiene por qué desquitar su enojo con Lindsay, ni siquiera entiende nada de lo que sucede. Su madre murió, no menciona a su padre, apenas habla de la escuela.
—Trágico, al menos Abraham decidió hacerse cargo —Se encoge de hombros—. Hablando de escuincles ¿Has visto a Oliver?
—También está en la escuela, pero Elodie estuvo aquí hace un rato antes de irse a la universidad —Tuerce los labios y yo arqueo las cejas—. Cuando venga con él te llamaré para que lo veas, no te preocupes.
—¿Significa que estoy perdiendo el tiempo aquí contigo cuando puedo llamar solo cuando vaya a verlos a todos?
—Bueno, eso no es mi problema. Lo dices como si yo estuviera disfrutando de tener una conversación forzada contigo —mascullo—. ¿Qué tal la ciudad?
—Horrible, hace frío y las personas aquí son muy estiradas y snob —Me rio entre dientes vertiendo los ingredientes secos en los líquidos—. Pero, dentro de una o dos semanas debería estar comenzando a darle forma al lugar para la editorial.
—Pues cancela mi visita, iré cuando esté listo.
—No se cancela nada, vienes las dos veces —Tuerzo los labios señalándolo con la espátula.
—Voy a pensar que me extrañas, Erick, mantén tu postura.
El tiempo en que estoy sola aprovecho para organizar algunas de mis cosas que siguen en cajas, limpio lo que usé para hornear el volcán de arándanos con chocolate y hablo con Heather por llamada para verla hablándole a Kiwi como si a la perra le importara demasiado su ausencia.
Se me retuerce el estómago cuando escucho el auto estacionarse en la entrada y pocos segundos después Abraham abre la puerta, Lindsay ingresa como un tornado dejando su mochila en el sofá.
—Hola, Lind, ¿Cómo te fue? —saludo cuando se detiene delante de mí. Su cabello está algo desordenado, tiene un color rojo manchando su polo del uniforme y hay algo derramado en su pantalón negro.
—Mal.
—¿Y eso por qué? ¿No te gusta la escuela?
—No, ya no quiero ir —Se limita a responder antes de pasar por mi lado hacia su habitación, miro a Abraham en busca de respuestas y él se encoge de hombros.
—No es hora de salida —comento distraídamente dirigiéndome a la cocina, lo escucho seguirme.
—No, me llamaron porque se peleó con uno de sus compañeros, le tiró el cereal con leche en la cabeza y él le arrojó el jugo en el pantalón —Aprieto los labios para evitar una risa—. No veo lo divertido, Isabella.
—Perdón —Llevo mi índice a mis labios para no reír—. ¿Por qué fue?
—Al parecer él le tocó el cabello, Lindsay le gritó que no la tocara y él continuó molestándola hasta que ella le arrojó el cereal.
—Bueno, ese niño necesita conocer sus límites.
—No la apoyes —advierte y yo levanto las manos mostrando mis palmas.
—Al menos no se lo estoy diciendo a ella —Me encojo de hombros—. Además, ¿por qué la maestra solo te llamó porque ella se peleó con el niño y no actuó para que él dejara de molestarla? Creo que ella sabe bien lo que sucede con Lindsay, no fue solo cortesía que le dijéramos su problema con el tacto de otros.
—No intentes justificarla.
—Y no intentes sacrificarla. Ella no tiene por qué aceptar que otros niños la toquen solo porque está en la escuela, deberías prestarle atención a eso —murmuro distraídamente, decido cambiar de tema porque de todas maneras no debería inmiscuirme en su educación con ella—. Hablé con Erick y preguntó por ti, no sé si era solo sus ganas de preguntar o tienen algo qué hablar.
—Lo llamaré luego, tengo que volver a la oficina —Asiento y él se encamina hacia la puerta antes de detenerse y volver sobre sus pasos—. Olivia hará algo como una fiesta infantil el sábado, ¿deberíamos ir?
—¿Un cumpleaños?
—No, su hermana está de viaje y tiene a sus sobrinos en casa, está invitando a todos los que tienen niños porque dice que los niños se entretienen mejor 'con otros de su misma especie' creo que verán películas y se inventó algunos juegos, aparte de un brindis para los padres de las 'criaturas' —explica y no dudo que Olivia hay usado realmente esas palabras a la hora de hablar sobre eso—. ¿Deberíamos ir?
—Creo que puedes llevar a Lindsay, tal vez sea bueno que socialice con otros niños y, a diferencia de la escuela, puedes controlar como se comporta con ellos —murmuro asintiendo, doblando los pañuelos de cocina para mantener las manos ocupadas.
—¿Y tú? —Lo observo confundida—¿No vendrás?
—Ah, yo... ¿Quieres que vaya? —Ladeo la cabeza, lleva una de sus manos a su nuca y tira de su cabello entre sus dedos mientras se encoge de hombros.
—Sí... quiero decir, creo que Lindsay estará mejor si también estás alrededor, en LIW prefirió esconderse en la oficina por 'tanta gente' cuando solo estaba conmigo, pero no creo que pueda esconderse en una habitación de una casa ajena para no verlos a todos —Humedezco mis labios asintiendo.
—Está bien, yo los acompaño. ¿El sábado? —Asiente y yo también lo hago, por unos segundos el silencio se vuelve tenso y él aclara su garganta.
—Nos vemos más tarde —Me quedo mirando el lugar donde estaba cuando se ha ido y paso una mano por mi cabello.
—¡Lind! ¿Puedes venir un momento?
—¡Él comenzó! —responde desde su habitación y yo ahogo una risita divertida.
—No te estoy llamando para regañarte —Tarda algunos segundos antes de salir—. Vamos a regar tus plantas antes de que te duches, ¿bien? —Se acerca a una de las puertillas inferiores de la barra y toma la pequeña regadera de jardín, la lleno de agua antes de devolvérsela y guiarla afuera—. ¿Me puedes explicar qué sucedió?
—No me gusta que me toque.
—Lo sé, pero no puedes ir por la vida arrojándole cosas a la gente, Lind, tienes que hablar pacíficamente.
—Le dije que no lo hiciera —responde de mala gana, echándole demasiada agua a la maceta amarilla antes de pasar a una roja mientras añade—: Dos veces.
—¿Por qué no hablaste con tu maestra?
—Se lo dije y no le dijo nada a él, no me gusta que me toque el cabello —repite y me quedo en silencio.
Ella tiene problemas con el tacto en general, pero su cabello parece ser una historia distinta, no menciona que nadie más la haya tocado en otro lado y estoy segura de que en un salón de clases lleno de niños, de alguna forma algunos otros debieron interactuar con ella.
Por varios segundos solo la observo echar agua a todas las macetas hasta que se acaba y me mira expectante.
—Ve a ducharte, ¿tienes hambre? ¿Quieres algo especifico? —Niega con la cabeza rápidamente antes entrar en la casa y colocar la regadera en su lugar—. Lleva tu mochila a tu habitación.
—¿Manzana?
—Ve a ducharte, te llevaré algunas en un momento, a ver si se te pasa ese enojo, dragoncita —Sonríe levemente antes de irse, tomando a Kiwi en sus brazos en el camino.
—"A esto le falta cocción, Isabella" "pudiste darle más color con el caramelo" "La sal se robó el protagonismo" "Lo dejaste demasiado en el horno" —Me burlo distraídamente apagando las ornillas.
—¿Con quién hablas? —Doy un respingo llevando una mano a mi pecho mientras miro a Abraham.
—Lo siento, ¿te desperté? —cuestiono haciendo una mueca arrepentida. Ya pasa de medianoche, Lindsay se quedó dormida en el sofá hace unas horas y él no salió de su habitación luego de llevarla a la de ella así que asumí que tenía trabajo o iba a dormir.
—No estaba dormido —Asiento en silencio—. ¿Con quién hablabas?
—Nadie, solo estaba... pensando en voz alta.
—¿Burlándote de tu maestra?
—¿Y si sabes lo que estaba haciendo para que me preguntas? —Me quejo entrecerrando los ojos hacia él. Noto la diversión en sus ojos miel.
—Solo poniendo a prueba la honestidad.
—Cosas que debiste investigar antes de firmar los papeles de matrimonio —mascullo bajando la vista a mis utensilios.
—¿Por qué horneas a esta hora? —cuestiona luego de unos segundos en los que noto su mirada inspeccionando el desorden de mis bandejas, espátulas y papeles.
—No es ninguna manía, por si te lo preguntas, solo... creo que necesito más práctica en estos días y aprovecho para hacerlo.
—¿Por qué?
—La instructora ha estado criticando mi trabajo más de lo normal —Él apoya sus antebrazos en un espacio vacío de la barra mientras yo junto dos claras de huevo para batir nuevamente.
—¿Eres una perfeccionista? —Muerdo el interior de mi mejilla levantando un hombro para restarle importancia.
—No.
—¿Estás segura? Te vi horneando muchas veces en tu casa.
—¿Y tu conclusión es...?
—Que sí lo eres —Tuerzo los labios y balanceo la cabeza de un lado al otro con vacilación, luego chasqueo la lengua moviéndome hacia la izquierda para mezclar los ingredientes secos.
Harina, polvo de hornear, azúcar, sal, cacao.
—Pero tu percepción no es la verdad absoluta, estoy segura de que no lo soy.
—Tampoco podemos decir que tu percepción propia sea totalmente honesta —Levanto la vista y él arquea una de sus cejas.
—Le preguntaremos a alguien que no sea mi hermano —Lo señalo con mi espátula antes de verter la mezcla sobre el caramelo tibio en el molde—. Tampoco puedes juzgarme demasiado, tú podrías ser uno.
—¿Un qué?
—Un perfeccionista, incluso tienes tres trabajos —Abro mucho los ojos para darle dramatismo a mis palabras mientras sacudo un poco el molde para asentar la masa. Él suelta un resoplido y se encoge de hombros.
—Por el contrario, un perfeccionista no cargaría tanto su vida laboral para poder tener tiempo de hacer todo como quiere: a la perfección —Lo señalo con un asentimiento dándole la razón.
—Pero dijiste que te organizas bien, así que no tendrías problemas con serlo.
—Entonces, no puedo aceptar o negar esa declaración, así que le preguntaremos a Erick —acota, no respondo llevando mi molde al horno—. Nunca me dijiste por qué tienes tres trabajos.
—No son realmente tres, mi único trabajo a tiempo completo es en LIW, lo demás solo asesoro la empresa una o dos veces al mes —Entreabro los labios mientras asiento.
—Pensé que me había casado con un hombre pobre —Llevo una mano a mi pecho fingiendo alivio mientras él levanta las cejas.
—Son cosas que debiste averiguar antes de firmar el acta de matrimonio —Usa mis propias palabras en mi contra y ruedo los ojos—. Y antes de negarte a un acuerdo prenupcial.
—Ambos sabemos que no estaba pensando demasiado cuando acepté casarme contigo —Le resto importancia comenzando a recoger mis utensilios.
—Por supuesto, pero nunca me dijiste las razones por la que hiciste eso tan apresuradamente —Mis movimientos vacilan por un momento antes de llevar todo al fregadero, enjuago cada pieza colocándola a secar sin darle una respuesta, pero él decide presionar—. Dijiste que eras como Lindsay y que querías salvar a la Isabella de esa edad, pero estoy seguro de que Erick nunca ha mencionado esa parte de la historia antes.
—Esa parte de la historia —repito por lo bajo—. ¿Qué te ha contado?
—Lo que se ve desde afuera, ustedes eran los hijos de los dueños de la editorial, que estuvieron casados por años y murieron en un accidente no hace tantos, pero no eras una niña cuando eso sucedió.
—No, tenía quince.
—Entonces no lo entiendo. Porque, aunque no habla mucho de su familia, cuando Erick habla de sus padres no parece que eran un problema —comenta, humedezco mis labios.
—Nuestra familia tampoco era algo que hubiera que ventilar además del accidente de nuestros padres.
—Podía entenderlo cuando solo éramos amigos, pero ahora tú eres mi esposa —Trago pesadamente y mis dedos se ciñen a una taza de vidrio mientras me acerco a la tetera con mi té de manzanilla que preparé hace poco, todavía está caliente cuando lo vierto en la taza.
Tiene algo de razón, incluso si nuestro matrimonio fue solo por Lindsay, lo mínimo que puedo hacer es contarle al menos un poco de mi vida, tendremos que convivir por mucho tiempo desde ahora, pero para ser honesta no es algo que me interesa compartir todavía.
—Sí, pero el matrimonio no significa que deba contarte mi vida.
—No tu vida, solo quiero saber por qué te sientes tan responsable por Lindsay —Suelto un suspiro tembloroso e inclino el rostro para soplar la taza con mi té—. ¿Por qué dijiste que eras como ella? ¿Tus padres...? —Las esquinas de mi visión se oscurecen antes de sacudir la cabeza un poco frenética.
—No, mis padres eran buenos y sí eran mis padres biológicos, no nací por una aventura —Humedezco mis labios intentando deshacerme de toda la sequedad áspera que me envuelve.
—Pero... —Soplo mi té insistentemente antes de hablar:
—Mi madre estuvo enferma cuando yo era pequeña, más o menos la edad de Lindsay, no tenían mucho tiempo para cuidarnos, así que mis abuelos decidieron enviarnos a Erick y a mí con otros familiares para 'aligerar la carga' cuando estábamos de vacaciones de la escuela... —admito y aclaro mi garganta.
—¿Con quién te enviaron a ti?
—Fueron lugares diferentes —No lo miro, demasiado enfocada en mi taza como para sostenerle la mirada que siento sobre mi cara como si quemara mi piel. Miro al reloj en la pared y luego al horno, si no estuviera allí mi pastel probablemente habría huido a mi habitación hasta mañana para evitar esto.
—¿En alguno de esos lugares había alguien como la madre de Lindsay?
—No precisamente —murmuro.
—¿Pero sí había alguien que cometía abusos...? —deduce y no alcanzo a detener el cristal que cae de entre mis manos cuando ni siquiera me di cuenta lo fuerte que estaba sosteniendo la taza. El cristal se hace añicos entre mis pies, me estremezco ante el sonido y el líquido caliente golpeando mi piel, retrocedo sobre mis pasos con un gemido.
Mi corazón golpea con fuerza contra mi caja torácica, se siente como si oprimieran mis pulmones y el aire no pudiera alcanzarlos, mis manos tiemblan, mis pies arden por el té y el sonido del cristal deshaciéndose en el suelo se repite una y otra vez en mi cabeza, al igual que tantas veces, hasta que dos grandes manos ahuecan mis mejillas y su voz se filtra bajo los bordes de todo el ruido que hay en mi mente.
—¿Estás bien? Lo siento... —Sacudo la cabeza encontrando sus ojos miel arrepentidos, no creo que hayamos estado tan cerca más de una vez desde que lo conozco, ni que haya visto tantas emociones en esa mirada como hasta ahora—. Erick nunca mencionó...
—Erick no lo sabe —Dejo escapar sintiendo mi garganta obstruida, un nuevo pánico me atenaza el pecho—. No se lo digas, él no puede...
—Está bien, tranquila, lo siento —Echo la cabeza hacia atrás tomando un par de respiraciones superficiales antes de bajar la vista otra vez para encontrarlo mirándome, me doy cuenta entonces de que no tengo que mirar hacia arriba para verlo porque estoy sentada sobre la barra, coloca un vaso de agua en una de mis manos y lo bebo sin respirar, intentando deshacerme de la sensación de que he hablado de más—. Isabella, respira...
Separo los labios para hacerlo, apretando los párpados suelto un largo respiro antes de tomar otro un poco más corto.
—Eso es, estás bien —Me toma un tiempo vergonzosamente largo volver a respirar con normalidad, miro sus manos en mis rodillas y luego sus ojos que se clavan en mi cara con preocupación—. Lo siento, no debí presionar —susurra.
—No te preocupes, estoy bien, solo... estoy bien —respondo y mi voz suena áspera, contenida. Desvío la vista—. Creo que voy a mi habitación ahora...
—Espera, todavía están los cristales... —Llevo la vista al suelo, abro la boca para decir que lo limpiaré, pero, como si leyera mis pensamientos, él añade—: No te preocupes, yo lo limpio.
Mi respiración se atasca en mi garganta cuando pasa uno de sus brazos bajo mis rodillas y el otro por mi espalda sosteniéndome al estilo nupcial, llevo mis manos a sus hombros para afianzarme.
—¿Qué haces?
—No quieres añadir un corte a la quemadura del té ¿o sí? —Trago pesadamente mientras me lleva por el pasillo, siento la calidez de su cuerpo mientras me sostiene, recargo mi cabeza en su hombro aspirando su perfume y espero hasta que se detiene frente a mi habitación para colocarme sobre mis pies en el suelo—. Te traeré una pomada para la quemadura.
—No estaba tan caliente, estará bien con agua fría —murmuro mirando mis pies, la piel del empeine un tanto rojiza—. Gracias.
—No hay de qué. ¿Qué pasa con tu pastel?
—Oh... ¿puedes apagarlo en siete minutos? Puedes dejarlo dentro, no se arruina.
—Bien, lo haré —Paso mi peso de un pie al otro mientras él me mira, agradezco que no mencione el inicio de mi crisis anterior ni el tema por el cual sucedió. En lugar de decir algo, se inclina un poco hacia mí hasta que sus labios presionan mi frente y toda la piel se me eriza mientras cierro los párpados—. Lo siento mucho.
Algo cálido me llena el pecho y tengo la impresión de que sus palabras no tienen nada que ver con lo que sucedió en la cocina. Mis ojos arden con lágrimas que no dejo salir mientras me quedo en silencio hasta que él se aleja, pasa uno de sus pulgares por la línea de mi mandíbula.
—Buenas noches, Isabella.
—Buenas noches, dragón —Una sonrisa muy parecida a la de Lindsay aparece en sus labios antes de que se vaya de vuelta a la cocina y yo me quede con el sonido de mis latidos acelerados detrás de mis orejas.
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