Capítulo diecinueve.
—Necesito un favor, hermanita.
Aclaro mi garganta y llevo una mano a mi cuello, agradeciendo que Erick decidió hacer solo una llamada esta vez y no video como suele hacer, de lo contrario no sé cómo hubiera ocultado el sonrojo que sube por mi cuello al recordar lo que hice con Abraham anoche.
Fue solo un beso, pero sigue siendo el mejor amigo de Erick.
El hombre con quien le dije que solo me casaría para ayudarlo y, sin embargo, terminé besándolo. Y, por lo que veo, eso no será el final de lo que sea que existe entre nosotros en este punto.
—Buenos días, Erick, sí, yo también te extraño, hermanito. ¿Cómo amaneciste hoy? ¿Cómo está el clima por allá? ¿Cómo va el trabajo?
—Todo bien, bla bla bla, yo también te amo. Necesito que vayas a la dirección que te daré dentro de dos días a buscar el regalo de Abraham —Me tenso y alzo las cejas hacia mi reflejo antes de fruncir el ceño.
—¿Regalo por qué? —Intento no sonar alarmada con la pregunta, pero mi voz se escucha como un chillido.
—Que esposa se gasta, por amor a Dios —ironiza Erick con una risa y yo humedezco mis labios sintiendo mi estómago hundirse—. Su cumpleaños es el martes, intenté arreglar que se lo entregaran, pero al parecer su servicio a domicilio no es muy confiable y estoy pagando mucho dinero por ese maldito reloj como para que se pierda antes de llegar a sus manos —se queja y continúa hablando, pero yo estoy demasiado ensimismada para escuchar y entender todo.
Nunca le he dado mucha importancia a mis cumpleaños, aunque mis amigas y mi hermano siempre intentan que el día no sea solo uno más, así que me gusta hacer justamente eso por las personas a mi alrededor.
Abraham no lo ha mencionado, no he escuchado en ningún otro lado sobre alguna fiesta o tal vez una celebración pequeña. Nada.
—¿No organizaron nada en LIW?
—Creo que la mitad de los empleados de LIW no saben la fecha de cumpleaños de Abraham, una vez les dijo a todos una fecha diferente cuando intentaban averiguar si estaba cumpliendo años ese día o no. Así que es probable que todos tengan una distinta en sus archivos de memoria —Erick se ríe —. Pero he visto su identificación, así que yo sí la sé —alardea de forma infantil, casi lo imagino sacando la lengua en una burla.
—¿Por qué? ¿No le gusta celebrarlo?
—Creo que simplemente se acostumbró, cuando estudiaba y trabajaba no tenía tiempo para pensar en eso y dejó que la fecha se convirtiera en un día más —Trago pesadamente hundiendo mis hombros—. De todas formas, nunca le han gustado las celebraciones así que no vayas a estar pensando en hacer una fiesta o algo así...
—No estaba pensando en nada de eso —mascullo mirando mis uñas—. ¿Su hermana tampoco haría nada?
—Con la tensión que tiene esa familia luego de la muerte de su padre, dudo mucho que haga algo —responde apresuradamente—. Bueno, estaré ocupado estos días, por eso te lo digo hoy para que no se me olvide que alguien debe buscarlo. Te enviaré la dirección, hablamos luego.
Cuelga antes de que pueda despedirme, sé que ha estado ocupado mientras se adapta y trabaja en el papeleo interminable para la editorial, pero cada día me llama por un par de minutos para hablar y quejarse de todo, así que no me enojo por ello, y será una ventaja ahora que no sé cómo explicar lo que sea que sucede entre Abraham y yo.
Salgo de la habitación algunos minutos después para seguir mi rutina mañanera: espiar a los hermanos Roulsset en su propia rutina de desayuno.
—¿No puedo quedarme durmiendo? Ya fui a la escuela seis días.
—Fuiste cinco —revira Abraham cortando otro trozo de manzana, Lindsay lo toma apenas cae al plato, ignorando la avena en su taza púrpura y las otras frutas en el plato más grande.
—Seis.
—De lunes a viernes son cinco, Lindsay, hoy es sábado —Ella frunce sus labios y luego se encoge de hombros para restarle importancia—. Y no vamos a ir a la escuela, así que come.
—Manzana.
—Come lo demás —indica deteniéndose de cortar la fruta, ella entrecierra los ojos hacia él, pero Abraham solo arquea una de sus cejas en respuesta—. ¿Quieres ir a casa de Olivia esta noche?
—¿Por qué? ¿Quién es?
—Olivia, te llevó unas galletas de almendras cuando estuviste en la oficina —Lindsay lo piensa por unos segundos mientras observa a su hermano.
—¿Rubia como Isabella?
—Sí, ella es rubia.
—¿Qué hay en su casa?
—Una fiesta, ¿quieres ir? Habrá otros niños ahí.
—Fiesta —repite distraídamente, sin embargo, su expresión no es de agrado, aunque tampoco disgusto—. ¿Habrá manzanas?
—Te voy a llevar a que te revise un doctor, eso no es normal —Tenso los labios para evitar una risa ante la manera en que las cejas de Abraham se juntan con preocupación, pero el sonido parece escaparse porque ambos pares de ojos miel se clavan en mí.
—Buenos días —musito cruzando los brazos sobre mi pecho mientras recargo mi hombro en la pared del pasillo.
Mi cuello se calienta y la sensación asciende hacia mis mejillas bajo el escrutinio de Abraham, intento ignorarlo, pero es imposible.
Afortunadamente anoche me dejó huir a mi habitación luego de la confesión que hice. O hicimos. Pero eso no borra el hecho de que nos besamos y que ambos admitimos que nos gustamos, cosa que tendremos que resolver en algún momento.
—¿Manzana? —invita Lindsay desde su lugar cuando me acerco, aclaro mi garganta.
—No, gracias, termina tu desayuno.
—¿Vas a ir a la fiesta? —indaga ladeando la cabeza, me muevo hacia las hornillas para colocar agua a hervir.
—Creo que sí ¿tú quieres ir? —curioseo alzando las cejas, preparando una de mis tazas para mi té.
—No sé. ¿Y tú, Bram?
—La fiesta es de niños, Lind, iré si quieres ir, la invitación fue para ti.
—No sé —Vuelve a decir, arqueo una de mis cejas antes de sentarme frente a ella.
—Tal vez puedas hacer amigos, ya que se te ha puesto difícil en la escuela —comento tomando un trozo de uva de su plato, luego tomo otro y se lo ofrezco.
—Tú ya eres mi amiga, ¿necesito más?
—No los necesitas, pero es saludable que tengas amigas de tu edad, Lind —Frunce sus labios mientras lo piensa—. Los compañeros de tu hermano tienen niños, tal vez un poco más grandes o más pequeños, pero son más cercanos a ti que yo.
—Pero tú vives conmigo —Hunde sus hombros.
—Me refiero a edad, Lind, yo tengo veintitrés, con niños de cinco o diez años te llevarías mejor, por los juegos y todo eso.
—¿Y no puedes jugar conmigo?
—Puedo hacerlo, pero será más divertido si juegas con otras niñas —insisto, ella suspira y rueda los ojos como si la estuviera fastidiando, entreabro los labios indignada.
—¿Qué fue eso, Lindsay? —cuestiona Abraham frunciéndole el ceño, ella muerde el interior de su mejilla encogiéndose de hombros.
—No me gustan los otros niños.
—Eso no es razón para que nos estés haciendo gestos —reprende.
—Lo siento —Toma su tenedor para picar un trozo de uva que nunca lleva a su boca.
—Espero no volver a ver eso —advierte Abraham—. Si ya terminaste ve a cepillarte los dientes, nos vamos en un rato —indica luego de unos segundos en los que ella sigue revolviendo las frutas sin comerlas en realidad.
—¿A dónde vamos? —curiosea la pequeña ladeando la cabeza.
—A un lugar importante.
—¿Hay manzanas? —Él la mira por varios segundos sin comprender su obsesión y ella finalmente obedece llevando a Kiwi por el pasillo. Me pongo de pie para llenar mi taza con agua hirviendo y coloco una bolsa de té de manzanilla.
—¿Qué tal dormiste? —La voz de Abraham me recorre la espalda como un escalofrío, aclaro mi garganta endulzando mi té, tomo una respiración profunda antes de girar sobre mis talones para mirarlo.
—Bien —Mentira. Di vueltas por más de una hora antes de dormirme y cuando lo hice volví a despertar varias veces por mi mente inquieta—. ¿Qué tal tú?
—Decente —Se limita a responder, bebiendo de su taza de café que ya debe estar frío porque estaba ayudando a Lind con su desayuno.
Rara vez lo he visto desayunar, por lo general lo veo tomar café, a veces le roba un par de cosas al plato de Lindsay, pero no se detiene a hacer un plato para él.
—¿Qué significa eso? —curioseo ladeando la cabeza.
—Que no fue tan bueno como lo haría si no hubieras huido anoche —Siento mi cuello arder y la sensación sube hasta mis mejillas otra vez, bebo de mi té para ocultarlo antes de aclarar mi garganta—. ¿Te arrepentiste?
—No —respondo rápidamente.
Y no es una mentira, a pesar del tormento que significó esa confesión y ese beso, no puedo mentir diciendo que me arrepentí de hacerlo, simplemente ahora no sé qué se supone que debemos hacer con esto.
—¿Pero...?
—Pero no sé cómo lidiar con esto —admito señalándonos a ambos mientras hago una mueca—. Ni siquiera hemos mantenido una conversación de una hora nunca, estamos casados, pero fue por algo externo a sentimientos entre nosotros —Él me observa por segundos que se sienten eternos antes de acercarse, retira la taza de té de entre mis manos y sus brazos me rodean los hombros atrayéndome contra su pecho.
Y lo dejo hacerlo, escuchando mi corazón acelerado detrás de mis orejas y sintiendo la calidez de su cuerpo envolverme. Me toma algún tiempo levantar los brazos para enredarlos alrededor de su torso rindiéndome solo un poco, inhalando su perfume y luchando contra el impulso de alejarme.
—No tienes razones para huir de mí, Isabella.
—No es de ti de quién quiero huir —musito, clavando mis uñas en su espalda a través de su ropa.
—¿Entonces?
—Es complicado, yo... tú ya tienes muchos problemas para agregar otro.
—¿Quién dijo que eras un problema? —Una de sus manos sube hasta mi cabello, hundiendo sus dedos en los mechones rubios.
—Yo no, pero tendrás problemas con Erick por esto —Una risa sube por su garganta, el sonido me acaricia la piel—. ¿Crees que se enoje?
—¿Crees que no lo hará? —revira y yo aprieto los párpados.
—Creo que lo hará —afirmo luego de unos segundos—. Pero tal vez no tanto.
—Aunque lo haga, ¿Qué es lo peor que puede pasar?
—Elegiste la peor forma de generar tensión.
—En realidad buscaba generar alivio —murmura y yo me alejo, volviendo a tomar mi taza soplo el contenido para distraerme—. ¿Cuál es el problema?
—¿No lo sabes tú? Erick es celoso.
—Erick es tu hermano, no tu esposo. De hecho, ese soy yo —Ruedo mis ojos con otro suspiro.
—Sabes a lo que me refiero, probablemente serás igual de protector con Lindsay.
—Pero soy consciente de que ella va a casarse en algún momento, tal vez tenga un par de novios e incluso se escape algunas noches para irse de fiesta —simplifica llevando sus dedos a su otra mano, al anillo en el anular.
—¿Y no vas a preocuparte?
—Lo haré y amenazaré un poco a esos chicos, pero ella igual seguirá viéndolos hasta conseguir con quién casarse.
—Lo dices tan fácil que creo que te estás mintiendo a ti mismo —Tensa los labios en una línea.
—Prefiero no preocuparme por eso todavía —Me rio sacudiendo la cabeza, él recarga su cadera en la barra permaneciendo a mi lado, de alguna forma su calor todavía me alcanza.
—¿Qué quieres entonces?
—No lo sé —murmuro, finalmente levantando la mirada.
—Isabella...
—¡Ya terminé! —Lindsay viene corriendo y se detiene frente a su hermano.
—Déjame ver —Abraham se inclina frente a ella que sonríe separando los labios exageradamente para mostrarle sus dientes blancos. Aprovecho para ir a mi habitación por una chaqueta y mi bolso sintiendo la piel de la nuca erizada.
Debería enviarle algo desagradable a la tía Gardenia, o tal vez no, solo dejar de visitarla por uno o dos años más. Porque ayer en la mañana todo estaba en orden: espié a Abraham haciendo el desayuno para Lindsay y yéndose para dejarla en la escuela, como cada mañana; no había nada que me atormentara cuando hice mi camino hacia la casa de mi tía, incluso tararee las canciones de la radio mientras conducía.
Pero entonces ella tuvo que preguntar y luego meterme ideas en la cabeza. Y ahora tenemos este problema. ¿Qué sigue a partir de aquí?
Esa es una conversación de la cual no puedo huir, no podemos simplemente acoplarnos a una vida de esposos porque apenas nos conocemos y este matrimonio fue solo un trato, pero es absurdo decir que no somos nada o simplemente novios porque ya estamos casados.
Deberíamos encontrar un punto medio entre novios y esposos por el momento.
Media hora después salimos hacia el consultorio de Valerie, recibe a Lindsay casi de inmediato y, al igual que la vez pasada, Abraham y yo nos sentamos para esperar en la sala.
—Iré a visitar a Erick en tres semanas —diluyo el silencio, desde mi lugar puedo ver a Lindsay balanceando sus pies de un lado al otro sin dejar de mirar al frente donde Valerie parece estar sentada. Kiwi se sienta en el suelo a su lado mientras Lindsay sostiene su correa.
—¿Por cuánto tiempo?
—No lo sé, una o dos semanas —Muerdo el interior de mi mejilla—. ¿Ustedes van a estar bien?
—Sí, Lindsay tiene que adaptarse de todas formas —Apoya sus codos en sus rodillas inclinándose hacia adelante. Humedezco mis labios.
—Pero no ha estado sola contigo desde que vivimos juntos.
—Lo sé, pero tendrá que hacerlo. No pienses en modificar tu viaje solo porque crees que la pasaremos mal —Muerdo mi labio inferior.
—No pensaba hacerlo —murmuro mirando mis uñas—. Y no pienso que la pasarán mal, solo creo que estará inquieta los primeros días.
Esta vez el silencio entre Abraham y yo es casi ensordecedor mientras esperamos, se siente como cuando coloco el azúcar en el fuego y comienza a derretirse, lenta y cálidamente, pero cuando vierto un poco de agua comienza a bullir.
Así se siente este momento.
Como caramelo a fuego lento que con cualquier gota de agua comenzará a burbujear.
Al igual que la vez pasada Lindsay es todo silencio cuando sale, pasamos por el centro comercial para almorzar y la invito al carrusel, acepta luego de unos segundos, me subo junto a ella para evitar quedarme a solas con su hermano.
Entramos a ver una película infantil algunos minutos después y luego hacemos nuestro camino a casa.
—No quiero ir —dice la pequeña en cuanto entramos.
—¿A dónde?
—A la fiesta, no quiero ir —Miro a Abraham entreabriendo los labios y él frunce el ceño.
—Lindsay... —Ella parpadea muchas veces moviendo su pie contra el suelo—. Está bien. ¿Tal vez el próximo sábado? —intenta inclinándose para verla a los ojos, Lindsay solo se encoge de hombros como respuesta—. Por favor, Lind...
—¿Por qué debo tener amigos?
—No se trata de que debas tenerlos, es solo que se supone que a tu edad deberías disfrutar jugar con otros niños, quiero que te adaptes y seas feliz aquí porque pasarás muchos años en esta casa y esta ciudad —explica Abraham.
—Juego con Kiwi —simplifica ella antes de hacer su camino hacia la habitación.
Solo sale cuando la llamo para cenar y, en lugar de sentarse a ver sus películas habituales, simplemente regresa a su habitación, se queda dormida en su propia cama esta noche.
—¿Estás preocupado por ella? —Abraham levanta la vista como si no esperase que yo estuviera aquí, en la cocina.
Sí, también tuve el impulso de huir a mi habitación, pero creo que dejar nuestra conversación como otro peso sobre sus hombros esta noche, junto con la actitud de su hermana, es un poco cruel. Así que hice acopio de todo mi autocontrol para quedarme aquí y esperar hasta que regresara de revisarla.
—Sí, tal vez debí preguntarle a Valerie lo que sucedía...
—Tal vez, puedes llamarla el lunes —Extiendo una de mis manos para que se acerque.
—Pensé que huirías otra vez —Arqueo una de mis cejas mientras señalo la taza de té que coloqué en la barra para él.
—No es necesario que estés a la defensiva, Roulsset.
—Lo lamento —Balanceo mis pies mientras sostengo mi propia taza. El silencio nos sumerge mientras él recarga su cadera contra la barra, está lo suficientemente cerca como que su calor erice la piel de mis piernas bajo mi pantalón de pijama azul—. Te estás sonrojando —Tamborileo mis uñas contra mi taza, levanta las cejas y sus ojos miel me enfocan llenos de diversión.
—¿Por qué mejor no discutimos sobre el elefante rosa en la habitación?
—¿Quieres ponerle un nombre? Yo creo que ya lo tiene —Entrecierro los ojos hacia él—. Matrimonio —Suelto un suspiro y presiono mis dedos sobre el tabique de mi nariz.
—Ese no puede ser su nombre porque, de hecho, tenemos casi un mes casados y no habíamos hecho algo como esto.
—¿Algo como qué? ¿Besarnos?
—Y gustarnos, al parecer —Coloca una de sus manos sobre mi rodilla y yo las separo dándole espacio para quedarse de pie allí, agradezco la falsa altura que me ofrece estar sentada sobre la barra—. ¿A dónde nos lleva esto? —cuestiono, sosteniendo mi taza entre nosotros como un escudo.
—¿Qué piensas tú?
—No vas a dejar esa decisión en mis manos, me niego —respondo alarmada, sosteniéndole la mirada.
—Isabella, no quieres que deje la decisión en tus manos, pero si la tomo yo simplemente te diré que debemos continuar como un matrimonio. Creo que no soy un adolescente para esperar que las cosas fluyan.
—Es que... eso es demasiado.
—Lo sé, entiendo que no quieras ir tan lejos de inmediato y esa es la razón por la que te pregunto ¿qué quieres tú? —Entreabro los labios para respirar antes de inclinarme hacia adelante, presionando mis labios sobre los suyos impulsivamente para ahogar el ruido en mi cabeza.
Abraham coloca una de sus manos en mi cuello ahuecando el costado mientras me deja besarlo, deslizando mi lengua sobre su labio inferior, los separa para mí, dejando que acaricie la suya y el cosquilleo que causa en cada trozo de mi piel me hace suspirar.
—¿Desde cuándo te gusto? —cuestiono alejándome, dejando descansar mi frente sobre la suya aún con los ojos cerrados—. ¿Antes de casarnos?
—No.
—¿Cuándo? —insisto alzando las cejas, alejándome para verlo.
—Comenzó con la caja de música.
—¿Qué?
—La segunda vez que fuiste a ver a Lindsay, le llevaste una caja de música —Mis cejas casi se juntan ante la confusión.
—¿Y te comencé a gustar porque le llevé un regalo a tu hermana? —Entrecierro los ojos confundida, él sacude la cabeza.
—No fue el regalo. Todo el que escuchaba sobre el problema de Lindsay para dormir simplemente decía que debía enviarla a hacerlo, que yo era el adulto y que debía disciplinarla porque solo era un berrinche —Frunzo mis labios con disgusto—. Pero tú le llevaste algo para ayudarla. Intentaste ayudarla en lugar de simplemente...pisotear lo que había detrás de su miedo a dormir.
—Lamento decirte que no fue por algo tan profundo.
—Lo sé, sé que no lo entiendes, que crees que fue un gesto simple, pero eso solo lo empeora para mí, porque el hecho de que tengas empatía con ella y no entiendas que la mayoría de la gente no la siente como tú solo te hace todavía más hermosa ante mis ojos —Me quedo sin aliento por un segundo mientras lo observo.
—¿Más hermosa? ¿Piensas que lo soy?
—Eso es un hecho —Se limita a responder y yo ladeo la cabeza.
—Me has estado viendo desde hace años en casa, has sido amigo de Erick por más de cinco, pero dijiste que no te gustaba antes...
—La primera vez que te vi pensé que eras bonita, sí, pero algo cotidiano, tenías unos... ¿diecisiete? Entonces. Aunque eso significara admitir que Erick también lo era, simplemente pensé que en tu familia había buenos genes —admite unos segundos después, suelto una risita cuando rueda los ojos.
—¿Y luego?
—Luego, cuando regresé de Canadá pensé que eras bonita otra vez, un poco más, pero no era algo romántico, solo... no sé cómo explicarlo.
—¿Entonces le llevé la caja de música a Lindsay y...?
—Le llevaste la caja de música, insististe en casarte conmigo, aceptaste vivir aquí, cambiar tu vida casi por completo simplemente por ayudarnos y pensé que no solo eras bonita físicamente... —Sus manos ahuecan mis mejillas—. Pensé que tenías el corazón más hermoso y el alma más noble que he conocido.
—No he hecho nada para que pienses eso...
—Hasta ahora has hecho suficiente para que sepa eso —Sus labios presionan los míos tan suavemente que mi pecho se llena de calidez mientras ahueco su mejilla con una de mis palmas—. Y quiero conservarte, en un lugar seguro.
—¿Conservarme?
—Quiero tenerte cerca, conocer cada forma en la que puedes ser tú, cada acto de bondad que no reconoces porque tu naturaleza es simplemente ser buena y no lo entiendes, pero estás ahí, siendo como un ángel, manteniendo juntos los trozos de la confianza de Lindsay, intentando animarme a mí y todavía teniendo tus problemas mientras lidias con nosotros.
—Ustedes tampoco son un problema para mí —murmuro paseando mi dedo índice sobre sus pómulos—. ¿Entonces? ¿Qué hay de nosotros?
—Entonces somos eso, un nosotros, recorreremos el camino que quieras —Suelto un pequeño suspiro, porque no lo dice, pero creo que estamos haciendo un acuerdo silencioso sobre esto mientras nos sostenemos la mirada y sus ojos mieles lucen algo preocupados.
Un punto medio entre el comienzo de una relación real y el camino que se supone deberíamos haber recorrido antes de casarnos, pero eso se siente como suficiente ahora, a pesar de que estoy segura de que a él le gustaría que estuviéramos sobre tierra más firme justo como mencionó antes.
—Novios suena muy simple, pero esposos suena muy serio —musito alzando las cejas, las comisuras de sus labios se alzan mientras deslizo mis manos por sus hombros.
—Entonces estaremos comprometidos —resuelve.
—¿Sí?
—Sí, comprometidos a llevar una relación hasta que lleguemos a lo que real y legalmente somos ¿qué te parece? —Mariposas se agitan en mi estómago mientras lo pienso, luego balanceo la cabeza.
—Pero tendrás que cortejarme como novios porque no lo hiciste y simplemente llegaste a desposarme. Eso no se vale, Roulsset —Se ríe, el sonido me recorre la columna en un cosquilleo.
—Pensé que ya estaba haciendo eso, con lo de conquistarte y todo eso.
—Necesitas esforzarte un poco más —bromeo y él asiente.
—Me parece justo.
—Entonces ¿Tenemos un trato? —Sus dedos se deslizan bajo mi barbilla levantando mi rostro hacia el suyo en lugar de estrechar mi mano, me besa suave y prolongadamente por varios segundos antes de afirmar.
—Tenemos un trato.
***
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