Epílogo
¡Muchas gracias por haber llegado hasta aquí!
Lucifer había hecho un cambio de planes, apenas Amane se le presentó ante él, de una forma un tanto más tranquila, orgullosa y calmada, por haber logrado desafiar los hilos del destino y logrado obtener la victoria en un último momento. La voz rasposa del hombre había pronunciado unas ligeras palabras y se disculpó de forma verídica con el alma del joven azabache, ya que si dejaba sacar su honestidad pura, mentiría si no dijera que realmente no se esperaba que ganara.
—No puedo hacer eso, o no del todo. —Se excusó la voz, sonando aburrida de mil maneras diferentes. Amane suspiró, al no poder entender a los seres que no eran humanos, pero de cierta manera había sentido miedo: ¿significaba que todo había sido en vano? ¿No volvería a tener una segunda oportunidad? No era como si pudiera quejarse, o quizás no mucho, de todas formas terminar con su vida había sido su propia decisión. Y ahora estaba arrepentido por haber tomado esa decisión pudiendo tomar más caminos que hubieran salido mejor de lo esperado.
—Ya veo. —Bajó su vista al suelo blanco de la habitación que no tenía un inicio o un final. Al menos, le hubiera gustado despedirse de Kou.
O ésos eran sus lamentos, hasta que la voz rasposa se ahogó en una carcajada divertida, logrando llamar su atención con tanta facilidad. No fue extraño que sus delgadas cejas fueran arqueadas con cierta descolocación de la situación: ¿qué demonios pasaba?
—No entiendo qué es tan gracioso —soltó de sus labios esas palabras, teniendo una rabieta interna por no poder revelarse contra alguien como Lucifer. Mientras simplemente ese demonio sólo se carcajeó con más fuerza por las erróneas interpretaciones del espectro.
—¿Eres tonto, niño? ¿Por qué tomas decisiones apresuradas? Eres raro. —Se mofó de él con todavía más fuerza, sacando toda la seriedad que hasta hace poco el ambiente abordaba.
—¿Entonces? —Amane ya no entendía nada.
—Te precipitaste tú solo, hasta ya te estabas lamentando, ¡qué patético! —murmuró, aguantándose otro ataque raro de risa. Ya se había divertido con él lo suficiente, y aunque no quería dejarlo ir, estaba consciente de que las promesas no se rompían—. Te daré otra oportunidad. Pero no será como lo que tú esperas, ¿quién crees que soy? ¿Dios? ¡Pues no! Además, también le debía algo a mi hijo Akane, aunque no sé si es mi hijo. Así que serán dos pájaros de un tiro.
—No entiendo nada... —susurró, ya más confundido que nunca. Lucifer sacó un carraspeo de quién sabe dónde y se dispuso a explicarle al menos un poco.
—Digamos que no vas a regresar a la vida con todos los recuerdos de cuando eras un fantasma, y por ende todos los lazos que formaste durante este tiempo se romperían, sin embargo, a cambio se irán enlazando poco a poco tu cuerpo y mente en tu época de vivo, borrando a tu hermano y arrancando desde la edad en la que has muerto... o algo así —suspiró, haciéndose bolas él solo—. No importa, en pocas palabras no vas a reencarnar, pero tampoco regresarás tal cual. ¡Me jodo yo sólo! ¡Qué mierda! ¿Aceptas o no? Si aceptas incluso puedo hacer algunos ajustes para que tengas la misma edad de Kou... o eso creo. Pero no lo hago por ti, que te quede claro, lo hago para ver feliz al hermano de Teru.
—¿Cómo puedes hablarme de esa forma de ambos teniendo en cuenta que uno es mi novio y el otro alguien importante para mí? —renegó, sabiendo apreciar que ese demonio no parecía tan malo ahora (sólo porque ya había pasado la peor parte por culpa de él). Al final terminó por mirar sus propios pies y pasó su mano sobre sus cabellos azabaches—. Sólo aceptaré si podré ver a Kou de nuevo, no importa si sólo nos hacemos amigos.
—Incluso aunque yo los separé, al final parece que se pegan como chicle. ¡No es justo! ¿Cómo lograste ganar al final sólo por el destino? —habló ofendido por la deidad que estaba a cargo del destino de ambos y claramente tenía favoritismo por verlos juntos, o quién sabe—. Ya dicho todo, ¿cuál es tu decisión?
Esa vez Amane no tuvo que pensarlo mucho para que una pequeña sonrisa melancólica llegara a sus labios y las lágrimas rodaran por sus mejillas.
—Acepto tu propuesta.
Kou se hizo amigo rápidamente del chico nuevo que llegó apenas entró en segundo grado. Era un joven de cabellos azabaches con un corte en forma de hongo, enormes pupilas color ámbar en forma de luna menguante, y una sonrisa juguetona que irradiaba ser alguien caprichoso, tranquilo y pícaro. Tan sólo había bastado que su borrador se cayera al suelo, que el otro lo recogiera y decidieran iniciar una conversación mientras el cambio de clases se hacía presente.
Lo poco que había logrado catalogar de él era que su nombre era Yugi Amane, tenía dieciséis años cumplidos, hijo único de dos padres cariñosos, tan cariñosos y complacientes que hasta cierto punto era un chico caprichoso. Su vida era feliz, alegre, como la de cualquier estudiante normal... y sin embargo, a pesar de sólo haberlo conocido unas cuantas horas, creía ya haberlo visto en algún otro lugar.
—Amane, ¿te irás solo a casa? —preguntó Kou con una sonrisa de oreja a oreja, al despedirse de Mitsuba con la excusa verdadera de querer hablar con su nuevo amigo.
—¿Eh? ¿Por qué? —cuestionó con cierta picardía juvenil, tomando sus cosas con una sonrisa de oreja a oreja llena de libertinaje. Kou guardó silencio por unos breves segundos, no sabiendo qué contestar con rapidez.
—Pues... somos amigos, ¿no? —Por alguna razón esa palabra no le gustó a Amane. Pero no pudo evitar sonreír, y no perdió el tiempo para asentir con total facilidad. Kou casi exclamó algo con alegría, sin embargo se vio interrumpido de golpe, cuando la suave mano del menor llegó a parar hasta su brazo y se aferró de él. Minamoto se tensó, no pudiendo evitar que un ligero color rojizo llegara hasta su cara cuando éste se acercó demasiado para examinarlo. Su corazón latió más de lo previsto—. ¿Qué?
—Llámame loco, pero siento que ya te conozco de algún lado —afirmó, un poco serio y dubitativo al experimentar por todos lados el atractivo rostro del mayor. Al final, llegó a la conclusión de no poder recordarlo y terminó sonriendo con cierta sorna, al ver el color rojizo en las mejillas del rubio: qué tierno—. Es como si fuéramos almas gemelas o de esas uniones raras. —Se rio con suavidad, logrando sacar una pequeña sonrisa en Kou de pronto. Los dos guardaron silencio a partir de ese instante y se miraron a los ojos. Así se quedaron por unos breves instantes, fundiendo el color azul con el ámbar.
Hasta que el grito agitado de Akane Aoi los sacó de sus casillas, tras haber corrido para llegar a la salida de la academia, para encontrarse con un chico rubio de bellos ojos azules. Kou y Amane los miraron.
—No sabía que Teru-nii vendría a ver a Aoi-senpai hoy —dijo el rubio a su amigo, al ver como su recién graduado hermano mayor había llegado sólo para esperar a su pareja.
—¿Por qué corres por la escuela si eres el presidente del Consejo? —preguntó indignado Teru, dándole un golpe al chico con suavidad sobre su frente—. No puedo creerlo, ¿estuvo bien haberte dado la presidencia? Casi siempre te vas con tus amigos al karaoke saliendo de clases o te reúnes con Natsuhiko en el arcade, no debes de tomar desvíos.
—Exclamó el antiguo presidente del Consejo que ahora se desvió del trayecto de llegar a casa sólo para verme —retó Aoi, cruzándose de brazos y negó. Teru tuvo un tick nervioso.
—Sólo vine por Kou.
—Mientes. —Incriminó con una sonrisa divertida el de hebras naranjas, logrando sacar una débil sonrisa a Teru ante sus acciones.
Amane apartó la vista de ambos y volvió a mirar al chico que no apartaba la vista de Akane y Teru. Más tarde, mordió con ligereza sus labios y suspiró, antes de buscar tomar su mano con cierta timidez. Ahí Kou reaccionó, con un ligero grito nervioso por el tacto, que sólo aumentó por el azabache al entrelazar sus dedos.
—¿¡Qué haces!?
—Creo que podrías gustarme.
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