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Capítulo 31: El Fin De Una Historia De Amor

Capítulo dedicado a: CamilaVeraMartinez, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!

Teru mostró una de sus más dulces sonrisas, apacible y calmada cuando su mirada se cruzó con la de Amane. Sus grandes ojos ámbar demostraban el miedo acumulado y las lágrimas anteriormente derramadas. Nuevamente, eso volvió a hacer sentir culpable a Teru, como un completo perdedor y el ser más patético de todo el universo por haber dejado solo a Yugi cuando estaba con vida. Era un imbécil, un idiota, la escoria del mundo, todo lo malo que le había ocurrido a Amane en parte era su culpa. No podía simplemente pedirle disculpas y llorar frente a él: ¿por qué no podía tomar de frente al problema principal como los protagonistas de las películas? ¿Por qué no podía simplemente ponerse a llorar frente a su persona, para mostrarle a Amane todo lo que significaba para él? ¿Por qué?

«Porque lo conoces bien, pero no lo entiendes. Si te rompes frente a él, si lloras frente a él, se sentirá culpable y no querrá vivir sólo para mantenerte a raya. Por eso sonríe, sonríe, Teru Minamoto», pensó, dándose ánimos. La curva en sus labios se hizo más pronunciada, y Amane no pudo evitar dar un pequeño sobresalto nervioso ante su actitud.

—¿Quieres hablar conmigo? —preguntó el chico, notablemente sorprendido por las actitudes que estaba teniendo ese rubio. ¿No estaba enojado? ¿No le iba a reclamar por haberse ido de ese mundo, por haberlo dejado solo? No lo entendía, realmente no entendía a Teru—. ¿Por qué quieres hablar conmigo? —Recuperó su compostura poco a poco, sacando una sonrisa sincera de sus labios al momento de querer parecer audaz, simplemente no le salió esa actitud. Amane había emergido con totalidad de su cuerpo, porque alguien le pidió salir unos momentos atrás, así que ya no podía jugar a ser Hanako en momentos serios (o no del todo).

El de orbes azules mostró clara sorpresa ante la respuesta de su antigua pareja y sonrió con suavidad, luego, caminó con pasos pesados para poder acercarse todavía más a él. Al ya estar a un metro de distancia, el presidente logró sacar un respiro que se llevó sus inseguridades y sonrió (otra vez): sabría lidiar con él, de alguna forma.

—Pues, no hemos hablado mucho desde que nos hemos separado, ¿verdad? No porque ya no seamos pareja significa que debamos de dejar de tratarnos como amigos. —A Teru le dolieron esas palabras como no tuvo idea, las estacas se iban clavando en su pecho una tras otra, hiriendo poco a poco sus sentimientos y destrozándolos. Acto seguido, éstos se volvían a armar. Sólo por él—. ¿Viniste al baño?

—No necesariamente —susurró el de cabellos azabaches, bajando su vista al suelo y jugando con cierta pena con sus pies resbalando por el suelo—. Alguien me obligó a venir —dijo con timidez, no pudiendo creer que estaba hablando con él de una forma tan trivial en momentos como ésos, y Teru no podía creer que era tan buen actor, que se había contenido a la perfección como para no abalanzarse sobre él y preguntar por su estado, revisar su rostro y tratar de limpiar toda la tristeza de su cuerpo, pero ésa no era la manera.

—Esa excusa es tonta, sé que te saltas las clases. No hay otra explicación razonable. —Encaró el chico de mayor estatura, colocando una de sus manos sobre su barbilla y asintiendo con total seguridad. Amane levantó la cabeza de golpe al oír esa afirmación, con un ligero rubor en sus mejillas por la forma tan arraigada que tenía su querido presidente, su querido antiguo amor, sobre su persona: ¿¡era tan irresponsable!?—. No tienes remedio, Amane-san. Yo quiero olvidarme de ti, pero no podré hacerlo si te sigues saltando las clases, porque llegaré a darte un regaño. —Teru rio con suavidad, completamente seguro de sus palabras. Su acompañante se extrañó, y se sintió nuevamente ofendido, viéndose obligado a protestar.

—¡No quiero llamar tu atención, Teru! ¡Estoy aquí porque no puedo salir! —renegó con un bufido de disconformidad el más bajo, dando un pequeño espacio de cansancio al suspirar con enojo. Teru lo observó, mordió sus labios con ligereza y se tragó una risa. Para ocultar su gesto alegre, se giró a otro lado y fingió restarles importancia a las palabras.

—No mientas, Amane-san, cualquier excusa no te servirá para salir de ésta.

—¡Ya te dije que-...!

—Así que me quedaré a tu lado —soltó de pronto de sus labios, dando una mirada de reojo al chico. Sus labios temblaron, al ver la genuina sorpresa que mostró Amane al momento de oír esas palabras, pero tampoco pareció muy ilusionado por esa afirmación.

—¿Qué?

—Digo que me quedaré contigo, ya que no puedes salir del baño. —Simuló con sus dedos dos movimientos al hacerlas parecer comillas entre su habla. Fingía no creerle, porque ya estaba harto de ser un egoísta desalmado—. Esperaré a que «alguien» más venga a hacerte compañía —aludió con suavidad, remarcando la palabra «alguien» con un desliz de su lengua. Amane dilató sus pupilas al oír esa afirmación, entendiendo por primera vez al presidente de la academia, sabiendo exactamente el rumbo que tomaría.

—Teru, Kou va a... —Calló por voluntad propia, al sentir sus mejillas arder en color rojo. Sintió vértigo al ver al mayor sonreír con simpleza, de una forma tan tranquila y cómplice que llenó su existencia: no podía ser, se había emocionado por esa pequeña esperanza de volver a ver a Kou Minamoto.

—¿Qué tal te está yendo hoy? A mí bien, aunque todo ha sido un poco raro. Creo que me estoy enamorando de alguien más —confesó el rubio cenizo, rascando su coronilla con cierta vergüenza suave al tratar de no entrar en muchos detalles en su relación, que era un poco —muy— problemática con Akane. Amane apretó con ligereza sus dientes ante esa afirmación tan simple de Teru, sabiendo internamente que quizás sentía celos por ese joven con lentes—. ¿Qué tal te ha ido a ti? ¿Cómo ha estado tu vida desde que nos separamos? —Ahí el de orbes en forma de luna menguante sí pudo entender con precisión el mensaje oculto del mayor. Todo cobró sentido para él, cuando Teru se giró para poder mirarlo cara a cara, tomando completa seriedad a su respuesta. Lo estaba tomando en serio, él también debía de tomarse en serio su reconciliación con Minamoto.

Por eso, no se contuvo cuando una sonrisa melancólica se adueñara de sus delgados labios y ocultara sus lágrimas tan bien, porque no estaba en sus planes hacer sufrir a alguien como Teru.

—Estoy bien, Teru. He conocido a alguien importante para mí, no te enojes, pero es tu hermano, creo que me gustan los rubios —soltó una risa verdadera al asimilar los hechos y negó entre la alegría que se quería aferrar a sus labios. Teru completó su estado de ánimo con una sonrisa sincera adueñándose de sus facciones: no, no podía ser, le alegraba verlo feliz—. He hecho algunos amigos nuevos: Mitsuba es un imbécil altanero, pero lo quiero, y Akane Aoi me molesta de mil formas diferentes su actitud, pero de cierta forma me hace ponerme nervioso, es raro. Hay una chica a la que detesto sin razón aparente, Yashiro Nene se llama, eso creo, sólo salió un capítulo pero ya me desagrada.

—No hagas eso —regañó Teru, sabiendo que Amane no tenía escrúpulos como para romper la cuarta pared y tirar toda la tensión formada.

—¿Hacer qué? —cantó Amane, con una sonrisa divertida en sus labios al haber movido sus dedos en una muestra de no saber lo que pasaba al chocar las yemas entre sí—. Me libré de un monstruo y toda mi vida se volvió un drama, pero, ¿sabes algo? —cuestionó el chico, colocando sus dos manos atrás de su espalda y miraba el suelo. Una sonrisa un tanto triste se apoderó de él, y toda la travesura se esfumó por alguna rendija de su corazón. El rubio amplió un poco las posibilidades de lo se pasaría a continuación, volviendo a sentir la necesidad de abrazarlo y no soltarlo nunca, pero se contuvo, cuando lo volvió a ver alzar su rostro y todo el miedo se había esfumado de su cara al hacer una afirmación realista entre esa curva hacia arriba que mostraba sus blancos dientes—. Teru, llámame Amane Yugi, olvida a Hanako, por favor. Sé que te encantará llamarme por mi nombre real, en lugar de un tétrico fantasma japonés que se esconde en los baños... aunque seas un Otaku. —Se burló de él, con todo el libertinaje pegado a su actitud. Minamoto sólo dejó pasar esa actitud ofensiva por el mensaje que quiso darle.

Amane sólo podía pensar que se había divertido, y que quería seguir «respirando».

—Amane-san...

—¡Sí quiero ir a otros lados! No me quiero quedar en uno solo, he decidido eso. Quiero avanzar, quiero hacer muchas cosas que dejé inconclusas, quiero que, si ese «alguien» llegara a salvarme, si todavía tengo una oportunidad... —Poco a poco, todo el carácter alegre que iba formando se distorsionaba por sus ojos acuosos. Amane negó una y otra vez, tratando de ocultar las lágrimas que brotaron sin piedad de sus ojos al decir esas palabras. Por más que las limpiaba con su antebrazo y sonreía entre ellas, volvían a salir de nuevo y todo se movía dentro de su gélido cuerpo. Quería estudiar, quería tener amigos, quería conocer bien el amor con Kou, quería comer más donas, quería encontrar un sueño al cual aferrarse, una carrera, una meta, salir de paseo, cantar, bailar en su cuarto, volver a ver a sus padres, quería hacer muchas cosas—. Quiero vivir. —Se sinceró, decidido. El sollozo se ahogó en su garganta.

Teru no supo qué decir ante esa afirmación, sólo quiso llorar de la alegría por lo que acababa de escuchar. Era como un sueño, se habían entendido, y no podía evitar creer que todo se revolvía y estrujaba en su corazón. Sus labios temblaban, queriendo alzarse hacia arriba, sus ojos se iban abordando del líquido cristalino y miles de emociones raras se desbordaban. Pero, Teru sabía que ésa ya no era su historia de amor con Amane...

Al mismo tiempo, la puerta del baño fue abierta de golpe, y la silueta masculina de Kou se asomó en el umbral, completamente agitado y sudoroso por haber corrido. El fantasma ladeó su cabeza hasta el lugar de la procedencia del ruido, quedándose estático y con la emoción al límite por verlo ahí.

—Niño... —La voz se le quebraba, y las lágrimas seguían rodando por sus ojos.

—¡Amane! —gritó Kou, mientras corría entre tropezones de sus propios pies por la emoción de verlo ahí. Fue una suerte que no cayera al suelo, con ese claro gesto preocupado que llevaba en su cara. Y lo abrazó cuando estuvo bastante cerca de él, lo rodeó con sus brazos para llenar de calor su frío cuerpo.

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