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Capítulo 30: Lo Que Amane Necesita

Capítulo dedicado a: Ozorahyuga, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!

Akane se tragó los vidrios rotos del reloj de arena. La única forma de intentar buscar una salida al problema que había hecho sin darse cuenta del dolor de Teru, era hacer que las piezas de Kou se movieran, para que pudiera reunirse con el chico que se había unido a él sin siquiera esperarlo. Había sentido un dolor tremendo cuando el vidrio pasó por su garganta, siendo imposible que la sangre brotara de su cuerpo, pero no llegaba hasta el extremo de matarlo, ya que el tiempo siempre ha estado a su favor, y por eso su piel regresaba al suave tacto sin un solo rasguño. Era su única opción, ahora tenía el flujo del tiempo atrapado en sus labios, y no pudo evitar pasar su lengua por ese mismo lugar, sabiendo que lo que haría para transmitir lo que quería no le gustaría para nada. ¿Por qué iba a hacer eso con alguien que no era Teru? Qué estupidez, y para colmo, con el hermano menor de su amor platónico. ¡Demonios!

Salió de la sala de Consejo Estudiantil, buscó en todos lados, y buscó en el aula del chico, siendo recibido por el profesor de cabellos bicolor y su indiferencia por no tenerlo en clases, y buscó en la cafetería, no había nadie, y buscó, y buscó, y buscó, busco en cada pequeño pasillo, en cada pequeño espacio, buscando encontrarlo. No lo halló en ningún lado de la escuela, hasta que llegó a la azotea. Entró de forma sigilosa, topándose con la viva imagen de Kou; sereno, sin gritar, sin hacer sonido alguno: era rara esa imagen en él, ese enano era mil veces más ruidoso que un perro (sí, Akane no se limitaba a comparaciones dulces), y verlo tan tranquilo, le generó cierta calma devastadora. Apretó sus labios, cerrando la puerta con suavidad cuando salió completamente al exterior e intentó con todas sus fuerzas no sacarlo de su trance. Para su suerte no fue así, Minamoto estaba tan perdido en algún lado que en ningún momento le prestó atención. No sabía si sentirse feliz o arrepentido.

Acomodó sus lentes bien en el puente de su nariz, suspiró con desgano y volvió a pasar su lengua por sus labios, para comprobar que el sabor laico del tiempo no haya desaparecido: seguía así. Eso era bueno. Casi. Aguzó su vista, logrando percatarse por fin de más detalles mientras se acercaba lentamente hasta el chico, como que temblaba, que sus ojos estaban llorosos y las marcas de las lágrimas estaban plasmadas en sus mejillas. Se notaba que estaba sufriendo, pero no sabía por qué, Kou no tenía idea de la razón de su dolor... o no del todo. Y él, Akane Aoi, lo regresaría a la realidad efímera con una probada del tiempo que residía en sus labios.

—Minamoto Kou —llamó, decidido, cuando se encontró a un metro de distancia. Trató de que ninguna facción del de ojos azules pasara desapercibida, ni siquiera la más mínima; por eso logró calificar como sincera la sorpresa emitida en su rostro afligido al girarse: había sido encontrado por alguien del Consejo saltándose las clases, Teru lo mataría.

—Vicepresidente Aoi —susurró, tratando de buscar una excusa creíble al mirar a todos lados. La excusa nunca llegó, lo único que se acercaba eran los pasos de Akane hasta él, que no se detuvieron hasta que estuvieron a cinco centímetros de distancia.

—¿Qué hacías, Minamoto? —preguntó el de cabellos naranjas, con una sonrisa libertina en sus labios que hizo que Kou tratara de evitar.

—No me estaba saltando la clase, estaba estudiando —comentó entre una risa egocéntrica, tratando de alejarse al retroceder dos pasos para atrás y cruzarse de brazos. Aoi alzó sus hombros simulando creerle con un asentimiento. Tampoco era que pudiera culparlo.

—No es bueno que evites tus clases, eso está mal. ¿Sabes? Al menos si vas a estudiar, deberías de no olvidar tus libros y cuadernos, quizás ir a la biblioteca, o yo qué sé —aseguró, recuperando la distancia restante al avanzar, volviendo a estar cara a cara. Se mostró seguro por fuera, pero por dentro estaba gritando, queriendo negar una y otra vez que se estaba traicionando a sí mismo y a su querido presidente: ¡sus labios sólo debían ser saboreados por Teru!

Pero, ya no podía evitar lo evidente. Se inclinó ligeramente hasta él, no pudiendo parar lo irreversible, era su culpa después de todo.

El menor de los Minamoto dio un ligero sobresalto nervioso, al sentir como su nariz rozó con la de Akane ante la cercanía. Su corazón dio un vuelco al no entender nada, y nada ayudó que sus narices rozaran de nuevo, con levedad. Ahí Kou despertó de su trance, al perderse en los vacíos ojos del vicepresidente, negando con claro gesto de desagrado y tratando de empujarlo. Posó ambas manos sobre el abdomen de Akane y trató de hacerlo a un lado, fue detenido, cuando el chico con lentes detuvo el agarre en sus manos y lo miró a los ojos con seriedad.

—Amane Yugi. Quiero que salves a Amane Yugi. El idiota de Teru está completamente enamorado de él, y eso no me gusta, no me gusta para nada. Pero quiero que sea feliz, así que haré algo que quizás no te guste, a mí tampoco me gustará —afirmó con seriedad, agradeciendo que Kou haya dejado de forcejear, no porque se haya rendido, más bien fue porque no entendía absolutamente nada de lo que pasaba.

—¡Espera, Aoi! ¿Qué estás-...? —preguntó, no pudiendo terminar de hablar porque fue callado por los labios del joven sobre su boca. Minamoto abrió sus ojos como platos, y no pudo evitar frenar en seco al sentirse débil. No era por el contacto de sus bocas, era por algo más inquietante: sentía como un dolor de cabeza lo azotaba todavía más de lo normal, mientras la lengua de Akane se apoderaba de su interior, depositando algo: ¿qué era lo que le entregaba?

Después de un par de segundos entre la unión de labios, el de hebras naranjas se alejó con rapidez, respirando con agitación al haberse deshecho del tiempo. Ahora alguien recordaba a la aparición de Hanako, y también a Amane. Más bien, Kou sólo conocía a Amane, el fantasma que encontró en el baño que resultó ser el difunto novio de su hermano mayor y su antiguo amor imposible, así de loca era la historia. Tan loca que incluso su primer beso había sido con el actual novio de su hermano mayor: vaya, qué estafa, parecía ser que le gustaba quitarle los novios a Teru.

—A-amane... ¡Amane!, ¡quiero verlo! ¡Quiero estar con él! —Fue lo primero que gritó Kou cuando recordó todo lo que le había sido arrebatado. No le había gustado el beso, pero eso era lo de menos en ese momento: lo importante era Amane, el fantasma del baño, el chico que no era Hanako—. ¡Akane Aoi, ¿dónde está Amane?! —preguntó con desesperación, tomándolo de los hombros y lo sacudió. Aoi se sintió molesto por el movimiento, y no pudo evitar suspirar, alzando sus hombros con indiferencia, para proseguir a dibujar una pequeña sonrisa en sus labios al ver la duda en el de menor edad—. ¿Sabes dónde está?

—En el baño de segundo, esperando a que su salvador lo rescate. Necesita que alguien le muestre las estrellas, deberías de darte prisa antes de que oscurezca —dijo Akane, dibujando una sonrisa burlona en sus labios y bajando las manos de Kou de sus hombros. Más tarde, soltó su ego falso por los cielos. Minamoto no pudo entender peor ese significado: claro, él tan ingenuo e inocente.

—¿Lo debo de llevar al observatorio? ¡Eso es un problema, dejé las entradas en mi casa!

—No me refiero a eso, ¡sólo quiero que le muestres tu amor! ¡Es tan obvio! ¡Lo que le hace falta a Amane es amor! —renegó, sin tener una pizca de paciencia con el chico que había besado.

—Oh... —soltó el mayor sin reparos, simplemente sintiendo como su corazón se volvía loco.

Akane suspiró, resignando, ahora sólo faltaba que ambos se reunieran. Esperaba que Teru estuviera bien con Amane en esos instantes.

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