Capítulo 29: Érase Una Vez, Teru & Amane
Capítulo dedicado a: kiwii_conn, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!
Hanako abrió sus ojos lentamente, después de haber recibido un mareo que lo mandó directamente al mundo humano: Dios le había dicho que podía tener una segunda oportunidad, si terminaba por encontrar algo tan importante para él que lo hiciera quedarse. ¿Al menos eso existía? Si ya se había ido una vez más, si se había alejado de la vida por decisión propia, todo con la intención de no vivir con el terrible remordimiento de haber asesinado a alguien para ser feliz, ¿realmente se merecía esa oportunidad? Si la respuesta era sí, claramente Dios era un... no, Dios no, Lucifer era un idiota. Todavía podía recordar vagamente lo que había pasado hace unos cuantos minutos atrás, pero el brillo fue bajando poco a poco: reconoció que se encontraba en los baños de segundo grado, gracias al decorado triste que predominaba en las paredes pintadas de naranja.
—¿Qué hago aquí? —Muy al contrario de tener miedo, parecía resignarse ante el futuro. Realmente no quería seguir viviendo, pero aunque él no viviera, los recuerdos vagos de Tsukasa siempre estarían a su lado, quebrándose poco a poco y metiéndose entre torpes movimientos que no harían más que quebrarlo. Pieza. Por. Pieza.
Todo se rompería y él terminaría helado, sin lágrimas, con pura frialdad en el corazón. Así que mataría a Amane Yugi, y lo reemplazaría, al fin y al cabo, ¿quién lo extrañaría? Venía como anillo al dedo la idea de desaparecer de la gente por siempre de simplemente terminar sepultado, pero, ¿eso ya había ocurrido? Sí, siempre bajo la sombra de Tsukasa, lo odiaba, sólo era amable con él por pura cortesía. Supo que nunca lo querría, desde el instante en que el azabache lo miró con un claro gesto de asco cuando se presentaron. Lo odiaba, lo detestaba: era él el culpable, por su culpa, Tsukasa le había quitado lo que era. ¿Quién era Amane Yugi?, siempre se lo preguntó, desde que Tsukasa empezó con sus raras manías. Empezó con algo casual, directo, sin escrúpulos. Lo hizo vomitar, le rasgó la piel, incluso lo obligó a desnudarse frente a él, todo eso fue en pocos días. Un día se miró al espejo y simplemente no pudo encontrar al chico con el que siempre se topaba cada vez que se paraba frente al objeto.
—¿Quién eres? —susurró Hanako, cuando Amane caminó hasta el espejo del baño y se miró, reflejado en el claro color de la luz de Luna. Tan pálido, tan transparente, sin vida. ¿Quién era él? Lo recordaba y a la vez no, ¿quién era?—. Soy Hanako —respondió el fantasma, al sentirse completamente helado de sus mejillas y examinaba poco a poco que efectivamente era una aparición en un baño y tenía un corte de cabello en forma de hongo: era Hanako, el fantasma del baño famoso de Japón, no había duda, era él.
—Séptimo, iré al grano, ya quiero que empiece el juego. —La voz de Lucifer resonó por toda la habitación, Hanako se quedó helado, parpadeando en más de un sentido. La vaga idea de que era el mismo y bondadoso (asqueroso) Dios que le había conseguido una adorable nueva oportunidad de vivir lo llenó de miedo. Ahí también él supo que se llamaba Séptimo, era claro que Amane sí había muerto en algún lugar de esa desolada penumbra.
—¿Qué pasa, Dios?
—¿Soy tu Dios? —Se carcajeó la persona que no dejaba de hablar, con una potente voz gruesa que se estancó en una risa. Hanako sintió como el miedo se atropelló en su cara y un escalofrío llegó a él como inercia. Se vio obligado a oír, sin poder despegar su vista del enorme vidrio—. Bueno, no importa, llámame cómo quieras. Al fin y al cabo, te ayudé a aferrarte a la vida... sólo falta saber con qué lo harás. ¿Habrá algo tan importante para ti como para no querer morir de nuevo? —cuestionó, con una risa divertida. Hanako ignoró el molesto cambió de emociones un tanto perdido, negando: no lo creía. Teru y Kou no se merecían a alguien como él, lo mejor sería alejarse de ellos.
Un profundo dolor en su pecho se amuebló, y tuvo que morderse los labios para fingir que estaba bien. Quizás, sí le importaba la vida, aunque fuera sólo un poco, quizás sí le hubiera gustado vivir. Siempre se contradecía, se había mostrado genuino ante una segunda vida: Amane quería vivir, pero Hanako no, ¿a cuál de los dos hacerle caso? Los dos son tan diferentes, tan extraños, que le daba miedo, tenía a dos personas durmiendo en su cuerpo. Uno vivo y otro muerto, el que quería vivir había terminado marchito y el que quería irse estaba con sus cinco sentidos funcionando, pero, a veces uno regresaba del más allá y decía lo que el otro no quería.
¿Cuánto tiempo lograría esconder a Amane Yugi?
—¿No quieres saber las condiciones, Ha-na-ko? —Como si buscara molestarlo con falsedades, se había atrevido a deletrear su nombre.
—¿Cuáles son? —¡Oh, no! Amane se escapó por un segundo, no podía dejarlo salir, debía ocultarlo. A nadie le gustaba un muerto que nunca se le pidió salir por petición de un tercero.
—Éste será tu límite, no podrás salir de aquí. Por eso, debes de buscar a algún estudiante de esta escuela que te ayude a salir de aquí, uniendo sus almas con un sello en la mejilla, serás libre después de eso. De forma metafórica, claro ésta. Sin embargo...
—¿Qué?
—Te dejaré salir un día de aquí, no podrás salir de la academia, por obvias razones, teniendo en cuenta que varios espíritus rondan por aquí buscando encontrar algo que los haga regresar a la vida: una araña, un zorro, un... un... ¡ah, no los recuerdo! —Se quejó la voz con total tono infantil en modo de relevación, Hanako esa vez sí logró intentar prestar atención—. Mejor a lo que voy... ¿qué harías para que alguien te encuentre? ¿Una hora en la que seas visible te gustaría?
—A las once de la mañana —contestó completamente serio, no sabiendo exactamente cómo estaba queriendo aferrarse a su miserable vida.
—Bien, bien, ¿qué harías para que alguien te encuentre? —Hanako alzó sus hombros ante la duda, pero más bien se lo estaba tomando bastante en serio.
—No quiero hacer trampa, no quiero irme a ningún lado. ¿Puedo hacer lo que quiera para que alguien me encuentre?
—Sí, excepto matar. Eso no está bien. —La voz se burlaba de él claramente, y por supuesto, a Hanako no le causaba ni una pequeña pizca de gracia.
—¿Puedo poner en mantenimiento los baños de primero?
—Sí, ¿por qué?
Hanako bajó su vista antes de contestar, posó de forma inconsciente una de sus manos sobre su pecho y se atrevió a negar. Lentamente sus recuerdos iban volviéndose difuminados e iban desapareciendo, ¿quién era Teru Minamoto? ¿Quién era el niño molesto que resultó ser hermano de alguien importante en su vida?
—Creo que alguien entrará este año a la preparatoria, así que me gustaría que quizás él viniera. Al menos como una posibilidad, me gustaría que él me salvara. —Por primera vez, Hanako y Amane estuvieron de acuerdo, siendo honestos con el suave color rojizo que se esparció por sus mejillas.
Amane cerró sus ojos al recordar la primera vez que había terminado encerrado en el baño, recargó sus codos sobre el lavabo y suspiró, melancólico ante todo. Se miró al espejo, volviendo a sentir un vacío enorme al notar su reflejo y notar las lágrimas acumuladas en sus ojos que querían salir.
Apretó sus labios, aguantándose las ganas de llorar. No quería ver a su reflejo deshacerse en lágrimas, no quería verse llorando. El cambio de reglas por petición de Aoi había llegado, y ya no había vuelta atrás, todo se esfumaría con los primeros rayos del Sol del siguiente día. Eso le dolió, no le gustó.
Tocó con suavidad sus manos sobre el cristal, uniendo sus pesares con alguien invisible y lloró, arrancando un sollozo de su garganta. Se mordió sus labios, rezó de mil formas diferentes para caer en una posibilidad, ya que aunque quería ver a Kou feliz, sin ser lastimado, también quería ser egoísta: quería aferrarse a la vida. Porque la vida era hermosa, ¿debió valorarla más? ¿Debió de haber hablado con alguien sobre el comportamiento de Tsukasa? ¿Debió de haberse aferrado a las personas que dejó atrás, completamente rotas? Debió de disfrutar su vida, porque era efímera, porque aunque no quería ir a ningún lado, posiblemente sí le hubiera gustado ver las estrellas con Kou.
Era un tonto, ahora sólo debía de resignarse.
La puerta del baño fue abierta, y Hanako se apresuró para levantar su vista, asustado, agradeciendo porque tenía el uniforme actual puesto en esos instantes, y podría fingir que se estaba lavando la cara después de haber salido del baño. Abrió el grifo con rapidez, temblando demasiado de un extremo a otro y no queriendo ver a la persona que había entrado. Mala elección.
—Amane-san... —llamó la clara voz de Teru, tan apacible y clara que le quitó sus inseguridades de golpe. No pudo evitar dejar de intentar disimular y levantó su cara hasta él, chocando con los amables y llorosos ojos azules que antes le habían estremecido su mundo. Se sintió débil y perplejo, al verlo sonreír, diciéndole que todo estaba bien—. Amane-san, quiero hablar contigo. —Ahora sí terminó la oración, con total facilidad que destruyeron las defensas irrompibles que había creado el menor.
Su historia, volvió a ser reescrita. Érase una vez, Amane Yugi y Teru Minamoto, dos personas que se querían, pero nunca terminaron por entenderse.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro