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Capítulo 22: Tsukasa Yugi

Capítulo dedicado a: AzuiTsu511, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!

Advertencia: capítulo con ligera insinuación sexual y el tratamiento breve de un trastorno mental. Puedes saltarte esta parte (aunque es importante), aunque no se da del todo explícito y no se planea romantizar.

Kou supo exactamente que estaba soñando, cuando recordó vagamente haberse recostado a dormir después de cenar el curry ligeramente quemado con Amane y su padre. Más tarde, el escenario cambió bruscamente viéndose a él mismo en una habitación vacía, sentado en una silla que se encontraba justo al frente, y para rematar la sospecha, todo se disipó, cuando una mano se posó sobre sus ojos, y le impidió seguir viendo la enorme habitación de paredes naranjas, vacía.

—¿Quieres recordar, querido Kou, chico ensucia-pantalones? —Se burló de él y a la vez lo halagó, dando un escalofrío al más alto junto con un sonrojo por lo que había pasado esa mañana junto con sus pantalones llenos de orina.

—¡No hago eso siempre, Tsukasa! —reclamó el más alto, con la ofensa perdida en sus ojos. No recibió ninguna respuesta, en su lugar, sus orbes azules recobraron el sentido de la vista, sacando un sobresalto temeroso porque el escenario había cambiado por completo: supuso que nadie lo veía, e incluso lo comprobó cuando la gente que pasaba lo traspasaba, como si fuera un fantasma. Una casa enorme apareció ante sus narices, dejando al rubio con un extraño sabor en la lengua porque de cierta forma se le hacía familiar ese inmueble. Sus sospechas fueron ciertas, cuando notó como llegaban hasta la casa un hombre adulto, que parecía tener un cierto aire similar a los gemelos Yugi con esos rasgados ojos ámbar y el cabello azabache. Más tarde, las pupilas curiosas de Kou captaron al menor de los gemelos, Tsukasa Yugi, que apareció con una sonrisa burlona y socarrona en sus labios, parecía bastante confiado, y al mayor le daba la impresión de que él podía comerse al mundo sin mover un sólo dedo.

—Se suponía que conocería a mi hermano mayor. Así me dijo mi padre cuando me anunció que se volvería a juntar con mi madre biológica para darnos un buen desarrollo —explicó la situación el chico vestido de hakama, cruzado de brazos y apareciendo de la nada. Kou se sobresaltó, porque no había contado con verlo, y sus pupilas temblaron, al volver a notar la proyección y ver que, en efecto, entre tanta arrogancia, parecía muy emocionado por la idea de tener un hermano mayor—. Ese día yo también me enamoré de ti —susurró el de cabellos azabaches, dejando que un pequeño rubor inundara sus mejillas. Antes de que el menor de los Minamoto pudiera responder, el espectro de los sueños le señaló con su dedo la imagen, sacando un respingo de sorpresa a Kou cuando se vio a él mismo y su hermano mayor saliendo de la casa antes desconocida.

—Buenas tardes, soy Teru Minamoto. —Escuchó con claridad como su hermano los saludaba con una reverencia antes de irse. Él le siguió el paso.

—¡Soy Kou Minamoto, un gusto! —Mucho más explosivo que su hermano, las facciones de Tsukasa parecieron mostrar un claro gesto de desagrado ante la presencia de ambos; pero eso no duró mucho, porque el adulto pareció complacido.

—Tú debes de ser la pareja de mi hijo Amane. Gracias por cuidar de él —agradeció el padre de los gemelos al mayor de los Minamoto. Teru pareció ruborizarse, rascar su nuca y decir la típica frase de: «no hay que agradecer nada». El rubio menor bajó la vista ante esa afirmación, y ese claro gesto de tristeza fue lo que conmovió sin muchos reparos al menor de los gemelos: amaba poder dominar a alguien, Kou Minamoto era una buena opción.

El paisaje de pronto se vio borroso para ambos, sintiendo vértigo cuando todo se puso negro y el mundo fantasioso regresó en un abrir y cerrar de ojos, pero el escenario había cambiado dramáticamente a lo que parecía ser una común sala familiar de una casa, una casa en la que las paredes estaban llenas de cuadros de Amane Yugi y su madre. La posición actual de los cuerpos efímeros era de notable tensión, después de que el padre presentara a la madre, y prosiguió con el gemelo que era igual a Tsukasa. ¿Por qué? ¿Por qué se parecía a él?

—Él es tu hermano mayor, Tsukasa. —El menor no dijo nada, sólo mostró un claro gesto de asco al verlo, no disimulando para nada: claro, tenía razones, Tsukasa Yugi es bueno en los deportes, en el ámbito académico, en el romántico y el amistoso, todo iba bien para él, su único defecto era su arrogancia, que había subido cuando la mayoría aprobaba lo atractivo que era en la escuela. Que alguien más se pareciera a él... era ridículo. Era claro que ese tal «hermano» no era humano, no, no podía ser un humano.

—Es un gusto. —Amane se mostró un poco tímido ante él, sonriendo de forma cálida al menor. Tsukasa volvió a fruncir sus facciones con rabia y enojo contenido. Kou lo contempló todo, y se quedó mudo.

—Él venía a reemplazarme en algún momento, estaba seguro de eso apenas lo vi —susurró por lo bajo, mirando con sorna y juego al chico que estaba justo a su lado. Kou lo contempló, negando rápidamente con la cabeza. Tsukasa pareció defender su postura—. No pude decirle nada a mis padres, porque sabía que ellos tenían un plan, ellos querían cambiarme en algún punto por Amane, se desharían de mí tan fácilmente y Amane sería mi reemplazo. Lo sé, lo supe, al final todo concordó —afirmó el azabache, con total calma cínica y diciendo todo eso con un odio ajeno, que rápidamente hizo saber a Kou que éste no se estaba inventando las cosas.

El escenario volvió a cambiar de nuevo, mostrando ahora la misma sala, sólo que, en un día diferente, una hora diferente, y con Kou, Amane, Teru y Tsukasa.

—Por eso me mantuve en guardia, observando cada uno de los gestos de los sospechosos. —El Minamoto menor se sintió lleno de enojo, logrando captar como los orbes ámbar del menor miraban al gemelo mayor con un odio disimulado, mientras Amane parecía hablar alegremente con el Kou del pasado, un pasado que no recordaba.

—Mi personaje usa un báculo para el ataque, el de Teru-nii es una espada —habló con una sonrisa el chico, mientras indicaba con uno de sus dedos en la pequeña pantalla de un videojuego portátil. Teru rascó su nuca con nerviosismo, al momento en que captó la mirada un tanto celosa y caprichosa del menor de los Yugi sobre su pareja.

—¡Yo quiero unos orbes fantasmales de arma! —gritó un eufórico Amane, jugando con sus dedos y tratando de empezar a mover las teclas. Lo único que logró fue que Kou sacara un grito de terror porque éste no supo manejarlo y le dio a su personaje un sello en el báculo.

—¡Ya no podré utilizar el báculo! —arremetió con firmeza el rubio de menor edad, posando una de sus manos sobre la pantalla táctil y dando ligeros golpes para que el sello desapareciera, en vano.

—Vamos, Kou, no es para tanto. Amane-san no sabe mucho de videojuegos. —Intentó defender a su avergonzado novio el rubio de mayor estatura. Kou infló sus mejillas y pareció mirar con un odio infantil al más bajo, pronto, Amane bajó la mirada, enrojeció con suavidad y dio una sonrisa pequeña en modo de disculpa. Un flechazo al corazón del menor de los Minamoto. Tsukasa notó esa acción, y fue casi un impulso que su enojo se desatara de forma disimulada.

—Todo fue peor, cuando supe que realmente estabas enamorado del idiota de Amane. Al principio me alegré, porque, si estabas enamorado de Amane, lógicamente tenías que estar enamorado del verdadero Tsukasa, ¿no? —Rio por lo bajo el espectro, tratando de parecer alguien alegre y despreocupado. Lo único que logró esa risa, fue poner de los pelos de punta a Kou y un cambio de escenario se hizo permanente. Pronto, se presentó ante su vista el momento exacto en el que Teru Minamoto y el que parecía ser Amane Yugi estaban en medio de un beso que iba subiendo de nivel poco a poco. Kou no supo qué fue lo que lo intimidó más: quizás la imagen permanente que había quedado grabada en su mente por la brutalidad tan seria, o posiblemente, y sólo quizás, era porque esa persona que besaba a su hermano no era el que en algún momento fue su novio—. ¿Puedes reconocernos a ambos, querido Kou? Bueno, te aplaudo por eso. —Jugueteó con las palabras el más bajo, afilando su vista al ver la escena y pasando uno de sus dedos sobre sus propios labios—. Tu hermano a veces no podía diferenciarlo, qué maravilla —susurró, con una mueca un tanto libertina, queriendo grabar esas palabras en los oídos del rubio como un tatuaje permanente. El chico sólo pudo tragar en seco, apartó la vista de la imagen que se le iba mostrando y observó con un miedo amueblado en sus pupilas al complacido rostro de Tsukasa.

—Él no era Amane —declaró, antes de que nuevamente todo a su alrededor se volviera negro y cambiaran de escenario.

—Claro que no, era yo. —Atiborró sin muchos esfuerzos y sin pelos en la lengua, demostrando su egocentrismo y un miedo que si Kou no lo hubiera visto con sus propios ojos, no lo creería—. Quería confirmar que él no fuera el que me reemplazará, porque yo ya había descubierto que él era un robot, estoy seguro. Por eso hice lo que hice con Teru Minamoto, para comprobar si alguien podía diferenciar a la copia del original. No me reconoció, ahí supe que ese maldito robot estaba hecho bastante bien, ¡era mi remplazo, querido Kou! ¡Lo era! —confesó entre gritos el azabache, con un claro gesto de miedo: sus pupilas temblando, una sonrisa escurridiza que ocultaba un grito y un claro rostro de locura en su cara. Kou sólo pudo sentir una tremenda furia al oír eso, y no fue raro que se pusiera de pie, tirando la silla del sueño de golpe.

—¡Él es real, Tsukasa! ¡No es un robot! —Encaró con furia, listo para acercarse a él y darle un buen golpe. No pudo hacerlo, porque el paisaje volvió a cambiar, y lo que tenía frente a frente en esa ocasión era al gemelo mayor de los Yugi. Minamoto se quedó quieto, estático, observando otra vez una nueva ilusión, en la que caminaba de la mano con Teru, Amane caminaba de la mano de su hermano. Se quedó estático, se tranquilizó, y no dijo nada cuando el escenario volvió a cambiar y ahora se presentó ante sus ojos el fantasma de Tsukasa y lo que pareció ser una escena donde un parque era el lugar principal: ahí estaban Kou Minamoto y Tsukasa Yugi, ¿por qué? Quién sabe.

—Ese día sólo pude hablar contigo a solas por primera vez, te quise abrir los ojos, quería que me hicieras caso. Nunca lo hiciste. —Asimiló sus pesares el mayor, con un claro gesto de enojo. Kou se quedó en silencio, viendo la escena de algún pasado distante que había olvidado: él estaba sentado en una de las tantas bancas del parque, moviendo sus pies en un ritmo marcado lleno de ansiedad porque Tsukasa había dicho algo malo—. Nunca me hiciste caso —repitió, con una furia contenida al soltarlo de sus labios.

—¿Cómo puedes decir que Amane es un robot? ¡Es tu hermano, Tsukasa! —La voz áspera y molesta de Kou lo regresó al mundo. El rubio se contempló a él mismo en la ilusión, lo vio ponerse de pie, con el enojo acumulado en su infantil cara y notó como abandonó el lugar. Tsukasa se quedó en el mismo lugar, sentado, con las pupilas dilatadas y con un miedo que no alcanzaba a ser descrito. El chico vivo de la imagen empezó a temblar, teniendo ticks nerviosos que iban y venían, con un claro gesto que ya no representaba un simple berrinche infantil.

—¿Por qué no me crees, querido Kou? —preguntó la ilusión al aire, tocando con una de sus manos su mejilla y siguiendo con sus temblores: si no se daba prisa, tarde o temprano lo reemplazarían, y el mundo parecía estar en su contra como para aceptar su destino. ¡No lo permitiría! Le mostraría a Kou que Amane es un robot—. Sólo espera, querido Kou, te abriré los ojos, ¡le abriré los ojos a todos! Destruiré sus planes de reemplazo...

—Decidí que yo te mostraría que no estaba en un error, te iba a mostrar todo, querido Kou. Cuando haya comprobado que Amane era un robot, te mandaría pruebas y sabrías que no estaba en un error. —El paisaje se tornó negro de nuevo, pero esa vez, ya no llegaron a ningún lado. Tsukasa ya no quiso mostrarle lo que siguió, porque quizás era duro para él, o también pudo ser porque le daba miedo recordar cuando desató a sus demonios en las alucinaciones que él creía eran verdad—. La primera vez lo obligué a que me mostrara su pecho desnudo, quería ver si su corazón latía. Toqué y toqué, toqué de nuevo, ¡ahí estaba! ¡Estaba tan bien hecho que latía! —chilló con un miedo indescriptible el de ojos ámbar, girando sus talones ante su pareja que compartía recuerdos y siguió tocando. El rubio no pudo hacer nada más que quedarse en un ligero trance: Tsukasa no estaba bien mentalmente—. Quería que me amarás a mí de forma correcta, no a mi hermano. Quería que Teru Minamoto me volviera a besar, no a la copia. —Pronto, la mirada cínica de Tsukasa bajó de intensidad, dejando en primera plana a sus miedos—. La próxima vez, mi siguiente jugada fue gracias al dato de que los seres humanos eran en su mayoría agua, así que obligué a Amane a que tragara medicamentos caducados y vomitó por una semana... ¡salió lo que cualquier humano vomitaría! Tenía miedo, parecía muy real —afirmó, colocando sus dos manos sobre su cara y trataba de esconderse. Kou no podía hacer más que mirar, con un nudo atorado en su garganta.

—Tsukasa, Amane...

—La siguiente vez pensé que, si miraba dentro de la piel de Amane, podría encontrar los circuitos del robot. Mientras dormía lo corté, lo volví a cortar, lo hice de nuevo, una y otra vez, ¡salió sangre! ¡Salió sangre, Kou! ¡No podía decirte ahora con certeza que Amane era un robot! —Lo tomó de los hombros al más alto, y lo empezó a sacudir, queriendo que Kou lo intentara, que lo ayudara, que lo salvara. ¿No lo sabías, Tsukasa? Ya no tienes salvación. Eso pareció saberlo el menor, soltando instintivamente el agarre desesperado que le había hecho al adolescente asustado y poco a poco empezó a reír como todo un loco. La carcajada resonó por el espacio que no llevaba a ningún lado, todo resbalaba en los tímpanos de Kou y sintió la terrible necesidad de salir huyendo. Tsukasa bajó el volumen de su vista, sonriendo con satisfacción cuando el menor de los Minamoto se había quedado paralizado, logrando que el otro tocara instintivamente el pecho del más alto, recorriendo con sus dedos hasta llegar a la parte del corazón del chico. A Kou se le estaban poniendo los pelos de punta, y todo dentro de él le gritaba que el peligro presente estaba tomando forma de Tsukasa Yugi—. Sí, sí late, tu corazón late. También has vomitado y las quemaduras rasgan tu piel, ¡qué maravilloso, querido Kou! Eres humano —afirmó sin rodeos el más bajo, acariciando el pecho del chico con un aire posesivo, pasando su mano de un lado a otro. Minamoto no se pudo mover, y ahora no era porque quisiera, si no por una fuerza invisible que se lo impidió. Por eso agradeció mucho cuando Tsukasa se alejó de él, con una sonrisa satisfactoria en sus labios—. Pronto investigué sobre los robots, y supe que la mayoría de la información central residía en la cabeza. Por eso decidí tomar una decisión: le abriría la cabeza a Amane, y probaría después de muchos intentos que él no era humano... pero no salió como yo esperaba, Amane me mató, y luego se suicidó —finalizó ese relato, volviendo a acercarse al chico humano, se elevó a su altura, lo tomó con sus heladas manos de las mejillas, sintiendo el calor del alma viva y lo obligó a mirarlo a los ojos. El de pupilas azuladas no pudo hacer más que mostrar su descontento, porque no podía moverse—. Oye, ¿sabes por qué Satanás le dio una nueva oportunidad al idiota de Amane? —preguntó, mientras pegaba su frente con la de él. Kou quiso apartarlo con brusquedad, pero simplemente no pudo.

—No... —Se limitó a responder, con un hilo de voz bajo.

—Satanás está enamorado de Teru Minamoto, pero Satanás no puede sentir, así que le ofreció sus sentimientos románticos a un chico como un regalo, pero Teru no le hacía caso, así que los obligó a olvidar, y cuando recuerden todo... él ya estará con alguien más, y Amane estará unido a ti. Es el destino. El destino, querido Kou, que tú estés destinado a estar con un robot, me da mucha repulsión. Dime, querido Kou, ¿cómo sé que tú eres humano? —preguntó, con total asco hacia el rubio. Lo soltó de golpe, lo miró con sus pupilas dilatadas llenas de un miedo arremolinado. Pronto, chasqueó sus dedos, tirando el piso que sostenía al rubio y lo mandó a un precipicio sin fin. Kou dio un grito ahogado, al sentir el vértigo en su estómago, y supo que caería, caería y caería—. ¿Me dejarás abrir tu cabeza, Kou? —Fue lo último que alcanzó a oír, antes de que ese mundo se desvaneciera y todo se comprimiera al momento en que sus ojos se abrieron de par en par.

Kou había despertado.

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