Capítulo 21: A Través De Ti
Capítulo dedicado a: Cosmo166, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!
—¡Bienvenido, Hanako! —Explayó sin muchos rodeos el rubio de ojos azules. El menor levantó su vista, un poco asustado, después de haber atravesado la puerta principal y querer pasar desapercibido. Simplemente no pudo hacerlo, el chico estaba en la cocina, con un ordenador portátil en la mesa y en la estufa se cocinaba lo que parecía ser curry.
—Joven —susurró, resbalando de sus labios una torpe sonrisa al momento de divisarlo. En su mente realmente estaba corriendo de un lado a otro, con miles emociones que lo hacían sentir raro y extasiado. Pronto, sus pupilas ámbar en forma de luna menguante cayeron sobre el rostro sonriente de su acompañante, y se sintió temeroso por el sonrojo que inundó su cara: ¿debía de contestar a la confesión? ¿Cómo podía rechazarlo sin hacerlo llorar? ¿Cómo podía decirle que quería tomar distancias con él para que Hanako no lo dañara cuando la misión fracasara? Trató de evadir el tema, al menos por el momento, cambiando de tema—. Oye, niño idiota, ¿qué estás cocinando? —Olió el chico lo inevitable, logrando sacar enojo nada disimulado a Kou.
—¡No soy un «niño idiota», niño idiota! —Se quejó, cruzándose de brazos y empezando a jugar para golpear su pie contra el suelo, un tanto enojado. Hanako soltó un puchero burlón, y miró nuevamente la comida que el mayor cocinaba—. Estoy haciendo curry. Mi mamá se acaba de ir, y Tiara está en casa de una amiga. Así que estamos solos, aunque no creo que llegue tan tarde papá. ¿Qué pasó con Teru-nii? —preguntó sin rodeos, mientras se acercaba hasta la olla y metía una cuchara adentro para ver la textura de la mezcla. No era un secreto que el rubio había empezado a cocinar para olvidar lo que le había pasado esa mañana con Tsukasa. El azabache escuchó claramente esas palabras, sintiendo como algo se le quebró adentro. Apretó sus labios, deseó con todas sus fuerzas que Kou no pudiera leer sus sentimientos, y sonrió torpemente. Muy tarde, el menor de los Minamoto lo entendió todo—. Le falta un poco más...
—No sé, dijo que llegaría un poco más tarde, creo que se fue con Akane Aoi. —Sudó frío, al sentir la mirada para nada discreta que le dirigía a su persona su acompañante.
—¿Cuál de los dos? ¿El chico o la chica? —interrogó, un poco más interesado. El de piel clara hizo su rostro un poco para atrás, en un respingo serio, abriendo sus labios con forma indecisa.
—Creo que él era un chico...
—Oh... —Fue lo único que se limitó a responder el rubio de orbes azules, no atreviéndose a hablar más de eso, porque si Hanako realmente sentía algo romántico por Teru, no sería para nado grato escuchar que posiblemente su hermano mayor se fue a la casa de su interés romántico. Hanako asintió, sonrió de forma pícara como era su costumbre y caminó hasta él; Kou volvió a detestar ese gesto del más bajo: otra vez fingía y escondía sus sentimientos—. ¿Estás bien? —Rápido y sin rodeos, preguntó sin mucho esfuerzo. El de corte en forma de hongo pareció tambalearse un poco, volviendo a sentir sorpresa genuina ante la percepción de Kou.
—Sí, sí, ¿por qué estaría triste? —Fingió desinterés notable, alcanzando con una de sus heladas manos el brazo de Kou y se aferró a él. Nuevamente invadió su espacio personal, en busca de poder orillar al más alto a cambiar de tema con un grito. Sin embargo, eso nunca ocurrió, en su lugar, el joven se puso un poco tenso, pero no dudó en acercarse de igual forma hasta el sonriente rostro de Hanako. Cuando estuvo a una distancia completamente equilibrada, pegó su frente con la de él. El remolino de emociones del fantasma lo volvieron loco—. N-niño... —La respiración se le cortó, sentándose en una enorme nube de emociones placenteras cuando cruzó miradas potentes con el chico cabeza dura.
—Porque sé que estás mintiendo... —susurró, dejando que esas palabras se estrellaran de lleno en el rostro de Hanako. Como acto consiguiente, el menor enrojeció de golpe, y le fue imposible no separarse de golpe del chico, notablemente confundido y más agitado de lo usual. Kou lo contempló, con total seriedad—. ¿Te sientes bien? ¿Pasó algo en la escuela?
El espectro bajó la vista poco a poco, dejando que su sonrisa divertida llena de coqueteo se deshiciera y lo único que representara a sus labios era una línea recta llena de seriedad, sus pupilas vivaces también estaban temblando.
—No puedes saber si estoy bien o mal —declaró entre un puchero infantil, respirando de forma profunda para calmarse y borrar el color rojizo en sus cachetes delgados. Kou ladeó un poco su rostro, y trató de acercarse a él como instinto. Hanako entró a la defensiva, cuando él hizo esa acción y no pudo hacer más que retroceder, asustado. Subió su rostro de nuevo, dejando ver realmente las emociones de tristeza, miedo y pérdida de identidad que estuvo escondiendo la mayoría del tiempo. Minamoto mordió sus labios, bajando un poco la tensión en su cuerpo, y ya no trató de acercarse a él de nuevo—. ¡E-estuve actuando muy bien! ¿Cómo? ¿Cómo... supiste siempre mis verdaderas emociones? —pidió una explicación, empezando a temblar y llenándose de escalofríos que lo pusieron en un estado deplorable. Kou cayó en una zanja profunda y una daga atravesó su corazón: el chico quería llorar, y todavía trataba de parecer más fuerte y despreocupado como de costumbre, aun cuando el mundo se le caía.
—La verdad, es que eres bastante bueno con tus mentiras, y a veces lograbas distraerme con las cosas que me decías —confesó el mayor de forma tímida, con un sincero color rojizo llegando hasta su rostro. Lo trató de nivelar, rascando su nuca con nerviosismo. Hanako escuchó atentamente, queriendo no ceder de nuevo ante lo que él le provocaba—. Pero supongo que sólo es cuestión de tiempo para que prestes más atención y te darás cuenta de que actúas.
—¿Dices que me prestas mucha atención, niño? —preguntó sin rodeos, apretando sus puños a sus costados y reteniendo sin querer sus lágrimas al llevarse esa sorpresa. Kou explotó todavía más en el color rojizo ante la pregunta directa del fantasma, y se vio encerrado en saber que no podía negarse. El menor no pudo evitar sentirse culpable todavía más.
—Pues sí...
—¡Eso no está bien! No deberías de hacer eso —chilló el menor, dando por primera vez un grito. Kou casi saltó del susto, y la transparente tela de su corazón se estalló con fuerza en su pecho. Todo se estaba rompiendo entre ambos, y el rubio supo que si no actuaba, sus lazos de amistad que habían formado ya nunca más serían los mismos—. Si nos hacemos más íntimos, y mi misión falla, en algún punto yo te haré sufrir. ¡Hanako no existe! ¡El fantasma del baño no existe! —sollozó a gritos, dejando que sus emociones fueran soltadas deliberadamente. El otro no supo cómo ni cuándo, pero sentía todo el pesar brotando de las recientes lágrimas que rodaron por las mejillas del menor, sintiendo todo lo que estaba chocando—. No te preocupes, será lo mejor para nosotros. —Hanako ensanchó una pequeña sonrisa dolida entre las gotas cristalinas y el faro apagado de su alegría. Kou en serio no sabía qué decir—. No será tan difícil, logré tomar distancias con Mitsuba, y Minamoto-senpai me rechazó, así que... no te preocupes. La muerte es el final, y hay pocas probabilidades de que yo lograra salir victorioso. De Tsukasa, soy su reemplazo, pero yo no quería eso, quise ser Hanako-san, pero él realmente no existe. Te has encariñado de alguien que no existe, así que no te preocupes, será fácil ol-...
—Amane Yugi —soltó de sus labios el mayor, sin ninguna pizca de pudor y sin que él se diera cuenta. Fue un impulso. Hanako calló de golpe, cerrando esas palabras que estaba diciendo para dar consuelo al rubio, delatando su sorpresa en primera plana.
—¿Qué?
—Ése es tu verdadero nombre, no eres Tsukasa Yugi, ni tampoco eres el fantasma del baño, Hanako-san. Eres Amane Yugi —repitió el mayor, completando lo que su corazón le pidió. Hanako sacudió su cabeza rápidamente, tratando de borrar el enorme salto de sentimientos que tuvo cuando el mayor le dijo eso—. Yo quiero a Amane Yugi, no a Hanako, tonto.
—¡Aun así, saldrías las-...! —Kou lo volvió a interrumpir, cuando él trató de poner una defensa a su postura.
—Nunca —dijo con facilidad, arqueando sus cejas con decisión, y dando un paso largo para poder acercarse a él. Hanako esa vez no retrocedió, ni siquiera lo intentó, porque pareció ceder momentáneamente ante la decisión del chico, y cuando logró reaccionar, ya era demasiado tarde, las distancias entre ambos se habían acortado de forma casi completa y la decisión en esos orbes azules lo dejaron estático—. Quiero decir que nunca dejaré que rompamos este lazo que hemos creado estos días. Porque no creo haber tratado con Hanako, aunque querías fingir, sé que siempre estuve al lado de Amane Yugi. Así que, muéstrame a Amane Yugi, por favor. No te ocultes. —Dedicó esa sinceridad, logrando sacar más sorpresa de la que podía contener el infantil gesto del chico. Hanako se tragó esas palabras, bajó su vista hasta el suelo, sus pupilas temblaron entre su órbita fugaz, el color carmín sólo se hizo más potente, un extraño cosquilleo de pies a cabeza y el inevitable pensamiento de que nadie, nunca, le había pedido eso, y mucho menos alguien le había dicho que no lo evitara. Sus labios temblaron, talló con uno de sus brazos sus ojos llorosos y una pequeña sonrisa amenazó con escaparse del fondo de sus entrañas. La retuvo al menos por unos minutos, remplazando esa simple acción por la atrevida decisión de tomar con sus frías manos la suave del rubio, dejando que su calor lo llenara. Al ya tenerla entre sus manos, la apretó con ligera fuerza; disfrutando disimuladamente cuando Kou tiró su seriedad y el color rojizo y las palabras fueron remplazadas por el silencio agitado al quedarse mudo.
—Creo que no puedo alejarme de ti, niño tonto. —Por fin, el menor sacó una pequeña risa sincera, llenando de vida la más bajo. Como si no fuera suficiente esa acción, el menor recargó su rostro sobre uno de los hombros del rubio de actitud brillante y escondió por primera vez a Hanako en Yugi Amane, para mostrárselo a Kou y todos los sentimientos que lo desbordaban en esa ocasión—. Me dijiste que te mostrara al verdadero Amane Yugi, bueno, aquí está, sólo que parece estar un poco raro hoy, porque le ha empezado a gustar Kou Minamoto —susurró, ocultando más su rostro entre el cuello del chico y aferrándose con mucha más fuerza al agarre de manos.
El menor de los Minamoto se quedó helado ante la afirmación tan sincera del joven, se tardó bastante para que pudiera procesarlo todo de forma concisa. Al parecer, se había quedado perdido con el: «le ha empezado a gustar Kou Minamoto». Como si fuera un sueño lejano, algo bastante lleno en cuanto a sus sueños, algo en lo que, honestamente, nunca creyó llegar, y menos con alguien como él. Su corazón dio un vuelco, la sorpresa llegó sus facciones y explotó todavía más en rojo.
—¿¡Qué dices!? —gritó, completamente perdido en la realidad que se le presentaba. Todo fue lo peor, cuando Amane pareció tensar sus facciones y tuvo que ocultar todavía más su rostro honesto entre la piel nívea del chico.
—¡Es justo lo que quise decir! ¡No me hagas repetirlo de nuevo!
—¡Eso quiere decir que-...! No, espera. —Sacudió su cabeza, completamente perdido de que sus gestos se llenaran entre la penumbra de lo que antes había sido un amor no correspondido. Amane sonrió con torpeza, asomando tímidamente su rostro de su escondite para poder cruzar miradas con Kou.
—Creo que, posiblemente, sí me gustas un poco... —afirmó, dando un mohín con sus mejillas y tratando de calmarse. Al mismo tiempo, un latido en su pecho fue poderoso que llenó y alertó sus sentidos, y toda la sorpresa acumulada fue bastante como para no dejarla pasar. De igual forma, el de hebras negras esperó pacientemente, creyendo que sólo era una mala jugada; pero no, no era así, lo comprobó, al creer de forma certera que su corazón sí había latido, pero había vuelto a caer. Pero, ¿por qué? ¿Bajo qué condiciones lo hacía?
—Amane —llamó el más alto, cuando el silencio los inundó a ambos. El mencionado levantó su vista un poco, volviendo al mundo real y captando con sus pupilas ámbar la mirada curiosa del chico. Todo empezó a ponerse tenso entre ambos, bajo las condiciones en las que se habían medio correspondido en cuanto a sentimientos románticos, y hasta para Kou era bastante difícil lidiar con su corazón adolescente lleno de esa reacción química llamada amor—. Yo compré con ayuda de mi mamá las entradas para el observatorio al que te prometí que te llevaría —afirmó, notablemente nervioso al rascar con ligereza su coronilla con uno de sus dedos. A Yugi se le iluminaron sus ojos de improviso, mostrando su gesto más inocente entre tantas lágrimas, miradas pícaras y emociones sinceras que había derramado. Y, por primera vez, Kou se percató de que esa alegría estaba cayendo sobre él, y no sobre alguien ajeno: ¡Amane sí lo estaba teniendo en su mente!—. ¿Qué te parece? —cuestionó, un poco avergonzado.
El ambiente romántico no duró mucho, debido a que un olor rancio, como a quemado, inundó las fosas nasales de Kou. El mayor movió su nariz, un poco indeciso y sin saber de dónde provenía ese olor a quemado... hasta que lo recordó: ¡el curry se estaba quemando!
—¡Mi cena! —gritó con desespero Kou, corriendo hasta la estufa para apagar la flama y poder revisar si todavía era comible esa cosa.
Amane lo contempló, y sonrió con suavidad al mirar esa escena. Luego, bajó su vista hasta el suelo, pensando que Tsukasa todavía estaba entre ese camino alegre en forma de pequeñas piedras que estorbaban. Debían de darse prisa.
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