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Capítulo 19: El Fantasma Que Quería Ser Alguien

Capítulo dedicado a: GAYP4NIC-, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!

Advertencia: se tratará el tema de un trastorno mental, con ligeras menciones. Puedes saltarte esta parte si te incómoda, pero es ligeramente importante para la trama y para el inicio romántico de Hanako y Kou.

Hanako no se había saltado ninguna clase, especialmente por dos temas que lo mantenían inquieto en más de una ocasión: la primera era que por su culpa Kou había faltado a clases, así que se veía en la obligación de prestar atención para pasarle la tarea y todo lo que haya hecho, y la segunda, pero no menos importante, era que estaba seguro que el mayor de los Minamoto a veces rondaba los pasillos cuando iba al baño, buscando a algún alumno que se saltara las clases para caer sobre él (no tenía idea de cómo lo sabía, pero tenía ese presentimiento sin mucho reparo), y Hanako realmente estaba seguro de que no quería formar lazos o vínculos amorosos con él, así que lo mejor sería evitarlo.

Por eso, cuando salió del aula, después de que la campana indicara el fin de la jornada escolar, salió tan rápido como fue posible, incluso evitando la palabra que le dirigió Mitsuba para saber por qué su mejor amigo había faltado a la escuela. Mordió sus labios y volvió a sentir como todo se revolvía en su interior y apuró el paso: la única persona con la que debía de tener un contacto íntimo era con Kou, ya que él era el único que estaba unido a él con el sello número siete que Dios le entregó. Sus mejillas se pintaron de color rojizo, al ver claramente cómo se acercaba poco a poco a la sala del Consejo Estudiantil: las luces se notaban encendidas y el aspecto que daba era de que algunos miembros de ese Consejo estaban ahí adentro, cumpliendo sus asuntos. Pasó de largo del enorme salón, sintiendo un malestar completamente real cuando tuvo el presentimiento de que Teru estaba ahí. Frenó de golpe, deteniendo sus pasos y pensando seriamente en lo que debía de hacer. Observó por el rabillo del ojo la sala del Consejo Estudiantil, vio la puerta, y se tentó a abrirla y correr hacia los brazos del rubio que pareció recordar un poco de cuando éste estaba vivo. Tembló con ligereza, moviendo sus pies torpemente: a veces giraba para ir directo hasta donde estaba la puerta, y pronto se giraba al otro lado y trataba de irse. Retrocedía y luego volvía a avanzar, estando indeciso en lo que debía de hacer. 

¡Maldición! Su cuerpo empezó a ser inundado por escalofríos, apretó sus puños y sus ojos ámbar empezaron a temblar: quería ir a verlo. Quería ver a ese rubio de nuevo, pero estaba siendo egoísta, era un idiota. Kou Minamoto le había confesado sus sentimientos a medias, mientras él se dejaba cegar por la persona que posiblemente quiso cuando estaba vivo. Además, no era bueno para ninguno, ¿qué pasaría si no encontraba nada que lo hiciera volver a la vida? ¿Se tendría que quedar varado entre esos dos mundos o ser arrastrado al Infierno? Si seguía creando lazos con los vivos, y la segunda opción era la más realista, ¿significaba que los haría sufrir? Lloró internamente, pensando que Dios era bastante cruel con él: primero lo metía en un juego contra su hermano gemelo, el monstruo de Tsukasa; metía a terceros que sufrirían si no lograba encontrar algo importante (aunque no estaba seguro de ese punto, ya que no había dado un tiempo límite); y por último, él sólo podía envidiar a los vivos.

«no eres real, Amane». Una punzada que penetró su cascarón y lo dejó inmovilizado. La vista se le puso borrosa y todo dentro de él tembló. La imagen difuminada de los labios del monstruo de su hermano moviéndose de un lado a otro en señal de repetir esas palabras una y otra vez lo hicieron sentirse mareado. Casi caía, pero pudo jugar con sus pies y no lo hizo.

«A-ma-ne, A-ma-ne, oye, ¿puedo abrir tu cabeza?», las palabras dentro de él se pusieron torpemente. El chico azabache sacudió su cabeza, al recordar ahora la nítida imagen de su hermano gemelo cantando, con la mirada perdida en algún punto y sonriendo con suavidad... en sus manos portaba un cuchillo. Tsukasa sólo quería ver si no era un robot, no era su culpa, ¿verdad?

—No... —chilló el menor, a punto de llorar con fuerza y tirarse al suelo. Agarró con ambas manos su cabeza, y se detuvo al recargarse contra la pared. Respiró con agitación, sintiendo el sudor bajar por su pálida piel, pensando, pensando, y pensando: sus recuerdos lo perseguirían adonde quiera que vaya, ¿no habían una salvación? —. T-ter-...

«No sé por qué dices eso, pero yo te siento muy real», todo paró en seco, dejando que el nombre del mayor de los Minamoto se deshiciera en el aire. Hanako abrió sus ojos de par en par, y recordó las palabras difusas del chico que hace poco se le había confesado. Se quedó quieto, ignorando por completo las miradas de los estudiantes que pasaban por ahí y sus gestos de extrañeza al verlo hacer eso.

—Kou... —dijo, ansioso. Poco a poco bajó las manos de su cara, dejándolas caer a los costados. Pronto, una pequeña sonrisa verdadera llegó hasta sus labios, y no pudo evitar dar un pequeño gesto de sorpresa al encontrarse a él mismo, con el temblor a flote y sintiendo su rostro enrojecer—. Fui un tonto, ¿no, Kou? Teru no tiene nada que ver con mi misión, y por un momento olvidé que te tenía que proteger de Tsukasa. Pero yo no puedo hacer nada contra él —respondió, melancólico, acomodando sus pasos para irse directo a casa. Antes de eso, le dio una mirada corta al salón del Consejo y direccionó su vista hasta el frente: tomaría distancias con todos los vivos, quizás incluso con Kou, para no formar lazos si es que llegaba fracasar. Porque Hanako no existía, ¿verdad? Hanako nunca existió...

Tsukasa Yugi nunca toleró que alguien se pareciera a él, para él nunca existió un Amane Yugi, y por poco, la cordura de Amane llegó hasta el punto de creer que Amane Yugi no existía. Por eso quiso ser una leyenda japonesa de terror, porque ese nombre sí existía, porque todos conocían esa leyenda, y él quería existir, así que adoptó el nombre y al fantasma inexistente, y de pronto, Amane Yugi se escondió tras Hanako. Pero Hanako, el fantasma del baño, no es real, y ahora Amane Yugi no sabe cuándo mostrarse, porque mientras estaba vivo, nadie le pidió que se mostrara.

«Deja de ocultar tus sentimientos, no estás feliz, tampoco quieres hacer bromas ahora», su pequeña zanja que se había creado para pasar desapercibido se rompió sin el menor tacto, por un recuerdo que no fue doloroso: Kou le dijo eso, mientras lo sacudía y le afirmaba que podía llorar, porque había leído a través de él, ¿había logrado ver a través de Hanako y encontrado a Amane en alguna parte? O quizás, sólo vio la punta de Hanako, en lo desesperación por saber que tenía miedo de la persona que lo creó con puras palabras hirientes.

«¡Date prisa y toma mi mano, Hanako! Si te da miedo, podemos dormir tomados de la mano», nuevamente, recordó cuando Kou pudo leer su miedo. Todo dio un salto dentro de él.

—Niño tonto —cantó con suavidad, apurando el paso inconscientemente, como si quisiera apurarse para verlo. ¿Lo quería ver? No tenía idea de esa razón, pero de tan sólo pensar en esa pequeña posibilidad, su corazón empezó a latir con rapidez, sentía que en algún punto se le saldría de su pecho...

¡Espera! Él no tenía corazón.

Se detuvo de golpe, tragando en seco al chocar su mano contra su pecho: ya no lo sintió, se notaba que no había nada ahí; sin embargo, había tenido la extraña sensación de que su corazón sí había latido. ¿Había sido una de sus imaginaciones? Posiblemente sí, o es que ¿acaso había encontrado algo importante para él? Nuevamente, las dudas lo inundaron, creyendo que, por esa razón todavía más importante, es que debía de cortar lazos cercanos. ¿Eso estaría bien? Apretó sus labios y se aguantó las inaguantables ganas de querer maldecir a diestra y siniestra todo lo que estaba a su alrededor, y apuró el paso: hoy tenía que hablar con Kou para resolver sus dudas y tomar distancias, y luego lo haría con Teru y con cualquier otro amigo que haya hecho mientras era un fantasma.

—Amane-san. —La voz cortada y seria del rubio de mayor edad lo dejó helado. Sus pupilas ámbar se dilataron de golpe, la boca se le secó, y no pudo avanzar, aunque quiso hacerlo. Se detuvo de golpe, mirando como Akane pasaba a su lado con un montón de cosas y su mochila al hombro, pero lo que más destacaba en él, era una sonrisa sincera llena de satisfacción. Quizás algo bueno le había pasado en el pequeño cuarto del Consejo Estudiantil, en ese tiempo que estuvo a solas con el presidente.

Tenía que disimular, y el fantasma lo supo, volviendo a poner una falsa sonrisa y enmarcando sus facciones de chico pícaro y alegre cuando giró su rostro hasta el hermano de su «novio», y se congeló, al ver las amables facciones del chico en un gesto serio.

—¿Qué pasa, Teru?

—No sé por qué apareciste aquí, y tampoco sé por qué llegaste con Kou. Eso no importa por el momento, aunque tengo curiosidad, sólo quiero decirte una cosa por ahora... —afirmó, mientras se acercaba al chico y se detenía al ya estar unos cinco centímetros a su lado. Hanako veía venir lo peor.

—¿Qué es? —preguntó, aunque realmente no quería hacerlo. Teru abrió con suavidad sus labios, Hanako los notó temblar y supo exactamente lo que quería hacer el mayor: no sabía por qué, pero sentía que Minamoto Teru era esa persona que pocas veces era egoísta, y más si se trataba de su familia.

—Olvida lo que pasó esta mañana, por favor. Yo no estoy e-enamorado de ti, sólo me dejé cegar porque... me recordaste a alguien importante para mí. —Dejó escapar una suave risa herida. Hanako abrió sus ojos con sorpresa y notó sin muchos preámbulos que a Teru le dolía lo que estaba diciendo. Pronto, vio a lo lejos como Akane se detenía, a una distancia prudente, lo más seguro es que esperaba al rubio mayor. El menor simplemente bajó la vista y asintió, sintiendo como caía en un pozo profundo de dolor, ¿a qué había querido llegar con esas palabras? ¿Buscaba algo?—. Dije que quería ser egoísta, Yugi-san, pero no pude hacerlo. Sigamos siendo conocidos que se respetan, y olvidemos todo, no hay que formar lazos que hieran a terceros, ¿sí?

—Sí, creo que es la mejor opción —afirmó el más bajo, apretando de forma disimulada los tirantes de su mochila azul que cargaba. Pronto, sonrió con más amplitud, creyendo que eso era bastante conveniente: sí, él ya no quería tener lazos tan fuertes con todos, sí, sí, sí, eso había sido bueno. Dejó escapar una carcajada divertida y ensanchó su sonrisa, diciendo que todo estaba bien—. ¡No pensé que fueras tan serio, Minamoto-senpai! —alardeó, dando un puchero con sus labios y ocultando bien lo feo que sintió al decir esas palabras.

—Gracias por entenderlo. ¿Puedes decirle a Kou que llegaré un poco más tarde? —Se limitó a responder el rubio cenizo, dando una suave sonrisa amable y prosiguiendo a seguir de largo, dejando con el inerte corazón del fantasma hecho pedazos. Hanako lo vio alejarse, con la vista rota y con un claro gesto de tristeza, pero no pudo detenerlo, ni siquiera pudo consolarlo, porque Aoi ya estaba ahí, listo para ese papel.

Los vio alejarse, no pudiendo llorar, aunque quiso. Simplemente sonrió con suavidad, de la forma en la que se engañaba. No era como si le importara, había logrado ignorar lo más que pudo a Mitsuba y a los amigos de Kou sin parecer grosero, podría hacerlo con Teru Minamoto, y tampoco le costaría nada alejarse un poco de Kou.

El sólo era el fantasma del baño, Hanako, que realmente no existía y que sólo ocultaba a Amane Yugi, el chico roto que quería ser alguien.

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