Capítulo 18: Egoísta
Capítulo dedicado a: AMBERD0NUT, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!
Hanako había recordado entre una de sus peleas con el mayor de los Minamoto de camino a la escuela que no estaba tratando con Kou, estaba tratando con Teru Minamoto: el presidente del Consejo Estudiantil, el tipo amable y serio que le ponía los nervios de punta por un extraño sentimiento que tuvo desde el inicio. Usualmente, hubiera tomado distancias con él y guardado silencio, ya que no se sentía del todo a gusto si no estaba Kou a su lado, para protegerlo del extraño sadismo que a veces reflejaban los ojos azules del presidente; pero, por el momento eso no era lo importante, no, ni mucho menos estar a solas con él y que los nervios lo llenaran: ¡no! ¡Lo importante era la confesión rara que había recibido por el hermano menor de Teru! Él creía que estaba enamorado, ¡él creía que había amor! Sus pupilas se abrieron como platos, sintiendo sus mejillas arder y todo le empezó a dar vueltas. Quiso empezar a flotar para alejar todo, pero si lo hacía corría el riesgo de llamar la atención de todos, así que usó su fuerza de voluntad para pegar sus plantas del pie el suelo.
Estaba actuando extraño, ¡demonios! El amor es raro, sabía que lo había sentido cuando estaba vivo, pero ahora todo era más difícil: no estaba seguro de querer corresponder a Kou, no teniendo a Teru a su lado. Lo observó tímidamente de reojo, tratando de admirar su rostro en secreto. No pudo hacerlo, porque se llevó la no tan grata sorpresa de chocar con la mirada del mayor. Los dos se helaron, cuando sus pupilas chocaron y se descubrieron el uno al otro.
—¡Mi-mi-minamoto-senpai! —gritó Hanako, dando un salto hacia atrás para separarse todavía más de él. El mencionado enmarcó una de sus cejas, pero no se inmutó, en su lugar, ladeó sus labios con cierto desdén hacia sus propios pensamientos y afiló una mirada fría sobre el de cabellos azabaches. El menor tembló—. ¿Qué pasa?
—¿Qué te pasa a ti? Estás raro —soltó el cambio de pregunta con facilidad el talentoso hombre. El menor tragó grueso, sintiendo un temblor a flor de piel. Los ojos ámbar y color azul chocaron de nuevo, ambos afilaron la vista y se trataron de retar entre ellos: simplemente no pudieron hacerlo—. ¿Hanako-san? —Volvió a preguntar, y el susodicho no pudo evitar catalogar mentalmente que no perdía nada contando una parte de sus agobios.
—Nada, es que el joven me confesó su amor... o eso creo —habló en un suave y apenas audible volumen de voz. Sus mejillas poco a poco se iban tintando de rojo y la necesidad de huir de los ojos azules que reflejaban celos puros lo inyectaron. ¡Debía de huir de todo! Apartó la vista con rapidez, enrojeció con más fuerza y empezó a temblar con más fuerza—. No sé qué decirle cuando lleguemos a casa. Estoy un poco nervioso... sólo eso. No te preocupes. —Hanako sudó frío, sintiendo como las pupilas potentes seguían sobre él. Era un buen momento para desaparecer de su campo de visión, fingiendo un desmayo o un paro cardíaco, a él le saldría perfecto, su corazón no latería y eso le iba como anillo al dedo en su papel.
—Ambos son raros, ¿qué no se supone que ya son novios? —Teru fue lógico ante todo, dejando escapar sus verdaderos sentimientos y su pura pregunta que buscaba desenmascarar la verdad—. ¿Cómo se hicieron exactamente novios si no se habían confesado antes? Recuerdo que cuando Kou te presentó en la casa dijo que eran amigos que se conocieron porque tú te saltabas las clases, y después se enamoraron. —Empezó a rellenar un espacio del mundo ajustado gracias a Hanako, dejándolo en trance al más bajo. Teru dejó escapar de sus labios la última palabra, mientras que su corazón dio un brinco bastante fuerte y todo pareció recobrar sentido en el pequeño espacio de su mente que había sido manipulado. El azabache de mirada infantil dilató sus expresiones a unas confusas, al ver al amable chico mirándolo, deteniendo su andar de golpe, con las pupilas dilatadas y la boca seca—. Se enamoraron, pero tenías problemas con tu hermano gemelo y-...
—¿Minamoto-senpai? —El de ojos en forma de luna menguante se detuvo, retrocediendo sus pasos como si estuviera rebobinando una vieja cinta en la que la sorpresa y el miedo eran los estelares de la actuación en el teatro de la vida—. ¿De qué hablas, Teru? Yo no... sé de qué éstas hablando, yo no tengo ningún hermano gemelo —mintió, caminando hasta él con pasos torpes y logrando atrapar su brazo con su helada mano. Los ojos perdidos de Teru llenos de miedo por no saber nada de lo que pasaba cayeron en picada, al encontrar las pupilas temblando de preocupación del «novio» de su hermano.
—No era Kou, era yo, Amane-san —susurró el más alto, encarando por fin un punto del temblor inmaculado del chico entre esos orbes. El menor se tensó de forma precipitada, sintiendo sus sentidos desconcertarse con velocidad: ¿de qué hablaba Teru Minamoto? Todo se destruyó en un abrir y cerrar de ojos, cuando divisó una pequeña y diminuta sonrisa en el rostro del de pupilas azules, mientras se sacaba del agarre del chico al que había llamado Amane—. ¿Un fantasma? ¿Una ilusión? ¿Qué eres, Amane-san? —suspiró de forma pesada, mientras sus pupilas se tornaban ligeramente vidriosas. Sus mejillas empezaron a arder en rojo y mordió sus labios, tratando de acallar una risa llorosa. Era una suerte que ningún transeúnte a parte de ellos tomara ese camino hacia la academia Kamome (el único que a veces lo hacía era Akane Aoi y uno que otro estudiante, pero los intervalos para encontrarse a veces eran muy largos).
El chico llamado Amane se quedó quieto, estático, a pesar de que el mayor ya había empezado a estirar una de sus manos hasta él, deteniéndose en una de sus mejillas y dando una caricia. Teru sonrió torpemente: frío, se sentía fría y pálida la piel ajena.
—T-teru... —Otra vez, sin querer, la voz cortada junto con el nombre del mayor se le escapó, al no poder oponer resistencia contra él por alguna extraña razón. En su lugar, se dedicó a subir su mano con timidez hasta aferrarse al brazo que hace poco cumplía la función de posarse sobre su mejilla y se aferró a éste.
—Perdón, eso creo —susurró, todavía un poco extraño por sus acciones. Hanako simplemente asintió, dejando por fin caer la máscara de ese fantasma femenino que asustaba en los baños para pasar a ser Amane Yugi, el chico tímido y burlón que se saltaba las clases, estaba enamorado de Teru Minamoto y había muerto de forma injusta después de querer frenar el intento de asesinato de Tsukasa Yugi, porque éste quiso hacer saber a todos que él era un «robot». Raro, raro, raro, todo era raro, pero le gustaba, y también le gustaba que Teru se estuviera acercando poco a poco a él, jugando con su juicio hasta que sus narices rozaron y las respiraciones se mezclaron—. Amane-san, déjame ser egoísta al menos una vez —pidió, aferrándose más al inevitable agarre desesperado que inundó de calidez al otro. Se acercó todavía más, a punto de que sus labios rozaran y cuando los dos se habían resignado, cerrando sus ojos para sentirse al otro, todo fue tirado por la borda al instante.
Lástima, el juego de Hanako no estaba de su lado esa vez.
—¿Interrumpo algo? —Akane, el chico de cabellos naranjas estaba con una de sus manos sobre su cintura y con la otra ponía una de sus manos sobre sus lentes. El mayor sonrió de forma socarrona y altanera, dando un bufido realmente en desconformidad, por lo que había pasado entre ambos y lo que estaban a punto de hacer. Hanako y Teru se quedaron helados: habrían jurado que nadie iba acercándose desde hace un momento, ¿de dónde demonios había salido Aoi Akane? ¿Se habían entretenido tanto?—. No puedes llegar tarde, presidente Minamoto, tienes papeleo importante en la sala del Consejo...
Rápidamente y como un reflejo involuntario, Akane afiló más su vista, cuando notó a su querido presidente del Consejo Estudiantil tratando de disimular fácilmente lo que estaba haciendo con un gesto amable.
—¡No interrumpes nada! —gritó Hanako, completamente rojo hasta las orejas y arrancando así para empezar a soltar carcajadas nerviosas. El chico que acababa de llegar suspiró y rodó sus ojos, al ver lo malo que era mintiendo el chico de primer grado.
—Sí, no es nada, sólo parecía que Hanako tenía una basura en el ojo y me pidió ayuda para que se la quitara. —Encaró sin reparos el más alto, mostrando por primera vez una débil sonrisa en sus labios llena de amabilidad y nerviosismo. El joven que hacía un mal tercio ahí volvió a rodar sus ojos y colocó dos de sus dedos en el puente de su nariz y pidió paciencia, sonrió de forma casi alegre, e ignoró por completo a Hanako, sólo para enfocarse en el rubio. Pronto, esbozó una sonrisa sincera de enamorado y golpeó con ligereza el hombro del experto mentiroso.
—Bien, bien, presidente, vámonos ya —dijo sin más, empujando con una sonrisa divertida al chico para que avanzara. Luego, miró a Hanako y le sonrió de forma brusca y cínica, dilatando sus pupilas con alegría, porque había logrado generar extrañeza en su rival—. Tú también, vámonos. —Le indicó al menor, con un tono hostil. Antes de que el fantasma del baño pudiera protestar por su comportamiento de repudio hacia él, Akane lo hizo callar, posando uno de sus dedos sobre sus labios helados—. ¿Sí? —susurró, señalándose a él mismo con su dedo. Hanako entendió en parte a qué se refería, pero lo borroso lo seguía persiguiendo.
Simplemente asintió, y se dedicó a prestar atención al misterioso chico que se le hacía ligeramente familiar, viendo como éste caminaba para estar a la par del hermano mayor de Kou. Ahí lo notó: lo bien que encajaban ambos al momento de hablar, y como el presidente le mostraba a Akane una faceta que para él fue lejana, y él en cambio, sólo pudo verla hace unos segundos atrás, antes de ser interrumpidos. Apretó sus labios y sacudió su cabeza: sí, él ya estaba muerto, era cierto. No lo recordaba del todo, pero si en algún punto llegó a tener algo con Teru, ahora era historia. Primero debía de asegurarse de volverse humano, antes de poder iniciar un romance o crear lazos poderosos. Frunció el ceño y le dedicó una mirada al chico que caminaba unos pasos enfrente, sin poder voltear porque Akane no dejaba de darle sermones llenos de preocupación. Él suspiró y fue detrás de ellos. Primero debía volverse humano, no era necesario el amor en esos momentos, en esa situación tan crítica.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro