Capítulo 17: ¿Lo Recuerdas, Kou?
Capítulo dedicado a: kyle_bronte, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!
Kou no pudo evitar contener la respiración, mientras escuchaba con claridad una pequeña risa de Hanako cuando Teru lo regañó por algo insignificante. Algo lo estrujó cuando parecieron salir de la casa teniendo una trivial pelea extraña acerca del desayuno, y por fin, la puerta principal fue cerrada. Ahí por fin el más bajo suspiró, sus mejillas volvieron a encenderse de color rojizo y todo el miedo arremolinado en sus emociones de adolescente cayeron en picada. Sus mejillas se hicieron mucho más potentes en el color rojizo, no siendo suficiente que sus vasos sanguíneos lo delataran al caer sobre su cara de forma magistral, ahora llegó hasta sus orejas. Agradeció que nadie estuviera en casa, sólo su hermana menor, pero lo más seguro es que ésta estuviera durmiendo hasta que su madre llegara a la casa y la levantara para que se alistara para la escuela. Se deshizo poco a poco del cerrojo, suspirando con pesadez y dejando todo de lado. La respiración pesada acrecentó y se giró, de espaldas contra la puerta. Pronto, se dejó caer al suelo poco a poco, enrojeció con firmeza y sus labios temblaron.
—No es justo, Hanako, no lo es —susurró, mientras sus labios temblaban y se hacía bolita en su posición para refugiarse; más tarde, una sonrisa se le dibujó, con un pequeño gesto de nostalgia—. Hanako... Amane, ¿le quité la pareja a Teru-nii? —preguntó, no esperando nada realmente, sin siquiera saber por qué había llegado a esa confusión. Pronto, se sumergió en su mente, con sus pupilas dilatadas por el temblor que lo azotaba y aún sin poder bajar lo que le pesaba en el corazón.
«Mi nombre es Amane Yugi. ¿Así que eres el hermano menor del Otaku de Teru?», pensamiento borroso, corazón eclipsado. Un sonoro pitido llegó hasta sus orejas, se tuvo que sacudir y ponerse de pie de golpe para poder calmar ese molesto raro: había leído en algún momento que ese pitido tenía que ver con que una aparición quería jugar y así te llamaba; sin embargo, su hermano mayor le había confirmado que había sido por la muerte de una neurona, ¡las dos cosas se oían mal! Cómo sea, debía de alejarse de todo, dejar de pensar en eso.
—Amane... Yugi —suspiró su nombre, activando por fin su sentido perdido, sacudió su cabeza y todo su cuerpo tembló. Pronto, la indescriptible sensación de que alguien lo estaba penetrando desde la parte trasera se hizo presente: sintió que alguien lo estaba viendo. Él era el único, ¿qué demonios? Aguzó su vista de golpe, logrando captar en el reojo de su mirada, la silueta flotante de alguien vestido de hakama. ¡Suficiente para matarlo por dentro!—. ¿¡Quién está ahí!? —chilló de forma precursora. Se giró con brusquedad, embistiendo con firmeza todos sus temores. Se quedó helado, para alcanzar a ver a una copia exacta de Hanako frente a sus narices, con las manos atrás. Sólo había algo malo, algo muy malo: él no era Hanako. Sus ojos juguetones de color ámbar portaban egocentrismo, como los del Hanako de su sueño. Su sonrisa demostraba amabilidad a simple vista, pero estaba llena de furia si la ladeaba a un lado invisible. ¿Qué hacía ese espécimen ahí? Tragó grueso, no, no era Hanako, incluso su vejiga lo supo, cuando pareció responder al miedo y sus pantalones volvieron a ser inundados por la orina. Poca importancia le dio, sólo pudo retroceder, con el miedo atropellado en las facciones y el temor a flote. El menor sonrió y se acercó flotando poco a poco hasta él, mientras una de sus manos era estirada, buscando llegar hasta él—. Tú no eres Hanako...
—No lo soy, Kou —susurró, logrando acorralarlo contra la pared. Kou se sintió perdido, sintiendo el líquido corriendo por sus pantalones y su cara se puso pálida. El chico sonrió más, con total burla, al momento en que su mano fantasmal atravesó todo: no pudo tocar a su querido Kou—. ¡Ah, qué molestia! ¡No puedo tocarte! —soltó un puchero molesto, dejando en blanco a Kou por esas palabras: ¡ese fantasma ya no parecía tan aterrador, pero le seguía dando miedo!
—¿Tú qué haces aquí? Se su-supone que no eres real. —La respiración se le iba y venía, teniendo que suspirar de forma pesada, buscando no desmayarse.
—Sólo soy una proyección por ahora, no puedo salir del todo del mundo de los sueños. Soy un fantasma a medias, no puedo tocarte y tú no me puedes tocar a mí, ¡qué fastidio!, y yo que quería tocar a mi querido Kou —susurró en voz baja, acercándose lo más que pudo a él. El mencionado no pudo evitar repeler el acercamiento, colocándose de puntas y alzando su barbilla hacia arriba. Pero, había algo que había llamado su curiosidad.
—¿«Querido Kou»? ¿Tsukasa, de qué es-estás hablando? —El temblor lo acentuó, no sintiéndose seguro con él en ningún momento. Ni siquiera se dio cuenta de que pronunció el nombre del chico, o no lo hizo hasta que las facciones del Hanako de su sueño se llenaron de una sonrisa infantil y una carcajada similar a la de un niño llegó a parar sobre sus labios.
—¡Sí me recuerdas, querido Kou! —cantó con orgullo el más bajo, dejando que la euforia entrara con potencia a los oídos del rubio de mayor estatura. El susodicho negó con rapidez y arqueó sus cejas: quería encontrar la valentía entre su miedo asimilado.
—¡No sé de qué me hablas, tonto! ¡Te pido que me dejes en paz! —Lo retó con firmeza, con el enojo en primera plana y el miedo en segundo acto. Pronto se dio cuenta de que la sonrisa de la proyección de su mente que se escapó de sus sueños sonrió más y se empezó a elevar, logrando que, aunque Kou se estirara lo más que podía, el Hanako de su sueño logró hacer que ambos se miraran a los ojos.
—¡Me alegro que me recordaras, querido Kou! Escucha, no tengo mucho tiempo, antes de que el efecto de tu miedo que has vomitado esta mañana se acabe... sólo quería pasar a verte y hablar contigo. —Su mirada y gesto infantil soltaron esas palabras con simpleza, como si fuera algo pequeño y simple, como si fuera un niño mimado al que sus padres le compraron un juguete. Claro, esa faceta sólo fue eso: una faceta; ya que, el menor de los Minamoto no supo cómo ni cuándo, pero vio claramente como la distorsión de ese dulce chico llegaba hasta el punto de mostrar un enojo encerrado en sus facciones de ángel—. Ahh, no entiendo por qué vuelve a pasar lo mismo, otra vez te enamoraste de Amane. ¿Por qué lo hiciste, querido Kou? No es la primera vez que pasa, ¿sabes quién está en el corazón inexistente de mi hermano? —Guardó silencio por un breve lapso de tiempo, y disfrutó como nunca cuando el menor pareció no querer oír la respuesta.
—No lo digas, por favor —comentó, con un pequeño hilo de voz—. ¡No lo digas, idiota! —gritó más desesperado, cuando el chico movió con suavidad sus labios en busca de ignorar sus peticiones—. No hace falta que lo digas, es do-doloroso...
—Te advertí hace un año que él no existía. Estoy seguro, él no es real —declaró, borrando por primera vez su sonrisa y mostrando severidad en sus facciones de niño infantil. Pronto lo vio chasquear su lengua con desdén, cuando una de sus manos se empezó a derretir. Kou se asustó de manera eficaz, llegando a su mente la nítida imagen del Hanako de su sueño deshaciéndose en un líquido extraño—. Pero tú quisiste enamorarte, aunque Teru y Amane formaron una relación. Querido Kou, no te cul-...
—¡Cállate, cállate, cállate! —pidió a gritos, tapando ambos de sus oídos con sus manos y cerrando sus ojos, apretando sus párpados. No quería ver la desagradable imagen que se le presentaría a continuación, no quería escuchar las estupideces del Hanako de su sueño—. ¡Hanako es real, ¿me oyes?! ¡Él es real! —defendió, apretando todo con más fuerza, estrujando su corazón poco a poco y sintiendo como el sudor bajó por todo su rostro. Escuchó con rapidez la carcajada llena de esa pizca de un infante y lo cínica que sonaba entre risas encantadoras y se heló.
—Se me acabó el tiempo, niño. ¿Quieres saber quién es Amane Yugi, el robot que fue creado para remplazar a alguien llamado Tsukasa Yugi? —No importó cuánto trató de callar todo a su alrededor, las palabras dulces llenas de ansiedad del fantasma de sus sueños lo atravesaron como si no fuera nada—. Nos veremos en los sueños, querido Kou.
El pitido volvió a sonar, el pitido uniforme que indicaba el fin del receso en el que el Hanako de su sueño se comunicó con él y jugó con sus sentidos. Kou no hizo nada, o al menos no al instante, durante cinco minutos. Cuando por fin comprobó él mismo que su tormento había desaparecido entre la oscuridad de sus párpados entreabiertos, suspiró y respiró, intranquilo, bajando sus defensas, sintiendo a su corazón latir como nunca y se tiró al suelo, exhausto.
¿Qué acababa de pasar?
—Amane Yugi, Tsukasa Yugi —repitió esos nombres que nunca antes había oído, pero extrañamente familiares al soltarlos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro