Capítulo 16: Creo Que Sí
Capítulo dedicado a: migguku, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!
Precioso dibujo de multimedia creado por: Sultiko. Hace arte, ¡muchas gracias!
—Ya le dije a mis padres la situación. —Teru entró al pequeño cuarto de Kou, donde éste estaba recostado en su cama, tapado con las cobijas. Hanako estaba con sus orbes dilatadas, observando al chico que tenía justo frente a él. El de orbes azules dio un suspiro, mirando desde la posición en la que estaba al joven que parecía notablemente lleno de espanto encerrado en sus ojos ámbar, pero con una expresión relajada en sus facciones.
—Hanako. —Lo llamó con suavidad, viendo como éste se colocaba la camisa azul de la academia. El fantasma ensanchó una pequeña sonrisa de sus labios y alzó sus hombros, sus mejillas se inundaron de un pequeño color rojizo y se acercó hasta él.
—¿Qué pasa, joven? —preguntó con suavidad el chico de menor estatura, dejando que su mano llegara a caer sobre la frente del chico y le dio un ligero golpe—. Te quedarás aquí, ¿por qué estás enfermo? —cantó con sorna, golpeando de forma más notable su frente con dos de sus dedos, no buscando lastimarlo, pero sí con la clara intención de hacerlo rabiar.
Funcionó al instante, ofreciéndole al espectro un claro gesto de enojo por la molestia del chico. No fue raro que Kou pegara un grito, tomara de la mano al chico y se enderezara de la cama. Teru observó la escena y agrandó sus ojos como platos, un poco molesto porque su querido hermano no se estaba quedando quieto: se suponía que estaba enfermo, había vomitado, debía de guardar reposo.
—¡Deja de hacer eso, tonto! ¿No ves qué no me siento bien? —Gruñó por lo bajo, generando un campo de fuerza a su alrededor con un ligero gruñido. Hanako escuchó eso claramente, soltándose del mayor, inflando sus mejillas con suavidad y girando su cuerpo hacia otro lado. Pronto, al girarse, Hanako captó la mirada inerte de Teru que caía sobre él. Los dos se miraron por unos breves instantes, hasta que el rubio de mayor estatura arqueó sus cejas y dilató su molestia hasta el invitado que osaba molestar a su hermano menor; el invitado se sonrojó, tembló y bajó la vista al suelo. Kou dio un gesto en defensiva, sacando un bufido y volviendo a recostarse, tapando su cuerpo—. ¡Rayos, Hanako! Yo que soy tan permisivo contigo: la otra vez me mordiste el hombro en la noche y no te dije nada, siempre te me pegas mucho... la otra vez en la escuela te subiste arriba de mí, y no te importó que los demás nos vieran —acusó de forma imponente. Se tapó con las cobijas todo el rostro, dejando solo a Hanako en el malentendido que se había formado de pronto.
No fue extraño que Kou no se hubiera dado cuenta de que esas palabras se podían interpretar de dos formas: una que no buscaba nada de doble sentido, y otra que sí. Cómo era de esperarse, los adolescentes optaban por irse por el lado que no es muy limpio, y ése fue el caso de Teru y Hanako; mientras las pupilas llenas de sorpresa y el gesto de desagrado se iban inundando en el atractivo rubio, poco a poco el gesto de Hanako se iba tornando de color carmesí, hasta llenar toda su cara cuando se dio cuenta de que el mayor lo estaba interpretando de forma errónea.
—¡No es lo que tú crees, Teru! —chilló, sacudiendo su mano en señal de querer borrar todo el malentendido. El mencionado enmarcó una de sus cejas, se recargó del marco de la puerta de su hermano y aguzó sus sentidos.
—No me llames por mi nombre, pervertido —declaró, con un gesto completamente lleno de sorna en sus facciones. Teru estaba temblando por dentro, y no sabía por qué, pero creía plenamente que era por enterarse que su querido hermano menor (sí, el niño inocente e infantil que creía que había entrado a su primer año de preparatoria con la mente limpia), realmente no era tan puro como él creía que era, y que era mucho más activo sexualmente que él, ¡qué vergüenza!—. Eres mal ejemplo para Kou. Te prohíbo que duermas con él a partir de ahora.
Hanako arqueó sus cejas, dejando que su cara que todavía estaba ligeramente roja dejara escapar una pequeña burla. Ignoró por completo cuando Kou asomó tímidamente su rostro de entre las cobijas, lo miró molesto, inyectándole un enojo infantil, y acto seguido, se volvió a meter de nuevo entre su fuerte.
—Está bien, acepto. —Alzó sus hombros el chico, tratando de acallar un desesperado latido de su corazón muerto. Teru mostró inocencia por primera vez, y Kou volvió a salir molesto de sus cobijas cuando el fantasma del baño ya lo estaba cambiando tan rápido—. Déjame dormir contigo entonces, Minamoto-sama.
Teru se desconcertó por esas palabras, frunció su ceño y estaba a unos instantes de contestar. No pudo hacerlo, aunque quiso, porque el otro rubio se enderezó de golpe, apartando las cobijas de su cama, con el enojo acumulado y con un pequeño sonrojo en sus mejillas. Hanako dio un pequeño salto, al asustarse por lo bruto que era su supuesta pareja.
—Niño...
—¿Me vas a abandonar así, después de nuestro trato que hicimos en los baños de segundo? —Incriminó con la molestia a flote y tratando de ponerse de pie. Teru se heló, al volver a entender todo de forma errónea, Hanako volvió a estallar en rojo: ¡demonios, Kou, deja de decir cosas que se interpreten con doble sentido!—. Con todo lo que hemos pasado, ¡ya no podré casarme! —Encomendó, estallando en color rojizo al soltar esas últimas palabras. Ahora sí, el fantasma se giró hasta su amigo, quedándose quieto al mirar como Kou exageraba las cosas.
—¡Deja de decir cosas que se pueden malinterpretar! —chilló, corriendo hasta él y tomándolo de los hombros. El menor de los Minamoto ladeó su vista, sin entender nada de lo que decía y se dejó sacudir por el chico sólo por unos segundos—. Sólo bromeaba, no te voy a abandonar. ¿Por qué te abandonaría? ¡S-sólo quería molestar a tu hermano! —Lloró con dramatismo, revelando la verdad. Para darle veracidad a sus palabras, colocó sus frías manos sobre las mejillas del rubio para que lo mirara. Ahí le sonrió con suavidad, revelando la verdad cuando Kou notó que el chico no mentía. El menor de los Minamoto abrió sus ojos de par en par, al sentir un pequeño revoltijo de emociones en su estómago, sus mejillas se pusieron de color rojo y se sintió culpable por haber sido egoísta hace unos segundos atrás.
—Perdón... —susurró, observando a los dos orbes que no dejaban de mirar a Kou. Había sentido celos de forma apresurada, después de darse cuenta de que no quería que Hanako durmiera en el cuarto de Teru—. Fui egoísta, perdón, fui un tonto.
—Sí, lo fuiste, los celos son malos, niño —aconsejó con una sonrisa infantil, empezando a aplastar las mejillas del chico con suavidad. Kou aguantó el toque porque sabía que era su culpa... los celos son malos. Nunca los había sentido, y no quería volver a sentirlos. Porque no eran agradables, y Hanako se había portado un tanto incómodo por su actitud.
—Perdón, Hanako. —Se volvió a disculpar, dejando que sus pupilas temblaran. Qué raras eran todas las nuevas emociones que estaba sintiendo.
Teru observó lo que pasaba, encarando y guardando en su interior lo que había notado: a Kou le gustaba Hanako, por algo eran novios. Hanako parecía a gusto con su hermano menor, abriéndose paso a paso y sabiendo lidiar con sus celos infantiles. Él, estaba en el marco de la puerta, salía sobrando en la situación. Era obvio, estaba decidido: él sólo era un mal tercio. Él no quería romper la felicidad de su hermano, no quería ser un egoísta.
—Kou, mamá llegará pronto de su turno nocturno, ella te cuidará —ordenó Teru, rompiendo el ambiente. Sintió un nudo en su garganta cuando el mencionado lo volteó a ver, y trató de ignorar los ojos divertidos de Hanako que escurrían en su corazón de forma tentadora—. Hanako, deberías de darte prisa. Te esperaré abajo para ir a la academia.
—Sí, Teru-nii.
Teru se giró con rapidez, y se apuró para salir del lugar donde sólo se sentía débil. Hanako lo vio alejarse, y como un gesto instintivo, sus pies quisieron ir detrás de él. Kou notó las acciones del fantasma, viendo cómo se contuvo por una especie de cordura, que no le impedía ir a escarbar el pasado, sólo bajó la vista y apretó sus dientes.
Hanako no quería ir detrás de Teru Minamoto, porque sabía que, si lo hacía, probablemente terminaría destapando la cloaca y saldría el desagüe hecho inundación con nombre similar al primer amor. Debía de enfocarse en terminar el juego, sólo eso: Dios le había hecho una promesa, y él haría lo posible por cumplirla. Luego, miró de improviso a Kou y sonrió, también lo salvaría a él de sus pesadillas y de Tsukasa.
—Kou, yo soy real, ¿verdad?
Kou lo escuchó atentamente, con la curiosidad al borde. Hanako bajó tímidamente la vista al suelo, el mayor parpadeó y no entendió su cuestión, pero no dudó en sonreír.
—¡Sí lo eres! ¿Por qué no lo serías? —exclamó con una sonrisa inocente y simple. Hanako se sorprendió y quiso indagar a la afirmación del chico.
—¿Por qué lo crees? Estoy muerto.
—No creo que estaríamos hablando si tú no fueras real. —Volvió a responder con simpleza. Para darle veracidad a sus palabras, se puso de pie torpemente. Hanako se preocupó al verlo hacerlo y trató de tomarlo de los hombros, pensando que podría estar mal. No pudo hacerlo, ni siquiera se acercó, porque el rubio se apoderó de su cuerpo, dándole un abrazo. Las pupilas en forma de luna menguante se abrieron de par en par, sintiendo la calidez del cuerpo humano, sintiendo todo revolverse en su cuerpo. Kou lo apretó más y dio una pequeña risa amigable—. No sé por qué dices eso, pero yo te siento muy real.
—Kou...
—Si pudiste sentir mi abrazo, si has sentido miedo, tristeza, alegría, euforia, quizás algo romántico por Nii-san, lo veo algo bueno —susurró, separándose de él poco a poco. Hanako lo escuchó atentamente, todavía con la sorpresa de su acción anterior, porque justamente el chico que le había pedido que no invadiera su espacio personal, ahora era él quien se lo invadía—. Cualquier persona real sentiría eso, las emociones son reales, tonto. —Sonrió con torpeza, juntando dos de sus dedos y formando un tache—. Quién sea que te haya dicho esa mentira, es un imbécil —finalizó, antes de darle unos ligeros empujones al chico que se había perdido por tales palabras. Hanako se percató entre su abrumado gesto dubitativo, que había sido sacado del cuarto.
—¿Niño? —interrogó, al ver el rostro completamente rojo del chico que ahora tomaba la perilla de la puerta para poder cerrarla en sus narices—. ¿Qué te pasa?
—¡Nada!, sólo tengo que pensar en algo. Me siento un poco raro cuando estoy contigo. —Dedicó esas palabras inocentes, a punto de cerrar la puerta. Hanako se lo impidió, deteniendo la puerta a medio camino con su brazo, con la sonrisa a flote y listo para molestarlo.
—¿No será qué estás enamorado de mí? —Se mofó de él, no buscando en ningún momento ser cruel con el humano o algo parecido. El chico de mayor estatura paró en seco por la afirmación, abriendo sus ojos como platos y dejando que los latidos de su corazón se acrecentaran, la respiración se le fue y no pudo evitar cerrar sus ojos por la estupidez que estaba a punto de hacer.
—¡Creo que sí! —gritó el chico de orbes azules, antes de cerrar la puerta y ponerle seguro. Hanako se quedó quieto, esperando antes otra reacción que ésa: quería escucharlo molestarse, no afirmarlo de forma indecisa.
Un pequeño color carmín inundó sus mejillas, hizo un puchero y quiso llevar puesto su gorro negro para tapar su cara que iba aumentando en color rojizo mientras la inexistente sangre en su cuerpo, parecía regresar a su cara. Luego, sonrió torpemente y se alejó del lugar, no atreviéndose en ningún momento a atravesar la puerta como un fantasma para verlo, no sabría qué decirle, de todas formas.
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