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Capítulo 14: Sonrisa Real

Capítulo dedicado a: XoXNubeXoX, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!

Nota: Cabe aclarar que esto es una disculpa sincera, ya que no estoy acostumbrada a hacer notas en mis historias, pero ahora lo haré porque lo vi necesario: antes en las aclaraciones había dicho que sería más comedia que nada, pero lo siento mucho, le meteré drama e historia. He tenido dos borradores de esta historia, y aunque al principio sólo iba a ser simple, quiero probar en otros géneros.

Teru se creía un tonto, uno muy grande, cuando el Sol empezó a iluminar el nuevo día y el rubio no pudo hacer nada más que contener la respiración al repasar en su mente lo que había soñado. Sintió su corazón latiendo con fuerza, sus mejillas se pintaron de un tenue carmesí y hundió su rostro entre las cobijas: ¿qué había sido ese raro sentimiento? ¿Por qué había soñado con Hanako? Observó el techo y se reprendió mentalmente, cuando sus mejillas temblaron y algo se movió dentro de su cuerpo. No, era horrible, él lo sabía: ¿por qué demonios había soñado con el novio de su hermano? ¡El aire se había sentido romántico, no, no, no! Y lo peor es que esa situación ya la había vivido, como si de un recuerdo confuso se tratara, sí, Teru estaba seguro de haber estado reprendiendo el año pasado a alguien por saltarse las clases, pero era tan confuso que creyó haberlo olvidado. Sí, eso debió ser, posiblemente por algún juego de su mente había caído rendido antes que estar cuerdo, sí, por favor, qué sea eso.

Se puso de pie, haciendo sus cabellos para atrás, dejando su frente descubierta al apartarlos. Suspiró con pesadez y se puso de pie, se colocó sus pantuflas y se empezó a deshacer de su pijama de rayas color azul, para llegar hasta el gancho donde estaba colgado su uniforme. Al tomarlo, tembló, mirando con sus potentes ojos azules su uniforme.

—En mi sueño Hanako no llevaba su corbata, y tampoco se abrochaba la camisa —pensó en voz alta, mordiendo sus labios al darse cuenta de que evidentemente había algo raro entre todo ese sueño: aparte de parecer querer robarle el novio a su hermano, se le hacía más curioso todo lo que albergaba en su corazón con un simple «sueño»—. Kou no era el correcto, era yo... —susurró, sin darse cuenta de lo que decía al estar tan ocupado deshaciéndose de sus prendas.

La piel se derritió, sus pupilas cayeron como cuencas luminosas y sus mejillas se tornaron azules, las carcajadas siniestras llegaron hasta su corazón, Kou tragó aire, al darse cuenta de que todo regresaba en sí en la mañana. Se paró de golpe, con el miedo acumulado en sus orbes azules y tragó en seco lo que sea que lo aprisionaba. Había sido un milagro que se hubiera podido dormir después de tremenda pesadilla rara que había tenido la noche anterior. ¿Realmente era Hanako, o era alguien más? Los mismos ojos curiosos de color ámbar, los mismos cortos cabellos azabaches, la misma estatura y la sonrisa pícara de siempre. Pero no era lo mismo, estaba seguro: había visto maldad en su mirada, combinada, por supuesto, con desdén y egocentrismo. Además de todo, ¿quién era Amane? Lo había mencionado el Hanako de su sueño, mientras todo temblaba en su interior. Incluso las heridas habían sido reales...

Abrió sus ojos como platos, al recordar las heridas que se había hecho en el brazo por algo que ocurrió en su sueño, una experiencia aterradora, paranormal, que acababa de vivir. Buscó con la mirada las quemaduras de sus brazos que se habían colado a la realidad. Revisó su nívea piel, de un lado a otro, de un extremo a otro, y no halló nada. Su piel no parecía con signos de cicatrices y tampoco tenían algún desperfecto. Sintió un escalofrío recorrerlo, sus mejillas de pusieron pálidas y se sintió morir en ese mismo instante.

—Buenos días, niño. —La suave voz del chico se presentó en el ambiente, dando un suspiro real de haber descansado muy bien, tras halar con sus propios brazos un estiramiento bastante cliché. El estático Kou giró lentamente su cabeza hasta el más bajo, sintiendo el miedo innato al chocar miradas con el inocente rostro del fantasma.

A su mente llegó el recuerdo efímero de cómo llegaba a escurrirse todo el rostro del menor, como un líquido espeso que quemaba como la lava. Un grito escapó de sus labios, el temblor lo inundó y todo su cuerpo tembló: ¡no, no te destruyas! ¿¡Por qué la piel de Hanako se empezaba a pelar!? Tragó en seco, sintiendo una arcada llegar hasta su garganta: el vómito llegaba. Se aguantó, posicionando ambas manos sobre su boca, ¿por qué le ocurría eso? Sólo había sido un sueño. Su cuerpo había empezado a temblar y sus mejillas cada vez se secaban de su color vivido.

—¡Niño! —habló con voz preocupada el más bajo, poniéndose de pie de golpe y empujando al mayor de su cama. Suspiró con pesadez, abriendo la puerta del cuarto de golpe y conduciendo a una extasiado Kou hasta el baño—. ¡Resiste, resiste! —Hanako se quedó helado, cuando lo logró acompañar al cuarto y lo logró ver expulsar un líquido verdoso de la boca: sus pupilas en forma de luna menguante se abrieron de par en par, recordando que no habían cenado nada de ese color o con esas propiedades para sacar eso como resultado. Se mostró crédulo, hasta que el agua empezó a llegar de lleno de sus labios y Kou se ahogó entre la tos. Hanako observó el líquido, con todo el miedo atropellado en su rostro.

«¡No puede ser!», todo dentro de él tembló.

«Oye, Amane, ¿lo sabías? La mayoría del cuerpo humano está hecho de agua. Oh, maldito Amane, no eres un humano, lo , ¿ lo sabes?», un pensamiento enterrado salió a la luz, al recordar esas palabras saliendo de los labios de un monstruo asqueroso.

Lo tenso dejó todo al instante, cuando Minamoto suspiró con pesadez, respirando con tranquilidad y mirando la taza del baño.

—¿Ya estás mejor? —cuestionó, extendiendo un poco de papel al chico para que se limpiara la boca. El mayor lo recibió y empezó a limpiar sus labios con el papel, y se alivió de sobremanera al alzar su vista al chico y la sensación se fue; de hecho, ya no recordaba por qué había sentido repulsión hace unos momentos: ¿habrá comido algo que le hizo daño?

Cuando el menor de los Minamoto se sintió seguro de lo que ocurría a su alrededor, regresó de golpe a su anterior situación, mirando nuevamente sus brazos.

—Hanako, no sé por qué, pero ayer me desperté en la madrugada. Creo que soñé con algo aterrador, y tuve la sensación de haber visto y sentido mis brazos quemados al despertar —atribuyó sus pesares mordiendo sus labios y bajando la vista al suelo—. Pero creo que fue una alucinación.

Aunque el menor quiso hacer una broma, simplemente no pudo hacerlo. Posó sus manos atrás de su espalda y sus pupilas temblaron, al bajar la vista y apretar sus puños contra su uniforme negro. Apretó sus dientes con fuerza, sintiéndose culpable de que sea él uno de los puntos fuertes de Tsukasa para seguir viviendo. El infantil rubio ingenuo no sabía lo que ocurría: Tsukasa se estaba alimentado del miedo de Kou; tras pasar un tiempo, él podría estar libre.

Y el juego de Dios empezaría...

Y él no podría protegerlo, ni protegerse a él mismo. Sus labios temblaron, y se aguantó las ganas de llorar, al comerse las lágrimas con sus bellos ojos ámbar. Sacudió su cabeza, dejando en blanco al chico que lo acompañaba. Un escalofrío lo inundó, apaciguó a su corazón al mirar a los ojos al humano y estabilizó un poco su tranquilidad.

—¿Hanako?

El mencionado sonrió con torpeza.

Kou le prometió protegerlo.

Un latido.

Sus mejillas se tornaron carmesí.

Otro latido.

Se sintió vivo por primera vez.

Otro latido más.

El corazón del menor pareció latir tres veces, y volvió a parar.

—S-sólo fue un sueño, niño joven. —Agudizó esas palabras, buscando hacer enojar al rubio y que éste se dejara de preocupar. Sin mucho esfuerzo lo logró, sacando un gesto de desconcierto al mayor.

—¿¡Ah!?, ¿de qué hablas, tonto? ¿Soy un niño o un joven? Deberías de deci-... —Guardó silencio de golpe, al sentir las manos frías del chico envolviendo su cálida mano, se quedó mudo, y el color rojizo llegó hasta sus mejillas con suavidad, cuando el chico se acercó a él y le sonrió con libertinaje cuando sus narices rozaron por unos breves segundos—. ¿Hanako?

—Sólo fue un sueño, no es real. —Atiborró de sus labios su pequeña sonrisa temblorosa. Kou se sintió feliz y un poco extraño, no entendía de qué hablaban, pero la sonrisa que Hanako le había mostrado era verdadera—. Si tienes miedo en las noches, puedes apretar mi mano. ¡No creo que el monstruo me vaya a hacer nada a mí! —consoló, pero sabía de sobra que Minamoto ya no entendía bien su significado: al expulsar el miedo de su boca, había olvidado la mayoría del sueño, sólo recordando las sensaciones borrosas en su cuerpo. A pesar de todo, logró sacar una pequeña sonrisa al rubio. Hanako se tiñó de un suave color rojizo, al notar una carcajada saliendo de los labios de su acompañante—. ¿Qué? ¿Qué pasa, joven?

—¡Sabía que podías sonreír de verdad! ¡La otra vez te vi sonreír así en la azotea, pero no lo volviste a hacer! M-me habías preocupado todo este tiempo... —aseguró entre una carcajada alegre. Hanako abrió sus ojos con total sorpresa, dejando que sus mejillas se llenaran de un honesto color rojizo que no tardó en llegar hasta sus orejas.

—¿Qué cosas dices, joven? —chilló con egocentrismo, queriendo no esconderse en alguna parte de su mente lo que había creído: ¿había sido sólo su interpretación, o eso había querido decir que Minamoto Kou le prestaba atención? ¡Qué raro! Todo ardía y sentía un vuelco en su corazón. Y todo empeoró, cuando Minamoto logró sacar una sonrisa sincera que siguió con una carcajada—. Kou, n-no te rías.

—¡Es q-que estás rojo! —Se excusó, dejando que sus mejillas poco a poco se vuelvan del mismo color que portaba Hanako.

Mientras tanto, las irises de Teru estaban completamente dilatadas, mirando el suelo y parando la oreja. Sus labios temblaban y se recargaba contra la pared del baño, había ido a auxiliar a su hermano, al oír el alboroto que habían armado y las arcadas de Kou en el pequeño cuarto de baño. Llegó tarde, lo supo, al oír la palanca del baño desechando todo, pero no fue tarde para completar entre sus oídos su momento romántico. Algo lo estrujó por dentro, como si se le clavaran mil estacas.

—Kou no era, era yo —susurró, doblando sus cejas hacía abajo y dando un respiro. Agitó su cabeza, al darse cuenta de que había dicho una palabra sin sentido, pero no pudo evitar quitarle importancia: debía de ser el hermano mayor de Kou ahora que al parecer éste se sentía mal, no un extraño rival en una figura amorosa forzada—. Kou, ¿estás bien? —Recuperó su compostura al entrar al pequeño cuarto de baño, dejando su corazón escondido para que no fuera visto.

¿Ahora tenía que jugar al hermano mayor bueno y al cuñado del joven azabache?

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