Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 10: Recuerdos Azucarados

Capítulo dedicado a: Sekuxshi, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!

—¡Se van a casa tan temprano, ¿eh?! —habló una azabache, algo cercano de Kou. Los dos jóvenes asintieron con suavidad, un poco aturdidos por el gesto dolido de los tres amigos del mayor. Pero simplemente el más alto no indagó en el tema, porque realmente estaba bastante cansado.

Minamoto no podía decir que estaba del todo agitado, pero podía asegurar de forma verídica que no había dormido bien en la noche: toda la noche había caído contra él un desconocido que reía y reía, mientras hablaba entre barullos divertidos y parecía disfrutarlo. El Hanako de su sueño era juguetón y sádico, mientras decía algo de haber «tocado a alguien y jugado con él». Cuando Kou quería debatir con ese raro protagonista de su sueño, el menor simplemente reía y le afirmaba que él no sabía nada. ¡Por supuesto que no sabía nada! ¿Cómo sabría algo de un sueño muy raro? Sin embargo, y a pesar de todo, Kou había tomado todas sus clases con total normalidad (saltándose los pasos que tuvo que pasar para hacer que Hanako no se saltara las clases y tampoco lo persuadiera a no asistir).

La situación actual era el chico despidiendo a sus amigos, mientras el azabache se aferraba a su brazo y de igual forma se despedía de ellos con más timidez. El menor de los Minamoto no lo sabía, pero era bastante raro que el fantasma sea tan cohibido con todos, excepto con su profesor, Mitsuba y con él. Era raro.

El de pupilas rosas sonrió, acomodando el lente de su cámara y acomodando sus zapatos con unos golpes y contempló la escuela: hoy le tocaba Club de Fotografía y tenía que regresar adentro cuando la campana sonara.

—¿Se irán ahora? ¿Tienen algo que hacer? —Mitsuba soltó un puchero, mientras se tapaba la boca con las mangas de su suéter escolar. El chico de uniforme desarreglado suspiró, y simplemente asintió. El de cabellos rosados recibió esa respuesta y soltó una risa divertida. Hanako entendió su doble sentido y sonrió, soltando el agarre del chico y acercándose al amigo de su «novio».

—Ya sabes, las parejas tienen necesidades —alardeó el de orbes ámbar, señalando con sus dedos un pequeño círculo. Mitsuba rio, y Kou sólo pudo pensar que ambos se llevaban bastante bien. Más tarde se sobresaltó, cuando los dos jóvenes giraron a la par, observando con burla al único que salía sobrando en la conversación para mayores de edad—. ¿No es así, cariño?

—¿Eh? —No entendió para nada de lo que hablaban, pero se aventuró a hablar, al notar la mirada divertida que le dirigía Hanako, que decía en silencio algo así como: «no sabes de lo qué hablamos, ¿verdad? Eres raro, niño»—. Sí —susurró, inseguro. Los dos empezaron a reír a carcajadas.

—¡Oh, así que van a ir a ya saben dónde a hacer ya saben qué! —gritó Sousuke, un poco asqueado e incómodo con eso, pero tampoco perdía la oportunidad para reírse.

—¡Sí, sí! —contesó inocentemente el joven de hebras negras, agitando su cabeza de un lado a otro con rapidez. Ahí Kou creyó conectar los puntos.

—Sí —continuó con la plática, sacando otra risa a ambos. El de mayor estatura no sabía qué les daba tanta risa: sólo iban al supermercado a comprar los ingredientes para hacer donas. No había nada de gracioso si lo pensabas.

—Van a hacer cosas sucias. —Se limitó a decir su amigo.

—No son sucias, sabrán bien —afirmó el rubio, cruzándose de brazos.

—Sí, sabrá delicioso —afirmó Hanako. Kou volvió a protestar.

—No será una, serán varias.

La campana sonó de pronto, apagando las risas de ambos chicos de golpe. Mitsuba dio un carraspeo y sacudió su cabeza, su sonrisa fue suave y fácil, para alzar su mano y girar su cuerpo hacia la dirección de la puerta del instituto.

—Lo harán como un vídeo porno, ¡qué pervertidos, me voy! —respondió como despido, antes de caminar con rapidez hasta las instalaciones. El espectro infló sus mejillas y empezó a reír sin reparos.

—¡Sí! —Dio una risa el de hebras amarillas, riendo con suavidad para tratar de entender el chiste por el cual moría de risa Hanako—. ¡Cómo un vídeo por-...! —Paró de golpe, por fin logrando unir todo. Tan tarde—. ¿Qué? —pidió una explicación al aire, dejando que su cara se pintara de colores. Hanako ensanchó su sonrisa.

—Eres lento, niño —admitió el de cabellos negros, alzando sus hombros y mirando al chico que iba directo al Club. Luego fue inevitable no pensar que quizás necesitaba hacer amigos para regresar a ser humano.

Era una posibilidad.

La cara de Hanako no tenía precio, no podía ser comparada con absolutamente nada, a lo mucho el infantil gesto de un niño que acaba de encontrar algo que le gustaba. Literalmente así era en esos momentos: ojos abiertos de par en par, encarando la alegría de querer comer las donas que Kou había preparado exclusivamente para la cena de hoy.

—Iré a avisarles a todos que ya es hora de la cena. Puedes empezar a comer cuando quieras. —Atiborró sus pesares, mirando el reloj que estaba en la cocina: si no mal recordaba, Teru ya debió de haber regresado hace cinco minutos de su junta del Consejo Estudiantil, y tenía la corazonada de que los demás miembros de su familia estaban en la planta alta, o al menos su madre y hermana—. Sabes dónde están la leche y los vasos. —Señaló el refrigerador y la alacena donde colocaba los vasos. El azabache simplemente ensanchó su sonrisa burlona y le dio ligeros golpes en la espalda para que se fuera y no se preocupara por él.

—Sí, mamá, sí. Ve a hacer lo que tengas que hacer —aludió, dando un último empujón y tomando una dona en el acto. La miró con cariño, y no tardó en darle una gran mordida: sus pupilas se iluminaron y posó una de sus manos en su mejilla. El mayor lo observó, y se sobresaltó cuando el fantasma del baño correspondió la mirada y le sonrió, ahora sí de forma sincera—. Gracias por la dona, niño —agradeció, llevándose otro pedazo grande a su boca. Kou se ruborizó por el agradecimiento y apartó la vista.

—N-no importa, Hanako. —Completó la plática, mirando de forma acusadora al de cabellos en corte de hongo, no dejando que se le escapara en ningún momento como éste se ahogaba por tragar rápido, golpeando su pecho con fuerza—. ¡Te dije que te sirvieras leche, tonto! —exclamó, mientras corría hasta él y le servía un vaso de leche casi a la velocidad de la luz, tras sacar el líquido del refrigerador y el vaso.

—¡Ah! Sentí que moriría de nuevo —declaró, sacando un suspiro de alivio y una tranquila alegría entre su sonrisa. Más tarde, no dudó en agradecerle al chico a su manera: sus maneras eran impredecibles—. Pero sé que seguiré bien si me quedo contigo, dijiste que me protegerías, ¿no, joven? —coqueteó, dejando el vaso en la mesa y sonriendo con total juego. Los dos se miraron a los ojos, pero sólo los azules fueron apartados con rapidez tras recordar lo que le había prometido no hace mucho. Enrojeció de golpe y miró a otro lado, sacando una risa escurridiza a los labios fríos del espectro.

No supo qué responder, su corazón latió rápido y sus mejillas y estómago era recorridos por un cosquilleo. Sólo pudo atinar a ladear su vista hacia otro lado: sí, le había prometido que lo protegería, pero, ¿por qué tenía que sacarlo justo ahora?

—¡Iré a hablarles a todos! —Se excusó con algo que realmente era razonable, girando su cuerpo de golpe y corriendo por las escaleras, cuidando de no caer en sus emociones o tropezar en los escalones de la vida.

—Ese niño... —suspiró con cansancio, dando un respiro al tomar el cartón con leche y servirse más en el vaso. Mordió de nuevo la dona, volviendo a pensar de forma notoria que todo era bastante extraño: se sentía protegido en esa casa, se sentía bastante apegado a Kou; su hermana menor lo irritaba, pero tampoco la odiaba; Teru era alguien a quien le temía, pero creía que no era tan malo, era de su edad; y los padres no los veía muy seguido, así que no podía sacar conclusiones rápidas. Sonrió sin querer.

Casi en ese mismo momento, la puerta de la casa principal fue abierta. Hanako aguzó su oído, deseando que fuera el padre de la familia Minamoto y no quien él creía que era. Todos se desmoronó, al alcanzar a escuchar las palabras entre dientes de lo que haría al día siguiente en el Consejo, saliendo de una voz juvenil. Hanako maldijo su suerte y miró hacia el techo: acababa de llegar el chico que lo ponía nervioso.

—¡He llegado!

—Bienvenido. —La voz saliendo de los labios de Hanako fue leve y aguda, mirando hasta abajo y tratando de llenarse la boca con su dona para que no pudiera hablar con él. Teru le sonrió al verlo en el comedor, se acercó hasta el lugar y colocó sus cosas en una silla y se sentó en la otra, Hanako se volvió a atragantar al ver que ambos estaban juntos... solos. El rubor lo inundó, y se puso tenso cuando el mayor lo tomó del hombro y le ofrecía la leche.

—¿Estás bien? —interrogó, un poco más tranquilo cuando el más bajo volvió a tomar un trago a la leche y dejaba pasar todo lo atascado. El azabache se sintió patético—. No deberías de meterte todo a la boca, un día morirás ahogado.

—No creo que ésa sea la causa de mi muerte —aseguró, sin siquiera tartamudear. Esa vez estaba seguro, su muerte había sido por un suicido, no por ahogarse por una dona. ¡Sería una patética forma de morir! Pero su muerte real había sido una cobardía de su parte de igual forma.

Teru se quedó estático, sin entender nada de lo que decía. Al final, dio una pequeña carcajada, al creer que se trataba de una broma. Hanako se ofendió al principio, pero entendió que de cierta forma él no sabía que era un espectro. Quién sabe qué haría si lo supiera.

El mayor de los Minamoto dejó de reír de pronto, al atrapar con sus ojos las donas que estaban en una bandeja sobre la mesa. Hanako temió de que sus donas fueran arrebatas por ese monstruo amable, pero también fue precavido con la visión futura de un Kou regañándole porque claramente eran para todos los de su familia, y, sobre todo, recordaba vagamente que había más donas en la cocina.

—¿Las hizo Kou?

—Sí.

—¿Puedo tomar una?

—... —vaciló, incómodo, pero no dudó en apiadarse de la mirada de antojo que Teru le dirigía a sus tesoros—. Sí. —Apenas dijo eso el menor, el mayor metió su mano en el plato, tomando una entre sus manos y sonriendo con aire satisfecho al darle una pequeña mordida.

—Delicioso —habló entre dientes, sin sacarse la dona. Hanako lo miró y sonrió sin querer, al verlo comer con tanta gracia: él parecía entender la belleza de las sagradas donas. Teru giró su rostro hasta el más bajo de pronto. Los dos se correspondieron en mirada, y Teru pareció endurecer un poco sus facciones—. ¿Te has saltado las clases últimamente, Amane-san?

El mencionado se quedó en blanco. Sus pupilas se dilataron, sudó frío y un escalofrío lo recorrió. Empezó a temblar sin querer, ¿él cómo sabía? ¿Él cómo lo sabía...? No tenía idea de qué era lo que pasaba, ¿por qué él sabía eso? ¿Por qué sabía su nombre?

«¿Te estás saltando una clase, Amane-san?», un vago recuerdo llegó a su mente: dos chicos atrás de la escuela, uno asustado y el otro con la autoridad escolar al límite. Uno era rubio y alto y el otro un azabache de estatura baja. La dona resbaló de su mano, cayendo en seco contra la mesa. Teru notó eso, y le fue imposible no preocuparse.

—¿Estás bien?

—Sí —contestó, tomando aún con sus temblorosas manos el pan, sonriendo de forma forzada para disimular; acto seguido, una de sus manos se empezó a mover sus manos—. ¿Qué dices, Teru? Yo no me salto las clases. —No mintió, esas últimas dos clases que había tenido al estar muerto no se las había saltado. Vivo ya era otra historia—. Puedes preguntarle a Kou, voy en el mismo salón.

—No te preocupes, confío en ti —contestó, un poco preocupado de que haya parecido bastante ruda su expresión. Hanako la notó, pero no era lo que él quería exactamente. Él quería encontrar una mentira entre su rostro, saber que estaba jugando con él y sabía algo: no lo halló. Teru no lo hacía con mala intención.

—¡No pasa nada! —comentó, moviendo sus manos con rapidez. A su vez, el salvador de Hanako había llegado, bajando las escaleras de forma más calmada y con una pequeña niña dando una sonrisa a ambos al verlos—. ¡R-recuerda, mi nombre es «Hanako»! —Sonrió de forma falsa, al notar el desconcierto de Teru por haber cometido el mismo error.

Kou percibió a lo lejos su falsa sonrisa, sus falsas emociones en la máscara de su rostro y bajó la vista, un poco triste por él.

—Lo siento. —Se disculpó el hombre, un poco agitado por su error.

Todo era bastante complicado.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro