Capítulo 08: Dudas
Capítulo dedicado a: JSHK-Natsuhiko, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!
—¿Por qué no quisiste ir a la enfermería? —preguntó el mayor, notando como Hanako extendía una sonrisa y restregaba sus ojos llorosos con sus manos. El menor simplemente sonrió, y miró con nostalgia hacia abajo: era bastante alto el edificio. La azotea no era un buen lugar para dejar la puerta abierta por descuido de un profesor, ya que podría ser una oportunidad para un cobarde que ya no quería vivir, pero también podría ser una mina de oro para estar ahí sin ser molestado por los demás.
—¿Qué creías, joven? ¿No crees que será extraño que no se oiga mi corazón, y que esté bastante frío para una enfermera? —preguntó lo obvio, dejando que Kou se acercara a él y se recargara contra las rejas
—¡Oh, había olvidado que no estás vivo! —gritó, sorprendido de su propio descuido. El fantasma arqueó una de sus cejas y lo miró, con un poco de ofensa. Kou se percató de eso, y se vio en la necesidad de disculparse. No lo hizo, al notar la sonrisa agradecida de Hanako como vista final.
—¿Qué te pareció mi actuación para huir de clases? —Infló su pecho de orgullo, dejando que de su nariz saliera un aire altanero. El menor de los Minamoto suspiró, dejando que sus pupilas azules se acoplaran bien al ambiente: el cabello del azabache se movía con suavidad por el viento, mirándolo y alternando a la vez con el enorme patio de abajo. Realmente parecía alguien vivo, una idea torpe de que posiblemente parecía un chico humano, uno simple y triste.
—Lo que dices es mentira. Sé que algo te afectó.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque te conozco mejor que nadie —aludió, uniendo su mirada con la de él. Hanako estaba a punto de protestar, pero Kou dejó escapar una risa—. Bueno no, apenas y te conozco, pero siempre quise decir esa frase.
—Ya me habías asustado, niño —chilló el de menor estatura, dando un pequeño golpe al susodicho. Kou lo recibió y terminó por sonreír—. Eres tan infantil, dices bromas raras, tan mal hechas. Te pareces a tu hermano en ese aspecto. —Gruñó, bajando la vista y ensanchando una sonrisa.
—No te burles de Nii-san como si lo conocieras desde hace años —defendió a su hermano el rubio, cruzando sus brazos y dando un bufido satisfecho de sus labios. Hanako quiso decir algo, pero no lo hizo, simplemente alzó su vista al cielo y volvió a sonreír: ahora podía ver el cielo con libertad, no a través de una ventana en el baño como siempre. Ahora podía ir de un lado a otro, no estaba encerrado en el baño ya—. ¿Cuántos años tienes? —cuestionó el de cabellos rubios de pronto, empezando a jugar con sus pies. Realmente el de mayor estatura sentía curiosidad por el más bajo, y Hanako se dio cuenta. Su gesto era sincero, e incluso había un pequeño rubor en sus mejillas delgadas, eso lo hizo sonreír, y también lo hizo decidirse de forma instantánea para contarle una parte de lo poco que recordaba.
—Tengo dieciséis —contestó con orgullo. El de ojos ámbar miró a Minamoto, listo para seguir la conversación. Se congeló, al ver como Kou se aguantaba las risas tras inflar sus cachetes—. ¿¡Por qué te ríes, joven!? ¿¡Qué es tan chistoso!? —gritó, mientras empezaba a flotar y le daba unos cuantos golpes en la espalda al más alto.
—¡Tranquilo, Hanako! —pidió Kou, haciéndose a un lado después de haber disimulado lo mejor que pudo sus risas. El espectro dio un resoplido de furia y un ligero lloriqueo, antes de hacer una maniobra con su cuerpo y lograr colocarse de cabeza, mirando a la cara al joven. Kou abrió sus ojos por la sorpresa y apartó su cara un poco ante la cercanía.
—Cariño, ¿por qué te burlabas? —Las palabras fueron una mezcla de coqueteo y molestia. Minamoto ya no supo qué pensar, simplemente alzó sus hombros y dibujó una diminuta curva hacia arriba.
—Se me hace raro, tú eres mayor que yo por un año, pero soy más alto que tú. —Encaró sin tacto, con un toque inocente que sólo hizo enojar a Hanako. Un golpe suave, pero lo suficientemente doloroso para que Kou se sorprendiera al sentir el tacto y mirara como la ofensa se plasmaba en los rasgos infantiles del espectro. Eso lo orilló a sentirse un poco mal—. Lo siento, pensé que estabas bromeando.
—¿Por qué estaría bromeando? —Alzó sus hombros en señal de cansancio. Acto seguido decidió conseguir su venganza: con un gesto divertido en su cara lo tomó del mentón, sonriendo con picardía lo obligó a acercarse más a él, aún de cabeza—. Morí hace un año, ¿algún problema? Este año tendría diecisiete, así que tendrás que tratarme como alguien mayor. Respeta —susurró, acercándose levemente hasta los labios del chico. Kou sintió como la respiración se le cortaba de golpe, al sentir el aire que chocaba contra sus labios al salir de los ajenos. Un movimiento en falso, sólo uno solo y podrían besarse. Para su suerte, Kou sacudió su cabeza y se alejó del agarre, todavía rojo.
—Mi espacio personal. —Enmarcó su condición, ladeando su vista a todos lados, negándose a mirarlo. Le daba vergüenza admitir que su corazón se había acelerado y que se había sentido extraño al tenerlo tan cerca: ¿qué demonios le pasaba a Hanako? ¡Realmente él sí bateaba para el otro lado!
—Eres un aguafiestas. —Se burló de él de forma suave, dando una risa divertido. Volteó su cuerpo y tocó nuevamente el piso con sus pies. Alivio para su acompañante.
—¡Sólo pido respeto, idiota! —declaró, con su mirada agudizada al ver como Hanako simplemente dibujaba su gesto divertido y se volvía a acercar a él, para proseguir a tomarlo de la mano, con un gesto seductor claramente marcado en sus gestos corporales—. ¡Hanako, no te haré donas ahora! —advirtió, apartando la mano de golpe del fantasma y dejando en blanco al menor.
Esas palabras se habían enterrado en su pecho como una flecha: lo habían matado. Lo habían derrotado.
—¡Kou!, ¡niño!, ¡cariño!, ¡joven!, ¡rubio!, ¡Minamoto! —suplicó, primero tirándose al piso de rodillas y juntando sus manos en señal de súplica. Kou sólo desvió la mirada y lo ignoró totalmente. Hanako infló sus mejillas y se puso de pie, hasta el punto de tomar medidas drásticas: ¡las donas son donas! ¡Haría lo que fuera por comerlas de nuevo! Caminó hasta él y posó ambas manos heladas en las calientes del mayor; sin cuidado y reparos, las entrelazó con las suyas y obligó al más alto a verlo. Juntó su frente con la de él, tras colocar sus pies en puntas. Kou no pudo protestar de nuevo, porque la voz se le esfumó, cuando sus mejillas se tornaron carmesí por la cercanía de sus caras, de nuevo—. Hace mucho que no como donas, Kou. Te prometo que ya no me acercaré mucho a ti. —Para dar veracidad a su promesa, se alejó de él. Kou pudo reaccionar al realizarse esa acción.
El humano parpadeó, para acoplarse de nuevo a los latidos de su corazón. Se notaba que a ese chico le gustaba jugar con lo que le incomodaba para hacerlo molestar, al notar que el único afectado por el acercamiento había sido él, mientras Hanako era como un niño pequeño que estaba satisfecho con su trabajo. Eso lo hizo enojar, pero no protestó.
—¡Está bien!, cumple tu promesa y te haré donas mañana. —Atiborró su verdad, haciendo que al más bajo se le hiciera una enorme sonrisa. No pasó mucho tiempo para que el más bajo alzara sus manos al aire, bastante feliz.
—Winner! Yeah! —exclamó con alegría, para después ensanchar más su alegría y señalar hacia la puerta que conducía al instituto—. ¡Joven, hay que volver! Nos lleváremos un regañó si nos ven aquí. Pensarán que estamos haciendo cosas sucias —debatió con sinceridad, llevando un señalamiento con su mano la puerta azul de metal—. Ya me siento mejor, tú me animaste... —habló con sinceridad, dirigiéndole una verdadera sonrisa entre tantas mentiras que portaba en la máscara llamada cara. Kou no pudo abrir su boca por unos segundos, hasta que reaccionó por un golpe de suerte.
Kou suspiró, y sonrió. Al menos Hanako ya no tenía la mirada muerta: parecía un ser humano vivo, un chico vivo, con apariencia simple y alegre.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro