Capítulo 07: Sospecha
Capítulo dedicado a: migguku, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!
Al momento de entrar al salón, Hanako se había aferrado, como si su vida dependiera de eso, al brazo de Kou, dejando que todas las miradas se posaran sobre ambos al momento de verlos caminar tan juntos. El menor de los Minamoto se tragó su vergüenza, después de darse cuenta de que posiblemente todos estén ya enterados de que Hanako era su «novio».
—Oye, joven, ¿dónde me sentaré? —interrogó el azabache, jalando discretamente del brazo al mencionado para que no fuera ignorado. El rubio lo observó por unos cuantos minutos, alzando sus hombros con facilidad y haciendo saber que realmente no sabía.
—No lo sé, pensé que tú lo sabías —susurró, caminando hasta su lugar. Notó como sus dos amigos lo saludaron y él les correspondió el gesto, pareciéndole extraño que no se acercaran a su persona para empezar una plática o sus bromas de siempre. No fue hasta que unió los cabos sueltos, y fue regresado a la realidad, cuando el menor se aferró más a su brazo y miró al suelo, retraído: sus dos amigos no lo querían molestar porque estaba con su novio—. Tenías una mochila que apareció mágicamente y un uniforme que también apareció mágicamente, debe de haber un lugar para ti.
—Pero no sé cuál es. —Gruñó, dando un puchero y caminando a la par hasta el lugar de Kou. El chico de ojos azules se sentó en su lugar, y se dio cuenta a la par como Hanako buscaba una forma de sentarse en sus piernas. Para su mala suerte, Kou se dio cuenta del movimiento ágil del fantasma, así que se sentó bien en su butaca y se cruzó de brazos, haciendo imposible que Hanako se sentara arriba—. ¡Niño, no seas cruel! —Lloró, colocando sus manos en una posición similar a la de un gato. El mayor notó tierna esa acción, pero no lo dijo en voz alta.
—Puedes quedarte aquí a mi lado, hasta que todos lleguen, donde haya un asiento vacío, ahí te sientas —confesó su plan, logrando que el de ojos ámbar casi terminara convencido, ante todo. Eso no le duró mucho, al darse cuenta de que no quería estar esperando parado a que todos llegaran.
—Lo haré, si me dejas sentarme en tu silla mientras espero —declaró el otro, señalando sin tapujos y esperando una respuesta afirmativa del más alto. En efecto, a Kou no le gustó, e incluso se iba a negar, excusándose de que sólo era esperar diez minutos de pie, no era tanto.
—Te prometo que no será tan tardado —respondió, observando a su vez como el chico de cabellos rosados ingresaba al salón. Kou debía de admitir que odiaba con todo su ser que Mitsuba le haya hablado de una forma un tanto libertina cuando ambos estaban juntos, pero aun así, él soportaría todas las burlas del chico afeminado, con tal de no soportar a Hanako solo—. ¡Mitsuba! —Lo llamó, alzando su mano con alegría; ansioso de que el más bajo se sentara en su lugar y pudieran hablar entre los tres.
Así pasó, pero no de la forma en la que el rubio se lo esperaba: se suponía que se tenía que sentar frente a él, no a un lugar alejado de él. Eso lo dejó helado, sintiendo su cara arder al creer que se había equivocado de lugar por andar hablando con Hanako. A pesar de todo, se atrevió a ponerse de pie, listo para sentarse en su lugar acordado. Al recorrerse un lugar al frente, Mitsuba lo contempló, un poco indeciso por sus acciones.
—¿Por qué te sientas en el lugar de Hanako? —interrogó, un poco perdido por lo que pasaba. Eso paralizó al rubio y Hanako amplió su sonrisa, feliz de no haber esperado mucho para encontrar su lugar. Como si ésa no fuera la única vergüenza del de cabellos rubios, Mitsuba lo terminó interpretando todo de forma errónea—. ¿¡Acaso quieres estar más cerca de alguien tan lindo como yo!? La verdad es que no te culpo, pero ése es el lugar de Hanako.
—¡No es por eso, tonto!
—Sí, cariño, ése es mi lugar. —Entró al juego el que era mencionado con anterioridad, dando unas ligeras palmadas en el escritorio: disfrutaba molestar a Kou, y había sido todo un éxito verlo explotar en rojo—. Deja que me siente, cariño —pidió. El susodicho no dijo nada, sólo se puso de pie y dejó pasar al azabache, volviendo a sentarse en su antiguo lugar.
El chico se había tragado las ganas de gritarle que no lo llamara de esa forma, porque ambos no eran pareja oficial todavía y nunca lo serían. No lo hizo, después de recordar que todos creían que sí lo eran. Además, no quiso interrumpir al azabache, al percatarse de que soltó una suave risa al momento de hablar con el chico de pupilas rosadas. El rubio lo contempló, notando su sonrisa sincera y el ligero brillo en sus ojos al momento de hablar. Enrojeció de golpe, al saber que lo que estaba haciendo no estaba bien; sin embargo, no pudo evitar creer que el espectro se veía bastante vivo hablando con alguien. ¡De pronto, todo tuvo sentido en Kou! ¡Hanako quizás necesitaba encontrar un amigo sincero para volver a la vida! Sonrió, al percatarse de que Mitsuba podría ser la clave para hacerlo regresar a la vida.
Cuando la euforia del trío ya estaba al límite, la puerta del aula se abrió de pronto, dejando pasar a un profesor cansado y con un gesto aburrido, sus cabellos alborotados que rozaban dos colores diferentes, hizo que el ambiente se tensara de inmediato: esa vez Tsuchigomori había llegado más temprano de lo habitual, no diciendo nada a nadie, sólo sentándose en su respectivo lugar. El mayor siguió con sus ojos violetas a todos sus alumnos presentes, deteniéndose de golpe al percatarse de un azabache de ojos ámbar, que le sonreía con burla.
—Séptimo —susurró por lo bajo, conteniendo su sorpresa tras ver a uno de los fantasmas de la academia tratando de cumplir el trato que le hizo una deidad, en tan sólo abrir sus ojos como platos, pero no sacando ningún ruido, tras notar la mirada acosadora del chico: sus pupilas pedían que no revelara nada. Y él, naturalmente y como buen maestro de Ciencias, en ningún momento se metería donde no lo llamaban.
—Hace un año fue uno de los años con más descubrimientos de la NASA y su Estación Espacial Internacional fue uno de sus recursos que más pudo recolectar información y datos sobre actividades que antes desconocíamos —habló el casi azabache, señalando con un marcador la palabra NASA que había escrito para la plática. El profesor y fantasma número cinco del instituto no era mucho de meter Astronomía en sus clases de Ciencias, ya que siempre se alternaba entre la Biología (la cual era su favorita), Física y Química; aunque, por esa única ocasión, le había querido regalar algo a un simple alumno, un alumno que no era humano—. ¿Alguien recuerda algún descubrimiento? Era muy usual verlos en la televisión. —Como se lo esperó, el silencio inundó a todos, sólo la mano del joven al cual se le iluminaban sus pupilas desde el inicio de la clase se hizo presente ante tanto silencio. Kou lo observó, contemplando su figura de espaldas, notando como el maestro le daba la palabra: no tenía idea acerca de la pasión del chico hacia la Astronomía, y por un momento olvidó por completo que era bastante sospechoso que Hanako estuviera al tanto de los eventos de hace un año, si el fantasma portaba un uniforme antiguo—. ¿Sí, Sépti-... Hanako?
—Hubo varios, pero de los principales fue que el espacio no permitía envejecer, las «casas en Marte», se habla mucho de las células en microgravedad, los riesgos de la iluminación artificial, estrellas de neutrones, que las bacterias pueden adaptarse al espacio y se mandaron dos gemelos en un experimento: uno se quedó en la Tierra y el otro en el espacio —habló con felicidad, parando de golpe al momento de mirar sus dedos. Contó rápidamente, queriendo que ningún dato se le escapara. Sonrió de lado, al darse cuenta que había dicho todas.
—Se nota que estás muy informado, Hanako.
—Sí, recuerdo haberlo visto en un programa de televisión el año pasado —comentó el chico con timidez, tras notar como varios comenzaban a murmurar y le sonreían. Enrojeció con suavidad y se sentó de nuevo en su lugar, tan sólo sacando un suspiro al profesor tras eso: a pesar de ya estar muerto, Hanako no cambiaba.
El rubio parpadeó un poco, tratando de ignorar algo que se le había escapado por un momento: ¿cuándo fue la fecha de su muerte? Quizás no tenía mucho de qué preocuparse, el fantasma del baño posiblemente podía salir del baño y pudo haber visto ese programa del cual afirmaba, aunque no creía del todo esa teoría, sino él no buscaría a alguien que lo ayudara a buscar algo importante, sabiendo que él podía hacerlo solo. Otra opción es que haya mentido, y una un poco más descabellada (pero al ser proveniente de la mente de Kou, todo valía por su ingenuidad), era que un alumno había metido una televisión al baño mientras cagaba.
—¿Cuándo viste ese programa? —preguntó un Mitsuba lleno de curiosidad, al percatarse de que el azabache era más listo de lo que creía. Hanako sonrió triunfal, tras parecer entender todo tras la mente del chico. Minamoto escuchó todo atentamente.
—Lo vi con mi hermano y un chico llamado T-... —Calló de golpe, tras percatarse de que sus labios habían empezado a temblar tras tratar de sacar un nombre, y sus pupilas se dilataban por la sorpresa: no recordaba al chico—. No recuerdo cómo se llamaba —afirmó, tras percatarse de que parecía un recuerdo borroso. Sintió todo su cuerpo temblar y bajó su vista al suelo, estaba un poco exhausto por todo. No entendía, si él siempre había tenido tan buena memoria. Y, como si su suerte no podría estar peor, el de cabellos negruzcos se percató de una pequeña lágrima bajando desde sus ojos hasta su mejilla.
«¿Por qué?»
—¿Hanako? —Bajado a tierra firme por su pareja falsa, tras tomarlo por uno de sus hombros y sacudirlo con preocupación. El azabache reaccionó, uniendo su mirada empapada de agua con la preocupada de Kou. Él la contempló, notando sus ojos azules preguntando por su estado. No sabía si era su imaginación, pero sintió un vuelco en su corazón por verlo preocupado por él y la ansiedad lo inundó: ¿por qué sentía que ya conocía a Kou desde antes de morir? ¿Por qué? Se mareó, temblando con ligereza, al darse cuenta de que estaba pensando de más.
Lo bueno fue que el chico rubio se percató de todo, no haciendo más que ponerse de pie de golpe, llamando la atención de todos.
—¿Minamoto?
—Tsuchigomori-sensei —llamó, a su vez que tomaba del brazo al menor y lo hacía levantarse de su lugar—. ¿Puedo llevar a Hanako a la enfermería? Está bastante raro —pidió el mayor, sacando un respingo de sorpresa al azabache. El profesor miró a su alumno, luego al Séptimo, notando las lágrimas de sus ojos y su gesto preocupado, ahí terminó por suspirar.
—Sí, puedes ir.
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