Capítulo 05: El Fantasma Del Baño Tiene Secretos
Capítulo dedicado a: _WeynOO0o_, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!
—Oye, ¿qué tiene de bueno este día? —preguntó Kou, un poco tembloroso y poco convencido de la escena: ¿cómo se supone que debe de tomar las lágrimas de Hanako y su sonrisa más falsa que cualquier otra cosa que haya visto en su vida?
—¿De qué hablas, niño? Estoy bien. —Rio con suavidad, enderezando su cuerpo con velocidad por la molestia que había creado por su culpa. Realmente era un imbécil por haberse dejado llevar, dormir cómodamente en una cama ajena donde cualquiera pudiera verlo si revelaba algo entre sueños. Frotó la manga de su uniforme antiguo con sus ojos, volviendo a reír—. ¿Se te hace raro que alguien tenga una pesadilla? Es bastante raro, ¿eres muy asustadizo? —Se burló de él, dando ligeros golpes al mayor en su hombro para calmar la terrible tensión que había creado. Esa acción sólo hizo que las sospechas de Minamoto crecieran.
—He visto en algunas películas que las personas amanecen llorando por algunos recuerdos que se convierten en sueños —contestó con honestidad el rubio, cuando el azabache se estaba deshaciendo de su suéter negruzco y se levantaba de la cama con un salto. El menor de los Minamoto dudó por unos segundos, el fantasma del baño realmente parecía animado.
—Has visto demasiadas películas, sólo encontré un monstruo en mi sueño, me asustó y sudé por los ojos. Una reacción normal. —Alzó sus hombros con simpleza, después de deshacerse de su camisa blanca y proceder a colocarse la azul del uniforme de la academia.
—¿Hay cosas que asustan a los fantasmas? —interrogó el de pupilas azules, un poco interesado en ese tema. Hanako calló de pronto, entrando a un abismo profundo al no saber qué contestar exactamente. El espectro se sintió bastante feliz de que el mayor estuviera ocupado metiendo algunos libros a su mochila, para que no lo viera.
—Quizás seres horribles, algo que nunca antes habías visto, aunque estés muerto —susurró, bajó la vista al suelo y sonrió al darse cuenta de que realmente se vería genial con el uniforme; otra vez, ese uniforme.
—Y ese tal Tsukasa, ¿cómo es? —Volvió a insistir el de colmillos afilados, observando de reojo las facciones del menor. Quería encontrar algo que lo delatara, algo que le dijera en el silencio: «no estoy bien». No ocurrió en ningún momento, sólo notó como Hanako soltaba una risa y fingía indiferencia.
—Supongo que un monstruo en forma de humano bastante malo; pero no te preocupes, lo vencí en mi sueño —afirmó como un alardeo, sacando un suspiro pesado a su acompañante. Sabía que el de ojos ámbar ocultaba algo, no era normal que le diera muchas vueltas al asunto, pero no supo si era algo bueno que no le contara nada a él. Él no era un psicólogo, no sabía si de algo serviría su presencia en su gran secreto.
El ambiente se tornó tenso e incómodo de un momento a otro, no pudiendo estar bastante tiempo juntos sin poder hablar; el otro ya se había acostumbrado a discutir bastante, porque Hanako siempre iniciaba una conversación que estaba seguro que lo molestaría al máximo, porque siempre había «algo» que salía de sus labios que lo irritaba. No ocurrió, el de corte de hongo se limitó simplemente a vestirse, perdido en su mundo, un mundo que nadie tenía permitido entrar ahí. Kou quiso salir de ahí cuanto antes, no veía peligroso al fantasma en sí, sentía miedo de algo invisible, algo que envolvía al fantasma; no lo odiaba, pero sabía que Hanako ocultaba algo. En lo principal de todo: ¿por qué buscaba algo importante para él? ¿Cuál había sido su forma de morir? ¿Por qué había sido tan injusta? No lo entendía, era extraño, pero simplemente no podía entenderlo.
La puerta de su cuarto fue golpeada con suavidad, tres veces exactas. El menor de los Minamoto se sintió afortunado, pensando que alguno de sus familiares los llamaba para pedir algo, y eso era genial, la puerta tocada había roto la tensión. Kou observó con discreción al fantasma, notando como el más bajo ya se subía los pantalones y los acomodaba.
—Adelante —habló, ya un poco más seguro de que Hanako no se encontrara en problemas porque alguien lo vea casi desnudo. El llamado de la puerta fue recibido, dejando asomar la figura masculina de su hermano mayor en el umbral. El espectro se volvió a sentir intranquilo a su lado.
—Supuse que te habías distraído —aludió con amabilidad el de mayor edad, observando con cariño y dulzura a su hermano menor. Más tarde, sus fuertes y potentes orbes se dirigieron hasta el pequeño chico de ojos ámbar en forma de luna menguante, y, como con su hermano, le sonrió con total amabilidad. El menor enrojeció de golpe y bajó la vista hasta el suelo, por alguna extraña razón se comportaba de forma amable con él el hermano mayor de su «novio». Quizás sólo eran paranoias suyas, quizás se sentía raro con él porque su parecido con Kou era increíble... sí, debía ser eso.
—¡Lo siento, Teru-nii! —Se disculpó el chico, rascando su nuca con nerviosismo al darse cuenta de que se había distraído más de lo previsto en algo que no le incumbía—. ¿No has empezado sin mí? —cuestionó, un poco temeroso por la idea de ver a su hermano mayor en la cocina. Se imaginó en el peor de los escenarios, la casa completamente quemada y toda la familia llorando: no por la pérdida, más bien fue por la razón tan tonta por la que ocurrió.
—¿Eh? No, te he estado esperando —contestó con simpleza el mayor, sonriendo con amabilidad y cierta vergüenza por sentirse descubierto. Kou sacudió su cabeza, apartando esos malos pensamientos y sintiéndose culpable de ver a su hermano en ese estado—. ¿Realmente soy tan malo cocinando? —Rascó su nuca, con nerviosismo.
—No tanto, Teru-nii, es como un 50% menos 49% —animó a su hermano, sin darse cuenta de que lo había herido sin querer. Hanako se dio cuenta de todo, suspirando al ver herido al mayor de los Minamoto, y completamente sacado de culpa a Kou.
—¿Eres tonto, joven? —aventuró a preguntar entre un puchero el más bajo, viéndose en la necesidad invisible de defender al de mayor edad.
—¿Eh? ¿Por qué dices eso, Hanako? —Minamoto Kou lo volteó a ver, ladeando su rostro hacia un lado al no saber exactamente por qué lo insultaba así, tan de repente.
—¿Tú qué piensas, Amane-san? ¿Crees que cocino mal? —Rio por lo bajo el de mayor edad, enrojeciendo de golpe al verse superado por su hermano menor en ese aspecto. Hanako no contestó, sólo abrió sus ojos como platos y su corazón dio un vuelco. Se había quedado helado.
—¿Qué dices, Teru-nii? Él se llama Hanako —confesó sin rodeos el rubio, dando una carcajada tranquila por el error de su perfecto hermano mayor. Hanako tragó en seco, observando las facciones de forma discreta de Teru.
El de mayor edad parpadeó un par de veces, hasta que su mente logró unir los cabos sueltos. Mostró sorpresa, no era muy usual de él equivocarse en los nombres de la gente, y tampoco conocía a ningún Amane o había escuchado ese nombre recientemente para saberlo.
—Lo siento, Hanako-san, me equivoqué. —Se sinceró el mayor, soltando sorpresa sincera. El mencionado se logró calmar un poco.
—No te preocupes.
—¡Bien, a preparar el desayuno! —interrumpió el pequeño rubio, no leyendo el ambiente para nada y soltando una sonrisa alegre ante ambos. Eso, para suerte de los dos, la tensión sí se logró romper.
Había sido suerte esa vez.
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