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Capítulo 04: Noche Difícil

Dormir con Hanako en la misma cama fue un mar de emociones para el rubio. Se tragó las ganas de decirle que era bastante incómodo estar con alguien más en la cama, pero que realmente no le molestaba si tomaban sus distancias.

—Eres un aburrido, joven —chilló el azabache, dando ligeros pucheros con sus labios para llamar la atención de Kou. El mencionado se comió su enojo y observó molesto de reojo a su ahora pareja de cuarto.

—Duerme ya.

—¡Sí! —exclamó con alegría, estiró su mano al aire y le dio una ligera palmada a Kou. El menor de los Minamoto ya estaba a punto de reclamar, cuando notó como el menor se acercaba más a él y pegaba su cara en su espalda. El fantasma sintió el calor de alguien vivo y su pecho latiendo tranquilamente, fue imposible no sentirse nostálgico ante tal hecho.

Kou guardó silencio, bastante extrañado por no haber recibido alguna molestia por parte del menor, e incluso se alteró cuando su corazón dio un brinco por tener a alguien tan cerca.

—¿Hanako...?

—¿Por qué dudas? —preguntó con burla, susurrando cerca de su oído para dar más impacto. El suave movimiento de aire contra el oído del mayor, fue lo suficientemente extraño como para hacerlo pintarse de rojo y abrir sus ojos de par en par. Rápidamente se separó de él, enderezando su tronco para mirar con miedo a su invitado.

—¿¡Qué te pasa!? ¿P-por qué haces eso? —reclamó, haciéndose a un lado y trató de no exaltarse demasiado con alguien como él—. ¡Eres un pervertido! ¡Ya no podré casarme!

—¿Qué tonterías dices? —habló el chico con uniforme negruzco, sacando un respingo al rojo Kou por la facilidad con la que tomaba las cosas—. Pareces de esas niñas raras que creen que tienen que llegar puras al matrimonio. —Se burló de él, dejando en blanco al pequeño rubio. ¡Demonios, ese espectro estaba loco en todos los sentidos!

—¡No es por eso! ¡Tú no sabes nada, maldición! —Gruñó a gritos, a punto de desbordarse de enojo.

—¿Sabes qué es lo mejor? —preguntó el más bajo, alzando sus hombros con suavidad e indicando con unas palmadas en el colchón para que se volviera a acostar a su lado.

—No. —Dudó un poco en contestar, pero sus modales hicieron imposible ignorarlo.

—¡Que no tuve que comprar ropa! El mundo se ajustó para eso, y mientras exploraba para ver si había revistas pornográficas, noté que en tu armario hay una sección para mí. ¡Dios piensa en todo, qué bueno! —comentó con alegría, ensanchando su sonrisa y ahora dando golpes más fuertes e impacientes para que ya se durmiera.

—¿Por qué?

—Por beneficencia del guion y porque esto es una comedia —soltó sin reparos el más bajo, alzando su pulgar para decir que él aprobaba eso. Suficiente para hacer suspirar al rubio de ojos azules.

—Entonces, tienes más mudas de ropa. ¿No estudiarás en algún lado? —habló, un poco más interesado en el tema, ahora ya se acostaba a su lado sin darse cuenta. Hanako le extendió una sonrisa y asintió, Kou temió lo peor.

—¡Sí, iré a tu escuela! —contestó eufórico, dejando en blanco a Minamoto. Aunque, bueno, él no era alguien tan importante como para prohibirle a alguien estudiar o no—. A partir de mañana seré nuevo estudiante, así que cuento contigo, Senpai.

—No soy tu Senpai. —Atiborró con sinceridad. El de ojos ámbar simplemente amplió su sonrisa y acarició sus cabellos rubios con cariño—. Yo soy de tu grado, supongo.

—Ni idea, pero te seguiré hasta tu salón y me sentaré arriba de ti durante las clases —confesó su plan, alarmando a Kou en sus temores de nuevo.

—No te sientes arriba de mí.

—¿Por qué no? Las sillas de los salones son duras. —Se quejó, mientras se aferraba a su brazo para llorar de la exageración.

—Sentarte arriba de mí será incómodo para ambos —suspiró Minamoto, pensando seriamente que realmente tenía que alejarlo de él en la escuela. O al menos en el aula, sería grosero ignorarlo, no podía ignorarlo.

¿Por qué no podía simplemente ignorarlo? ¿Tan buena persona era?

—Yo creo que me vería genial.

—No, no te verías genial. —Ésa fue la última frase que selló la noche, después de unos cuantos murmullos molestos del más bajo y a Kou teniendo que soportarlo. Los dos se quedaron dormidos, iniciando así una noche bastante larga. Bastante larga para Kou.

Mientras las penumbras se adueñaban de la habitación y las sombras se tragaban el ambiente para hacerlo suyo, el golpe seco se oyó en el ambiente y lo primero que sintió Kou fue como el aire se le escapaba del estómago. Al abrir sus ojos de golpe, buscando ver al fantasma que había saltado sobre su estómago, y a la vez su miedo se acrecentaba, sólo se llevó la grata sorpresa de que el golpe había sido por el brazo de Hanako a causa de un sueño. Kou suspiró, y lo apartó de él, respirando con dificultad para recuperar el aire y no despertarlo. Cuando ya lo acomodó y Minamoto se convenció de que el extraño espectro que podía dormir, estaba dormido, se giró hacia el otro lado: hora de volver a dormir. Poco le duró la paz, porque apenas y pasaron unos minutos, cuando los brazos fríos del fantasma le abrazaron el abdomen, y el azabache responsable de darle otro susto recargó su rostro en la espalda del menor de los Minamoto. Otra vez, de nuevo, Kou se sintió extraño ante el tacto, notando la respiración tranquila del chico rozando su oreja.

¿Qué estaba pasando aquí?

—Dona —cantó Hanako por lo bajo, sintiendo como el aliento del mismo se pegaba a la piel de Kou. El chico había abierto su boca en sueños.

«¿Don-...?», pensó Kou, cuando fue vilmente destruido el pensamiento por unos dientes enterrándose en su hombro. Minamoto se mordió sus labios para no gritar y despertar a toda su familia: ¿qué pasaba? ¿Hanako era un vampiro?

A pesar de todo, el espectro en ningún momento se despertó. La noche sería larga para Kou.

—¡Oye, Hanako, Hanako! —La voz autoritaria del más alto llamó al mencionado, con la aspereza filosa de no poder haber dormido bien en la noche por culpa del invitado. Realmente no quería soportar más noches con él de esa forma, y que el fantasma azabache tuviera el sueño pesado no ayudaba para despertarlo.

Kou dejó de gritar, al notar los labios de Hanako moviéndose de un lado a otro, murmurando algo inaudible y mostrando poco a poco un gesto de preocupación. El rubio se alertó, sacudiendo con más fuerza al pequeño ser traslúcido, notando la pesadilla que estaba teniendo en la mañana.

—¡Va-vamos, Hanako! ¡Te he ayudado arreglando tu uniforme y tengo que preparar el desayuno! —pidió, notablemente preocupado por él. El sueño pesado era un arma de de doble filo—. ¡Hanako, Hanako! —Subió el volumen de su voz, notando por fin los frutos de su esfuerzo al verlo reaccionar de golpe.

El de ojos ámbar despertó, abriendo sus ojos de golpe, notando ese bonito color en forma de media luna inundado por algo cristalino. Sus pupilas temblaban y sus labios copiaban la acción anterior, parecía perdido; no del todo despierto.

—Tsukasa...

—Hanako, ¿estás bien? —interrogó el joven, dando unas pequeñas palmadas en sus mejillas para hacerlo reaccionar. El joven logró reaccionar después de eso, uniendo sus pupilas con las azules de su anfitrión.

—Niño, joven. —Sonrió, fingiendo que no había soltado las lágrimas anteriores—. ¡Buenos días!

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