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Capítulo 01: Hanako-kun, El Del Baño

—¿Hanako-san? —Las palabras temblaron en el aire al momento de salir de sus labios, realmente era algo bastante extraño que el rumor haya sido real. Quizás sí se lo esperaba, y quizás en algún momento de su vida le hubiera gustado encontrarse con algún ser sobrenatural, de ésos que su hermano mayor veía a través de la pantalla de plasma: se imaginaba heroico e imponente, no con los pantalones abajo y los calzoncillos húmedos por el susto, o tal vez por llegar tarde al baño.

—Sí, soy Hanako-san, joven. —Volvió a repetir el cuerpo que parecía traslúcido. Kou mordió sus labios con ligereza, tratando de bajar los temblores y el miedo arremolinado en su cuerpo: ahora que miraba mejor al fantasma, ¡realmente no tenía nada de aterrador!

¿Las películas y series sólo eran ficción? ¿Por qué el fantasma que se había presentado ante él no era feo? ¿Por qué no se lo llevaba o lo trataba de matar? Bueno, no era como si quisiera ver a esos ficticios, quizás Hanako-san era lo mejor para aparecerse en los baños de hombres. A pesar de todo, y a pesar del gesto infantil e inocente del fantasma, no podía confiarse, mucho menos con el que lo había asustado no hace mucho. Se armó de valor, dejando que su miedo fuera tan fácilmente disfrazado de una máscara de valentía, debía de ser fuerte y salir de ahí.

—Nunca he oído de ti —mintió, dando un bufido y mirando a otro lado; sus pupilas azules se atrevieron a capturar el gesto del chico: se había quedado congelado, parecía herido.

Kou había mentido por querer salir de la situación. ¿Cómo no oír de él? El fantasma de los baños de hombres de segundo grado ya estaba en boca de todos, justo después de que dejara de ser tan sonado el rumor de las escaleras Misaki. Y, ahora, Minamoto tenía el privilegio de ser otra de las anécdotas que afirmarían haberlo visto.

—¿Cómo que no has oído de mí? —preguntó, con el ego herido el joven con un sello en su mejilla. Sus manos habían tomado una pose similar a la de los gatos, a la vez que flotaba hasta el chico. Realmente estaba herido, y Minamoto casi se sentía terrible por la forma en la que le mintió—. ¿No conoces la historia de terror de Hanako-san, el espíritu que se aparece en los baños? ¡Ay, estos niños sin cultura! —exclamó, haciendo que todo sentimiento de compasión del más alto se disolviera.

—¡Tu leyenda está mal! ¡Tú eres el que no tiene cultura! —Le grito el menor de los Minamoto, señalando con su dedo al fantasma. Hanako simplemente se hizo el ofendido, posó una de sus manos en su pecho y arqueó una ceja en señal de enojo.

—Hanako-san es un fantasma que se aparece en los baños. Eso es lo que hago. —Atiborró con simpleza, sonriendo con sorna al creer haber ganado. El rubio simplemente sonrió con burla y negó rápidamente.

—No sé si te refieras a esta leyenda, enano, pero la leyenda tradicional de Hanako-san que yo conozco es de una niña que se aparece en los baños de mujeres, en un cubículo en específico y en el del tercer piso. Todo está mal —sentenció Kou. Se cruzó de brazos y mató doblemente al fantasma.

—Esa leyenda es falsa —mintió tan descaradamente el azabache. Ya había fruncido su ceño y la ofensa estaba en su rostro, ese gesto fue suficiente para hacer titubear a Kou.

—¿En serio? —interrogó con simpleza el humano, posando una de sus manos en su mentón, pensativo. Esa acción fue suficiente para sacar una risa escurridiza de los labios helados del fantasma. Acto seguido, las manos frías del azabache tomaron las del chico, y las enlazó con las suyas: ahora actuaba como un coqueto. Kou lo observó, perplejo, no sólo había invocado a un joven que no daba miedo, sino también a un fantasma raro.

—Eres demasiado inocente e ingenuo, me gustan ese tipo de chicos —bromeó con simpleza, apretando el agarre entre sus manos y dejando que una sonrisa hiciera efecto en el ambiente que se había formado. Para sorpresa de Hanako, Kou era ese tipo de persona ingenua, bastante ingenua.

—¿Eres gay?

—No, no me gustan los niños con calzoncillos llenos de orina —aludió entre una carcajada libertina, soltando el agarre de pronto y alejándose del chico. Había sido bastante divertido que el color rojizo inundara las mejillas del joven de primer grado.

—¡Cállate, idiota! En primer lugar, esto es tu culpa. —Recriminó el rubio, señalando con uno de sus dedos de forma despectiva al causante de que estuviera así—. Es tu culpa, tonto. Me asustaste.

El enigmático chico bajó hasta el suelo, sonriendo de lado y tomando su gorra negruzca y acomodándola bien en su cabeza. Ahora sonreía, el ambiente había cambiado, Kou lo supo, al darse cuenta de que ya no le tenía miedo.

—Deberías de agradecer que estoy contigo, te puedo cumplir un deseo —continuó con sus palabras, resbalando de sus labios con un jugueteo, quería atrapar su atención. Sin mucho esfuerzo lo logró, porque el de pupilas ámbar había descubierto el corazón inocente del chico. Y no, no estaba en un error, Kou estaba lo suficientemente interesado, apenas la palabra «deseo» fue expulsada—. Claro, no será gratis.

—¿Qué clase de trato? —Se atrevió a cuestionar el de orbes azules, tratando de ocultar su emoción por la idea de que se le cumpliera un deseo.

El fantasma pareció notar esa pequeña opción, siendo imposible que no caminara hasta él. Al momento en que los dos estuvieron frente a frente, Hanako tomó ambas mejillas del chico y lo acercó a él. Los dos estaban lo bastante cerca; uno incómodo, el otro sólo sonreía.

—Te cumpliré un deseo, pero tú me ayudarás a encontrar algo importante para mí —susurró.

—¿De cuánto tiempo hablamos? —cuestionó con indecisión el chico. Hanako ensanchó su sonrisa, pero sólo alzó sus hombros.

—Horas, días, meses, años, quién sabe —cantó, dejando en un trance ligero al mayor. Kou dejó que su ceja se arqueara, incrédulo. ¡No, no, no! ¡No quería que un fantasma estuviera detrás de él todo el tiempo! ¡Y menos uno tan irritante!

—Hasta la próxima —respondió Minamoto a la oferta, empujando con ligereza el agarre del espectro, y caminó directamente hasta la puerta. No le prestó atención para nada a sus pantalones caídos y su ropa interior húmeda. Hanako se molestó al principio, pero no tardó en sonreír, triunfal.

—Mañana ven —aconsejó, dejando en blanco al chico por unos instantes. ¿Para qué quería que viniera? Era claro que no iba a venir. El joven de hebras rubias se enojó un poco, rozando con su mano la perilla: saldría y no volvería—. Vamos, joven, quiero saber tu experiencia de qué se siente estar en la escuela con la ropa interior llena de orina. —Se mofó de él, logrando que, por fin, la atención del joven estuviera completamente sobre el chico. Minamoto y Hanako lo supieron: en esa ronda, el menor había ganado—. Yo te puedo ayudar con tu problema actual, tú me ayudas con el mío, ¿qué dices?

Kou enrojeció de golpe, al saber que estaba en las manos de alguien de menor estatura y todo un tonto por algo tan simple, al igual que se avergonzó de sí mismo, al percatarse de que por estar con el fantasma, había olvidado su problema que se había creado y que estaba a punto de salir en calzones del baño.

Por primera vez, Minamoto Kou pensó seriamente la oferta.

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