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Parte III

—Voy a recorrer el pueblo abuelo, espero que no te moleste—Avisó Thomas un poco ansioso. Su abuelo sin despegar la vista de las facturas que revisaba, asintió con la cabeza como aprobación—Gracias abuelo.

El adolescente condujo hasta el mostrador donde había guardado su mochila, le hizo una revisión vertiginosa para cerciorarse de que estuviera todo allí; El diario de su tía, la fotografía de Elizabeth junto a ella, un mapa de la zona y la dirección de la casa de Elizabeth, la cual le fue dada por un jardinero que cada día se levanta temprano a circular por el pueblo en busca de posibles clientes.

Salió de la ferretería de su abuelo y enseguida se encaminó en orientación al norte, justo donde quedaba el campo. Caminó casi ochocientos metros hasta llegar a una pequeña cabaña con aspecto de haber sido abandonada hace bastante tiempo.

Se acercó hasta la entrada, tocó dos veces la puerta con la palma de su mano y en menos de diez segundos abrieron la puerta. Una adulta de ojos cafés, cabello castaño al igual que ondulado, rostro ovalado y unas que otras minúsculas arrugas en su frente fue lo primero que miró Thomas.

—¿Eres Elizabeth King?— La mujer extrañada por la pregunta de Thomas, se acerca a él con sumo cuidado, arqueando una ceja esta se cruza de brazos esperando a que prosiga—Soy Thomas, el hijo de Sara James.

—El hijo de Sara—Hace una pausa leve mientras reconoce al niño y el parecido con su madre—¿Qué es lo que quieres?

Thomas comienza a sentirse intimidado ante el trato que recibe por parte de Elizabeth, quien hasta ahora no parece muy feliz con su visita.

—Quiero respuestas de la muerte de mi tía—Dicho esto hace que Elizabeth se sentía removida al escuchar el nombre de su mejor amiga, manda a silenciar inmediatamente al chico al mismo tiempo que lo toma del brazo para alejarlo lo más rápido posible del exterior. Al entrar a su casa, esta le invita a tomar asiento mientras ella busca algo de beber para ambos.

—¿Qué quieres saber exactamente?—Preguna Elizabeth, impaciente por saber su contestación, ve como él saca de su mochila el diario de Olivia y le muestra la última página en la que escribió.

—Mi madre nunca me mencionó que tuvo una hermana ni mucho menos acerca de su muerte. No he tenido la osadía de preguntarle sobre el trágico suceso, apuesto que evadirá el tema, es por ello que he venido hasta acá, dos días antes de que se fueran de viaje juntas ella falleció, quiero saber el motivo y por qué la gente se comporta inusual cuando hablo de ella—En cuanto terminó de hablar Thomas, Elizabeth de su bolsillo sacó un cigarrillo, acercó el cenicero que había en la mesa y agarro el yesquero que estaba junto a una lámpara.

Encendió el cigarrillo, le dio una buena calada y al expulsar el humo que logró invadir el espacio de Thomas, dijo:

—Estaba diluviando la noche que fui a casa de Olivia a ayudarla con el equipaje. Recuerdo que tenía mis botas empantanadas, mi sombrilla repleta de gotas y mi cuerpo temblando por completo debido al frío— Al comenzar a explicar los hechos de ese día, Thomas estaba tan atento en lo que decía Elizabeth que no se percató de la presencia de alguien más en la habitación, aunque precisamente no sea el de un ser de carne y hueso.

—En la puerta me recibió Sara, parecía que no tenía ni idea de que iría a ver a su hermana, esa noche estaban solas ya que sus padres debían asistir a una cena especial con una familia muy importante o algo así comentaron. Sara me invito a pasar, me quedé sentada en la sala a esperar a Olivia; su gemela se encargó de llamarla cientos de veces pero nunca respondió a ninguno de ellos, hasta que subimos a revisar en su cuarto, tocamos la puerta tres veces y aun así no respondía, empezamos a preocuparnos.

—Está mintiendo— Resonó una voz en la habitación, Thomas al escucharla alza la mirada y se encuentra con el espectro de su madre o mejor dicho, su gemela. El adolescente se espanta y al instante de retroceder para alejarse del espíritu, tropieza con los objetos que hay a su alrededor los cuales caen al suelo instantáneamente.

—¿Qué te sucede?— Cuestiona Elizabeth al ver a Thomas pálido y sin habla. El joven en lugar de emitir aunque sea una palabra, este le señala con el dedo índice la posición en la que se encuentra Olivia.

Elizabeth al darse media vuelta es tomada por el cuello, trata de gritar al ver a su difunta mejor amiga pero solo un jadeo es lo que sale de su boca. Su ojos perplejos por lo que están viendo se mueven de un lado a otro mientras el resto de su cuerpo esta inerte al ser levantado por una fuerza sobrenatural.

—¡Di la verdad! ¡Di la verdad!—Oye decir al espíritu de su tía, exigiéndole a Elizabeth que sea honesta ¿Pero con qué? ¿Sobre que estaba mintiendo?

Elizabeth es lanzada contra el ventanal donde inclusive se vienen abajo largas cantidades de tela vaporosa que caen sobre ella, cubriéndola por completo. Vibraciones por debajo de los pies de Thomas lo hacen alertar de que algo muy malo esta por suceder.

—Dime que estás bien— Le pedía Thomas a la mejor amiga de Olivia. Le quitó de encima lo que faltaba de tela además de unos mechones de cabello que tapaban su singular rostro, se alarmó al ver sangre en su cabeza y lo pálida que se encontraba—Te sacaré de aquí ahora mismo.

El joven la cargó en sus brazos lo más rápido que pudo, con dificultad al principio por el movimiento que estaba siendo provocado por el espíritu de Olivia, pudo apenas cruzar la puerta. Se vio obligado a tumbarse al suelo, apenas se sentía seguro estando unos pocos metros fuera de aquella horrible casa, sus piernas estaban temblando como gelatina debido al susto, al mismo tiempo que sus brazos larguiruchos se estaban adormeciendo.

Mientras descansaba por unos segundos, destrozó la manga de su camisa para limpiar gran parte de sangre que seguía corriendo por la sien de la castaña.

—Vas a estar bien— Aseguró Thomas sin dejar de ver a Elizabeth, aunque por dentro no estuviese tan seguro de si eso llegara a pasar.

En un segundo intento por querer auxiliar a Elizabeth, la tomó de nuevo en sus brazos, se preparó mentalmente teniendo en cuenta que debía recorrer unos cuantos metros para conseguir la casa más cercana en donde alguien pudiera ayudarlo, por lo que debía resistir hasta llegar a su destino.

—¡Oh por Dios!— Exclamó la dueña de la casa, quien resultó ser la señora Lydia. Estando cerca de la ventana pudo fijarse en que Thomas cargaba a una mujer malherida, por lo que salió como una bala dispara a socorrer a ambos—¡Michael! ¡Michael!

Un hombre un poco más joven que el abuelo de Thomas, con aspecto de malhumorado al mirar la escena lo primero que hizo fue asombrarse, sin emitir palabras, ni siquiera mover un músculo pese a lo atónito que se hallaba. Si no fuera porque su esposa le pellizco el brazo, ese hombre jamás hubiera podido emerger del trance en el que estaba.

—Hay que acostarla en el mueble. Trae gasa, toalla húmeda, lo que haga falta para curarla—Le ordenó la señora a su esposo mientras que Thomas le colaboraba a poner sobre el sofá a Elizabeth. En un ápice de tiempo, el señor volvió con un botiquín de primeros auxilios, dejándola sobre la mesa que se hallaba desocupada.

—¿Cómo se lastimó, muchacho?— Le preguntó Michael a Thomas en un tono de resentimiento, como si estuviese insinuando que él fue el culpable. El joven lo miró con recelo al inicio, pero al cabo de unos segundos dijo...

—Elizabeth necesitaba ayuda con unas cajas que eran pesadas, así que mi madre me mandó a ayudarla. Cuando llegué a su casa ella estaba cambiando una bombilla en la sala, me pidió de una vez que fuera directo al sótano a buscar las cajas y estando abajo escuché un golpe en seco que provenía de arriba, por lo que fui corriendo a ver qué había pasado y estaba ella ahí, tirada en el piso con un increíble golpe en la cabeza— Impresionantemente, Thomas no tartamudeó o titubeó al menos en una palabra, había salido con fluidez y total naturalidad.

Sin embargo, el hombre no parecía tragarse esa historia, pero no continuó insistiendo gracias a que su esposa lo fulminó con la mirada. Por los instantes Thomas no corría peligro en que se supiera la verdad detrás del asunto, aunque dudaba mucho en que creyeran firmemente en esa historia; ¿Un fantasma que ataca a una mujer indefensa? Y sobretodo ¿dejándola inconsciente? Que estupidez.

Thomas preocupado por la hora, mira el reloj de pared que hay en la sala el cual apunta las siete en punto. Maldice por lo bajo al ver lo rápido que han transcurrido las horas, seguro su madre debe estar angustiada.

—¿Q...Qué?— Emitió Elizabeth al abrir los ojos, sintiendo un gran dolor de cabeza además de sentirse desnortada. Parpadeó varias veces seguidas hasta ver claramente, primero observó a Lydia quien le sonreía de manera condescendiente y después en su radar se distinguió el rostro de Thomas—¿Qué me pasó?

—Te caíste de la escalera—Dijo sin pensarlo dos veces, confundiendo a Elizabeth aun más de lo normal—Debemos irnos.

Ella frunció el ceño al oír esa última frase dicha por Thomas, mas no lo objetó. Agradeció infinitas veces a la familia Mendes por haberla socorrido y sin más que decir, se marchó con Thomas.

—No caí de la escalera, ¿Cierto?

—No, no lo hiciste—Dijo el joven antes de hacer una pequeña pausa para detener a Elizabeth—Se honesta esta vez. ¿Cómo murió?

—Se suicidó— Articuló Elizabeth en un tono sumamente árido, como si no le afectara. Thomas se mantuvo en silencio, sopesando lo anteriormente dicho por Elizabeth, no le dio más vueltas al asunto.

En el tiempo que estuvieron caminando hasta la residencia de los abuelos de Thomas, él pensaba que lo que había dicho Elizabeth era mentira. Por más años que hayan acontecido desde que Olivia murió; si en realidad se suicidó, por lo menos en ella al decir esas palabras debió oírse una voz destrozada o al menos mostrar remordimiento.

Porque ciertamente, aun cuando pasen décadas, la herida seguirá acechando. Solo que no será tan intenso como la primera vez o al menos eso se espera.

—¿Dónde andabas?— Cuestionó Sara al ver finalmente a Thomas pisar la casa, le dio un fuerte abrazo a su hijo, sorprendiéndolo por dicho acto—Elizabeth...

Sara al ver a la mejor amiga de su hermana después de casi treinta años sintió que todo su mundo se venía abajo. Imágenes de ellas tres juntas martillaron su mente hasta hacerla sentir apocada.

Thomas vio un cambio repentino en su madre, pues una lagrimilla estaba bajando por su mejilla y la expresión de su rostro era apagada.

—¿Qué tal Sara? Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos— Elizabeth parecía calmada a diferencia de Sara, quien no respondía ni hacía nada, simplemente escuchó y se quedó estática. Su mente seguía recordando momentos con su hermana, en especial el de la noche en que murió.

—Quiero que te vayas—Escupió Sara dejando a Elizabeth estupefacta al igual que su hijo, no entendían él porque de la nada se había expresado de esa manera, por ello su amiga la miró directo a los ojos y se aseguró con una pregunta si era cierto que quería que se marchara—Solo vete Elizabeth, no te quiero aquí.

—Está bien, ya me voy— Se limitó a decir Elizabeth sin dejar ver que la manera en que Sara la trató le había afectado. Thomas terminó por cerrar la puerta al ver que King aparte de haber salido de su casa, estaba ya a unos cuantos metros lejos de ella.

—¿Por qué la trataste de ese modo?— Preguntó Thomas desconcertado. No obstante, su madre nunca le respondió, ignorándolo por completo subió a su habitación. Thomas no tenía conocimiento alguno de lo que pueda estar pasando por la cabeza de su madre en ese entonces, pero estaba más que seguro en que su estado era fragil.

***

—Noc noc...— Sara al escuchar la voz chillona no dudo ni por una milésima de segundo en pararse a abrir la puerta. Sabía que su hermana se encontraba del otro lado puesto que casi siempre en sus tiempos libres, ellas jugaban de ese modo.

—¿Quién es?— Preguntó Sara antes de abrir la puerta. Sin darle oportunidad de ver la cara de su gemela, esta salió disparada por los aires hasta estrellarse contra el duro piso.

—Tu peor pesadilla— Respondió su gemela al verla en el suelo intentando ponerse de pie rápidamente. Olivia se acerca a su hermana sin necesidad de apresurar el paso, sabe que no le servirá de nada que su gemela hulla, igualmente la alcanzará—Las mentiras tienen patas cortas Sara, eso siempre decía mamá.

—No...No eres real—Decía Sara con la voz entrecortada, estaba tan nerviosa que mientras trataba de retroceder evitaba a toda costa tener contacto visual con su gemela, veía lo que tenía atrás de la misma manera algún objeto con el que pudiera defenderse—Solo eres una ilusión.

—Entonces si soy solo una ilusión, Sara. ¿Por qué no me miras?

Sara dejó de arrastrarse por el suelo de la habitación, su respiración estaba acelerada y su corazón parecía que estaba a punto de salirse de su sitio. Tardó unos segundos en voltear la cabeza y en fijar su vista en Olivia.

—¿Te parezco bonita?— Un grito desgarrador salió de la boca de Sara al ver la apariencia de su gemela. Su rostro estaba desfigurado, había sangre por toda su ropa, su piel se veía desgastada y de un color casi opaco, de su boca salían gotas de sangre y en su frente había sangre que parecía estar fresca—¡MIRAME!

—No eres real, no eres real, tu estas muerta, estas muerta—Repetía constantemente Sara en voz alta, tapándose los oídos para no escuchar la voz de su hermana. Se balanceaba de adelante hacia atrás con las rodillas casi pegadas a su pecho mientras que sus ojos se mantenían cerrados—No eres real, ¡Tu estas muerta! Yo te vi morir.

—¿Qué tan real te parezco ahora, Sara?— En esta ocasión la voz de su hermana sonaba dulce, pura, tal cual como era antes. Olivia tomó las manos de su hermana, las separó de sus oídos lentamente y con suavidad aproximó sus manos a sus mejillas.

Sara abrió los ojos lánguidamente aun teniendo temor, pensando en las posibilidades de salir mal de esta situación y desconfiando ligeramente en la palabra de esta versión <<Espectro>> de su hermana.

—Diles la verdad hermanita. Ellos merecen saber realmente quien eres.

La pesadilla de Sara terminó en cuanto una imagen horripilante de su hermana atravesándole el pecho para arrancarle el corazón transitó por su cabeza.

Sara exaltada e intentando moderar su respiración, se levantó de la cama y con el cuerpo tembloroso salió de su habitación; necesitaba escapar ese encierro que tanto la había perturbado. Bajo escalón por escalón, sujetándose de la baranda, no quería que por sus piernas de gelatina se llegase a caer.

—¿A dónde vas, Sara?— Alarmada aun más que antes al escuchar esa voz, Sara alzó la mirada para encontrarse con la imagen de su hermana quien esta vez no tenía el rostro desfigurado, ni sangre corriendo por toda su ropa. Esta versión de Olivia era la misma chica alegre, tierna, servicial e increíblemente hermosa que murió en el ochentaiocho—¿No me extrañas?

Sara rodó por las escaleras al sentirse desvanecida, el hecho de pisar mal uno de los peldaños fue lo que provocó su caída inminente. Logrando captar la atención de los demás miembros de la familia al escuchar el estruendoso sonido de un golpe, siendo Thomas el primero en salir de su alcoba; al hallar a su madre aspirando por levantarse del suelo lo más rápido posible, se acercó a ella con el propósito de ayudarla pero en lugar de recibir un buen trato, su propia madre lo empujó.

—¡Aléjate de mí!—Vociferó Sara sin sentir una pizca de culpabilidad alguna al maltratar a su hijo—¿No ves que soy un monstruo?

El padre de Sara y Cristina se avecinaron pocos segundos después de escuchar los gritos que provenían de la sala.

—¿Qué estará pasando?— Cuestionó Cristina con cierta preocupación, el señor James no dijo nada, solo se encogió de hombros mientras apresuraba el paso.

—No eres un monstruo. ¿Por qué dices eso?— Interrogó Thomas a su madre, quien parecía haber perdido la cabeza, su cuerpo entero temblaba y veía sus manos trastornada como si estuviesen llenas de sangre. Sara empezó a golpear el piso con las palmas de sus manos, aterrorizando a su padre, la tía Cristina pero principalmente a su hijo.

—Este fue el lugar— Expresó con lágrimas en los ojos los cuales miraban a la nada, sus manos seguían sacudiendo el piso con insistencia. ¿Qué trataba de decir Sara?, era la pregunta que se hacían cada uno de ellos.

—Si hija, aquí fue donde se te cayó tu primer diente—Se le ocurrió añadir a su padre, queriendo adivinar lo que pasaba por la mente de su hija.

—¡No! ¡No! No lo entiendes— Repetía Sara una y otra vez, confundiendo a todos los que estaban presentes en la estancia. El padre de las gemelas intentó acercarse a su hija, pero esta no le dejó—Aquí murió ella.

Thomas tenía la corazonada de que se trataba nada más ni nada menos que de la propia Olivia. Sin embargo, el mantuvo silencio esperando a que su abuelo o incluso Cristina le hicieran preguntas.

—¿De quién hablas, Sara?

—Me refiero a Olivia— Respondió Sara ante la pregunta que le había hecho su padre, dejándolo desconcertado al igual que a su tía Cristina. Thomas no comprendía él porque su familia miraba de manera atroz a su propia madre, creía que ellos sabían realmente como había muerto Olivia.

—¿Cómo sabes que murió aquí?— Su padre se sentía afligido y el tono de su voz lo delataba fácilmente. Su cabeza le estaba dando vueltas al asunto, buscando respuestas a incógnitas que empezaban a surgir de la nada, pretendiendo unir las piezas de un rompecabezas—¿CÓMO LO SABES?

Ante el grito de su padre ya desesperado. Sara se tomó unos segundos para ordenar las ideas en su cabeza, subió la mirada para tropezarse con la de sus familiares pasmados y con todo el dolor de su alma, ella contestó:


—Porque yo la maté...

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