Después de varios días de intensa deliberación entre él y sus miedos internos (creaturas diferentes a los terrores que no vale la pena describir), se decidió que la mejor forma de agradecer a sus seguidores (todos miembros de una aplicación de lectura-escritura) sería sacar una tercera tanda de historias, una especial dedicada a todos los que apoyaron las dos primeras.

Con todo lo que había aprendido de sus dos primeras vueltas como arma, el falso escritor se sentó delante de su computadora dispuesto a escribir el primer borrador de la primera historia de su nueva tanda, completamente seguro de que los nuevos escritos serían obras de un nivel superior, algo nunca antes visto, algo que rozaría la perfección. 

Sonrió entusiasmado, colocó sus dedos sobre el teclado, los ojos fijos en la pantalla y entonces... nada, al cabo de diez minutos ni una sola palabra había sido escrita. Y toda esa felicidad que había experimentado, esa nube en la que se había subido al recibir sus primeros mensajes de apoyo se había caído, y ahora era el pánico el que inundaba sus ojos.