⌛9⌛
Las cuatro paredes que la rodeaban, la agobiaban de tal manera que no podía mover su cuerpo. Llevaba días así, no lograba bajar la fiebre que le comenzó a dar ni los fuertes dolores de cabeza que llegaban como punzadas a su cerebro, pero lo peor no era eso, sino que la habían enviado a su casa para que tuviera “más comodidad”.
El doctor que la revisó, vió en ella un alto nivel de estrés, que provocaba el descontrol de su comportamiento y era la razón de sus recientes desmayos. Pero eso podría normalizarse si lo único que la rodease fuera tranquilidad. Sin embargo, sus padres por alguna razón, querían mantenerla en casa, y no precisamente para cuidarla.
Todo ese tiempo, estuvo en aquel cuarto oscuro que era testigo de sus castigos. Ellos se habían enterado de lo que hizo, y ahora la habían aislado de todo y de todos, dándole como único alimento una mísera sopa, que no saciaba las ganas de probar verdadera comida.
Ya no podía ver a sus amigos, no supo que pasó con Dante, su poca libertad le fue arrebatada por querer buscar su propia justicia. Y Matthew no estaba mejor.
Rixton los había encontrado, e hizo que los trajeran a la mansión de inmediato. El primero en entrar en su despacho fue Philip, quién solo podía pensar en como apartaron a Matthew de él, dejándolo sin fuerzas por los golpes propinados a su cuerpo, oyendo las órdenes de el pelinegro para que lo soltasen, pero todo fue inútil.
—Te advertí de como serían las cosas si te acercabas demasiado a mi hijo— empezó el mayor, sentado detrás de su escritorio, observando a el castaño frente a él con el ceño fruncido—. Matthew pronto se hará cargo de los futuros negocios que administraremos, y no puedo permitir que la imagen de mi familia se vea afectada por su errónea preferencia.
—¿Y qué pretende? —su débil voz se hizo presente, sorprendiendo y enfureciendo a el mayor—. Le hice caso una vez, me alejé de él por sus amenazas, y me reservé mis sentimientos. Pero no puede evitar que nos amenos.
—¡Eso no es amor! —golpeó fuertemente la mesa al levantarse, su silla se alejó de su cuerpo y él rodeó la mesa, para acercarse a él—. Ustedes dos son unos irresponsables, que no saben las consecuencias que pueden traer sus decisiones.
—Sabemos todo lo que puede pasar— se atrevió a mirarlo—, yo sé lo que puede pasar. Pero aún así quiero intentar hacerlo feliz.
El mayor acomodó su traje, dejando salir un sonoro suspiro lleno de frustración, para luego apoyarse en el escritorio, cruzando sus brazos en su pecho.
—Te vas a ir inmediatamente de aquí— anunció, con neutralidad—. No te quiero cerca de mi casa ni de mi familia, les quitaré la escritura del restaurante a tus padres y todos se marcharán de este país.
—No lo haré— dijo con firmeza, frunciendo aún más el ceño del contrario—. No volveré a dejarlo porque usted lo ordene y no…
—¡Philip! —le gritó, dejando salir todo su enojo en ello y mostrándolo en su expresión.
Esto le provocó un pequeño sobresalto a mencionado, quién esperó cualquier orden de que se fuera inmediatamente o algún golpe en su ya lastimado rostro. Sin embargo, lo único que se escuchó fue el sonido de la puerta abriéndose de manera algo brusca, captando la atención de ambos hombres en la habitación.
—Siento interrumpirlos— empezó el pelinegro, al adentrarse en el lugar, vistiendo un conjunto blanco y negro, y dejando al descubierto su rostro—. Le daré media hora de mi tiempo, señor Rixton— anunció al tomar asiento en uno de los sillones—. Pero necesito algo de privacidad.
Dirigió su mirada hacia Philip, quién miraba asombrado la cicatriz en su rostro, al igual que Rixton.
—Sal de aquí, Philip— ordenó el mayor—. Y espero que sepas lo que debes hacer— este le mantuvo la mirada, sintiendo tanta impotencia y rabia.
Pero no pudo hacer más que retirarse, ya que otros guardias se lo llevaron de ahí. Dejando un silencio entre ambos.
—Devuélvame la— le ordenó, rompiendo aquella incomodidad que se formó.
Ante esto, el mayor rió, secamente.
—Ella es mi hija, no puedo dártela porque me lo ordenes, niño.
—Ahí hay un grave error— se levantó, llevando ambas manos a los bolsillos, posicionándose frente a él—. Danna no es su hija y yo no soy un niño. Sé perfectamente que la encerró para atraerme y pedirme algo por ella. Usted ni siquiera merece que le esté hablando ahora mismo.
—Ja, escucha Dante, no vengas haciéndote el héroe ahora y tampoco te creas tan superior. Porque estoy muy seguro, de que Danna no conoce toda la verdad.
—No es necesario que conozca todo— dijo con tranquilidad—. Ella solo se enterará de lo que yo quiero que sepa. Y se irá conmigo, no importa lo que tenga hacer.
Esa imponencia y seriedad que emanaba su voz y rostro, le dió a entender a Rixton que él no estaba para juegos. Pero no dejaría que se la llevaran sin tener algo a cambio.
—Entonces te la entregaré con una condición— este se dirigió hacia su escritorio, tomado unos documentos—. Firma esto y no me interpondré más.
Dante, con una ceja arqueada y abundante desconfianza, tomó el papel de su mano y lo empezó a leer, dejando salir una que otra muñeca, llena de incredulidad.
—No puedo creer que pueda caer tan bajo— tomó una de las plumas de la mesa, firmando el documento poco después—. Espero que esto sea suficiente para tranquilizarlo— dejó la hoja en el mueble de madera—, porque no obtendrá nada mas de mi.
Finalizó con seriedad, a lo que él mayor asintió con una media sonrisa, guardando lo que le daría inicio a sus planes.
—Fue un placer hacer negocios contigo— dijo con cierta burla.
—No diría lo mismo. Usted y su mujer solo merecen puras desgracias, pero descuide, el karma y la venganza, suelen llegar cunado menos te lo esperas.
Tras decir lo último, salió de la habitación, dejando a un pelinegro, al que no le importó en lo absoluto lo que dijo, ya que este solo se centraba en sus objetivos, nada más le importaba.
Dante fue guiado al cuarto donde se encontraba Danna. Era horrendo, oscuro, húmedo y frío. En el solo se encontraba una pequeña cama desordena y algo rota, junto a un pequeño cubo de madera.
Este buscó desesperadamente a la chica con la mirada, y la encontró, llorando en un rincón, con un vestido blanco, sucio de algo que parecía ser barro. Estaba completamente descuidada.
Dante sintió como algo en su interior se rompió. Verla en ese estado, era algo que lo hacía querer quemar ese lugar con los culpables adentro, pero aún no era tiempo, ahora solo podía sacarla de ese infierno.
Al sentir pasos en su dirección, Danna abrazó más sus piernas, con miedo, su cuerpo temblaba completamente, haciéndola ver tan frágil y débil, tan rota y solitaria..
—Por favor….no…no vuelvan a hacerlo…—susurró aún sin mirarlo—. Ya….ya no me trataré de escapar….por favor no me castiguen más.
Solo eso bastó, para que los ojos de Dante, que solo habían derramado lágrimas por la muerte de su hermana, se cristalizaran de tal manera que le produjeron un nudo en la garganta. No obstante a eso, secó aquellas gotas que recorrieron sus mejillas y aclaró su garganta, acercándose lentamente a ella, y tomando su mentón delicadamente para no asustarla.
Está mantenía los ojos cerrados, sollozando sin parar y queriendo alejarse del toque, y ahí lo vió. Su rostro tenía muchos moretones, y sus brazos también, cada hematoma en su cuerpo alimentaba aún vez más la rabia en él. Además, estaba ardiendo, y muy mojada; al parecer solo le lanzaban agua como una forma de “baño”.
—¿No me vas a mirar? —empezó, con suavidad, viendo como lentamente sus párpados se abrían, y una débil sonrisa se formaba en sus labios al reconocerlo.
—Dan-Dante….eres tú— como pudo, se abalanzó sobre él, abrazándolo con fuerza, aferrándose lo más que podía a él; sin dejar de sollozar—. Por favor sácame de aquí— le pidió con desesperación—. No quiero seguir en esta casa, por favor sácame de aquí.
Seguía repitiendo, mientras que él acariciaba sus cabellos para tratar de tranquilizarla.
—Yo te sacaré de este lugar, no tengas miedo, ¿si? Ya nadie te haré daño— tras decir esto, pasó su brazo por la espalda contraria, cargó ambas piernas juntas con el otro, y se levantó para salir de ahí.
Al llegar al auto que los esperaba, entró por la puerta trasera, manteniéndola en sus brazos y apoyando su cuerpo en sus piernas. Aún sentía como temblaba; se sentía como una paloma mojada y mal herida. Sin perder más tiempo, ordenó que los llevaran a su departamento, este estaba lejos, muy lejos de todo; a las afueras de la cuidad.
Al llegar, hizo que la ama de llaves y la sirvienta la bañaran y cambiaran de ropa, mientras que él llamaba a su médico privado, el cuál, casi una hora después, llegó para revisarla; aunque esta estaba profundamente dormida.
—Ha pasado demasiados días sin comer por lo que veo— empezó a decirle—. Ella está muy mal, Dante. ¿No crees que sería mejor llevarla a un hospital y que la ingresen?
—¿Por qué crees que te llamé? ¿Para que me des sermones o me digas cosas que ya sé? Solo quiero que la ayudes, ella no puede salir de aquí— ese tono que utilizaba, siempre significaba que no cambiaría de idea, así que no le quedó más que suspirar y asentir.
—Traeré un equipo en la mañana entonces. Ya es demasiado tarde, así que dudo que puedan llegar.
—No le pasará nada hasta entonces, ¿cierto?
—Ella estará bien, por ahora, ya le apliqué una pomada en cada herida y le di unos medicamentos que pueden aliviar su dolor. Tu ama de llaves está tratando de bajarle la fiebre ahora— explicó.
—Bien, eso quiere decir que puedo verla hoy, ¿no? —elevó mínimamente las cejas al preguntar, a lo que él contrario asintió.
—¿Sabes? Tengo curiosidad por saber quién es esta chica para ti, nunca me habías pedido tratar a nadie más— trató de indagar, dando a conocer que su comportamiento era demasiado extraño.
—No tienes que saber nada— lo cortó—. Solo haz lo que te ordeno.
Se alejó de él, yendo rumbo a su habitación, que era dónde se encontraba Danna. Al abrir la puerta, vió a la mujer de cabello castaño con ciertas canas, colocarle un paño húmedo en la frente.
—¿Ya disminuyó? —preguntó en voz baja, tratando de no despertarla.
—Poco a poco, cariño— dijo la amable mujer al tenerlo a su lado; ella era como una abuela para él, y era a la única persona a la que le demostraba un cariño genuino e incondicional—. ¿Tú cómo estás? Te veo muy preocupado por ella.
Acarició suavemente su mejilla, haciendo que su tensión disminuyera.
—La verdad no lo sé, Nana— le confesó, viendo un poco de asombro por su parte—. Cuando la vi en ese lugar….. lloré, sentí un dolor inexplicable y…. simplemente lloré.
Ante sus palabras, la mujer sonrió, enternecida.
—Veo que al fin te estás ablandando, mi niño. Ahora entiendo porque la proteges tanto.
—Yo no puedo, Nana. Si llego a sentir algo así por ella, todo se arruinará. Y la voy a lastimar— verlo hablar de esa manera, era como ver una evolución en aquel chico que se empeñó en buscar venganza a toda costa.
—No la vas a lastimar, no si te abres con ella— colocó la mano en su pecho—. Deja que te conozca, no le mientas, protégela y cuídala sin importar qué. Sé que al final, harás lo correcto.
Esta se inclinó, para dejar un pequeño beso en su frente, marchándose poco después. Dejándolo ahí, mirando a esa chica que revolvía su interior, dormir profundamente, siento cierta calidez al ver esa pequeña sonrisa que se formó en sus labios.
—Me estás haciendo sentir lo que no debo, Danna. Esto no está bien….
¡gracias por leer!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro