⌛7⌛
Leves toques se oyeron en la puerta, alertando a Matthew, quién se encontraba semi acostado en la cama.
—¿Puedo pasar? —preguntó Danna, desde el otro lado.
—Solo entra, ¿quieres? —dijo sin ánimos, tratando de sentarse correctamente.
Danna entró completamente, y con una expresión de preocupación, se sentó a su lado en la cama.
—¿Te sientes mejor? —empezó con un tono suave, él asintió levemente.
—He soportado cosas peores— dijo con algo de dificultad; su herida comenzó a doler un poco—. Ahora solo necesito que me digas lo que harás con Arnold.
Ella guardó silencio por unos segundos, desviando la mirada de él.
—Está claro que lo mataré— soltó con neutralidad—. Primero lo torturaré, haré que firme los papeles que preparé para quitarles todo poder brindado a nuestros padres, y luego dejaré su cuerpo en algún lugar del bosque, enterrando por supuesto.
Esas crudas palabras resonaron en su cabeza; ella no bromeaba, y él lo sabía. Había sufrido tanto que sería capaz de todo para arruinar a los causantes de su sufrimiento, pero eso no podría salir bien, y no quería que la volvieran a lastimar.
“Danna ya estaba rota…. y nadie la podría reparar…”
—Danna— esta atendió al llamado, encontrándose con una expresión de preocupación por parte del pelinegro—. Sé que quieres vengarte pero, ¿Esto te hará algún bien?
Quería convencerla de desistir, ya encontrarían una manera de planearlo todo sin necesidad de llevarse la vida de nadie. Pero ella no iba a retroceder a estas alturas, debía terminar lo que empezó.
—Entiendo tu preocupación, Matt— habló, suavizando un poco su tono—. Pero no puedo dejar que ellos sigan jugando conmigo como si no tuviese decisiones propias. Así que pretendo acabar con ellos lentamente, sin importar qué.
Él no tuvo más opción que suspirar, ella no la escucharía, sin importar los argumentos que utilizase. Esta vez volvieron a tocar la puerta, abriéndose poco después, mostrando a Philip, quién vestía un simple conjunto de pantalón y camisa ancha, ambas de color beige.
—Siento interrumpirlos— empezó, adentrándose en la habitación—. Pero ya es hora de su medicina.
Les recordó, y no pasó por alto el ceño fruncido del chico.
—Oh, está bien— ella se levantó, acercándose al mayor—. Nosotros estaremos en el garaje por si nos necesitan, por favor cuida de él— Philip asintió, y trató de decir algo.
—No necesito que me cuiden, Danna —él lo interrumpió—. En algún momento me curaré por completo.
—Deja de comportarte así, Matthew. Solo déjate ayudar— le pidió, pero él no respondió—. Nos vemos.
—Nos vemos.
Se marchó por completo de la habitación, dejándolos en un extraño silencio. Él castaño se acercó a la mesita de noche, para servir un poco de agua en uno de los vasos de cristal, llenándolo hasta la mitad. Tomó la pastilla y se la acercó junto al vaso.
—Te sentirás mejor después de tomar esto— le dijo, a modo de convencimiento.
—¿Podrías detenerte? —le pidió, prácticamente en un susurro, descolocándolo.
—Si te refieres a cuidarte, no lo haré. No puedo permitir que tu herida empeore.
—¡Tú sabes a lo que me refiero! —le gritó, provocando en su herida una punzada de dolor, por la que soltó un quejido.
—Matt— se acercó rápidamente para observar el vendaje que la cubría, percatándose de que este ya estaba manchado y se debía cambiar—. Te has estado moviendo demasiado y te estás lastimando, Matthew.
—Tú eres el que más me lastima— su voz se estaba quebrando, y él lo notó —. Sabes perfectamente que tenerte tan cerca de mi no es bueno, el que me prestes tanta atención tampoco lo es. Así que detente por favor.
Sus lágrimas no tardaron en salir; ya no aguantaba tener que ver su preocupación y cercanía después de todo lo que pasaron. Su corazón no podía dejar de malinterpretarlo.
Aquellas pequeñas gotas fueron secadas por los dedos del mayor, quién también tenía los ojos cristalizados, pero a pesar de eso, le sonrió.
—No pienso volver a alejarme de ti— dijo en un suave tono, acariciando su mejilla—. En el pasado lo hice y no sabes cuanto me arrepiento. Pero estaba contra la espada y la pared, tu padre iba a echarme a la calle y le quitaría el restaurante a mi familia si me quedaba contigo— eso no lo sabía, presentía que su padre tenía algo que ver, pero no específicamente cómo.
—No sabes las ganas que tenía de corresponderte cuando me dijiste que te gustaba— continuó—. Me sentí tan feliz, que hubiese hecho cualquier cosa menos rechazarte. Pero no podía dejarme llevar por mis deseos, tampoco quería que tu padre te hiciera algo al enterarse.
—Entonces…..¿Qué cambió ahora? —preguntó, con curiosidad y algo de miedo.
—Cambió que ahora te estoy perdiendo por completo, Matt. Ya no puedo seguir reprimiendo todo esto que siento por ti, por temor a lo que pueda suceder. Solo quiero que me perdones y me des la oportunidad de hacerte olvidar todo el dolor que te causé.
A pesar de las lágrimas que salían de sus ojos, él estaba feliz, sonriendo para sí mismo ante sus palabras, y los fuertes latidos de su corazón.
—Estoy consciente de que no puedo remediar lo que hice con palabras, por eso te pido tiempo para demostrarte lo mucho que te a…
No logró terminar su frase, ya que él pelinegro se acercó como pudo hasta él, para fundir sus labios en un beso sumamente deseado por ambos. El cuerpo de Philip se posicionó sobre el de Matt, acariciando con una de sus manos su cuello, alzando su cabeza en el acto, mientras que el menor sumergía sus dedos entre los cabellos de la nuca del castaño.
Cada leve toque o sonrisa de segundos, era para ellos lo mejor que habían experimentado. Esa sensación de complicidad y la delicadeza que se presentaba en cada movimiento de sus labios, hacía que sus corazones latieran descontroladamente y que él sentimiento de felicidad, que parecía ser una emoción lejana hace un año, volviera a ellos en ese momento.
Y aunque no querían alejarse, una punzada de dolor atacó la espalda baja de Matt, haciendo que soltara un quejido, alejándose de los labios de Philip.
—¿Estás bien? —se apresuró a mirar la herida—. Perdóname, no quería lastimarte. Te cambiaré esto para que dejé de sangrar.
—Phil— lo llamó con una voz suave, tratando de calmar su desesperación—Estoy bien. Solo necesito que me abraces.
—Pero tengo que cambiarte el vendaje.
—Lo harás luego, solo déjame sentirte un poco más, solo un poco— pidió, mostrando la necesidad que sentía en su voz.
Este suspiró, dejando ver una amplia sonrisa que iluminaba totalmente su rostro. Acostándose a su lado, pegando su espalda a la pared, permitiendo que él se acurrucara en su pecho y lo abrazara, a lo que Philip correspondió acariciando su cabello.
—Extrañé tanto que estuviéramos así—empezó, dejando un corto beso en su cabeza.
—Yo también lo extrañé, me hiciste mucha falta todo este tiempo, Phil— en su voz se reflejó cierta tristeza, al recordar la soledad en la que antes vivía.
—Tranquilo, no volveré a alejarme de ti— elevó su mentón para depositarle un suave beso en los labios—. Te amo tanto, Matt.
Pronunció al separarse, provocando una sonrisa en el chico.
—Yo también te amo— correspondió, para volver a acurrucarse.
—¡Maldita sea, acaba de firmar! —le exigió Danna al golpear su pierna con un bate de madera, haciendo que este soltara un fuerte quejido de dolor.
—Danna tienes que calmarte— trató de tranquilizarla la pelinegra. Pero esta no pretendía detenerse.
—No tengo que calmarme, Jade. Solo debo resolver esto ahora, y no me detendré hasta que firme los malditos papeles— ella estaba diferente, completamente fuera de sí.
Llevaban casi una hora ahí, tratando de hacer que Arnold firmara la petición de que fuese anulado cada negocio o trato hecho con la familia Sandler. Pero este se rehusaba, y eso solo estresaba a la castaña.
—¡Si sigues haciendo esto no tendrá como escribir! —le gritó, agarrando sus hombros, intentado hacerla entrar en razón—. Le estás quebrando todo carajo.
—¡Solo váyanse! —se deshizo del agarre, con cierta brusquedad—. Yo puedo hacer esto sola.
Jade la miró con el ceño fruncido, no la reconocía, ella estaba actuando bajo su deseo de venganza y la irracionalidad que abundaba en su mente. Y esa no era una de sus mejores versiones.
—¡Si pudieses ya habríamos terminado con todo esto! —le gritó, harta de su comportamiento.
—¡Jade! —la llamó Dante, quién se encontraba en una esquina de la habitación—. Yo me encargaré de ella.
Tras decir esto la tomó del brazo para llevársela de ahí, bajo sus múltiples quejas y maldiciones. Mientras que la pelinegra trataba de calmarse, frotando el puente de su nariz, dirigiendo poco después la mirada a Arnold.
Este vestía su camisa blanca de manga larga y sus pantalones negros, ambas prendas un tanto sucias y rasgadas; al igual que tenían la sangre de su anterior herida. Su rostro mostraba varios moretones y su poca energía le dificultaba hasta respirar. Pero no se podía mover, ya que estaba atado de pies y manos a un gruesa y resistente silla.
—Maldito viejo —murmuró, saliendo del garaje en busca de su hermana, y volviendo a dejarlo en la oscuridad.
Mientras que Dante seguía prácticamente arrastrando a Danna hacia una de las habitaciones, cerrando la puerta con llave luego de entrar.
—Abre esa puerta inmediatamente—ordenó, con cierta agitación en su voz, pues no había parado de hablar y amenazarlo en todo el camino.
—Saldremos de aquí cuando te calmes— zanjó, oyendo el bufido que soltó la chica poco después.
—Solo quiero acabar con esto. Pero si ustedes se siguen entrometiendo entonces yo…
Fue interrumpida abruptamente por los brazos contrarios al rodear su cuerpo. Este se inmovilizó, el sentir como acariciaba su cabello lentamente, la descolocó por completo, pero su enojo comenzó a disminuir.
Se sentía perdida, estaba muerta de miedo por las consecuencias de sus actos y por lo incontrolable que podría llegar a ser. Temía lastimar a alguien que no lo merecía con palabras o acciones, cada vez que su lado con menos cordura salía a la luz. No quería volver a aquella soledad en la que se tuvo que sumergir por sus padres.
“Estaba cansada de mostrarse fuerte, cuando en realidad era lo más débil que pudo existir…”
Le terminó correspondiendo el abrazo, aferrándose a él como si fuese su lugar seguro, y sin pensarlo, estalló en llanto contra su pecho.
—Lo-Lo siento…. mucho— musitó entre sollozos—. No quise….actuar a-así.
Dante solo se limitó a seguir abrazándola, escucharla y verla tan débil lo hacía sentir extraño. A él volvía esa necesidad de protegerla a toda costa y no dejar que nadie la lastimara. Él se lo prometió, y tenía que cumplirlo.
—Llora todo lo que quieras— empezó suavemente—. Pero esta será la última vez que lo harás.
Separó sus cuerpos mínimamente, quitando completamente la mascarilla de su rostro, mostrándose otra vez frente a ella como era en realidad.
—No dejaré que llores, ni que otros te causen dolor— le aseguró—. Ya te lo había prometido, An. Solo déjame esta venganza a mi, no ensucies tus manos por míseras personas sin valor— acercó sus manos a las mejillas contrarias, secando cada gota salada que provenía de sus ojos.
—Recuerda, siempre seré el verdugo de aquellos demonios que se te acerquen para dañarte. Y juro en este momento, que me convertiré en tu esperanza, An...
¡gracias por leer people!
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