
⌛12⌛
—¿¡Qué vas a ganar con esto, eh!? —le gritó Dante, viendo como después, esta reía sarcásticamente.
—¿Ahora tienes miedo? —preguntó, elevando ambas cejas y provocando que el ceño contrario se frunciera aún más—. ¿Quién lo diría? El frío y misterioso Dante Walters, temblando de miedo porque su exnovia le apunta con un arma a su protegida. Eres una verdadera mierda.
—Jade —esta vez, Danna la llamó, saliendo de detrás del chico—. ¿Por qué actúas así? —preguntó, sintiendo como el miedo se apoderaba de ella.
—¿Por qué? Mira que eres estúpida, Danna. Juro que venía a salvarte de él. Pensé que podría hacerte daño y no quería perder a alguien más por su culpa. Pero luego me entero que tú lo sabías y decidiste ocultarlo. ¿Y pretendes que actúe como si nada?
—Ella no tuvo nada que ver —intervino Dante, intentando calmar la situación—. Yo fui el que lo hice, ella se enteró hace po..
—¡No intentes defenderla, carajo! —interrumpió Jade, en un grito lleno de furia—. ¿Podrías ocultar tan siquiera un poco que te gusta? Todo lo que hiciste por ella, todo lo que te arriesgaste. ¿¡Hubieses hecho lo mismo si fuera yo, eh!?
—¡No metas lo que pasó entre nosotros en esto! —replicó Dante, su paciencia al borde.
—¡Claro que lo hago! —le gritó en respuesta—. ¿Sabes cuánto aguanté el que me ignoraras? ¿Cuánto tuve que reprimir las ganas de tenerte a mi lado por darte tiempo? ¿¡Sabes todo lo que me lastimé por darte espacio debido a tu hermana!?
—¡Te dije que quería estar solo! Pero tú te empeñaste en quedarte conmigo, yo te di a elegir.
—¿¡En serio creíste que me iría!? ¡Joder, te amaba, Dante! Eras lo más importante para mí y yo quería apoyarte, mostrate que estaba ahí. ¡Pero tú eres un maldito insensible que solo se preocupa por buscar venganza!
La habitación se hundió en un profundo silencio, escuchándose únicamente leves sollozos por parte de Jade.
—Siento que te hayas sentido así —dijo Dante, su voz siendo un poco más suave—. También siento haberles arrebatado a Madie, pero por favor deja que Danna se vaya y hablemos con tranquilidad.
—¡Nadie se irá de aquí! —gritó con determinación—. Ya me cansé, ¿¡oíste!? Voy a acabar con los dos. No me importa si ella no se involucró, el hecho de que lo ocultó ya la hace partícipe de esto.
Danna sintió cómo su corazón latía con fuerza mientras contemplaba la desesperación en el rostro de Jade. Sabía que había una lucha interna en ella, una batalla entre el amor y el odio.
—¿Estás segura de que lo que quieres es vengar a Madie? —preguntó Danna, enfrentándola con seriedad—. ¿O lo que tienes son celos de que Dante se quedó conmigo?
La pregunta dejó a Jade boquiabierta; una carcajada incrédula escapó de sus labios mientras Dante intentaba tomar el brazo de Danna para protegerla. Sin embargo, ella se soltó y permaneció firme.
—¿En serio crees que estoy celosa? No me hagas reír, Danna —respondió Jade, aunque su voz temblaba ligeramente.
Danna dio un paso adelante, sintiendo la necesidad de interceder.
—No estoy jugando. No creo que tu única motivación para venir aquí sea que quieres "vengar" a Madie. Estoy segura de que solo lo dices para engañarte a ti misma, ya que aún quieres a Dante, pero no soportas sentir eso y tratas de odiarlo para sacarlo de tu corazón, ¿me equivoco?
Jade guardó silencio, su mirada desviándose mientras buscaba palabras que pudieran herir a Danna. Su rostro estaba tenso, y las emociones luchaban por salir a la superficie.
—Sé que no eres una mala persona, Jade —continuó Danna, su voz firme—. Quieres recuperar a quien amas, pero no puedes lastimar a otros en el proceso. Y mucho menos si él no siente lo mismo.
—¡Ya cállate! —la interrumpió Jade, con lágrimas acumulándose en sus ojos—. No te hagas la que puede arreglarlo todo con simples palabras. Sí, es cierto, ¿pero y qué? Mis sentimientos no me sirven de nada.
—Sí que sirven. Son parte de lo que eres, Jade. No puedes ignorar lo que sientes y seguir como si nada te lastimara. Pero tampoco puedes pensar que haciendo esto…
—¡Ya deja los malditos sermones! —gritó Jade, su voz resonando con desesperación.
Pero un fuerte dolor en la nuca hizo que Jade se detuviera en seco, cayendo inconsciente al suelo. July apareció detrás de ella, su rostro pálido y aterrorizado por lo que acababa de hacer.
—¿Ja… Jade? —musitó July, viendo a su hermana tendida en el suelo, las lágrimas comenzando a deslizarse por sus mejillas. Luego levantó la mirada hacia Danna y Dante—. No debería haberlos ayudado —dijo, acercándose para levantar a Jade con esfuerzo—. Pero tampoco quiero que mi hermana se busque más problemas por su culpa.
—July, yo…
—Por favor, no digas nada. Entiendo que todos tienen sus razones para actuar como lo hacen, pero yo solo quiero paz y tranquilidad, sin más muertes ni desgracias. Y eso solo puede pasar lejos de ustedes. Espero que no volvamos a vernos, Danna, nunca más.
Con esas palabras, July se marchó, sosteniendo el brazo de Jade por encima de sus hombros mientras la llevaba consigo. Ambos soltaron un suspiro entremezclado de alivio y culpa por lo ocurrido. Luego se miraron fijamente, cada uno lidiando con el peso de la situación.
—Lo siento —empezó Dante, su voz cargada de remordimiento—. Nunca pensé que esto pasaría.
Danna lo miró con una neutralidad que ocultaba un torbellino de emociones. Sabía que la situación era compleja y dolorosa, pero había algo más que necesitaba de él.
—En algún momento se enterarían —respondió con calma—. Así que creo que es comprensible. Pero ahora mismo solo quiero una cosa de ti.
Dante la miró con curiosidad y confusión.
—Quiero que me lleves con mi padre.
La petición lo tomó por sorpresa. Era una mala idea; él lo sabía. La incertidumbre sobre cómo podría reaccionar su padre ante la llegada de Danna era abrumadora. No podía predecir si sería un encuentro pacífico o una explosión de emociones reprimidas. Sin embargo, no podía negarse a nada que ella le pidiera, especialmente en ese momento crítico en el que todo se volvía incómodo entre ellos. Debía volver a recobrar su confianza sin importar las consecuencias.
Así fue como se encontraron en la primera hora de la mañana, ambos conduciendo hacia la casa donde vivía el padre de Danna; Bianco Mustelier. Si no hubiera sido por su madre, quien cambió su apellido a Sandler, Danna aún sería Danna Mustelier, la niña inocente a la que no le arrebataron su infancia ni sus sueños; a diferencia de Danna Sandler, quien había sufrido cada una de esas pérdidas.
Mientras se acercaban al destino, Danna luchaba con sus propios pensamientos. ¿Cómo reaccionaría su padre al verla después de tantos años? La mezcla de ansiedad y determinación la mantenía alerta. Quería verlo, aunque fuera para desahogar todo el dolor acumulado y gritarle hasta quedarse sin voz; necesitaba hacerlo.
Por otra parte estaba Dante, quién se sentía completamente desorientado. Por primera vez no sabía que hacer; Danna ni siquiera le dirigía la palabra, no lo miraba, y lo evitaba constantemente. Él sabía que como se había enterado de tantas cosas, necesitaba un tiempo para asimilarlo todo; pero esa distancia le dolía en lo más profundo de su alma.
Cómo quién dice: "Odiaba tenerla tan cerca y a la vez tan lejos."
En minutos se encontraron con la gran casa de color azul claro que le pertenecía a Bianco. Se encontraba rodeada por un amplio jardín, lleno de arbustos de rosas rojas, blancas y amarillas, las cuales estaban siendo regadas por un hombre de unos cuarenta y tantos años. Este era alto, mucho, su complexión era robusta y se hacía notar aún más por la camisa de manga corta que llevaba.
Danna, apenas lo vió, su pecho comenzó a comprimirse con fuerza, y en su garganta se formó un pequeño nudo, que dificultaba la articulación de cualquier palabra. Sus ojos se humedecieron conforme más se acercaba.
—Sabía que no cumplirías tu palabra —empezó el mayor, dejando la fina manguera en el suelo para cerrar la llave del agua, y dirigir la mirada a ellos, mostrando una pequeña sonrisa de boca cerrada—. Has crecido mucho, Rose.
El simple hecho de escuchar el apodo que le había dado de pequeña fue suficiente para que Danna rompiera a llorar. Sin pensarlo dos veces, corrió hacia él y lo abrazó con todas sus fuerzas. Bianco la recibió con los brazos abiertos, envolviéndola en un abrazo cálido y reconfortante.
—No sabes cuánto te extrañé, papá —musitó Danna contra su pecho, aferrándose a su espalda como si temiera perderlo nuevamente. Las lágrimas caían libremente por su rostro, mientras Bianco también comenzaba a llorar, sintiendo el peso de los años perdidos.
—Yo también te extrañé demasiado, mi niña, durante todos estos años. Pero no podía verte —respondió Bianco, separándose un poco para acomodar los cabellos desordenados de Danna—. Estarás en peligro si alguien descubre que viniste a verme.
—He estado en peligro desde que me dejaste —dijo, limpiándose las lágrimas con las manos temblorosas—. Pero no entiendo por qué no viniste a mí. Dime por qué me dejaste con ellos, papá —exigió, su voz entrecortandose.
Bianco bajó la mirada, como si cada palabra que iba a pronunciar pesara una tonelada.
—Sí lo hice, Danna. Hace unos diez meses, entré a esa casa para sacarte de ahí. Ya no me importaba lo que intentaran hacerme ni lo que pudiera pasarme; solo quería llevarte conmigo. Pero tú no estabas —el recuerdo de aquel campamento al que su madre la había enviado por esas fechas, antes de venderla, volvía—. Rixton me descubrió cuando decidí irme. Entre sus hombres me acorralaron y me golpearon hasta dejarme sin fuerzas. Y antes de que me arrastraran a una furgoneta para dejarme en medio de la nada, me amenazó diciendo que si volvía a poner un pie en esa casa, te iban a desaparecer.
Las palabras de su padre resonaron en la mente de Danna como un eco doloroso. Una pequeña chispa de felicidad se encendió en su interior al saber que él había ido a buscarla, pero esa luz se desvaneció rápidamente al recordar la amenaza de Rixton.
«Ese maldito lo sabía…»
—Tienes todo el derecho de decirme que solo son excusas —continuó Bianco, su voz temblorosa—, pero créeme que intenté de todo para sacarte de ahí. Sin embargo, cada vez que lo intentaba, fallaba —su mirada se desvió hacia sus manos, las cuales tomó con delicadeza—. Siento no haberte protegido, Rose.
Danna sintió una mezcla de emociones: rabia, tristeza y un atisbo de gratitud por saber que su padre había luchado por ella. Sin embargo, no podía evitar sentir que había mucho más que abordar.
—Yo… creo que es imposible que alguien me proteja, por lo menos sin que me mienta —dijo Danna, dejando caer la indirecta hacia Dante, quien estaba a unos pasos detrás de ella. Este carraspeó la garganta y tomó la pequeña maleta que traía consigo para Danna.
Ahí se encontraban dos conjuntos que él le empacó y las medicinas que debía seguir tomando hasta que su tratamiento culminara completamente; porque sí, estaba sana, pero aún las necesitaba por precaución.
—Dejaré esto en la habitación, padrino —anunció Dante, mientras se adentraba en el interior de la casa—. Tienen muchas cosas que hablar, así que no creo que podamos irnos hoy.
Con esas palabras, se perdió tras cruzar la puerta, dejando a Bianco y Danna a solas en el umbral del hogar. Bianco dirigió la mirada a su hija, notando cómo esta no apartaba la vista de la casa, como si estuviera intentando descifrar los secretos que sus paredes guardaban.
—Pelearon por mi culpa, ¿cierto? —comenzó Bianco, rompiendo el silencio y llamando su atención.
Danna finalmente lo miró, sus ojos reflejando una mezcla de dolor y confusión.
—Él me ha mentido mucho, padre —respondió, la intensidad de su mirada no disminuyó—. Todos lo han hecho. Incluso yo me he mentido a mi misma al ilusionarme con buscar algo de justicia por lo que sufrí. Pero todo es muy difícil para mí.
Lo último fue prácticamente un susurro, pero Bianco lo escuchó claramente. Su corazón se apretó al recordar las decisiones difíciles que había tomado en el pasado.
—Ahora que lo sabes todo, no tienes por qué estar enfadada con él. Créeme, desde el día en que secuestraron a Arterton, me ha rogado para poder decirte la verdad. También ha estado trabajando duro para acelerar las cosas y terminar con los planes de Rixton y tu madre. Él está haciendo hasta lo imposible para lograr tu felicidad, Rose.
Danna sintió una mezcla de emociones al escuchar las palabras de su padre. Sabía que Dante había estado en una posición complicada, pero eso no borraba el dolor que había sentido por las mentiras y secretos que había estado guardando.
—Y lo sé, pero también necesito mi tiempo para asimilarlo. Será corto, pero en serio lo necesito —dijo Danna, mostrando una pequeña sonrisa que apenas ocultaba su inquietud.
Bianco asintió con comprensión, reconociendo la lucha interna de su hija.
—Está bien. ¿Te parece si entramos? No quiero que te sigas arriesgando —propuso, mirando a los alrededores con cautela, asegurándose de que no hubiera nadie cerca.
—Vale —aceptó Danna, sintiendo un ligero alivio al saber que estaba a salvo bajo el techo de su padre.
Al cruzar el umbral hacia el interior de la casa, Danna se sintió envuelta por una atmósfera cálida y acogedora. La decoración era sencilla pero elegante; tonos suaves y muebles de madera oscura creaban un ambiente de tranquilidad. Era como un eco de su infancia, un recordatorio de tiempos más felices antes de que todo se complicara.
Durante el resto del día, Bianco se dedicó a contarle todo lo que había sucedido en los últimos años con lujos de detalles. Habló sobre su vida después de haberla dejado con los Sandler, sobre las decisiones difíciles que había tenido que tomar y sobre las estrategias que había ideado para enfrentarse a Rixton y su madre. Cada palabra estaba impregnada de una mezcla de tristeza y determinación.
Danna escuchaba atentamente, su mente montando cada uno de los escenarios que su padre describía. La idea de venganza contra el matrimonio Sandler comenzó a tomar forma en su mente. Bianco le habló sobre cómo había estado recopilando información y aliándose con personas influyentes que podían ayudarles en su causa.
—No solo es venganza —aclaró Bianco—. Es justicia. Debemos asegurarnos de que nunca más puedan hacerle daño a nadie. Tu madre ha estado manipulando todo este tiempo y es hora de que pague por sus crímenes.
Danna sentía cómo la ira comenzaba a burbujear dentro de ella al escuchar sobre las atrocidades cometidas por su madre. Cada palabra de su padre encendía una llama en su interior, una necesidad de actuar y recuperar el control sobre su vida.
—¿Y cómo planeas hacerlo? —preguntó Danna, sintiéndose cada vez más involucrada en el plan.
Bianco sonrió con satisfacción al ver la determinación en los ojos de su hija.
—Tengo aliados estratégicos y un plan meticuloso. Pero necesito tu ayuda. Juntos podemos desmantelar todo lo que han construido —dijo Bianco con firmeza—. Y esta vez, no dejaré que nada ni nadie te separe de mí, Rose...
Eto.... sí, todo se está poniendo un poco rarito..... pero vamos a ver cómo termina 🙂
¡gracias por leer!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro