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⌛10⌛

Y ahí se encontraba. Llevaba casi una hora mirándola dormir, delineando su mano suavemente con el índice, la cual reposaba en un costado de su cuerpo. Segundos después, sus párpados empiezan a abrirse lentamente. Sus pupilas se mueven en todas direcciones para lograr identificar el lugar en donde se encontraba, pero no lo recordaba.

Sin embargo, al ver a Dante, tan concentrado en su mano, una pequeña sonrisa se formó en sus labios e intentó sentarse.

—Ah…Danna— la ayudó a acomodarse—. Duerme un poco más, ¿si? Aún estás muy débil y…

—¿Por qué me dejaste? —preguntó, con suavidad, interrumpiéndolo— ¿Sabes cuánto te necesité todos estos días?

Sus ojos empezaron a cristalizarse mientras hablaba, haciendo que el pelinegro sintiera vergüenza y…. dolor. Este se sentó frente a ella en la cama, tomando suavemente su mano.

—Perdóname por irme así, pero tenía cosas que resolver.

—No lo hagas de nuevo— lo cortó—. No me dejes otra vez. No puedo volver a casa de esos monstruos, ellos solo me lastiman.

—Y no volverás, yo me encargaré de eso. Pero ahora debes descansar, te traeré algo para que comas y recuperes fuerzas, ¿vale? —antes de esperar respuesta alguna, intentó levantarse, pero ella no lo dejó.

Salió de debajo de las sábanas y se acercó a él, tomó todos sus fuerzas y se decidió a abrazarlo, aunque en el acto, también se sentó sobre él a horcajadas, sorprendiéndolo y a ella misma, pero no dudó en envolver los brazos alrededor de su cuello.

—No te vayas— le susurró, uniendo sus frentes mínimamente, cerrando los ojos en el acto—. Yo….yo quiero que te quedes conmigo.

—Danna…— trató de alejarse o alejarla, pero esta no se movía—. Danna por favor, no hagas esto. Estás enferma y….te puedes lastimar más si sigues moviéndote.

Intentó mover su cuerpo al posicionar ambas manos en su cintura, presionando levemente, para evitar que acortara aún más la distancia entre ellos.

—Tú…¿no sientes nada? —preguntó, llevando una de sus manos a la cicatriz en su rostro, acariciándola con delicadeza—. Yo….no sé cómo pero, siento tantas cosas cuando te veo, y cuando te toco, todo en mí quiere quedarse a tu lado, y pertenecerte solo a ti.

—No sabes lo que estás diciendo— la cortó, tomando la mano que permanecía en su mejilla.

—Si lo sé. Te estoy confesando lo que en verdad siento, Dan. Y estoy segura de que tú también te sientes así— lo miró directamente a los ojos, para luego pasar a sus labios—. No me evadas, ¿quieres?

Así finalizó, con esas simples palabras que fueron un delicado susurro para sus oídos, ella se acercó. Unió sus labios, sin permitir que él se separa. Mostró mediante sus leves y suaves movimientos que lo quería; le estaba dando a entender que estaba dispuesta a entregarse a él.

Y Dante lo sintió. Comenzó a tener esa necesidad de no apartarse y de seguirle el beso, de aceptar sus sentimientos y de paso, admitir que sentía lo mismo. Terminó dejándose llevar, guío una de sus manos a su mejilla, acercando más su rostro para profundizar el beso, y la otra la dejó en su cintura, la cuál se sentía tan pequeña en su mano; ella era una muñeca de porcelana, llena de pequeñas fisuras por todos lados.

Después de unos segundos, la intensidad de su beso aumentó. Danna acercaba más su cuerpo a el contrario, provocando leves roces con su entrepierna, y este comenzaba a introducir su mano por debajo de su bata, acariciando su muslo hasta llevarla a sus glúteos.

Ahí comenzó a bajar lentamente la fina tela que se interponía entre su mano y la intimidad de la chica, quién al sentir aquella mano intrusa, acercándose cada vez más a su interior, no pudo evitar ahogar un gemido agudo entre el beso.

Pero esto, lo que logró fue alertar a Dante de lo que estaba haciendo, provocando que se separara y que Danna se quejara cuando la apartó.

—Tenemos que parar— advirtió, tratando de controlar sus impulsos y su respiración. Y al tenerla un tanto desconcertada, logró bajarla de sus piernas, acomodándola otra vez sobre la cama—. No quiero que esto pase contigo en ese estado, aún estás muy débil, Danna.

Esta sintió cierta decepción al escucharlo; su cuerpo en serio lo necesitaba. Había provocado en su interior tal necesidad, que no sabía si podría controlarse después de eso. Pero entendía lo que decía, y el solo hecho de que le correspondiera, era suficiente para que esperara un poco más.

—Pero, tú si quieres, ¿no? —habló, con gran ilusión hacia la respuesta.

Dante soltó un leve suspiro, dejando a todo lo que se aferraba para negarse de lado, y guiándose solo por lo que quería hacer en ese momento. Este, se inclinó hasta su rostro, y le propinó un corto beso en los labios, haciendo que eso fuera su respuesta.

—Muero por tenerte en todos los aspectos— le confesó, aún cerca de sus labios—. Pero quiero que estés sana primero. No pretendo hacerte daño, An.

Rozó sus narices suavemente, formando una pequeña sonrisa en sus labios, y luego se alejó por completo de la cama.

—Ordenaré que te traigan algo para comer. Sé que es tarde, pero puedes estar muriendo de hambre, y yo me debo duchar.

—Está bien. Hoy dormirás conmigo, ¿no? —preguntó, volviendo a cubrirse con las sábanas.

—Lo haré. De cualquier manera esa es mi cama, cariño— recordó, con una pequeña sonrisa, para después marcharse de la habitación.

Dejando a Danna con el corazón a mil, y él sintiéndose aún más emocionado y confuso, ya que estaba entre su deber y sus deseos.

En poco tiempo le llegó la comida a Danna, esta consistía en un tazón de frutas picadas, uno con carne cocida, picada en trozos pequeños y un vaso de leche tibia.

Dante salió de baño con un pijama de color azul oscuro y secando su cabello mínimamente mojado. Este dejó la toalla a un lado y se acercó a la castaña, que se encontraba comiendo a gusto cada alimento proporcionado.

—¿Quieres algo más? —le preguntó, acariciando su cabello, disfrutando verla comer tan animadamente.

—Por ahora es suficiente— le sonrió y brindó un trocito de carne con su tenedor, el cual tomó—. Creo que tú no has comido nada en el día.

—Sí lo hice, tú no te preocupes por mi. Tu cuerpo es el que necesita recuperarse.

—Mmm, Dan— dejó de comer para centrarse en él, quién la miraba curioso—. Tengo una pregunta que hacerte.

—Dime.

—¿Qué le diste a mi padrastro para que te dejara sacarme de ahí? —a su rostro volvió la seriedad apenas la escuchó—. Estoy segura de que te pidió algo, no me dejaría salir así como así.

Centró la mirada en el tazón de frutas que estaba casi vacío. Dante mantuvo silencio por un momento, y después de un suspiro, habló.

—Él quería patrocinio— empezó, con neutralidad—. Y me hizo firmar unos papeles en los que se lo brindaba. Él está planeando algo que puede llevarlo muy lejos.

—Lo sabía— murmuró, entre dientes—. Siento haberte metido en esto, por mi culpa ahora tienes que darle dinero para que lleve a cabo sus planes, yo solo te causo problemas.

—Hey— tomó su mentón con suavidad, para hacer que lo mirara—. No tienes que sentirte culpable, es mi dinero y yo decidí dárselo. Así que no vuelvas a decir eso. No me importaría darlo todo por ti si fuera necesario, An.

Sus ojos comenzaron a cristalizarse, oír esas palabras de alguien, de él precisamente, la llenaban de felicidad. No podía explicar con palabras cómo Dante la hacía sentir, tener cada minuto con él era algo que no le gustaría que acabara jamás; él se estaba convirtiendo en su todo.

Esta apartó la bandeja y se acercó a él para abrazarlo por el torso. Este procedió a acomodarla en su pecho, mientras se acostaba y los cubría a ambos.

—Nunca pensé que llegaría a quererte tanto, Dan. Te juro que no— confesó, contra su cuello, entre sollozos.

—Yo tampoco lo pensé, pero te juro que es cierto. Te quiero y necesito de tal manera, que aguantaría que algo te pasara— la abrazó con fuerza, sintiendo el fresco olor a champú de coco en su cabello, y esta se dejó hacer.

Sus ojos comenzaron a cerrarse, dejándolos en un profundo sueño.

—¡Papá! —golpeó la puerta por enésima vez —¡Papá ya ábreme! —se dejó caer sobre la puerta, sollozando—. Dime dónde está Philip por favor.

Volvió a pedir. Su padre lo había mandado a una cabaña lejos de la casa, en donde no había nadie alrededor, solamente él y los cuatro o cinco guardias que lo custodiaban. Él extrañaba y se preocupaba por Philip, no supo que pasó con este al separarse, así que temía que su padre le hiciera algo.

Entre sus sollozos, escucha el sonido de un auto acercarse, este se alerta al escuchar golpes y disparos, haciéndolo retroceder. Y cuando escuchó como abrían la puerta, una mezcla de esperanza y miedo lo invadió.

Y cuando por fin se abrió, una pelinegra vestida completamente de negro, con una coleta echa y cargando un arma, fue lo que tuvo al frente.

—¿Tú? —le preguntó la chica al verlo—. ¿Dónde carajos está Danna?

Preguntó, guardando el arma y escaneando el lugar, detrás de ella aparecieron Philip y July.

—Matt— se acercó rápidamente a abrazarlo en cuanto lo vió—. ¿Estás bien, amor?

Acunó su rostro entre sus manos, secando sus lágrimas mientras esté asentía.

—Estoy bien. ¿Cómo llegaron aquí?

—Eso es lo que menos importa ahora— habló Jade—. Tenemos que encontrar a Danna antes que Dante lo haga. Tú dijiste que ella estaría aquí, Philip.

—Era una posibilidad— dijo el castaño, con vergüenza por haberse equivocado.

—Ya pues no la veo— habló con seriedad la chica.

—Jade, cálmate, ¿quieres? Pronto la encontraremos, ten paciencia herma...

—¿¡Cómo quieres que me calme!? —la interrumpió, exasperada—. ¡Está con un asesino, Jul! ¿¡Y quieres que la deje con él!?

—¿De qué asesino hablas, Jade? —preguntó Matthew, frunciendo notablemente el ceño.

—¿Recuerdas el asesinato que hubo en Harvey? —este asintió, así que continuó—. Daymon no fue el que la mató, hice que confesara y me dijo que Dante le había pagado para que se entregara, prometió que lo sacaría en una semana y sacaría a su familia de la banca rota. Incluso falsificó documentos que probaban su inestabilidad mental y daban la posibilidad de un trastorno de doble personalidad. Ese tipo está completamente loco.

—Ese maldito— murmuró el pelinegro entre dientes.

—Les dije que él no era de fiar. Si pudo asesinar a Madie, ¿quién me asegura que no le hará lo mismo a Danna?

—Yo no creo que sea capaz— intervino July—. Puedo decir que hasta quiere a Danna, de una manera algo retorcida, pero la quiere.

—No seas ingenua, Jul. Yo no voy a perder a otra amiga por culpa de ese tipo, no importa lo que tenga que hacer— aseguró con firmeza.

Dejando en claro su objetivo, sin saber que Danna, era el motivo, razón y causa, sin siquiera haberlo ordenado directamente, de la muerte de la rubia.

¡gracias por leer!

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