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Capítulo 2


Capítulo 2

Aome despertó esa mañana, con una sola idea en la mente si la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la montaña, así que no esperaría a que su esposo se levantara un día y por algún milagro decidiera llevarse bien con ella, más bien seria ella quien lo buscara.

Estaba a punto de hacerlo.

–Hola, Sesshōmaru sé que estas ocupado...– respiro con dificultad y las manos sudorosas–Pero pensé que quizás podríamos vernos para almorzar.

No puedo, tengo trabajo que hacer–ni una pizca de emoción o de duda.

Aome no se sorprendió, pero la decepción la delato –Está bien... Está bien–Respondió.

–Hn. Hasta luego–tenía la intención de colgar pero el bullicio de autos al fondo de la línea llamo su atención– ¿Dónde estás ahora?- inquirió

Aome se quedó en silencio, ella estaba cerca de la empresa por alguna estúpida razón creyó que si él aceptaba, al menos no estaría lejos para verlo– En el centro comercial– mintió, porque había sido una ridícula invitación. Que estúpida.

–De acuerdo–él dijo, y Aome juro detectar cierta molestia en su voz, no tuvo tiempo de despedirse la llamada se cortó.

Elle miro extraña la pantalla del móvil, el contacto de Sesshomaru brillando frente a ella, aunque Aome intentara, él era muy extraño, todo él era raro.

La azabache estaba esforzándose, había tomado una decisión y la cumpliría, su matrimonio no sería un fracaso.

Suspiro, guardando el móvil dentro del bolso, dio una ligera mirada a su alrededor se percató de que había una bonita cafetería, cruzando la calle, serie bueno almorzar algo aunque fuera sola.

El lugar era cogedor, nada extravagante, pero tampoco sencillo con un ambiente cálido y familiar, tomo lugar cerca de la ventana, el camarero se acercó y ella ordeno Sándwich y un jugo de naranja.

Aome tomo del interior de su bolso una pequeña libreta, y comenzó a escribir, su trabajo en el museo había terminado demasiado temprano, generándole mucho tiempo en esa hora del día, fue cuando se le ocurrió la brillante idea de llamar a su marido.

Qué tontería.

Termino de almorzar sin prisa, para regresar a su trabajo pensando en lo productivo que sería adelantar algunas investigaciones.

Por estar sumida en sus pensamientos, se topó de frente contra alguien, arrojando sus pertenencias al suelo–Discul–Aome alzo la vista y se quedó sin aliento– ¡Sesshōmaru!–llamo sorprendida.

El extraño se arrodilla para coger el bolso– ¿A quién le recuerdo?–el rostro del hombre era inexpresivo, pero sus ojos estaban fijos sobre ella, un marrón intenso.

–A mi esposo–susurro cogiendo la cartera.

–Oh–sonrió tan ligeramente, que Aome pensó que lo había imaginado.

El hombre frente a ella tenía los mismos rasgos inexpresivos faciales que su esposo e incluso la misma altura, a excepción del cabello que era de color negro y sedoso además de que estaba prolijamente cortado, no había marcas adornando su rostro, ni garras, ni orejas en punta, por lo que Aome dedujo que era humano y sus ojos de color marrón, aún más obscuros que el chocolate, eran brillantes y fríos.

Era apuesto pero no tanto como Sesshōmaru.

–Soy Aome Taisho–ella se presentó educadamente extendiendo la mano.

–Un placer–respondió este aceptando el gesto, pero Aome frunció el ceño esperaba que él también se presentara.

Al parecer le habían extirpado los modales. Igual que Sesshōmaru.

–Disculpe debo irme–ella dijo en un susurro, sin disimular la molestia. El extraño asintió y la vio alejarse con prisa.

...

Alrededor de las cinco de la tarde Aome ya estaba en casa, su horario normal de salida eran alrededor de las siete, Sesshōmaru llegaba a las nueve, así que contaba con dos horas para asearse y preparar la cena, porque a pesar de que contaba con personal doméstico, ella prefería cocinar con sus propias manos, al demonio no le molestaba y aunque lo hiciese, ella lo aria de todas formas.

Había cosas en el carácter de la morena, que ni el mismo Taisho podría controlar, una de ellas era su obstinación.

Poco después de ducharse, el timbre sonó lo que provoco un cambió de ropa a toda prisa, bajo a sala encontrándose con dos mujeres, Sango y Midoriko.

Dos de sus grandes amigas de la infancia, Sango estaba cursando su quinto mes de embarazo, se había convertido en una mujer más alegre y risueña, estaba casado con Miroku Houshi quien casualmente era el contador de Sesshōmaru, Aome lo conocía muy poco pero le resultaba un hombre agradable, muy amable y sobre todo extremadamente atento y enamorado de su esposa.

En cuanto a Midoriko ella era reconocida obstetra, una morena de cabello lacio algo seria pero amable, su único defecto era quizás su timidez, tal vez por esa razón, aún no hallaba el valor para confesarle a su mejor amigo Inuyasha del inmenso amor que le tenía, Inuyasha era un mestizo, un híbrido mitad bestia de raza Inu y mitad humana, él era el medio hermano de su esposo.

Inuyasha era lo opuesto a Sesshōmaru.

Estos hermanos compartían un raro lazo afectivo, no podían verse sin pelear, parecían odiarse, pero cada vez que uno estaba en problemas, el otro salía al rescate.

Ella aún recodaba, como si hubiera sido ayer, el día en que el menor se había envuelto en líos, recibiendo una golpiza por parte de varios demonios, su esposo había intervenido, estaba furioso, derribándolos a cada uno de un solo golpe.

Jactándose de que nadie, a excepción de él podía golpear a su hermano.

¡Una familia de raros!

Aome también tenía familia, un hermano a punto de convertirse en un adolescente de nombre Sota y su hermana mayor Kikyo, la cual no veía hace algún tiempo, ya que actualmente estaba viviendo fuera del país en compañía de su esposo Onigumo, un prestigioso médico; Sus padres vivían no muy lejos de su hogar, ellos cuidaban de su abuelo y la morena los visitaba los fines de semana.

Aome miro con dulzura el abultado y circular vientre de Sango, ella le sonrió e hizo un gesto con la mano, la morena no lo dudo y arrastro sus finos dedos sobre la panza. Una sensación de alegría y envidia la embriago por partes igual, se preguntó cómo seria, que se sentiría levar un pequeño ser dentro de ti, fruto del amor, ella sonrió débilmente.

No había amor en su matrimonio.

Se preguntó si alguna vez Sesshōmaru, era capaz de mirarla con otro sentimiento que no fuera irritación, se imaginó lo hermoso que sería estar embarazada y que él la acariciara con delicadeza.

Solo por ese momento Aome se permitió soñar, pero era solo eso un absurdo sueño.

Ella hizo a un lado sus lúgubres pensamientos, concentrándose en las mujeres frete a ella, se permitió reír y contar chiste, algunas anécdotas divertidas, disfrutando la buena compañía y de una deliciosa taza de té.

Una hora más tarde las damas se habían marchado, y Aome no dudo en buscar los ingredientes para preparar la cena.

Sesshōmaru atravesó la puerta al mismo horario de siempre, esa era una de las cualidades que más admiraba de su esposo, la puntualidad, jamás llegaba tarde a ningún lugar y era envidiable, porque estaba segura de que si fuera ella, por las mañanas diría "cinco minutos más" y se quedaría dormida dos horas o incluso más.

El tomo una ducha antes de ir a la mesa, Aome lo esperaba con una ligera sonrisa en el rostro, ella siempre lucia amable frente a él, a pesar del temperamento de mierda que tenía el demonio.

La morena se esforzaba.

– ¿Cómo estuvo tu día?–ella cuestiona luego de un breve silencio, él alzo la vista lentamente, mientras saboreaba la cena.

Sus movimientos eran controlados y perfectos, incluso para masticar.

–Estuvo bien–ella sabía que no mentía, porque sus ojos no estaban irritados, no brillaban con molestia.

De hecho su cara estaba extrañamente tranquila.

– ¿Y el tuyo?

Aome se aclaró la garganta, eran poco frecuentes las ocasiones en que él preguntaba al respecto, y cuando lo hacía ella descubrió que le gustaba, procuraba contarle todo, aunque él ni siquiera opinaba, solo había movimientos de cabeza y monosílabos, no necesitaba más porque estaba segura de que la escuchaba.

–No creerás esto, pero me topé con un hombre esta mañana, él era ridículamente parecido a ti– comento en un susurro mientras, sonreía divertida.

–A si–él dijo de forma inexpresiva.

Aome lo miro y apoyo los codos sobre la mesa, finalmente dejo descansar su barbilla por encima de sus manos.

Una sonrisa lenta y radiante ilumino su rostro–Sí, era muy guapo pero muy extraño no me dijo su nombre... –ella movió las pestañas con inocencia, mientras un puchero rompía sus labios.

Ni un solo musculo se movió en el rostro de Sesshōmaru. Ella no obtuvo nada.

Su esposo no era celoso, Aome se sintió decepcionada.

Continuara...

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