Tres cuerpos y una flecha:
Clarisse, Grover y Annabeth ya estaban sobre la cubierta del barco, mirando en mi dirección sin entender lo que sucedía.
Tyson se había quedado congelado en su sitio viendo al tirano de los mares, su gran ojo rebozaba de confusión y cierta esperanza.
—¿P-papá?—preguntó.
—No es él, Tyson—le advertí—. Él... es difícil de explicar, pero por favor, sal de aquí, vuelve al barco.
—Pero él es...
—¡Ya lo sé! ¡Pero debes volver al barco ahora!
Tyson empezó a retroceder lentamente entre las olas, aunque sin dejar de mirar en dirección del dios.
Me puse en guardia, sabía que todo estaba a punto de ponerse muy feo.
Poseidón estaba cubierto de cicatrices por todo el cuerpo, sin embargo la más grande era la que cruzaba su pecho como una X, el lugar exacto por el que había sido partido en pedazos por aquel sámurai, ¿cuál era su nombre...? Sasaki Kojirō.
—S-se supone que estás muerto...—logré pronunciar,
Poseidón miraba en mi dirección, pero sus ojos estaban vacíos y su mirada perdida en la nada, se negaba a mirarme a los ojos, de la misma forma que a todos los demás.
—El destino, así como un dios, obra de formas misteriosas, intentar comprenderlo sería arrogante por tu parte, pececillo—respondió él con voz neutra y sin emoción.
Retrocedí y tragué saliva.
"Está aquí por un capricho del destino"—dijo Hércules en mi cabeza—. "Igual que yo... es posible que sea una prueba, o quizá simplemente fue arrojado aquí a través del tiempo, el espacio y los universos, sea como sea, no es bueno ni para nosotros ni para éste mundo"
Yo estaba perfectamente de acuerdo con esa afirmación, pero sabía de lo que el dios era capaz, y no quería tentar mi suerte con él, aún si sabía que era necesario.
Me había escuchado llamarme a mi mismo "hijo de Poseidón", conociéndolo, sería un insulto que él no pasaría por alto.
—"La prueba final del tirano llega en forma de un viejo conocido"—recordé—. "Lucha con uñas y dientes, témele a su tridente asesino"
Poseidón no dijo nada, se mantuvo firme en su puesto, sosteniendo su tridente con la guardia abierta,
La sangre de Polifemo goteaba por los horcones de su lanza y manchaba la blanca arena de la playa.
"Déjame intentar razonar con él"—me pidió Hércules.
"¿Razonar? ¿Estás loco?"
"Lord Poseidón será frío y despiadado, pero sigue siendo el más divino de los dioses, el más digno de ser llamado "rey". Tiene que haber una forma de aplacar su ira..."
"Eres libre de intentar..."—murmuré inseguro.
Las palabras salieron de mi boca sin que yo hiciera nada, dejé que Hércules se comunicara a través de mi sin oponer resistencia alguna:
—No creí que volvería a verlo, Lord Poseidón.
El tirano de los mares debió de notar el cambio en mi tono, me miró fijamente, estudiándome, fijándose en la marca que recorría mi cuerpo.
—Esa marca...
—Así es, tío, está hablando conmigo.
Poseidón tomó su tridente con fuerza.
—Así que también has perdido tu batalla—dijo con voz fría—. Un simple recordatorio de la mediocridad de los semidioses.
—Y aún así, Zeus me veía como a un hijo—respondió Hércules con mi voz—. Me encomendó la tarea de vengar tu muerte.
La mirada inexpresiva de Poseidón se tornó levemente en una de ira.
—Mi hermano debería de saberlo—dijo—. La venganza no es un comportamiento digno de un dios. No quiero ser "vengado", y de cualquier modo, tú intento claramente falló.
—Pero ahora estoy aquí gracias al destino, al igual que tú—contraatacó Hércules—. Mi misión es más grande de lo que piensas, éste chico es más importante de lo que puedes imaginar.
Poseidón me estudió una vez más.
—Un humano que se atreve a compararse a los dioses—dijo con repugnancia—. Que se atreve a llamarse "mi descendiente"
—Él es tu hijo—respondió Hércules—. Al menos del tú de éste reino, has sido arrojado a un mundo distinto al nuestro, él es el hijo de tu contraparte, y mi protegido.
Poseidón tomó con fuerza su tridente.
—¿Dices entonces que le entregaste tu poder, el poder de Zeus, el poder de los dioses, a éste bastardo?
—Es digno de éste honor...
Poseidón ahora se mostraba abiertamente molesto, sostuvo su tridente a su costado y se puso en posición de carrera.
Sabía lo que eso significaba, y Hércules también lo sabía, estaba a punto de atacar.
—Tú jamás atacarías primero a tus enemigos—dijo Hércules, pero el nerviosismo empezaba a colarse en su voz—. Sólo atacas a lo que entra en tu rango, ¿por qué...?
—Usar toda mi fuerza contra un humano sería un insulto a los dioses—interrumpió él.
—Y por eso mismo fuiste derrotado por un humano al que pudiste haber vencido al inicio de tu pelea—dijo Hércules, lo que no creo que fue muy inteligente.
Sin embargo, Poseidón respondió con calma.
—No utilizar mi poder contra un humano, aún si me lleva hasta las últimas consecuencias, es lo más digno de un dios—explicó—. Ahora bien, éste bastardo que dice ser mi descendiente cuenta con tú poder, el poder de Zeus, y contenerse al luchar contra el poder de un dios no sería un acto merecedor de la divinidad.
Tanto Hércules como yo tuvimos un mismo y sincronizado pensamiento.
"Mierda"
Poseidón se lanzó de frente a toda velocidad mientras extendía su lanza.
Estaba física y mentalmente preparado para una ráfaga frontal de ataques improvisados, pero me equivoqué.
Cargado con una tremenda fuerza, Poseidón lanzó un único golpe con la intención de matar.
—¡Desaparece!—ordenó mientras lanzaba una estocada.
El viento y el agua se arremolinaron alrededor de su lanza, convirtiéndose en un gigantesco taladro, o más bien un torbellino de destrucción pura.
¡¡¡CLORIS-EURÍALE-DEMETÉR: DEIDAD SUPREMA QUE GOBIERNA SOBRE LOS MARES!!!
Alcé mi espada tan rápidamente como pude y entrechoqué su hoja con los filosos horcones de la lanza de Poseidón.
Recibí el impacto de lleno con la hoja y salí despedido decenas de metros por el agua, arrastrando los pies por toda la costa de la isla del cíclope.
Poseidón cargaba empujándome, con su tridente siendo la punta de una gigantesca ola de destrucción que lo seguía.
Hice acopio de todas mis fuerzas, propias y de Hércules, para evitar ser arrollado.
Cuando finalmente nos detuvimos, habíamos llegado a la punta opuesta de la playa.
Yo respiraba con dificultad y temblaba por el pánico.
"Eso es nuevo..."—pensé, no recordando jamás haber visto ese ataque por parte del dios.
"Yo no... no lo entiendo..."—murmuró Hércules—. "Pero... es como Hermes siempre dijo, ni siquiera los dioses conocíamos cuál era la verdadera profundidad de Poseidón, y dudo que tan siquiera hayamos empezado a sondear sus aguas"
"Eso no es muy reconfortante"
"Te daré toda mi fuerza y poder"
"Pero siempre dices que mi cuerpo no está listo para..."
"O intentas luchar y quizá mueres aplastado por mi poder o mueres hecho pedazos por Poseidón, tú eliges"
"Está bien, está bien, dame tu fuerza Pegaso o como sea"
Respiré entrecortadamente y sentí un nuevo y agónico dolor oprimiendo mi cuerpo, pero al mismo tiempo jamás me había sentido con tanta fuerza y energía, mis sentidos estaban al máximo, era consiente de todo a mi alrededor, de las aves que volaban sobre el cielo a quince metros, sobre cada uno de mis amigos en el barco, sobre Tyson nadando en el mar mara alcanzar al Vengador de la Reina Ana, sobre cada ola que rompía contra la costa, y sobre cada músculo tensándose o relajándose en el cuerpo de Poseidón, indicando un nuevo ataque.
Podía notar cada movimiento a mi alrededor, era como en mi lucha contra Ares, pero multiplicado por mis nuevos sentidos divinos.
Esperen... "nuevo ataque de Poseidón"
El Tirano de los Mares no se andaba con rodeos esta vez. No sabía exactamente si era porque estaba molesto por su derrota contra Sasaki, por el hecho de que yo fuera su hijo no deseado, porque Hércules lo molesto, o porque ahora tenía el poder de un dios, pero el punto es que estaba tratando de matarme de a deveras.
Esquivé su siguiente estocada por los pelos, haciéndome hacia la izquierda y agachándome a la vez.
En cuanto me recompuse traté de lanzar un golpe ascendente con mi espada, pero con una facilidad que molesta él esquivó el ataque con un leve quiebro hacia su izquierda mientras alzaba su tridente y se preparaba para empalarme.
Las corrientes de agua se congregaron a mi alrededor y tiraron de mi hacia atrás a toda velocidad, sacándome del rango de ataque de Poseidón.
Podía sentirlo, incluso con la mente centrada en la batalla, distraída por el dolor y nublada por el poder, mi hiperactivo cerebro registró que el océano no reconocía a éste Poseidón como su rey.
El mar estaba de mi lado en ésta batalla, y cada ayuda contaba.
Todo mi entrenamiento y habilidad, todo el poder de Hércules y el océano de mi lado apenas lograrían hacer la batalla medianamente pareja, tenía que pensar en algo pronto.
Las olas se agitaban violentamente a mi alrededor mientras los furiosos ojos de Poseidón se posaban en mi.
El dios empezó a caminar en mi dirección, siempre imponente, siempre intimidante.
Antes de tan siquiera darme cuenta, ya me encontraba inundado hasta el cuello por sus ataques.
¡¡¡ANFITRITA: OLAS IRACUNDAS!!!
Un remolino de cientos de estocadas cayó sobre mi a toda velocidad, una tormenta de golpes como ningún otra.
Me balanceé, moví mi espada con precisión y empecé a bloquear y desviar golpes tan rápido como pude.
La punta del tridente aparecía y desaparecía frente a mi como si de un rayo de luz se tratara, yo trataba de esquivar lo mejor que podía, pero era más complicado que tratar de correr entre la lluvia sin mojarte.
Sin poder hacer realmente nada para detenerlo, la lanza de Poseidón empezó a llenar mi cuerpo de heridas. Los hombros, los brazos, las piernas, el abdomen.
No podía aspirar a detener los ataques, tenia que concentrarme en que no fueran letales.
El agua de mar corría por mi cuerpo, trabajando a toda velocidad para cerrar mis múltiples heridas abiertas, tratando de proporcionarme poder, energía y de aliviar mis constantes dolores, pero el esfuerzo era inútil entre aquella tormenta de golpes.
Pensé en algo a la desesperada, sabía que sería una mala idea, pero empecé a silbar.
Aquella melodía errática que encerraba un profundo poder en su interior, el Silbido de Poseidón... o de Hades, ósea, se llama "Silbido de Poseidón" pero lo inventó Hades...
Es más o menos como la baraja inglesa, que inventaron los españoles para que los chinos la produjeran y los estadounidenses jugaran.
Incluso con mis sentidos aumentados, aumentados a su vez por el poder de Hércules, los ataques de Poseidón eran casi imposibles de leer, el dios se movía demasía rápido, y yo también necesitaba velocidad extra.
La melodía me dio el empuje que necesitaba, utilicé el poder de Hércules para fortalecer los músculos de mis piernas, brazos y abdomen, y empecé a moverme a toda velocidad, rodeando a Poseidón, lanzando estocadas y retrocediendo antes de que me alcanzara.
Él esquivaba todos y cada uno de mis ataques, y estaba aún más molesto.
Empecé a retroceder a grandes y veloces saltos mientras las estocadas de Poseidón impactaban el mar siempre frente a mis pies, era como correr de una lluvia de balas, cada impacto era potencialmente letal.
Poseidón lanzó un nuevo ataque, imprimiendo más fuerza, ahora hacia el frente.
Logré interponer mi hoja y desviar la estocada lejos de mi cuerpo, al tiempo que usaba el impulso del golpe para posicionarme al lado del cuerpo del dios.
Ese fue mi gran error.
Al tratar de alejarme de mi oponente, también me alejé de mi terreno "seguro"
En cuanto pisé la arena seca lo entendí, pero era tarde.
El tridente de Poseidón se enterró profundamente en el suelo frente a mí, yo lo había esquivado con un salto, pero estaba a milímetros de haberme dejado sin una pierna.
Entonces la lanza trazó un devastador arco ascendente, el cual casi me arranca la espada de las manos cuando lo desvíe, aunque me gané un doloroso corte en el hombro izquierdo como regalo.
Poseidón me miró con furia.
—¿Te atreves a usar esa melodía en mi contra?
No respondí, traté de recuperar el aliento, Poseidón se encontraba frente a mí, con los pies sumergidos entre las olas, cerrándome el paso hacia el mar.
Y aún así, había algo que me preocupaba más que la batalla en sí.
Poseidón era increíblemente veloz, sí, pero no era nada comparado a sus ataques contenidos en su mundo, las leyes de la física actuaban claramente en mi universo, haciéndolo más lento, mucho más lento, y aún así apenas y podía seguirle el ritmo.
Si Poseidón hubiese tenido la misma velocidad que en su mundo, muy seguramente ya estaría muerto.
Poseidón empezó a silbar, la misma melodía que yo, pero más tranquila, no estaba desesperado o preocupado, simplemente quería aplastarme de la forma más eficiente posible.
Él se puso en posición de carrera, con su lanza sostenida con fuerza a su costado, su siguiente ataque sería mortal.
Yo lo sabía, no podría detenerlo, no podría esquivarlo, no podría desviarlo.
Cerré los ojos y me preparé para mi triste final.
¡BOOOM!
Una bala de cañón cruzó el aire, Poseidón se volvió a velocidad de vértigo y redujo el proyectil a pedazos con un sólo movimiento.
Miré como a la distancia, Annabeth, Clarisse, Tyson y Grover manejaban los viejos cañones del Vengador de la Reina Ana para salvarme el pellejo.
Y no me juzguen, estaba muy agradecido y tal, pero fue una estupidez por su parte interrumpir a Poseidón mientras luchaba.
Por suerte, el tirano de los mares sólo vio a mis amigos como molestias insignificantes, por lo que ni siquiera se molestó con ellos.
Lo verdaderamente aterrador fue lo que siguió.
Una mirada.
Le bastó con una mirada para dejar helados a todos mis amigos, incluso Clarisse dejó su agresividad de lado y desvió los ojos para evitarlo.
Poseidón era realmente aterrador.
Yo creía que tendría algunos segundos más para respirar, pero en cuanto Poseidón se giró... ya estaba sobre mí, con su lanza extendida y sus fríos ojos atravesándome el alma.
Maniobré con mi espada lo mejor que pude, evité ser partido a la mitad por un pelo, pero me gané un agujero en el costado izquierdo del abdomen que me atravesaba de lado a lado.
Solté un grito de dolor mientras caía de rodillas al suelo.
Poseidón no me remató, se mostró sombrío e imponente frente a mí, quería demostrar quien mandaba, quien era el rey de los océanos.
—Tus penosos esfuerzos son inútiles, pececillo—dijo con crudeza—. Ahora... insignificante bastardo, se un buen hijo y muérete.
Mi respuesta, algo de impertinencia mezclada con estupidez y el cerebro entumecido por el dolor:
—Entonces... ¿finalmente me reconoces como hijo, papá?
No debí hacer eso.
Poseidón lanzó un golpe fulminante para acabar conmigo de una buena vez.
Rodeé por el suelo a la desesperada, evitando ser empalado por muy poco, luego me abalancé nuevamente, pero no sobre Poseidón, sino que me aferré a su tridente.
El dios retrajo su arma, levantándola en un veloz y poderoso movimiento, el cual me lanzó disparado a toda velocidad hacia sus espaldas, exactamente lo que yo quería.
Fui catapultado hacia el mar y aterricé no muy elegantemente entre las olas.
Al instante me sentí mejor, sólo un poco, pero menos es nada.
Recordé lo que me había contado Annabeth sobre los defectos fatídicos, me imaginaba que no podían ser así de fatales para un dios porque... ejem, son inmortales. Pero en el mundo de Hércules, el de Poseidón, los dioses podían ser asesinados, y eso significaba que quizá también tuvieran defectos fatídicos.
Era obvio cuales eran las dos más grandes debilidades de Poseidón, su orgullo desmedido, y los discursos grandilocuentes.
—Dime... Poseidón...—murmuré a duras penas, el mundo se me estaba haciendo borroso, escuchaba todo lejano, la adrenalina corría a toda velocidad por mi cuerpo y sentía mi corazón palpitar una y otra vez sin descanso—. Necesito saber... ¿qué... qué es lo que hace a un dios? ¿Qué los vuelve seres superiores a los pequeños mortales?
Mordió el anzuelo.
Con voz fría y calmada, Poseidón habló:
—¿Un dios...?—dijo—. Los dioses no necesitamos al "rebaño", no necesitamos maquinar nada, y no necesitamos ayuda, así son los dioses, seres perfectos desde el principio. Algo que ningún sucio mortal podrá nunca alcanzar de verdad.
Mi pequeño plan funcionó, había ganado tiempo, mis heridas se habían cerrado, el agua me envolvía y las corrientes me respaldaban.
Mi cuerpo gritaba de dolor, empezando poco a poco a colapsar bajo el peso de la fuerza hercúlea que había recibido.
Mis músculos estaban bajo demasiada presión, mi piel se estiraba y se desgarraba, yo respiraba con dificultad, pero tenía que seguir.
—¡Percy! ¿Qué esperas? ¡Vámonos de aquí!—me urgía Annabeth desde el barco.
Pero sabía que no era tan sencillo. Si intentaba huir, Poseidón me alcanzaría y me mataría. Y aunque lograse llegar al barco, el dios nos mataría a todos y destruiría la nave, él no la necesitaba para salir de la isla de cualquier modo.
—Tengo que acabar con esto aquí y ahora...—murmuré, aún sabiendo que no me escucharían en el barco—. No puedo permitir que éste triste idiota quede libre en nuestro mundo...
Poseidón me miraba sombrío y furioso.
Se inclinó, flexionó sus rodillas y apoyándose sólo con las puntas de los pies, dio un titánico salto en el aire mientras blandía su tridente.
—¡Es suficiente!
Se venía un nuevo ataque, eso lo sabía.
Ordené al océano que atacará, una gigantesca ola de quince malditos metros barrio con la playa, tragándose a Poseidón y lanzándolo contra la isla de Polifemo.
—¡Muy bien, Jackson!—animó Clarisse—. Ahora larguémonos antes de que...
El dios se recuperó rápidamente, dio un nuevo salto, ahora imprimiendo muchísima más fuerza en su impulso.
Salió disparado por el aire mientras el suelo en donde había estado se despedazaba y destruía.
Una lluvia de golpes cayó sobre mi desde arriba.
¡¡¡QUÍONE-TIRO-DEMÉTER: RAYO DIVINO QUE AZOTA LOS MARES!!!
Me lancé hacia atrás a toda velocidad, jalado por las corrientes del océano, tratando de alejar aquella devastadora tormenta del Vengador de la Reina Ana y mis amigos.
Las estocadas de Poseidón caían siempre frente a mi, a pocos centímetros de hacerme pedazos, pero el mar me mantenía a salvo, o al menos todo lo a salvo que se puede estar mientras se lucha contra Poseidón.
Las olas se levantaban a mi alrededor como si de la peor tormenta se tratase, la isla de Polifemo estaba siendo golpeada salvajemente y el barco se agitaba mientras amenazaba con hundirse hasta el fondo del océano.
Me sumergí en el agua, pensando que quizá estaría más seguro allí abajo.
Me equivoqué.
Poseidón pasó como un torpedo a mi costado, y empezó a acosarme desde cada ángulo posible.
Desvié y bloqueé como un loco, más y más rápido, cada vez más exhausto y magullado.
Los incansables ataques de Poseidón no dejaban de llegar, y el contacto de mi hoja con las suyas echaba chispas que iluminaban las profundidades.
Sabía que en breves finalmente me rompería y caería, por lo que me prometí a mí mismo que al menos me llevaría a ese dios conmigo.
Me concentré completamente en Poseidón, de alguna manera me las arreglé para ignorar el dolor, las náuseas, la confusión y la presión.
Empecé a predecir sus movimientos con más exactitud, logré bloquear sus diversos ataques, y logré adelantarme a él, lanzando un golpe que debería haberle impactado, pero sólo movió el agua.
Poseidón lo había esquivado, y ahora golpeaba desde mi punto ciego.
Aún así, sentía el agua moverse, arremolinarse, ser empujada, podía sentir la posición exacta de mi enemigo a mi alrededor gracias al océano.
Bloqué más ataques, desvíe más golpes, creía que estaba empezando a ganar terreno cuando Poseidón aumentó la velocidad.
Sus ataques se convirtieron en un torbellino a mi alrededor, y yo era incapaz de ubicarlo, él estaba en todas partes,
Su tridente bajó sobre mí, desde cientos de ángulos diferentes al mismo tiempo.
Una vez más creí que era el fin, pero Hércules llegó para convertirse en un pequeño faro de esperanza:
"Serán miles de ataque, pero es un único tridente"—me recordó—. "Sujétate a él una vez más"
Que buena idea, ¿cómo no se me había ocurrido?
Sin saber exactamente lo que hacía, me aferré a la lanza, sujetándola desde la base de los horcones.
Salí despedido por la fuerza de la veloz retraída de Poseidón, di vueltas por el agua y perdí completamente la orientación.
Luego, el dios se cernió sobre mi una vez más, con un nuevo y devastador ataque.
No era una estocada, era un arco de destrucción descendente, me arrastró hasta el fondo del mar, plantó los pies firmemente sobre el suelo, y mientras el lecho marino se destrozaba por la fuerza de su movimiento, Poseidón me aplastó violentamente, enterrándome entre la arena y las rocas.
¡¡¡TOOSA-EURÍNOME-DEMÉTER: SOBERANO DE LA PROFUNDIDAD!!!
—Cae... ¡Y aplástate!—rugió Poseidón.
Y eso hice, quede rendido en el fondo del mar, hecho polvo en medio de un cráter subacuático.
O, bueno, más o menos,
Las corrientes de agua funcionaron como un colchón, despejaron la zona de rocas y demás peligros, crearon una fosa en la arena, y bloquearon y dispersaron la mayor parte de la fuerza de impacto.
Y sabía a quien debía agradecerle, incluso si se suponía que él no debía ayudarme, en el mismísimo fondo del mar ni Zeus, ni Hades, ningún otro dios podía enterarse o quejarse, la voluntad de Poseidón era absoluta, y no, no hablo del Tirano de los Mares.
—Gracias, papá—murmuré al agua, dejando que mi voz se perdiera entre las suaves corrientes que acababan de salvarme la vida.
Con los ánimos renovados, decidí que era mi turno de cargar.
Poseidón me había dado la espalda, creyéndome muerto y hecho tortilla, por lo que lo tomé por sorpresa y lo arrastré a toda velocidad.
Ambos salimos disparados hacia la superficie, nos elevamos en el aire por el impulso y volvimos a caer.
Pero para mi infortunio, ahora estábamos sobre la cubierta del Vengador de la Reina Ana.
Mis amigos me vieron fijamente y con sorpresa.
Poseidón se reincorporó.
Yo me reincorporé.
Tenía que acabar con la batalla en ese mismo momento.
Cargué a toda velocidad, Poseidón retrocedió tan rápido como pudo, lancé un último mandoble con todas mis fuerzas, con toda mi voluntad puesta en ello.
Me detuve a espaldas de Poseidón, respirando con dificultad.
El dios se volvió para mirarme sombríamente, un pequeño corte sangraba en su rostro.
Eso era todo, todos mis esfuerzos me habían llevado a eso, un insignificante corte.
Me volví tan rápido como pude, pero Poseidón fue más veloz.
Con un golpe seco casi me arranca la espada de las manos, únicamente mi nueva fuerza hercúlea evitó que eso sucediera.
Mi guardia quedó completamente abierta.
Poseidón se dispuso a lanzar el golpe de Gracia.
Entonces Annabeth saltó y se puso frente a mi, entre el tridente y mi cuerpo.
Sabía lo que tenía que hacer, no iba a permitir que ella hiciera lo que claramente estaba a punto de hacer.
Todo sucedió muy rápido, la quite de en medio con un empujón, recuperé la compostura, apunté mi espada, y, mientras Annabeth caía al suelo, la miré a los ojos, comunicándole lo que estaba a punto de hacer.
Ella no quería que lo hiciera, pero me dio el visto bueno.
La marca creció sobre mi cuerpo una vez más, el dolor era lo único que había en mi mente, mi espada creció y cambió, convirtiéndose en algo más, algo diferente.
Anaklusmos se había transformado en un gigantesco e intrincadamente detallado arco de bronce celestial.
Una flecha de luz apareció mientras tiraba de la cuerda.
Y sí, soy pésimo con el arco y la flecha, pero Poseidón estaba a poco más de medio metro de mi.
El dios abrió mucho los ojos en sorpresa.
Solté la cuerda.
¡ÉXODO DE HÉRCULES: DOCE DESASTRES Y PECADOS!
¡¡DÉCIMO TRABAJO!!
¡¡¡GANADO DE GERION!!!
Y como la flecha que atravesó los tres cuerpos del hijo de Crisaor, mi proyectil de poder puro golpeó a Poseidón en el pecho.
El dios salió disparado por los aires, la flecha de luz lo atravesó de extremo a extremo.
Sus ojos se apagaron mientras caía, sus labios esbozaron unas nuevas últimas palabras, o quizá sólo repitió sus anteriores últimas palabras.
"Insignificante pedazo de basura..."
Caí de espaldas contra la cubierta.
El mundo desaparecía a mi alrededor, mi espada, con su forma original recuperada, cayó estrepitosamente al suelo.
La marca sobre mi piel echaba humo y se extendía sobre mi, cubriendo sus últimos espacios, envolviéndome y matándome, convirtiéndome en polvo espacial que desaparecería en el Nifhel...
O bueno, eso es lo que me gustaría decir.
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