Reunión familiar:
Annabeth se ofreció a ir sola, ya que tenía su gorra de invisibilidad, pero la convencí de que era demasiado peligroso. O íbamos todos, o no iba nadie.
—¡Nadie!—votó Tyson—. ¿Por favor?
Pero al final vino, nervioso, mordiéndose las uñas. Nos detuvimos en nuestro camarote el tiempo suficiente para recoger nuestras cosas. Pensamos que, sin importar que, no íbamos a quedarnos otra noche a bordo de crucero zombi, aunque tuviera un bingo de un millón de dólares.
Me aseguré de que Contracorriente estaba en mi bolsillo, así como de que los regalos de Hermes estuvieran en la parte superior de mi petate. Yo no quería que Tyson lo llevara todo, pero él insistió. Annabeth dijo que no me preocupara, Tyson podía llevar los tres petates sobre su hombro con la misma facilidad que yo podía llevar una mochila.
Pasamos furtivamente por los pasillos, seguimos las señales de "ESTÁS AQUÍ" del crucero hasta la suite del almirantazgo. Annabeth exploraba antes, invisible. Nos escondíamos cada vez que alguien pasaba, pero la mayoría de las personas que vimos sólo eran pasajeros en trance con los ojos vidriosos.
Mientras subíamos por la escalera hasta la cubierta trece, donde se suponía que debí estar la suite del almirantazgo, Annabeth siseó, "¡Escóndanse!" Y nos metió en un armario de suministro.
Escuché a un par de chicos que venían por el pasillo.
—¿Viste el dragón aetopiano en la bodega de carga?—preguntó uno de ellos.
El otro se rió.
—Sí, es impresionante.
Se me heló la sangre, reconocía la segunda voz. Annabeth, aún invisible, me apretó el brazo con fuerza. Supuse que había llegado a la misma conclusión que yo.
—He oído que tiene dos más por venir—dijo la voz conocida—. Si siguen llegando a este ritmo, oh, hombre, ¡no hay competencia!
Las voces se desvanecieron por el pasillo.
—¡Ese fue...!—empezó Annabeth.
—Chris Rodríguez, sí...—asentí—. Dioses... cuando Clarisse se enteré...
Annabeth y yo nos miramos con una mezcla de tristeza, preocupación y terror.
—Tú se lo dices—decidí.
—¡¿Qué?! ¡No!—repuso ella—. Díselo tú.
—Ni de broma, va a matarme.
—¿Y crees que a mí me iría mejor?
Tal vez debería explicar que fue eso.
Chris Rodríguez era uno de los muchos campistas indeterminados que quedaron atrapados en la cabaña de Hermes porque sus padres o madres divinos no los reclamaron.
La cuestión con Chris es que... no sólo no lo había visto en lo que lo que llevaba del verano, sino que también (no le digan a nadie que les dije esto) sabía bien que le gustaba a Clarisse.
¿Ya entendieron porque no quiero estar en el mismo continente que ella cuando se entere?
Annabeth sacudió la cabeza, claramente preocupada.
Seguimos bajando por el corredor. No necesitaba mapas para saber que estábamos cerca de Luke, sentía algo frío y desagradable: la presencia del mal.
—Percy—Annabeth se detuvo de repente—. Mira.
Se puso delante de una pared de cristal, mirando hacia el cañón de pisos que pasaba por el centro del crucero. En el fondo había un paseo a un centro comercial lleno de tiendas, pero eso no era lo que había llamado la atención de Annabeth.
Un grupo de monstruos se habían reunido frente a la tienda de dulces: una docena de gigantes lestrigones, como los que me habían atacado con bolas de fuego, dos perros del infierno, y unas pocas criaturas aún más extrañas: hembras humanoides con colas de serpiente dobles en lugar de piernas.
—Dracaenae de Escita—susurró Annabeth—. Mujeres dragón.
Los monstruos hicieron un semicírculo en torno a un joven con armadura griega que estaba cortando a un maniquí de paja. Se me hizo un nudo en la garganta cuando me di la cuenta de que el maniquí llevaba una camisa del Campamento Mestizo.
Vimos como el chico en la armadura apuñalaba al maniquí a través de su vientre y tiró hacía arriba. Paja voló por todas partes. Los monstruos aplaudían y gritaban.
Annabeth se apartó de la ventana. Su rostro estaba pálido.
—Vamos—le dije—. Cuanto antes encontremos a Luke, mejor.
Al final del pasillo, había una doble puerta de roble que parecía conducir a algún sitio importante. Cuando estábamos a unos diez metros, Tyson se detuvo:
—Voces de adentro.
—¿Puedes oír desde tan lejos?—le pregunté.
Tyson cerró los ojos como si estuviera concentrándose mucho. Entonces, su voz cambió, convirtiéndose en una aproximación ronca de Luke:
—...nuestra profecía. Los tontos no saben qué camino tomar.
Antes de que pudiera reaccionar, la voz de Tyson cambió de nuevo, cada vez más profunda, al igual que el otro que había oído hablar con Luke fuera de la cafetería:
—¿Realmente crees que el viejo centauro se ha ido para siempre?
Tyson se echó a reír, la risa Luke.
—No pueden confiar en él. No con los esqueletos en su armario. El envenenamiento del árbol fue la gota que colmó el baso.
Annabeth se estremeció.
—¡Detente, Tyson! ¿Cómo haces eso? Es escalofriante.
Tyson abrió los ojos y miró perplejo.
—Sólo escucho.
—Sigue—le dije—. ¿Qué más están diciendo?
Tyson cerró los ojos de nuevo y dijo entre dientes en su voz ronca:
—¡Silencio!
Y luego la voz de Luke, murmurando:
—¿Estás seguro?
—Sí— dijo Tyson en la voz ronca—. Afuera.
Me di cuenta de lo que estaba sucediendo, demasiado tarde.
Solo me dio tiempo para gritar: "¡Corran!" cuando las puertas del camarote se abrieron de golpe y ahí estaba Luke, flanqueado por dos gigantes melenudos armados con jabalinas, sus puntas de bronce apuntando directo nuestros pechos.
—Bueno—dijo Luke con una sonrisa torcida—. Pero si son mis dos primos favoritos...
—Soy tu tío en segundo grado—lo corregí.
Luke frunció casi imperceptiblemente el ceño.
—Vamos adentro.
El camarote era hermoso, y horrible.
La parte hermosa: enormes ventanas curvadas a lo largo de la pared del fondo, mirando hacia la popa del buque. Mar verde y cielo azul se extendía a todo el camino hasta el horizonte. Una alfombra persa cubría el suelo. Dos sofás ocupando el centro de la habitación, con una cama con dosel en un rincón y una mesa de caoba en la otra. La mesa estaba llena de comida: cajas de pizza, botellas de soda, y un montón de bocadillos de carne en una bandeja de plata.
La parte horrible: en un estrado de terciopelo en la parte posterior de la habitación, a diez metros de distancia, estaba un cofre de oro. Un sarcófago, grabado con gravados en. Griego antiguo, ciudades en llamas y héroes muertos. El ataúd enfriaba toda la habitacion, a pesar de que la luz del sol entraba a raudales por las ventanas,
—Bueno—dijo Luke, abriendo los brazos con orgullo—. Un poco mejor que la Cabaña Once, ¿eh?
Había cambiado desde el verano pasado. En vez de bermudas y camiseta, llevaba una camisa, pantalón caqui y mocasines de cuero. Su cabello rubio, que solía ser tan rebelde, estaba ahora corto. Parecía un modelo masculino del mal, mostrando lo que estaba de moda el colegio de villanos Harvard este año.
Todavía tenía la cicatriz bajo el ojo—una línea blanca dentada de su batalla con un dragón. Y apoyada en el sofá, su espada mágica, Backbiter, brillando extrañamente con su mitad de acero, media hoja de bronce celeste que podía matar a los mortales y monstruos.
—Siéntense— nos dijo. Agitó la mano y tres sillas de comedor aparecieron en el centro de la habitación.
Ninguno de nosotros se sentó.
Los amigotes de Luke seguían apuntándonos con sus jabalinas. Parecían gemelos, pero no eran humanos. Debían de medir unos dos metros y medio, y la única ropa que llevaban eran unos tejanos, seguramente porque su enorme caja torácica ya estaba cubierta con un espeso pelaje marrón. Tenían garras en lugar de manos, sus pies parecían pezuñas y sus narices, hocicos. En cuanto a sus dientes, todos eran colmillos afilados.
—¡Vaya modales los míos!—dijo Luke en tono zalamero—. Éstos son mis ayudantes, Agrius y Oreius. Es posible que hayan oído hablar de ellos.
Apreté los puños, me había imaginado muchas veces como sería mi reencuentro con Luke. Me veía a mi mismo plantándole cara con audacia y desafiándolo a un duelo, preferentemente aplastándolo con el rugido del León de Nemea o la embestida del Toro de Creta.
Pero ahora que nos encontrábamos cara a cara, apenas podía impedir que me temblaran las manos.
—Afrodita hechizó a su madre para que se enamorase de un oso, así que salieron esos dos.
Luke meneo un dedo de un lado al otro.
—Una visión corta y pobre de la realidad—me dijo—. Sí, Afrodita maldijo a su madre, pero antes de eso, la joven había pedido refugio a Artemisa, jurando ser una de sus doncellas cazadoras. Y después de que Afrodita la hechizara, bueno... Artemisa la abandonó con repugnancia. Típico de los dioses, ¿no? Se pelean entre ellos y los pobres humanos quedan atrapados en medio. Los hijos gemelos de la joven, Agrius y Oreius, no sienten ningún amor por el Olimpo: sin embargo, les gustan mucho los mestizos...
—Para almorzar—gruñó Agrius. Su voz áspera y brutal era la que antes había oído hablando con Luke.
—Vaya par de furros hipócritas—espeté—. Sí, Afrodita hechizó a su madre. Sí, Artemis le echó de sus cazadoras. Sí, Zeus los mandó a matar. Y sí, Hermes trató de cortarles las extremidades. Pero no olviden que son la sangre de Ares, y fue él quien evitó que Hermes los matara, defendiéndolo antes de que fuese muy tarde.
Los gemelos peludos gruñeron y me acercaron más las puntas de sus lanzas.
A Luke no pareció importarle en lo más mínimo mis palabras. Se acomodó en un sofá y apoyó los pies en la mesilla de café.
—Bueno, Percy, hemos permitido que sobrevivieras un año más. Espero que estés agradecido. ¿Qué tal tu madre? ¿Y el colegio? ¿Soy yo, o tu tatuaje está más grande? Realmente tienes una aducción a la tinta, yo me preocuparía en tu lugar.
—Envenenaste el árbol de Thalia.
Él suspiró.
—Directo al grano, ¿eh? Está bien: por supuesto que envenené el árbol. ¿Y qué?
—¿Cómo te atreviste?—Annabeth parecía tan furiosa que creí que iba a explotar—. ¡Thalia te salvó la vida! ¡Nuestras vidas! ¿Cómo has podido profanarla...?
—¡Yo no la he profanado!—replicó Luke—. ¡Fueron los dioses quienes la profanaron, Annabeth! Si Thalia estuviese viva se pondría de mi lado.
—¡Mentiroso!
—Si supieras lo que se avecina entenderías...
—¡Eres un idiota, Luke!—gruñí—. ¡Thalia está viva! Y no le queda mucho. Ese árbol al que envenenaste es ella. Lo único que queda de su cuerpo y espíritu. ¡Y tú la estás matando después de que te protegió! ¡Eres un monstruo!
Luke meneó la cabeza decepcionado mirándonos a Annabeth y a mí.
—Los dioses los han cegado. ¿No puedes imaginarte un mundo sin ellos, Percy? ¿De qué sirve toda esa historia antigua que tanto te gusta estudiar, Annabeth? ¡Tres mil años de lastre! Occidente está podrido hasta la médula. Tiene que ser destruido. ¡Únete a mí! Podemos volver a construir el mundo partiendo de cero. Y podríamos utilizar tu inteligencia, Annabeth!
("Bueno, si odias tanto el Occidente, deberías emigrar al Este"—pensé—. "Escuché que tienen emperadores adictos al mercurio y generales que desean morir para enfrentarse a los dioses, seguramente te llevarías bien con ellos")
—¡Será porque tú no tienes ninguna!—le espetó Annabeth.
Luke entornó los ojos.
—Te conozco, Annabeth. Te mereces algo mejor que participar en una búsqueda inútil para salvar al campamento. La colina Mestiza será arrasada por los monstruos antes de un mes. Los héroes que sobrevivan no tendrán otra alternativa que unirse a nosotros o ser perseguidos hasta su completa extinción. ¿De verdad quieres quedarte en el equipo perdedor... con semejante compañía—añadió señalando a Tyson.
—Cuida tus palabras...—advertí.
—Viajando con un cíclope—prosiguió Luke en tono de reproche, ignorándome—. ¡Y tú hablas de profanar la memoria de Thalia! Me sorprendes, Annabeth. Que tú precisamente...
—¡Para ya!—gritó ella.
No sabía a qué se refería Luke, pero Annabeth había escondido la cabeza entre las manos, como a punto de llorar.
—¡Déjala en paz!—dije—. Y no te metas con Tyson.
Luke se echó a reír.
—Ah, sí, ya me he enterado. Tu padre lo reconoció.
Debí de mostrar mi sorpresa, porqué el sonrió.
—Sí, Percy, estoy enterado de todo. Y también de su plan para encontrar el Vellocino de Oro. ¿Cómo eran las coordenadas...? ¿Treinta, treinta y uno, setenta y cinco, doce? Ya ves, aún me quedan amigos en el campamento que me mantienen informado.
—Espías, querrás decir.
Él se encogió de hombros.
—¿Cuántas ofensas de tu padre estás dispuesto a soportar, Percy? ¿Te parece que ha sido agradecido contigo? ¿Crees que Poseidón se preocupa más por ti de lo que se preocupa por ese monstruo?
Tyson apretó los puños y emitió un ruido sordo con la garganta.
Luke ahogó una risita.
—Los dioses te están utilizando de mala manera, Percy. ¿Tienes idea de lo que te espera si llegas a cumplir los dieciséis años? ¿Nunca te ha explicado Quirón la profecía?
Lo que yo quería era provocarlo y desafiarlo, pero, comp de costumbre, él sabía tomarme desprevenido.
¿Si llegaba a cumplir los dieciséis?
—Sé lo que necesito saber—logré decir—. Como por ejemplo, quienes son mis enemigos.
—Entonces es que eres tonto.
Tyson aplastó la silla más cercana y la convirtió en un montón de astillas.
—¡Percy no es tonto!
Antes de que yo pudiese detenerlo, Tyson arremetió contra Luke. Lanzó los puños hacia su rostro—un par de golpes capaces de atravesar una plancha de titanio—, pero los osos gemelos se interpusieron antes del impacto. Cada uno atrapó un brazo de Tyson y lo detuvo en seco. Luego le dieron un buen empujón y lo mandaron al suelo alfombrado con tanta fuerza que retumbó la cubierta entera.
—Qué pena de cíclope—dijo Luke—. Por lo visto, mis dos osos juntos son demasiado para él. Quizá debería permitirles que...
Claro, enorgullécete de que tu dúo de furros son más fuertes que un bebé. Ya me gustaría ver a esos dos enfrentarse a un cíclope totalmente desarrollado y desenfrenado.
—Luke—le interrumpí—. Tu padre nos ha enviado.
Su cara enrojeció.
—¡No te atrevas a mencionarlo siquiera!
—Hermes Hermes Hermes Hermes Hermes—dije tan rápido como pude, lo sé, una idiotez, pero sentí la necesidad de colgarme de la única cosa que había logrado sacar de sus casillas al infeliz—. Hermes nos dijo que tomáramos este barco. Yo creí que era sólo un medio de transporte, pero en realidad nos ha enviado para que te encontráramos. Me dijo que no piensa renunciar a ti, por muy molesto que estés.
—¿Molesto?—rugió Luke—. ¿Renunciar a mí? ¡Él me abandonó, Percy! ¡Y yo quiero destruir el Olimpo! ¡Triturar cada trono hasta convertirlo en escombros! ¡¿Y él lo trata como un arrebato adolescente cualquiera?! Dile a Hermes que esto es lo que va a ocurrir: Cada vez que se nos una un mestizo, los Olímpicos se vuelven más débiles y nosotros más fueres. Él se vuelve más fuerte.—Señaló el sarcófago de oro.
Aquella caja me ponía la piel de gallina, pero había lo posible por disimular.
—¿Ah, sí?—pregunté—. ¿Y qué tiene de especial...?
Entonces se me ocurrió lo que podía haber en el interior del sarcófago. La temperatura en la habitación pareció descender de golpe veinte grados.
—¡Mierda! ¿No querrás decir...?
—Se está reagrupando—dijo Luke—. Poco a poco, estamos extrayendo su fuerza vital del abismo. Con cada recluta que se une a nuestra causa, aparece un nuevo fragmento...
Mierda, ¿dónde Hades está el pequeño viejo senil de Zeus cuando se le necesita?
—Qué asqueroso—dijo Annabeth.
Luke le sonrió con desdén.
—Tu madre surgió del cráneo abierto de Zeus, Annabeth. Yo en tu lugar no hablaría demasiado. Muy pronto habrá suficiente sustancia del señor de los titanes como para recomponerlo entero. Pieza a pieza, le construiremos un cuerpo nuevo: una tarea digna de las fraguas de Hefesto.
—Estas loco—dijo Annabeth.
—Únete a nosotros y serás recompensada. Tenemos amigos muy poderosos, patrocinadores lo bastante ricos para comprar este crucero y mucho más. Percy, tu madre no tendrá que volver a trabajar; puedes comprarle una mansión si quieres. Tendrás poder, fama, todo lo que desees. Y tú, Annabeth, podrás realizar tu sueño de convertirte en arquitecta. Podrás construir un monumento que dure mil años. ¡Un templo para los dioses de una nueva era!
—Vete al Tártaro a hacer gárgaras—respondió ella.
Luke suspiró.
—Es una pena.
Sacó algo que parecía un control remoto y pulsó un botón todo. En unos segundos, la puerta se abrió y aparecieron dos miembros dela tripulación armados con porfas. Tenían la misma mirada vidriosa que los otros mortales que habíamos visto, pero me dio la sensación de que eso no los haría menos peligrosos en una pelea.
—Ah, muy bien, seguridad—dijo Luke—. Me temo que tenemos polizones.
—Sí, señor—dijeron com voz soñolienta.
Luke se volvió hacia Oreius.
—Ya es hora de darle de comer al dragón etíope. Lleva a estos idiotas abajo y enséñales cómo se hace.
Oreius empezó a reír estúpidamente.
—¡Je, je, je!
—Déjame ir a mí también—refunfuñó Agrius—. Mi hermano es un inútil. Y ese cíclope...
—No será ninguna amenaza—dijo Luke.
Se dio la vuelta para echar un vistazo al ataúd de oro, como si algo le preocupara.
—Tú quédate aquí, Agrius. Tenemos asuntos importantes de que hablar.
—Pero...
—No me falles, Oreius. Quédate en la bodega y encárgate de que el dragón se alimente como es debido.
Oreius nos aguijoneó con su jabalina y nos arrastró fuera del camarote principal, seguido por los dos guardias.
Mientras recorríamos el pasillo con la jabalina de Oreius pinchándome la espalda, pensé en lo que había dicho Luke: los dos gemelos juntos eran demasiado para las fuerzas de Tyson. Pero quizá por separado...
Abandonamos el corredor hacia la mitad del barco y cruzamos la cubierta al aire libre llena de botes salvavidas. Sabía que ya lo bastante de aquel barco para comprender que aquella iba a ser nuestra última oportunidad de ver el sol. Cuando llegáramos al otro lado, tomaríamos el ascensor, bajaríamos a la bodega y asunto concluido.
Miré a Tyson y dije:
—¡Ahora!
Gracias a los dioses, lo entendió. Se dio media vuelta y de un manotazo mandó a Oreius diez metros hacia atrás, directo a la piscina, donde fue a caer en medio de aquella familia de turistas.
—¡Aggg!—chillaron los tres niños a la vez—. ¡Esto no es pasarela genial!
Uno de los guardias sacó su porra, pero Annabeth le dio una patada con tanta fuerza que lo dejó sin aliento. El otro guardia corrió hacia la alarma más cercana.
—¡Detenlo!—gritó Annabeth, pero ya era tarde.
Antes de que lo golpeara en la cabeza con una tumbona, el tipo consiguió accionar la alarma.
Empezaron a parpadear luces rojas y a aullar sirenas.
—¡Un bote salvavidas!—chillé.
Corrimos al más cercano.
Cuando logramos quitarle la cubierta, había ya un montón de monstruos y guardias pululando por la cubierta y empujando a los turistas y camareros, que llevaban bebidas tropicales en sus bandejas. Un tipo con armadura griega sacó su espada contra nosotros, pero resbaló en un charco de piña colada. Los arqueros lestrigones se reunieron en la cubierta que quedaba por encima de la nuestra y prepararon las flechas en sus enromes arcos.
—¿Cómo se arranca ese cacharro?—gritó Annabeth.
Un perro del infierno saltó hacia mí, pero Tyson lo apartó dándole un porrazo con un extintor.
—¡Suban!—grité. Destapé a Contracorriente y corté en el aire la primera lluvia de flechas. Unos segundos más y acabarían con nosotros.
¿Saben que hubiera sido bueno en ese momento? Así es, el Éxodo de Hércules. Pero... alguien había usado recientemente un trabajo contra unos pajarracos y aún no se sentía lo suficientemente fuerte como para volver siquiera a intentar algo así. Además, claro, de que temía que uno o dos trabajos más lo mataran.
Ya saben, cosas que pasan.
El bote salvavidas estaba suspendido a un lado del barco, a mucha altura por encima del agua. Annabeth y Tyson no lograban aflojar la pila.
Yo me puse a su lado de un salto.
—¡Agárrense!—ordené, y corté las sogas.
Una lluvia de flechas silbó sobre nuestras cabezas mientras nos desplomábamos en caída libre hacia el océano.
...
Bien, este es el último capítulo que tendrán por una semana, más o menos.
Durante estas pequeñas "vacaciones" no voy a actualizar mucho ninguna historia, solamente me voy a concentrar en una que ya les prometí hace un tiempo:
Percy Jackson, el héroe del Olimpo, ya lleva cerca de un mes de relativa calma desde que Krono fue derrotado en la Batalla de Manhattan.
Ahora, porque al destino se le antojó, quedará atrapado en un universo alterno, suplantando el lugar de su contraparte.
¿Y de qué contraparte estamos hablando?
Simple, de la aberrante aberración más aberrante en la historia de las aberrantes aberraciones aberrantes: la llamada por muchos como "pedazo de mierda que nunca debió existir" y por otros tantos como "adaptación cinematográfica de Percy Jackson"
Y como ya me sentí mal de recordarles la existencia de esa cochinada, les dejo algo para que se distraigan:
¿Qué tal me quedó? Es un boceto del Hades de Shuumatsu que hice en mi tiempo libre
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