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El Puño del Gran Héroe:


—Uno contra uno—desafié a Luke—. ¿O es que estás asustado?

Luke apretó los labios. Los guerreros que estaban a punto de matarnos vacilaron, aguardando sus órdenes.

Antes de que pudiese decir nada, Agrius apareció de golpe en la cubierta llevando de la brida a un caballo volador: el primer pegaso completamente negro que veía, con unas alas de cuervo gigantes. Daba brincos y relinchaba. Yo captaba sus pensamientos. A Agrius y Luke les dedicaba unos insultos tan tremendos que Quirón le habría lavado el hocico con jabón industrial.

—¡Señor!—dijo Agrius, esquivando un casco del pegaso—. Su corcel está listo.

Luke seguía con los ojos puestos en mí.

—Ya te lo dije el verano pasado, Percy. No vas a embaucarme para que pelee contigo.

—O sea que no hay huevos—respondí—. ¿Tienes miedo de que tus guerreros vean cómo te derroto?

De verdad, Brunhild, si algún día te conozco en persona tengo que agradecerte por una técnica tan sencilla pero poderosa.

Luke echó una mirada a sus hombres y comprendió que lo tenía atrapado. Si se echaba atrás, daría una impresión de debilidad. Si combatía conmigo, perdería un tiempo precioso para dar caza a Clarisse. En cuanto a mí, no podía esperar otra cosa que distraerlo y brindarles a mis amigos una oportunidad de huir. Si alguien podía idear un plan para sacarlos de allí era Annabeth. Por lo demás, sabía lo bueno que era Luke manejando la espada.

—Acabaré contigo deprisa—decidió, y alzó su espada Backbiter; unos treinta centímetros más larga que la mía. Su hoja relucía con un maligno brillo de un gris dorado en el punto donde el acero se había fundido con el bronce celestial. Casi llegaba a percibir la tensión interna de aquella hoja. Era como si se hubiera unido dos fuerzas opuestas. No sabía cómo había sido fabricada, pero intuía que había una tragedia detrás de ella: alguien había muerto mientras la forjaban. Luke silbó a uno de sus hombres, que le arrojó un escudo redondo de cuero y bronce.

Esbozó una sonrisa malvada.

—Luke—dijo Annabeth—, proporciónale un escudo al menos.

—Lo siento, Annabeth. A esta fiesta, cada uno trae su propio equipo.

—Él tiene razón, Annabeth—dije—. Yo tengo mis propios juguetes.

Moví mi espada rápidamente, poniéndola a centímetros del cuello de uno de los matones de Luke.

—Mi tridente, ahora.

El sujeto miró a Luke sin saber que hacer, él se encogió de hombros.

—Dale su tenedor, no hará la diferencia.

Guardé mi espada y empuñé mi nueva lanza a dos manos, me paré firmemente sobre el suelo con las piernas flexionadas, imitando la posición del Hades del otro mundo al realizar su movimiento estrella: Icor Eos, Amanecer Guiado por la Sangre.

Obviamente yo no tenía ni el poder ni el conocimiento para realizar tal movimiento, pero era una pose llamativa que sin duda haría dudar a Luke, él no sabía que tan bueno era yo con la lanza.

Incluso si se me daba mejor la espada, Luke sería más precavido al no saber realmente de lo que yo era capaz, eso lo podía usar a mi favor.

Luke y yo nos miramos a los ojos con odio por un momento y luego cargamos a la vez.

Balanceé mi cuerpo hacia el frente, usando toda mi fuerza y peso a favor para asestar una veloz y precisa estocada.

Luke alzó su escudo, y cuando se produjo el choque, me percaté de mi error.

Durante mi batalla con Poseidón había llevado al limite mis habilidades con la espada, mi cuerpo humano, mis poderes de semidiós y la fuerza dada a mi por Hércules tan sólo para intentar sobrevivir. Mi cuerpo estaba muy débil, cansado y desgastado, incluso después de haber estado usando el Vellocino de Oro.

Quizá uno o dos días más de completo descanso me hubiesen permitido tener una batalla digna, pero el cansancio acumulado por la batalla contra el Tirano de los Mares hizo mella en mi cuerpo, y al chocar con Luke sentí como me quebraba por dentro.

Mi primer golpe impactó con fuerza en la orilla de su escudo, haciéndolo abrir el brazo y dejando expuestas las correas con las que se sujetaba la defensa al cuerpo.

Saqué mi bolígrafo del bolsillo y cargué mientras lo destapaba, sin embargo el cuerpo no me respondía correctamente y fui muy lento.

En lugar de atravesarle la extremidad, tuve que contentarme con cortarle las correas del escudo.

La pieza de bronce cayó estrepitosamente en la cubierta del barco.

Solté el tridente, me sentía fatal, mareado, confundido y débil. Las náuseas se apoderaban de mis sentidos y tenía el estómago revuelto.

Luke lanzó una patada, mandándome hacia atrás.

Nos quedamos nuevamente a un par de metros de separación.

Me puse en guardia, incluso si me estaba cayendo a pedazos, me mantendría firme.

Intenté cargar una vez más lanzando un mandoble, Luke lo bloqueó con su espada hábilmente y contraatacó trazando un arco descendiente con su hoja.

Logré defenderme a tiempo, pero la fuerza del impacto me mandó hacia atrás, resbalando por el húmedo suelo del barco.

Recuperé el equilibro y me puse en guardia nuevamente, con mi defensa en alto.

Luke pareció percatarse de que algo no iba bien conmigo, porque sonrió confiado y relajó su postura, al mismo tiempo que se ponía en guardia y me apuntaba con su hoja en una postura meramente ofensiva.

—Adelante—me provocó.

Cambie mi postura a una más ofensiva, me di cuenta de que Luke se estaba dejando llevar por la batalla, y se estaba distrayendo de su objetivo real, el vellocino, y tenía que mantenerlo así.

Me lancé una vez más lanzando un nuevo ataque que él desvió antes de posicionarse rápidamente a mi costado y tratar de partirme en dos.

Me volví a tiempo para bloqueara una ronda de cinco golpes uno tras otro, retrocedí levemente para ganar impulso y probé con una estocada al pecho, la cual Luke desvió hacia un costado sin mucha dificultad,

Me balanceé una vez más, imprimiendo más fuerza en mi siguiente golpe.

Luke me interceptó con su hoja y entrecruzamos espadas en el aire, forcejeando mientras estábamos frente a frente.

—Hmm, nuevo entrenamiento—dijo él, analizándome—. Y no está tan mal. Aún así...

El presionó con más fuerza, superando a mi magullado cuerpo.

Me las arreglé para rodar por el suelo, pasando justo por debajo de su hoja sin ser cortado, pero mientras me reincorporaba a sus espaldas, él se volvió a toda velocidad y lanzó un devastador mandoble.

Interpuse mi espada, pero tan desequilibrado como estaba, salí despedido hacia atrás, el empuje no fue nada inhumano por parte de Luke, pero seguía siendo impresionante.

Clavé mi espada en el suelo para detener mi movimiento, sólo para levantar la cabeza y ver cómo Luke se abalanzaba sobre mí con un nuevo mandoble.

Bloqué el ataque a duras penas una vez más, siendo lanzado otra vez hacia atrás.

Caí por unas escaleras y rodé por el suelo penosamente antes de detenerme.

Luke se detuvo frente a mi, con la espada apoyada relajadamente sobre su hombro.

—Tu técnica carece de algo...—murmuró con aire crítico mientras me observaba ponerme en pie.

Rodé por el suelo, ahora a conciencia, y traté de asestarle un golpe ascendente desde abajo.

El retrocedió de un salto, evitándome.

Me lancé de frente una vez más, siendo bloqueado otra vez por él dos, tres, cuatro veces antes de que Luke decidiera pasar a la ofensiva.

Empecé a retroceder mientras me defendía como podía de sus embates, lanzaba golpes y estocadas a toda velocidad mientras me defendía de los suyos. Pero incluso dándolo todo, sabía que Luke sólo estaba calentando.

Mi cuerpo no estaba en condiciones de pelear, y eso Luke lo sabía.

Lancé un golpe frontal que Luke recibió con un corte ascendente, desviando mi ataque y dejando su propia espada sobre su cabeza, en una posición perfecta para un demoledor golpe hacia abajo.

Y eso fue justo lo que hizo. Interpuse mi espada, logrando detener el primer golpe, pero mi guardia quedó completamente expuesta tras el impacto.

Retrocedí de un salto, pero no me salvé del castigo, Luke dejó una terrible serie de cortes en mi pecho que cruzaban desde mis hombros hasta el abdomen.

Por la distancia a la que yo estaba, no eran más que rasguños superficiales, pero aún así sangraban mucho y dolían como el infierno.

Luke retrocedió brevemente para ganar impulso y trató de terminarme con un último golpe.

Logré retomar mi guardia, salvándome así de una muerte segura, pero caí al suelo una vez más, habiendo perdido el equilibrio.

Los cortes en el cuerpo me dolían y el corazón. Me latía enloquecido.

Me puse de pie como pude, y traté de atacar.

Luke me evadió completamente, posicionándose a mis espaldas.

Me volví a tiempo para entrechocar hojas una vez más, quedando cara a cara en un nuevo forcejeo.

—Ya veo... Estas cansado y herido, no sé qué hiciste para conseguir el vellocino, pero te dejó hecho polvo.

—Si no fuera por eso...—gruñí—. Ya estarías muerto...

—Oh, eso te encantaría creer, ¿no es así?

Luego, Luke demostró por que era el mejor espadachín de los últimos trescientos años.

Tiró hacia arriba con su espada, sacándome de balance y lanzándome hacia atrás. Luego, sujeto su arma con ambas manos y me dio un fuerte golpe en la cabeza con la empuñadura de su espada.

Giró sobre sí mismo para ganar impulso y lanzó un mandoble que por casi nada me arranca la espada de las manos, y ya de pasada la cabeza del cuerpo.

Luego, con su espada en mi punto ciego, lanzó un golpe ascendente que me dio en el rostro de lleno, destrozándome el ojo izquierdo.

Retrocedí torpemente, con mi rostro sangrando sin parar.

Yo ya estaba acostumbrado a lidiar con el dolor, pero quedarme medio ciego ya era otra cosa.

—Anhelas bañarte en la sangre de tus enemigos, desatar tu ira y poder sobre mi y mis aliados...—dijo mientras admiraba mi sangre impregnada en el filo de su espada—. Pero te contienes.

—Tú no me conoces... —me puse de pie a duras penas y le apunté con mi espada—. Yo soy un aliado de la justicia.

Luke sonrió mientras negaba con la cabeza, empezó a darle vueltas a su espada sobre su mano antes con violencia enterrarla en el suelo.

No entendía porque lo hacía hasta que atacó.

Mientras corría hacia mi, con su espada creando un gran agujero en el suelo, los cables eléctricos del barco que yacían bajo el suelo empezaron a chisporrotear.

Luke llegó hasta mi y lanzó un golpe ascendente, con su espada cargada en electricidad.

Logré evitar el golpe por una nada, pero Luke no me dio tregua, empezó a maniobrar su espada como un demonio, golpeó mi hoja varías veces haciéndome retroceder, volviendo a subir las escaleras y volviendo hacia el punto en donde había comenzado la batalla.

Supongo que cortar los cables eléctricos no era lo más inteligente que pudo haber echo, porque algo, alguna máquina o transformador, explotó debajo de la cubierta.

Aún así, Luke cargó a través del fuego y el humo, con su espada alzada sobre la cabeza, aún chispeando en electricidad, dispuesto a partirme en dos.

Alcé mi hoja, bloqueando el golpe, aunque sintiendo el terrible choque eléctrico, empezamos una nueva y letal danza de espadas, en la que su hoja era claramente superior a la mía.

Golpe tras golpe, estocada tras estocada, me di cuenta de que esto se me había ido de las manos.

En cierto momento Luke retrocedió.

Creí que era mi oportunidad, levanté mi arma con ambas manos y cargué de frente, ya lo tenía, su espada estaba demasiado lejos de su cuerpo como para poder defenderse, el me miraba a los ojos con expresión de odio, ya estaba terminado.

Pero el balanceó su brazo en un amplio arco, me di cuenta muy tarde de que la espada de Luke estaba lejos para defender precisamente porque él no quería defenderse. Lanzó un golpe ascendente tan veloz que me cortó el brazo izquierdo.

Me quedé completamente en shock mientras veía mi vieja extremidad caer llena de sangre a los pies de Annabeth.

Luke reía con diversión.

Retrocedí hasta una distancia segura y respiré entrecortadamente, sabía que todo terminaría pronto.

—¡Peeercy!—baló Grover.

Tyson y Annabeth me miraban en silencio, tan horrorizados y sorprendidos como yo mismo.

"¡Percy!"—gritó Hércules en mi cabeza—. "¡Tienes que resistir, usa el Éxodo, usa algo!"

Era inútil, no tenía energías suficientes para usar algún trabajo antes de desmayarme o morir por el esfuerzo.

Me balanceé torpemente hacía delante, veía todo borroso y la pérdida de sangre sin duda me mataría en breves.

—¿Eso es todo lo que tenías que ofrecer?—me preguntó Luke.

Traté de lanzar un golpe, pero entre carcajadas, Luke lo esquivo muy fácilmente mientras recargaba su espada sobre su hombro.

—Oh, ¿quisieras practicar primero?

Solté un gruñido y me lancé hacia delante, Luke bloqueó el ataque con facilidad, y el retroceso del golpe casi me hace caer.

—Tendrás que intentar algo más fuerte que eso—me dijo.

Me dió un golpe con la empuñadura de su espada en la cara, rodé por el suelo, resbalándome sobre mi propia sangre, y caí a la piscina del Princesa Andromeda.

Grave error, Luke.

Salí del agua con energías algo renovadas.

Mi brazo y cara dejaron de sangrar, lamentaba que mi regeneración se limitara a cicatrizar esas heridas, pero eran tan graves que ni siquiera toda el agua de mar en el mundo podría haberme curado por completo.

Me quedé en la orilla de la piscina, respirando con dificultad, aferrado al borde mientras Luke caminaba tranquilamente hacia mi y me apuntaba con su espada.

—Y esto es lo que sucederá con todo aquel que me desafíe—dijo en voz alta, para que todos lo oyeran. Alzó su espada sobre la cabeza y se dispuso a partirme en dos—. Se acabó.

Cerré los ojos, me preparé para el final de todo.

Y entonces.

¡Zas!

Se desató un lío el demonio.

Una flecha con un penacho rojo apareció de golpe clavada en la boca de Oreius, quien sostenía del cuello a Annabeth y Grover.

Con una expresión de sorpresa en su rostro peludo, el oso se desmoronó sobre la cubierta.

—¡Hermanito!—aulló Agrius, y aflojó un poco las riendas del pegaso: lo justo para que el corcel le arrease una coz en la cabeza y le echara a volar por la bahía de Miami.

Aproveché la distracción, salí de la piscina, rodé por el suelo y me coloqué a espaldas de Luke.

El se volvió a verme.

—¿En serio quieres seguir?

—No...—gruñí—. Quiero acabar contigo aquí y ahora.

Levanté mi espada, Luke levantó la suya tranquilamente y con confianza.

Entonces el abrió mucho los ojos en sorpresa. Mis músculos del brazo crecieron y se abultaron, aumenté el tamaño de mi extremidad exponencialmente mientras sujetaba mi espada, las venas me palpitaban y mi piel se estiraba mientras lanzaba mi último ataque.

Pero no fue un puñetazo, sino un devastador arco destructivo descendente con mi espada, impregnado con la divina fuerza de Hércules:

APHELES HEROS

¡¡PUÑO DEL GRAN HÉROE!!

Luke no era tonto, sabía que el golpe lo mataría si no hacia algo, así que sujeto su espada con ambas manos, una en la empuñadura y la otra cerca de la punta, e interpuso su arma mientras se ponía de rodillas para intentar aguantar el impacto.

Su maldita espada era tan jodidamente resistente que no se rompió, por lo que Luke no recibió el mortal golpe, sobreviviendo, pero a cambio, fue despedido a toda velocidad hacia atrás, rompió la pared del barco y fue mandado hacia el mar, rebotó una vez sobre el agua antes de caer y hundirse entre las olas.

Caí de espaldas a la cubierta, había ganado esa ronda, pero sólo había sido por la confianza excesiva de Luke, de lo contrario, ya no estaría en el mundo de los vivos.

Durante una fracción de segundo, los guerreros de Luke se quedaron atónitos, viendo como su jefe salía despedido del barco cuál bala de cañón.

Con mis últimas fuerzas esbocé una frase que sembró el caos:

—¿Nadie se va a preguntar de dónde Hades salió esa flecha?

Enseguida se desató un coro enloquecido de gritos de guerra y cascos retumbando sobre la cubierta. Una docena de centauros apareció por la escalera principal.

—¡Ponis!—gritó Tyson, extasiado.

Mi mente no lograba procesar todo lo que veía. Quirón estaba entre los atacantes, pero la verdad es que sus parientes apenas se parecían a él. Había centauros con cuerpo negro de semental árabe, otros con el pelaje dorado de los palominos y otros con manchas blancas y anaranjadas, como caballos pintados. Algunos llevaban camisetas de brillantes colores con leyendas fosforescentes que ponían: "PONIS PARA FIESTAS Y CUMPLEAÑOS. ÁREA DE FLORIDA." Unos iban armados con arcos, otros con bates de béisbol y algunos incluso con pistolas de pintura. Uno de ellos tenía la cara pintarrajeada como un guerrero comanche, otro iba a pecho descubierto y todo pintado de verde, y un tercero llevaba una gorra de béisbol y unas gafas con ojos de plástico colgando de dos largos muelles.

Irrumpieron sobre la cubierta con tal ferocidad y el colorido era tal que no estaba seguro de si venían de fiesta o en son de guerra.

Sólo una cosa era segura, y esa era que tomaba como una ofensa personal que los centauros no hubiesen llegado al grito de "¡When the winged hussars arrived!"

Los guerreros de Luke se dispersaban. No era para culparlos. Enfrentarse a los cascos de un caballo encabritado ya es suficiente para ponerte los pelos de punta, pero si resulta que encima se trata de un centauro armado con un arco y con ganas de juerga, hasta el guerrero más valeroso se batiría en retirada.

—¡A por ellos!—gritó uno de los ponis.

Dispararon sus pistolas de pintura. Una oleada de azul y amarillo explotó sobre los guerreros de Luke y los dejó ciegos y embadurnados de pies a cabeza. Intentaban echar a correr, pero lo único que conseguían era resbalar y caerse.

Quirón se acercó al galope a Annabeth y Grover, los alzó limpiamente y se los colocó en el lomo.

—Tomen el brazo, se lo reimplantaré a Percy una vez estamos a salvo.

Quirón tomó mi extremidad cercenada y se la pasó a Grover, quien la sostenía con asco y aguantándose las náuseas.

Yo traté de levantarme, pero las heridas en mi cuerpo me seguía ardiendo de dolor, y el cansancio se había apoderado de mi ser, era un milagro que no estuviese inconsciente, incluso si no me podía mover.

Por debajo de la cubierta, empezó a sonar una alarma enloquecida.

En cualquier momento nos veríamos desbordados por los refuerzos de Luke. De hecho, sus guerreros ya empezaban a recuperarse de la sorpresa y se enfrentaban a los centauros con sus lanzas y espadas.

Tyson apartó de un guantazo a media docena y los mandó por encima de la barandilla a la bahía de Miami. Pero ya llegaban más guerreros por las escaleras.

—¡Retirada, hermanos!—gritó Quirón.

Un centauro de pelaje dorado me izó sobre su lomo y recogió mi tridente del suelo.

—¡Llama a tu amigo el grandullón!

—¡Tyson!—grité—. ¡Vamos!

Tyson dejó caer a los dos guerreros que estaba a punto de retorcer en un solo nudo, corrió hacia nosotros y saltó sobre el lomo del centauro.

—¡Amigo!—gruñó el centauro. Las patas casi se le doblaban bajo el peso de Tyson—. ¿No has oído hablar de una cosa llamada 'dieta'?

Los guerreros de Luke se estaban reorganizando para adoptar una formación de falange. Pero cuando por fin estuvieron preparados para avanzar, los centauros ya galopaban hasta el borde de la cubierta y saltaban la barandilla sin ningún temor, como si aquello fuese la valla de una carrera de obstáculos y no la de un crucero de diez pisos de altura. Estaba convencido de que no saldríamos vivos de aquélla. Caímos en picado hacia el muelle y pensé que íbamos a estrellarnos. Pero los centauros aterrizaron en el asfalto con una simple sacudida y salieron al galope, dando gritos y soltando pullas contra el Princesa Andromeda mientras cruzaban corriendo las calles del centro de Miami.







No tengo idea de lo que debió de pensar la gente de Miami al vernos pasar galopando.

Las calles y los edificios empezaron a hacerse borrosos a medida que los centauros ganaban velocidad. Parecía como si el espacio se estuviese comprimiendo, como si cada pasa de centauro equivaliera a kilómetros y kilómetros. Atravesamos campos pantanosos llenos de hierbas, charcas y árboles raquíticos.

Finalmente, llegamos a un aparcamiento de caravanas al borde de un lago. Todas eran caravanas para caballos, provistas de televisiones, mi refrigeradores y mosquiteros. Estábamos en un campamento de centauros.

—¡Colega!—dijo uno de los ponis mientras descargaba los bártulos—. ¿Te has fijado en aquel tipo que parecía un oso? Era como si estuviese diciendo: "¡Guau, tengo una flecha en la boca!"

El centauro que llevaba las gafas con ojos de plástico se hecho a reír.

—¡Ha sido impresionante! ¡Choca esa cabeza!

Los des centauros se embistieron de cabeza con todas sus fuerzas y luego se retiraron tambaleantes, cada uno por su lado, con una sonrisa alelada en la cara.

Quirón dio un suspiro y depositó a Annabeth y Grover a mi lado, sobre una manta de picnic.

—Ojalá no tuvieran mis primos esa manía de darse cabezazos. No es que les sobren demasiadas neuronas.

—Quirón—dije, todavía sin creerme que estuviera allí—. Nos has salvado.

Me dirigió una seca sonrisa.

—Bueno, no podía dejarte morir. Sobre todo después de que te ocuparas de dejar a salvo mi buen nombre.

—¿Pero cómo sabías dónde estábamos?—preguntó Annabeth.

—Eso era previsible, querida. Me figuré que acabarían cerca de Miami si lograbais salir vivos del Mar de los Monstruos. Casi todas las cosas raras acaban yendo a parar a Miami.

—Ya, muchas gracias—murmuró Grover.

—No, no—dijo Quirón—. Yo no quería decir... Bueno, da igual. Me alegro de verte, joven sátiro. La cuestión es que intercepté el mensaje Iris de Percy y co seguí rastrear la llamada. Iris y to somos amigos desde hace siglos; le pedí que me avisara de cualquier mensaje importante enviado desde ésta zona. Y luego no me resultó difícil convencer a mis primos para correr en su ayuda. Como habrán visto, los centauros somos capaces de viajar bastante deprisa cuando queremos; las distancias para nosotros no son iguales que para los humanos.

Miré hacia la hoguera del campamento, donde tres pones le enseñaban a Tyson a manejar una pistola de pintura. Esperaba que supieran en qué lío se estaban metiendo.

—¿Y ahora qué?—le dije a Quirón—. ¿Vamos a permitir que Luke se largue con su crucero? Tiene a Kronus a bordo, o al menos una parte de él.

Quirón se arrodilló, cruzando las patas delanteras bajo su cuerpo. Abril el pequeño estuché que llevaba en el cinturón y empezó a ocuparse de sus heridas mientras se preparaba para recolocarme el brazo cortado.

—Me temo, Percy, que hoy se ha producido una especie de empate. Nosotros no teníamos las fuerzas suficientes para tomar ese barco, y Luke no estaba lo bastante organizado para perseguirnos. Nadie ha salido vencedor.

—¡Pero nosotros tenemos el vellocino!—dijo Annabeth—. Clarisse va ahora mismo con él camino del campamento.

Quirón asintió, pero aún parecía inquieto.

—Son unos auténticos héroes. Y en cuanto curemos a Percy, tienen que regresar a la colina Mestiza. Los centauros los llevarán allí.

—Tú también vienes, ¿no?—pregunté.

—Sí, Percy. Para mí será un alivio volver a casa. Mis hermanos de aquí no aprecian mucho la música de Dean Martin. Además, tengo pendiente una conversación con el señor D, y queda el resto del plan de verano. Todavía tenemos mucho entrenamiento por delante. También quiero ver... Bueno, siento curiosidad por el vellocino.

No sabía exactamente a qué se refería, pero consiguió que volviese a preocuparme por lo que me había dicho Luke: "Iba a dejar que te llevaras el vellocino... una vez que yo lo hubiera utilizado".

¿Era mentira? Para entonces, ya había aprendido que en el caso de Kronus siempre había un plan dentro del plan. El señor de los titanes no era conocido como el Retorcido porque sí, siempre se las arreglaba para encontrar personas que hacían lo que él quería sin que se dieran cuenta siquiera de sus verdaderas intenciones.

Junto a la hoguera, Tyson empezaba a armar jaleo con su pistola de pintura. Un proyectil azul estalló contra un centauro y lo impulsó hasta el lago. El centauro salió sonriendo del agua, cubierto de porquería y pintura azul, y le hizo a Tyson un gesto con el pulgar, como dándole su aprobación.

—Annabeth—dijo Quirón—, tú y Grover podríais ir a controlar a Tyson y a mis primos antes de... Bueno, antes de que adquieran demasiadas malas costumbres entre unos y otros.

Annabeth lo miró a los ojos. Se entendieron sin palabras.

—Desde luego—dijo ella—. Venga, niño cabra.

—A mí no me gustan las pistolas de pintura.

—Claro que te gustan.—Lo obligó a ponerse sobre sus pezuñas y se lo llevó hacia la fogata.

Quirón terminó de reimplantar mi brazo.

Moví los dedos uno por uno y cerré el puño, sintiendo mi brazo extraño, rígido y ajeno.

—Volverás a sentirlo normal muy pronto—prometió Quirón—. Pero sobre tu ojo... me temo que eso es algo que va mucho más allá de lo que puedo hacer por ti.

—Lo... lo entiendo... gracias, por el brazo...

—Percy, tuve una charla con Annabeth de camino hacia aquí. Una charla sobre la profecía.

"¡Uf!"—pensé.

—No fue culpa suya—le dije—. Yo la obligué a contármelo.

Parpadeó con irritación. Estaba convencido de que iba a regañarme, pero enseguida adoptó una expresión de cansancio.

—Supongo que no podía esperar que se mantuviera en secreto eternamente.

—Así pues, ¿soy yo el de la profecía?

Quirón guardó su botiquín.

—Ojalá lo supiera, Percy. Aún no tienes dieciséis años. Por ahora, hemos de seguir entrenándote lo mejor posible, habrás de aprender a luchar con un sólo ojo, desde luego, habrá que dejar el futuro a las Moiras.

Las Moiras. Hacia mucho que no pensaba en aquellas ancianas, pero en cuanto Quirón las mencionó, algo hizo clic en mi cabeza.

—Eso es lo que significaba...—dije.

Quirón frunció el ceño.

—¿El qué?

—El verano pasado. El presagio de las Moiras, cuando las vi cortar con sus tijeras el hilo de la vida de alguien. Pensé que quería decir que yo iba a morir de inmediato, pero no: es algo peor, tiene que ver con la profecía. La muerte que presagian se cumplirá cuando cumpla los dieciséis.

Quirón sacudía nervioso su cola sobre la hierba.

—Muchacho, no puedes estar seguro de eso. Ni siquiera sabemos si la profecía se refiere a ti.

—Pero no hay otro mestizo que sea hijo de los Tres Grandes.

—Que nosotros sepamos.

—Y Kronus se está recuperando. ¡Destruirá el Monte Olimpo!

—Lo intentará—asintió Quirón—. Y también tratará de destruir toda la civilización occidental, si no lo detenemos. Pero vamos a lograrlo. No estarás sólo en esta batalla.

Sabía que estaba hacía do lo posible para que me sintiera mejor, pero en aquel momento recordé lo que Annabeth me había dicho. Al final, todo se reducirá a un sólo héroe. Una sola decisión que salvará o destruirá Occidente. Y estaba seguro de que las Moiras me habían lanzado una especie de advertencia al respecto: algo terrible iba a ocurrir, conmigo o con alguien muy cercano a mí.

—Sólo soy un chico, Quirón—le dije com tristeza—. ¿Y de qué sirve un héroe piojoso frente a alguien como Kronus?

Quirón consiguió esbozar una sonrisa.

—"¿De qué sirve un héroe piojoso?" Joshua Lawrence Chamberlain me dijo una vez algo parecido, justo antes de que él solo cambiara el curso de la guerra civil.

Sacó una flecha de su carcaj e hizo girar su afilada punta para que destellara a la luz de la hoguera.

—Bronce celestial, Percy. Un arma inmortal. ¿Qué ocurriría si se la disparases a un humano?

—Nada—dije—. Lo atravesaría sin hacerle nada.

—Exacto—dijo—. Los humanos no existen en el mismo plano que los inmortales. Ni siquiera resultan heridos con nuestras armas. Pero tú, Percy, eres mitad dios, mitad humano, vives en ambos mundos, puedes ser herido por ambos y también puedes actuar en ambos. Eso es lo que convierte a los héroes en seres tan especiales. Tú llevas las esperanzas de la humanidad al reino de lo eterno. Los monstruos nunca mueren, renacen del caos y la barbarie que continúa bullendo siempre bajo la civilización: la materia misma que hace más fuerte a Kronus. Por eso deben ser derrotados una y otra vez, por eso hay que mantenerlos a raya. Los héroes encarnáis esa lucha interminable, libráis las batallas que la humanidad debe ganar, generación tras generación, para continuar siendo humana. ¿Entiendes?

—Eso... eso creo...

—Tienes que hacerlo, Percy. Porque, seas o no el chico de la profecía, Kronus cree que podrías serlo. Después de lo de hoy, abandonará cualquier esperanza de atraerte a su bando. Ésa es la única razón de que no te haya matado aún, ¿sabes? En cuanto esté seguro de que no puede utilizarte, te destruirá.

—Hablas como si lo conocieses.

Quirón frunció los labios.

—Lo conozco.

Lo miré fijamente. A veces se me olvidaba lo viejo que era.

—¿Por esa razón el señor D te culpó cuando el árbol fue envenenado? ¿Por eso dijiste que había gente que no confiaba en ti?

—En efecto.

—Pero Quirón... ¡Vamos! ¿Cómo pudieron correr que serías capaz de traicionar al campamento en favor de Kronus.

Los ojos de Quirón, de color castaño oscuro, parecían habitados por una tristeza de miles de años.

—Percy, recuerda tu entrenamiento, tus estudios de mitología. ¿Cuál es mi relación con el señor de los titanes?

Hice memoria.

—Oh... él es...

—Sí, Percy—dijo Quirón en voz muy baja—. El titán Kronus es mi padre.

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