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8. Helena




Las clases cada vez son más pesadas, pero no por ello menos interesantes; encargan muchos proyectos, la mayoría individuales pero a veces encargan en equipos o en parejas. Esta última tarea es de literatura y, para mi mala suerte, toca ser en pares. Estoy dispuesta a trabajar con Vanesa, pero mi hermano me gana y le pide primero ser su compañera de trabajo, a lo que ella accede.

—Oye, yo quería trabajar con ella —le reclamo a Antonio en voz baja.

—Déjame trabajar con ella esta vez —murmura, casi suplicante—. No he podido pasar tiempo con ella y sabes que me gusta —añade en un susurro tan bajo que me cuesta escucharlo.

—Agh, está bien —acepto, no muy convencida.

El hecho de que mi hermano trabaje con Vanesa me molesta un poco. La chica con la que me toca trabajar resulta ser una malhecha, ya hay antecedentes y reclamos de otros compañeros diciendo que no hace nada, y como de seguro no hará su parte del trabajo, decido hacerlo sola. Por supuesto, al hacer la hoja de presentación no la voy a incluir. Cuando se entere, lo más seguro es que me odie, pero está bien, no quiero amigas de ese tipo.

Fuera de eso, casi todo es perfecto... casi. Juanita no ha cambiado su actitud pero al menos es soportable, nos limitamos a saludarnos cuando es estrictamente necesario. El problema es Esteban... ese idiota... Me lo he topado por los pasillos de la escuela, pero inmediatamente me alejo de él. Noto que tiene intención de dirigirse hacia mí, pero no dejo que logre su cometido, lo evito a toda costa; se me queda viendo fijamente, con esa mirada penetrante, como si con eso pudiera meterse en mi mente y leer mis pensamientos. Sin embargo, el ignorarlo se me da bien. ¿Cree que puede hablarme así como así después de todo? Que ni lo sueñe. Lo peor es que parece llevarse bien con Vanesa y con su hermana, pues va en el salón de ésta última, y he notado que llegan juntos a la escuela en su limosina. También me entero del motivo por el cual llega con mi amiga a la escuela, pues uno de esos días ella me dice su dirección, habita en uno de los fraccionamientos más caros de la ciudad, y sé que Esteban vive ahí también, son vecinos.

Vanesa quiere que Antonio y yo vayamos a su casa, pero existe el peligro de encontrarnos con él, eso mi hermano también lo sabe, por eso la convencemos de que es mejor que todas las tareas y proyectos se hagan en la nuestra; primero no se muestra muy convencida, pues alega que una amistad es recíproca y también quiere tratarnos como sus invitados, pero le comento que en mi casa verá a mi precioso Rey, a lo que acepta rápidamente.



***



El día en que tenemos que entregar la tarea de literatura, mi compañera de equipo, Pamela, se acerca a mí; es una chica de cabello largo, rubio y ondulado, ojos claros cubiertos por unos lentes cuadrados y con una expresión llena de astucia. No tuvo la decencia de acercarse toda la semana pero ahora sí quiere saber cómo quedó todo. Está acostumbrada a no hacer nada y que la incluyan sólo porque se siente muy importante, así que yo seré la que le dé su golpe de realidad: a nadie le importa esa mocosa.

—Hola, Helena —me saluda hipócritamente.

—Buenos días —le devuelvo el saludo con seriedad.

—Oye, quería disculparme por no haber hecho mucho en el trabajo. —¡Pero si ni hizo nada!—. Tuve algunos problemitas, pero espero que no hayas tenido inconvenientes con la tarea.

En ese momento entra la profesora de literatura, cuyo nombre es Cynthia, y da los buenos días. Le muestro una sonrisa de medio lado a Pamela.

—Claro que no tuve ningún inconveniente... Ah, por cierto, no te puse en la hoja de presentación —digo con voz suave. Ella me mira sorprendida y su boca se abre en un perfecto círculo, pero en seguida cambia a una expresión furiosa. No le hago caso, me levanto con elegancia y pongo el folder en el escritorio de la profesora.

—Gracias —me dice la maestra—. Chicos, sigan el ejemplo de Helena y pongan sus trabajos en mi escritorio —pide.

Me doy la media vuelva y me dirijo a mi lugar. Noto la mirada enojada que me dirige Pamela pero le muestro una expresión gélida y me siento en mi lugar. No voy a andar aguantando ese tipo de actitudes de niños de primaria, tiene que crecer.

Al final de la clase de literatura, Pamela le comenta a la profesora que yo no la tomé en cuenta, pero alego diciendo que ella nunca se acercó para preguntar nada de la tarea y que no le iba a estar rogando. Ante mis palabras, ella le pide una oportunidad para hacer el trabajo, pero Cynthia se niega. Me gusta la actitud de la profesora, no solapa a personas flojas. Mi compañera me fulmina con la mirada y se da la media vuelva, a lo que la maestra niega con la cabeza repetidas veces.

En la hora del receso, Antonio y Vanesa deciden ir a la cafetería mientras yo voy a mi casillero para acomodar unos libros. De repente, siento una presencia atrás de mí; volteo y noto a Pamela, que se encuentra con una expresión llena de molestia. La ignoro y sigo con mi actividad.

—Helena, esta vez te saliste con la tuya, pero créeme que esto no se quedará así —gruñe.

Yo me limito a ignorarla y seguir con mi actividad. Al final se da por vencida y se aleja, pero no por mucho, al parecer no entiende, pues vuelvo a sentir su presencia tras de mí.

—¿No te cansas de esto? —Comento con tono altanero, sin embargo, al oír a la persona que se encuentra atrás, me tenso. No es Pamela.

—No lo sé, tú dime.

Escuchar su voz hace que se me pongan los nervios de punta. Tiene un tono grave y a la vez sublime, o por lo menos es el que usa conmigo. Cierro mi casillero con tranquilidad y volteo hacia él.

—¿Qué quieres? —Digo con tono mordaz.

—Saludarte —responde con obviedad. Agh, idiota.

Lo veo de arriba abajo con molestia. No ha cambiado nada desde la última vez que lo vi, es muy alto y delgado, no tiene un cuerpo perfecto ni musculoso pero aun así logra verse atractivo, por lo menos para mis ojos... mis primas me molestan burlándose y comentando que a mí me gustan los flacos desnalgados pero no es mi culpa no preferir un chico con cuerpo de revista; su cabello negro está despeinado y me escruta con esos ojos oscuros que parecen querer perforar mi cabeza para adentrarse en mi mente.

—Está bien, hola y adiós —digo, rodeándolo y avanzando hacia la cafetería. Para mi mala suerte, se coloca a mi lado y camina junto a mí—. ¿No tienes algo más interesante que hacer?

—¿Que estar contigo? ¡No! —Responde, haciendo que mi pulso se acelere. Entrecierro los ojos.

—En serio, Esteban, ¿qué quieres? ¿Por qué te metiste en la misma escuela que nosotros?, ¿nos vienes siguiendo?

Él suelta una carcajada, lo que me hace verlo de mala manera. Al notar mi expresión, vuelve a mostrar su semblante tranquilo.

—La verdad es una casualidad encontrarlos por aquí, creí que seguían estudiando en el Instituto Flaubert.

—Ah, y yo creí que tú te habías quedado ahí —me cruzo de brazos—. De cualquier manera ya me saludaste, puedes irte.

Él me sonríe con encanto.

—Está bien, Helena, te veo después. Por cierto, ¿sabes cuál es el bote?

—¿Eh? —Lo miro con extrañeza. El muy idiota se está aguantando las ganas de reír.

—Es el esposo de la bota —termina su ridículo chiste. Definitivamente no ha cambiado nada. Me limito a fruncir el entrecejo y, sin despedirme, me marcho con rapidez.




Uy, uy, uy, ahí hay algo :o ... Lamento la demora, trataré de actualizar más rápido pero luego ando con muchas cosas.

Ya saben, si les gustó el capítulo me ayudan mucho con sus votos y comentarios, en verdad.

Nos vemos pronto ;D




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