29. Evelyn
La semana de exámenes pasa y vuelvo a relajarme como antes. Mis calificaciones fueron malas pero prometo que en el próximo parcial le echaré ganas, aunque siempre digo eso y me va peor.
El ambiente entre mi grupo de amigos vuelve a sentirse relajado. Pamela vuelve a sentarse con nosotros en algunos recesos pero también procura pasar más tiempo con sus otras amigas. Al principio las cosas estuvieron tensas pero luego de unos días, todo se normalizó.
El sábado temprano, Esteban me manda un mensaje.
Mi amigo idiotita: ¿Tienes planes para hoy?
Yo: La verdad no, ¿por?
Mi amigo idiotita: Voy al parque, ¿quieres venir?
No tengo nada mejor que hacer, así que acepto. Ya tiene mucho que no voy a un parque, cuando era niña me encantaba ir con Vanesa para alimentar a las palomas pero dejamos de hacerlo cuando crecimos.
Esteban pasa por mí y nos vamos en su auto. Se estaciona unas cuadras antes de llegar a nuestro destino porque supone que, por la hora y el día, ya no hay lugares disponibles más adelante. Es fin de semana, así que los padres llevan a sus hijos pequeños a juguetear por ahí.
Bajamos del vehículo y caminamos hasta el parque. Una vez allí, tomamos asiento en una banca desocupada. Esteban dirige su mirada hacia la copa de los árboles. Admito que están bien cuidados, su follaje es abundante y algunos hasta tienen frutos.
—¿Qué ves? —Alzo una ceja.
—Las aves —dice—. Si miras con atención, podrás notarlas.
Veo hacia arriba y entrecierro los ojos. El sol todavía no está en su apogeo pero me molesta un poco.
—¿Te gustan las aves? —Ahí alguna que otra ave bonita aunque la mayoría son pichones.
—Me encantan.
—Mmm, cierto, que te diste en la madre por salvar un avecilla que cayó de su nido.
Él ríe un poco y se soba el cuello.
—Son hermosas —comenta luego de unos segundos de silencio.
—¿Tienes alguna de mascota?
—No. Me gusta verlas libres. Las aves no son para estar encerradas sino para volar por donde les plazca.
—Tienes razón.
Después de unos minutos de mirar aves sin decir absolutamente nada, comienzo a aburrirme. Volteo hacia mi acompañante, que las ve con fascinación.
—¿No te aburres de estar aquí?
—No, es mi lugar favorito... —comenta. En seguida me ve con fijeza—. No te había traído antes porque tenía la impresión de que no te gustaría mucho, y veo que no me equivoqué —ríe un poco.
—No es eso, me gusta —miento—, es sólo que, ya sabes, soy más alocada.
—Ahorita vamos a un lugar más divertido.
—No te molestes —comento—. ¿Por qué es tu lugar favorito?
—De niño mi abuelita me traía aquí a alimentar a las palomas.
—¡A mí igual me gustaba alimentarlas con Vanesa...! —Lo interrumpo—. En la otra ciudad donde vivía, mi madre nos llevaba a un enorme parque donde había muchas... Después de que comían, las correteaba, pero Vanesa siempre me detenía —río. Eran buenos tiempos.
—Genial. —En seguida muestra una expresión melancólica.
—Hey, ¿por qué esa cara?
—Extraño a mi abuelita —comenta—. Era la única que me entendía cuando era niño.
—Oh... Yo también extraño a la mía.
—¿Murió? —Me ve con pena.
—No. —Niego con la cabeza—. Vive lejos.
—Al menos puedes visitarla —sonríe con tristeza—. Yo ya no.
Nos quedamos en silencio unos segundos.
—Lo siento.
—No te preocupes.
—¿Y a tus papás no les gusta venir contigo?
Mi amigo bufa.
—Mis padres apenas notan que existo —masculla.
Auch... Yo tampoco paso mucho tiempo con mis progenitores, pero sé que, si llego a necesitar algo, están para mí. Las veces que estamos juntos son geniales, con las ocurrencias de mamá y la actitud de papá.
Miramos las aves otro rato, hasta que Esteban se levanta de la banca.
—Suficiente con las aves, vamos al cine, ya tiene mucho que no veo a mi amiga Felicia —comenta, poniendo ambas manos en su nuca.
—Sí es cierto, de seguro que te extraña mucho —digo sarcástica.
—No creo que tanto, la otra vez me la encontré en el café, estaba con un chico. Creo que es su novio.
—¿Te saludó?
—Me acerqué a saludarla y fue muy amable.
—¿Su novio no se enojó?
—Para nada, se ve que es un chico genial.
—Ni modo, ya te la quitaron —bromeo. Él ríe.
—Es solo una amiga, nada más —afirma.
—Mmm... Tienes bastantes amigas —comento como si nada.
—Bueno, algo así.
—¿Alguna en especial hace que tu corazón lata más rápido? —Volteo a ver su reacción. Se ruboriza un poco.
—Noo —dice con rapidez.
—Ajá, sí —comento sarcástica—. Tal vez alguna que se ríe de tus chistes estúpidos... que sea rubia y tenga miopía. —Aprovecho que no se encuentra Pamela para sacar el tema.
—Mis chistes no son estúpidos —me reclama.
—No cambies el tema. —Alzo una ceja.
—No, qué va... —dice, sonrojándose un poco más. Ya no voy a presionarlo, lo más seguro es que sí le guste pero todavía es muy reciente lo que pasó con la loca.
—Está bien, tus chistes no son tan estúpidos. Por cierto, nunca me has comentado, ¿por qué te cambiaste de escuela? ¿Tú ibas en la de los diamantes?
—No, iba en el Instituto Flaubert, y me cambié porque me aburrió —explica con simpleza—. Mi mejor amiga estudiaba conmigo pero se mudó, y aunque tenía más amigos, ya no era lo mismo. Después de un mes me terminé fastidiando, sin Celeste todo era aburrido, y le dije a mi padre que me cambiara de escuela. No se negó, ya sabes, prefiere cumplir mis caprichos a pasar tiempo conmigo, aunque casi nunca le doy problemas. —Chasquea la lengua.
—Oh. —Abro la boca en una o perfecta.
—Pero no hablemos de cosas tristes —menciona—, mejor vámonos.
—Como digas, tonto.
—Está bien, mensa.
***
El siguiente lunes, en el receso, le pido a Pamela que me acompañe al baño. Quiero una excusa para hablar con ella a solas, ahora que me propuse actuar como cupido no voy a darme por vencida. Cuando vamos por el pasillo, la detengo.
—Espérate. —La tomo del brazo.
—¿No vas al baño? —Pregunta mientras la suelto.
—No, solo quiero hablar contigo.
—¿Pasa algo? —Me ve con preocupación.
—No, nada, únicamente quiero comentarte que a Esteban le gustan los pájaros. — Me ve con curiosidad. —No en el mal sentido... —agrego.
Pamela empieza a reír.
—¡Evelyn, nadie malpensó! —Exclama—. Solo tú.
Ah, caray...
—Oh... Bueno, el punto es que le gustan las aves.
—Genial, a mí también, son lindas.
—Ajá... —Creo que sí son el uno para el otro.
—¿Te lo comentó?
—No, el sábado me invitó al parque para verlas.
Pamela me ve con seriedad.
—¿Te invitó? ¿Sólo a ti?
—Sí, ¿por? —Alzo una ceja. No sé por qué el interrogatorio.
La rubia frunce el entrecejo.
—Oh, nada, es sólo que me parece curioso que te invite a una cita —ríe sin diversión, cruzándose de brazos.
Oh, oh. Ya vi el problema, está celosa. Tengo que aclararle que no tengo nada que ver con él de manera romántica.
—No fue una cita —aclaro con rapidez—. Me invitó porque soy su vecina —digo con obviedad. Pamela me ve de reojo—, le quedo más cerca. Además le hablé de ti y se sonrojó.
—¿En verdad? —Hay un rastro de emoción en sus ojos claros.
—¡Sí! Le pregunté que si no hay una amiga que hace que lata su corazón más rápido y se ruborizó.
Su expresión de alegría de repente se transforma en una de decepción.
—¿Y cómo sabes que se refiere a mí? —Comenta con tristeza—. Tiene más amigas, como Alicia... o tú —añade, viéndome con atención.
No entiendo a Pamela, es ridículo que esté celosa de mí, yo soy la que debería estar celosa de ella. Digo, es como una diosa griega y yo... yo gracias a Dios tengo salud.
—Mira —suspiro—, es absurdo que de repente salga con la ridiculez de que yo le gusto cuando ha dado señales de que tiene interés en ti.
—No ha dado señales. —Alza una ceja.
—Le gusta hablar contigo, eres la única que se ríe de sus babosadas y es obvio que le gustas, el día de la fiesta no paraba de mirarte.
—Mmm... tal vez —murmura.
—Ya relájate, si te estoy diciendo esto es para que aproveches. —Le guiño el ojo.
—Oh... Bueno, gracias.
—No te preocupes, eres muy hermosa y si él no lo nota, no vale la pena. —Le doy una palmadita en la espalda.
—Gracias —repite, sonriéndome.
Ojalá les haya gustado, sé que prometí actualizar más seguido pero últimamente he pasado por muchas cosas y no pude traer capítulo hasta ahora.
Y esta Evelyn quiere ser cupido xD emparejando a sus amigos sin importarle, vamos a ver cómo sale todo.
Espero que les haya gustado.
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