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25. Evelyn


El sábado, Pamela nos invita a mí y a Alicia a su casa antes de la fiesta para arreglarnos juntas y de ahí dirigirnos a nuestro destino. Ambas aceptamos; llego a casa de la rubia a las seis en punto. Me recibe su madre, una mujer de cabello rubio, cordial y risueña, con ligeras arrugas en los ojos que le han salido por sonreír mucho en el transcurso de su vida. Después de saludarnos, me dice que suba al cuarto de mi amiga.

—Pamela está en su habitación —dice con amabilidad—. Está subiendo las escaleras, a la izquierda —indica.

—Gracias.

Sin hacerme del rogar, subo rápidamente. Llevo mi vestido protegido dentro de un forro y me lo pongo en el hombro mientras camino por las escaleras. La casa de Pamela es sencilla y no es tan grande como las mansiones a las cuales estoy acostumbrada a visitar, me gusta. Al llegar a la puerta correspondiente, toco.

—Pasa. —Escucho la voz de mi amiga.

Entro y la veo fijamente. Lleva puesto un vestido rojo con una abertura en la pierna, tiene un escote pronunciado y resalta su trasero. Su cabello rubio, que casi siempre amarra en una coleta alta, está suelto y le cae como cascada, y su maquillaje es perfecto. Cómo la envidio a la cabrona (de buena manera).

—Wow, Pamela, te ves muy bien —comento, dejando el vestido que me pondré en la cama de mi amiga.

—Gracias —dice, colocándose los lentes.

—Hey, hey, ¿en serio vas a llevar esas gafas? ¿No tienes lentillas?

—No me gustan —acepta—. Una vez intenté ponerme y no aguanté.

—Oh, bueno, igual te ves linda. Se nota que quieres dejar a Esteban babeando —comento con burla. Ella baja la mirada.

—¿Soy tan obvia?

—Sí —acepto.

—Mmm... Pero yo no le gusto —dice con tono triste.

—No le eres tan indiferente —comento, haciendo que sus ojos brillen con esperanza—. Pero... —La bajo un poco de su nube. Traga saliva, en espera de lo que le voy a decir—. Aún no olvida a la loca.

—Oh, ya —dice con melancolía—. Joder, y pensar que le hablo por ella —murmura.

Espera, ¿qué? ¡Eso sí no lo sabía!

—¿Qué?

—Oh, nada —dice con rapidez.

—¡Ahora me cuentas! —Le exijo.

—No, no es nada.

—¡Pamela! O me cuentas o le digo a Esteban que lo amas.

—¡Dile! —Dice con supuesta indiferencia.

—¡Y le digo eso que dijiste!

—No dije nada.

—Dijiste que le hablas por la loca, ¿cómo está eso?

La rubia baja la mirada.

—Es que... si te cuento te vas a molestar conmigo —acepta en voz baja—. Vas a decir que me lo merezco... Creo que es el karma. —Pone una mano en su frente.

—Tú dime, no te juzgaré, lo prometo.

Pamela suspira.

—Está bien. Lo que pasa es que empecé a hablarle a Esteban cuando me enteré que era "novio" de Helena y ella le dijo imbécil porque no quería que nadie se enterara.

—Aaaah... ¿Apoco fue ella la de "enfrente de todos no, imbécil"?

—Sí —dice con molestia.

—¿Y se lo dijo a Esteban?

—Ajá. —Alza una ceja.

—¿Y aún así él la siguió buscando?

—Pues... sí.

—De veras que está pendejo —comento, recordando la vez que le regaló los chocolates a Omar y tiró el osito de felpa a la basura. Pamela suelta una risita—. Pero yo más porque no me di cuenta que esa frase era para él... ¿En qué estábamos?

—En que empecé a hablarle a Esteban para fastidiar a Helena.

—¡Aaaah! —Exclamo—. ¿O sea que querías seducir a Esteban para quitárselo a Helena? ¡Qué perra mi amiga!

—¡Nooo! —Dice con velocidad—. Lo único que quería era volverme su amiga. Y ya cuando estuviéramos más en confianza decirle que Helena es un perra...

—Tiene sentido —la interrumpo. Es obvio que lo hizo para fastidiar pero no la contradigo... Me cae bien.

—Pero el punto es que... me gusta Esteban.

—Asco tus gustos, amiga.

—Vamos, no digas eso, es guapo —dice con mirada soñadora.

—Está más guapo tu amigo.

—¿Sebastián? —Me ve y asiento con la cabeza—. Sí es guapo, pero es que Esteban es tan dulce y divertido, y...

—Bueno, ya entendí, te gusta mucho. —Ella asiente—. Y yo te voy a apoyar.

—¿Harías eso por mí? —Pregunta emocionada. Parece una niña pequeña.

—Claro.

Y bueno, obviamente quiero lo mejor para ambos, y se complementan muy bien, así que quítate, cupido, que ahí te voy.


***


Minutos después de nuestra charla, llega Alicia. Aunque la rubia al principio no quiere, pues se muestra avergonzada, la convenzo de decirle a nuestra amiga acerca de sus gustos raros. Estoy segura de que ella también la apoyará.

—Cuenta conmigo —dice Alicia al terminar de escucharla—. Aww, son tan tiernos juntos, obviamente quiero que sean pareja.

—Gracias —murmura la rubia.

—Por cierto, tu casa es linda —cambio de tema—. Me gusta, es sencilla y acogedora.

—Oh, sí. Nada más vivimos mis padres y yo, no tengo hermanos, así que no necesitamos mucho espacio.

Yo estoy acostumbrada a espacios enormes, pero a veces me gustaría vivir en un lugar más pequeño, en la mansión cada quién se cierra en su mundo, tal vez un hogar acogedor nos volvería más unidos.

—Yo tampoco tengo hermanos — dice Alicia con tristeza mientras se pone un vestido morado.

—Es triste, pero al menos cuento con mis primos. Los que tengo por parte de mi mamá casi son mis hermanos —comenta mientras ayuda a ponerme un collar que combina con mi vestido negro—. Son unas gemelitas y un chico más grande que yo por dos años.

—Bueno, yo también tengo primos, pero los veo una vez al año —se queja la pelinegra.

—¿Y tú tienes primos, Evelyn? —Me pregunta Pamela.

—Sí, pero casi ni los veo.

Cuando nos terminamos de arreglar, nos damos el visto bueno. Me veo en el espejo de cuerpo completo de mi amiga. Mi madre tiene razón, el negro es un color que adelgaza.

—¡Ya estamos listas! —Exclama Alicia.

—¡Pues vamos! —Digo con ánimo.

Llegamos a la fiesta cerca de las ocho. El ambiente es agradable y se ve que la están pasando bien. Pamela nos indica que la sigamos, así que entramos y nos dirigimos al anfitrión.

—¡Hey! —Exclama la rubia al ver a su amigo. La música es alta, por eso tiene que hablar fuerte.

—¡Hola! —La saluda de beso. Nuestra amiga nos presenta y nos saluda de la misma forma—. ¡Qué bueno que llegaron!

—¡Sí! ¡¿Nos podemos sentar?! —Señala un sillón que está desocupado.

—¡Claro!

Me siento junto a mis amigas y comenzamos a platicar. En un momento, Sebastián nos ofrece alcohol. Alicia lo rechaza pero Pamela y yo aceptamos tomar aunque sea sólo un trago.

Ezequiel y Omar no tardan en llegar. Al vernos, se dirigen hacia nosotras. Omar se sienta a pesar de que hay poco espacio y quedamos apretujados, y Ezequiel se recarga en el reposabrazos.

Después de media hora, Pamela comienza a desanimarse al ver que Esteban no llega.

—No creo que tarde —digo para darle ánimos. En seguida le mando un mensaje.

Yo: ¿Dónde estás? Te estamos esperando.

No recibo contestación hasta cinco minutos después. En ese tiempo, trato de distraer a Pamela contándole cosas triviales.

Mi amigo idiotita: Llego en unos minutos...

—¡Sí vendrá! —Volteo a ver a Pamela. Ésta última está tomando un gran trago de vodka. Ha tomado mucho en poco tiempo y se lo hago saber—. ¡Pamela, generalmente no soy aguafiestas pero has bebido mucho! —No sé cuántos vasos lleva pero al ver todos los que están cerca de nosotros, calculo que son más de cinco. Además ha tomado bebidas mezcladas.

—¡Es cierto! —Se entromete Alicia.

—¡Claro que no! —Se defiende—. ¡¿Y qué me dijiste antes?! —Alza más la voz.

—¡Que sí vendrá!

Sus ojos se iluminan con esperanza y justo en ese momento, me doy cuenta de que Esteban está a unos metros de nosotros. Le hago una seña a la rubia para que lo vea. Deja su vaso de vodka en la mesa de centro y se dirige a él para recibirlo. No sé qué se dicen, pues la música no me permite oír, pero noto que, después de saludarse de beso, mi amigo se le queda viendo con atención.

Comienzo a platicar con Alicia y en un momento le doy otro trago a mi bebida.

—Evelyn, tú también has bebido mucho —me dice.

Alicia es un poco exagerada, no he tomado tanto pero para ella es bastante.

—No tanto —digo para tranquilizarla. Les echo una mirada a Ezequiel y Omar; hablan entre ellos y viendo a los demás bailar... se ve que la están pasando bien.

Vuelvo a mirar hacia Esteban y Pamela; bailan muy juntos. En un momento él le susurra algo y ella ríe. No tengo idea del porqué del cambio de mi amigo. Hace unos días se mostraba recatado con la rubia y ahora no parece importarle el hecho de que los separan escasos centímetros.

—¡Ya vi quién la está pasando mejor! —Le comento a Alicia. No me gusta alzar la voz pero es necesario para que me escuche. Ella asiente con la cabeza.

Nos quedamos platicando un rato más. Alicia me está contando que cuando era niña, sus padres le prohibían ver películas de terror, pero una noche ella desafió la autoridad y se levantó a media noche a ver una, la cual no recordaba el nombre pero sí de qué se trataba.

—¡No dormí en varios días! —Ríe. La película era sobre un demonio que se metía en el cuerpo de un perro. Genial, un perro demonio, de seguro era un chihuahua. La buscaré para confirmar mi teoría, esos pequeños monstruos son malévolos—. Se escucha absurdo pero sí da mie... ¡Oh, vaya...! —Se interrumpe a sí misma y señala hacia enfrente.

Sin pensarlo dos veces volteo hacia donde señala y abro la boca con impresión al ver que Esteban y Pamela se están besando. Es un gesto tierno, casi tímido, pero en un momento la rubia profundiza el beso y mi vecino le corresponde, atrayéndola más hacia él.

Volteo hacia Alicia y me ve con complicidad, está emocionada. Yo lo estaría de no ser porque recuerdo que hasta hace unos días él parecía seguir idiotizado por la loca y ahora besa a mi amiga como si nada.

—¡Qué tiernos! —Chilla Alicia. Me limito a asentir con la cabeza.

Dejamos de verlos para darles "privacidad", aunque es absurdo, ya que se están comiendo enfrente de todos. Reanudamos la conversación del can malévolo, pero somos interrumpidas cuando Pamela se acerca a nosotras. Noto que tiene una expresión llena de aflicción y está a punto de echarse a llorar.

—¡Evelyn...! —Exclama abrazándome. Le correspondo el gesto y la siento temblar ligeramente por el llanto. Le doy palmaditas en su espalda y, sin poder evitarlo, volteo hacia Esteban. Él está viendo hacia nosotras; parece sentirse culpable. Nuestras miradas se encuentran y le dirijo una llena de confusión. Él sólo niega con la cabeza, se da la media vuelta y se aleja con paso rápido.

Veo a Alicia, que parece igual de confundida y preocupada que yo. Ezequiel y Omar, que hasta hace poco estaban sumidos en su conversación, también voltean hacia nosotras.

—¿Qué pasó? —Pregunta Ezequiel. No lo escucho pero soy capaz de entenderle porque leo sus labios.

Me encojo de hombros, es lo que quiero saber, ¿qué carajos pasó?


***


Después de llorar en mi hombro durante unos minutos, Pamela se aleja de mí y corre con rapidez hacia algún lado, dejándonos preocupados a todos. Alicia y yo nos levantamos para seguirla, pero notamos que la rubia entra al baño. Minutos después, sale de ahí con el rostro pálido.

—¡¿Estás bien?! —Pregunto. Niega con la cabeza—. Te dije que bebiste mucho.

La rubia llama a sus padres para que vayan por ella, diciendo que se siente mal. Ellos no tardan en llegar. La acompañamos a la salida junto con los chicos. Vemos el auto de sus padres y nos acercamos. Su madre baja la ventanilla para saludarnos, pero encuentra a su hija en un estado deplorable.

—¡Pamela! —Exclama—. Con razón te sentiste mal. Te advertí que no bebieras —dice con tono molesto—. Ya sabes que Víctor y tú son un ejemplo para las gemelas, ¿qué pensarían ellas si te vieran en este estado? —Pamela niega con la cabeza—. Esto no se quedará así, tendrás problemas por esto, señorita. — Mi amiga asiente con la cabeza. —¿Y por qué tienes los ojos enrojecidos? ¡¿No me digas que también se drogan?!— Se ve que su madre es exagerada, igual que la mía.

—Vomité —dice con simpleza. Puede que eso tenga que ver un poco, pero en realidad es por haber llorado por mi amigo.

—Ay, Pamela.

—Estás castigada. —Escuchamos la voz de su padre, que se encuentra dentro del vehículo. No lo podemos ver pero suena imponente. Nuestra amiga rueda los ojos, se despide de nosotros con la mano y sube al auto.

Después de que se va, nos quedamos un rato más pero no es lo mismo. Nos sentimos mal de que la persona que nos invitó la está pasando fatal de varias maneras, así que nos vamos pronto.


***


Al siguiente día, a pesar de que es domingo, me decido en visitar a Esteban a su mansión. Nunca he estado ahí porque no me ha invitado, supongo que debe tener sus razones, pero esta vez no respetaré su privacidad, ¡necesito respuestas! Y él es el único que puede dármelas.

Después de desayunar, le digo a mi mamá que voy a casa de Esteban para una tarea.

—¿Y por qué hoy?

—Es para mañana —miento.

—¿Y por qué la van a hacer hasta hoy?

—Es que se nos olvidó.

—La hubieran hecho ayer, no que se fueron a una fiesta —me reclama.

—Ay, mamá —me quejo.

—Y Marcos me dijo que ayer que te recogió tenías aliento a alcohol —me regaña.

—¡Bebí poquito! —Exclamo—. No tengo resaca y estoy en mis cinco sentidos.

—Mmm... Está bien, ve con Esteban. Y llévales una tarta a sus padres —indica—. No hemos tenido la oportunidad de conocerlos pero son vecinos, debemos ser amables.

—Sí, mamá —digo de mala gana. Nada más quiero saber el chisme, no llevarles nada.

Me dirijo a la mansión de Esteban con la tarta en las manos. A pesar de que vive a unos metros más adelante, nunca le había puesto atención al hogar mi amigo hasta este momento. Recuerdo la vez que pasé por él para llevarlo al cine, pero estaba más atenta a mi auto para poner música y no reparé en los detalles. Incluso abro la boca con impresión, es más grande de lo que parece a lo lejos. Aunque está en un fraccionamiento privado con varios cuidadores, la casa en sí está muy protegida, cuenta con rejas, cámaras y sistemas automatizados de seguridad. La parte donde está el timbre, asimismo, cuenta con un pequeño dispositivo que de seguro graba todo. Lo toco y una voz robótica me contesta del otro lado.

¿Sí?

—Amm, soy Evelyn, amiga de Esteban y vecina del fraccionamiento —comento.

¿Y?

Vengo a ver a Esteban, ¿puedo pasar? —Pregunto.

No me contestan del otro lado durante aproximadamente un minuto, así que me doy la media vuelta, dispuesta a marcharme, cuando de repente la reja comienza a abrirse de manera automática. Sin pensarlo dos veces, entro. Admiro la fuente que tiene, el caminillo de piedras, y las estatuas que adornan el jardín. Sus padres tienen gustos más excéntricos que mi madre y eso ya es mucho.

Cuando llego a la puerta, toco varias veces. Al cabo de unos segundos, un señor de mediana edad me abre la puerta.

—Buenos días, señorita —me dice.

—Emm... Hola. Vengo a buscar a Esteban, ¿se encuentra en casa?

—Sí... ¡Mariana! —Grita de repente. Una chica se acerca con rapidez—. Anúnciale a Esteban la llegada de la señorita... —Me ve para que le diga mi nombre.

—Evelyn...

—Evelyn —continúa—. Y dile que ya está preparado el desayuno.

—Amm, yo traje una tarta para todos —digo, alzando el traste de vidrio donde se encuentra el postre.

—¡Oh! —Exclama, tomando la tarta—. Mariana, antes de avisarle a Esteban que su novia lo espera, ve y deja esto en la cocina —se lo extiende.

—Emm, no es mi novio.

El hombre me ignora y me lleva a la sala de estar. Es grande y bonita, pero me quedo quietecita, siento que si hago algún movimiento brusco, voy a romper las figurillas que adornan las repisas aunque se encuentren lejos de mí. Minutos después, Mariana se dirige a mí.

—El señor Esteban está arriba, en su habitación.

—Ajá, ¿y?

Ella ríe un poco.

—Te llevaré hasta allá —me indica. Me levanto y la sigo sin decir nada. Mi madre nunca aceptaría la idea de que esté a solas con un chico en su habitación, pero no tiene por qué enterarse... Además es Esteban, ni de coña follo con él.

Una vez que llegamos a su cuarto, Mariana toca la puerta.

—Adelante —escucho la voz de mi amigo. La chica se aleja y yo entro a la habitación, que está en penumbras.

—Joder, pareces vampiro.

—Abre las cortinas —me dice. Noto que está acostado en su cama.

—No veo dónde se encuentran.

—Bueno, prende la luz.

—No sé dónde está el interruptor —chillo—. ¿No tienes de esas luces que se prenden cuando aplaudes?

—Evelyn, soy rico, no mamón —dice serio. Río por ese comentario.

Al final, encuentro el interruptor y lo oprimo. Esteban, que sigue acostado, se levanta un poco para verme a la cara. Tiene unas ojeras marcadas, producto de que no durmió nada la noche anterior.

—¿Qué pasa, Evelyn? —Me pregunta.

—Debemos hablar —digo. Tomo la silla de su escritorio y la acerco hacia su cama para quedar enfrente de él. Me siento en ella para comenzar el interrogatorio—. ¿Qué sucedió anoche?

Él baja la mirada.

—Oye, yo...

—No sé qué mierda hiciste, pero Pamela estaba muy afectada.

—Lo sé, no creí que... —se interrumpe a sí mismo.

—¿Qué? —Lo animo para que continúe. Él suspira.

—Ayer en la fiesta, se acercó a mí y empezó a coquetearme al igual que siempre. Después me besó y le correspondí, pero entonces ella comenzó a profundizar el beso, y sabía que si seguíamos así, no nos íbamos detener. Estaba demasiado ebria, Evelyn, no quería aprovecharme, así que la aparté y le dije que no debíamos hacer eso. Sin embargo, lo tomó mal...

—De seguro creyó que la rechazaste por Helena... —Al oír ese nombre, hace una mueca—. ¿La loca también tuvo algo que ver?

—Evelyn, no podía hacerle eso a Pamela. Con Helena ya no tengo, ni tendré nada que ver —dice, sorprendiéndome—. Pero no se puede olvidar a alguien en un día... Pamela se merece alguien mejor —admite—, no alguien que no puede superar a una chica antipática —dice, refiriéndose a Helena. Vaya, no sé qué pasó entre ellos dos pero debe ser algo muy malo para que él se refiera a la loca con esas palabras ni quiera volver a saber nada de ella.

—Bueno, tal vez necesites algún tiempo para superarla. —Quiero darle ánimos.

Él suspira.

—No creí que le gustara tanto. Creí que sólo me hablaba para molestar a Helena pero veo que me equivoqué.

Me asombro al oírlo decir eso. Es más perspicaz de lo que creí, me doy cuenta de que lo he subestimado un poquito.

—Claro que no, ¿por qué piensas cosas tan raras? —Digo con rapidez—. Además tengo una lista de cosas que hacen que Pamela sea mejor opción para ti y te las voy a decir.

—Sé que, aunque me niegue, lo harás, así que échala.

—Se ríe de tus babosadas, y eso ya es mucho —ríe un poco al escuchar eso—; está mejor que la loca —se queda pensativo. No lo niega pero tampoco acepta nada—, no tiene cara de chihuahua amargado y además socializa, tiene más de una amiga.

Esteban ríe, negando con la cabeza.

—Estás loca, Evelyn.

—Tú más, tonto.



Yay, capítulo largo.

Y ese Esteban, ¿en qué se está metiendo?

Por cierto, ¿ustedes leyeron Los mellizos Quintana? ¿Ya vieron quién es el primo de Pamela? :3 Mi Víctor hermoso...

Espero que les haya gustado el capítulo, nos vemos muy pronto :3




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