3. Ausencia
Desde ese día Yoongi jamás me volvió a dirigir la palabra. A pesar de eso, le esperé muchas veces los sábados después de sus clases de inglés, sabía que él no quería hablar conmigo, pero al menos tenía que intentar recuperar mi libreta donde escribía mis historias para Taehyung, pues, debido a la prisa con la que tuve que huir por la ventana de su habitación, la olvidé en la mesa de su escritorio.
Nunca la recuperé, Yoongi dijo que su papá se la había confiscado y eso fue todo para mí. Tenía que empezar de nuevo.
En esos días papá decidió ponerme de castigo por una semana completa, pues el padre de Yoongi lo había interceptado un domingo en la iglesia y le contó que yo me había metido a su casa como un delincuente, que había amenazado a su hijo y quién sabe cuántas cosas más.
En esa semana de castigo escribí un sin número de historias para Taehyung.
Durante la semana siguiente todos los días después de la escuela me pasaba por el frente del centro de Internet, estaba en remodelación. Los daños no habían sido tan perjudiciales, eso dijo la dueña, solo se quemaron dos escritorios y unas cortinas, con una buena pintada y una buena lavada de piso, todo quedará nítido, es lo que ella afirmó cuando le pregunté cuánto tardarían en abrir otra vez.
El día de la re-inauguración llegó al fin, había pasado un mes y medio, 6 semanas para ser precisos. No esperé a que fuera viernes, pues me urgía aclarar la situación con Taehyung, aún no sabía qué mentira iba a inventar como excusa, pero tenía urgencia de hablarle, de verle y de escucharle.
Nada, me conecté y dejé pasar el tiempo, esperando a que respondiera uno de los mensajes que le había dejado en el chat. No hubo respuesta.
Pagué una segunda hora y esperé sin conseguir ningún resultado. Cuando fui a pagar por una tercera hora vi que afuera ya era de noche, nunca estuve tan tarde para llegar a casa después de la escuela. Al parecer la mujer del centro leyó mis pensamientos.
—Ya se te hizo tarde, ¿verdad? Puedes volver mañana, si quieres. Te daré una hora gratis si haces uno de esos cuentos tan bonitos que te sabes.
Yo asentí y me fui sin decir nada.
Esa noche me dormí pensando en el miedo que me daba perder a TaeHyung. Una parte de mí guardaba una pequeña lucecita de esperanza de que quizá al día siguiente pudiera encontrar alguna respuesta suya.
Ese sábado mis nervios eran una corriente de vibraciones exasperantes, estaba frente al computador del centro de internet, debía aprovechar la hora gratis que me ofreció la mujer. Por fin entré al chat, cuando di aquel clic que me permitiría ver si había respuestas a mis mensajes cerré los ojos con fuerza.
Mis nervios estaban en aumento, respiré hondo y abrí los ojos.
Nada, no había ninguna respuesta, mis ánimos nunca habían descendido con tanta facilidad como en aquel momento.
Dejé otros mensajes, inventando una historia, una excusa que entendí era bastante creíble. Mi corazón dolía tanto porque había llegado muy lejos y ya me pesaba demasiado no ser honesto con mi cibernovio.
Decidí esperar hasta la siguiente semana, el resultado fue el mismo, nada, ni una sola palabra escrita por Taehyung. Asimismo, pasó la semana siguiente, también la siguiente y la siguiente.
Pasaron meses, pasaron años sin volver a saber de él. Con el tiempo dejé de escribirle, pero nunca, nunca dejé de pensar en él ni un solo segundo. Ese castañito de hermoso rostro y de sonrisa cuadrada con personalidad espontánea y dulce a la vez, seguía siendo mi motor, mi inspiración, mi musa, la máxima expresión de maravilla que pudieran ver mis ojos, aunque me sentía triste por su ausencia, seguía siendo mi alegría.
En aquel entonces no lo entendí como ahora, ese niño sin darme cuenta se había convertido en mi todo, pero había desaparecido de mi vida, sin saber de mi verdadero yo y sin saber que se había robado mi corazón.
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