2. La habitación
Ya hacía una semana desde la última vez que vi a Yoongi, me estuve pensando en seguir resistiéndome a su invitación de ir a su casa los viernes, si no lo intentaba nunca sabría si lo dijo en serio o si tramaba burlarse de mí como hizo aquella vez en el cumpleaños de Seok Jin, el hijo del pastelero.
Ya era viernes y mi novio me iba a esperar como siempre desde que el reloj diera las 5:15 pm, decidí tomar el riesgo. «Puede que la invitación de Yoongi para dejarme usar su computadora personal sea verdadera y si no lo es, pues, ¿en qué podría afectarme?», pensé.
Recuerdo que el viernes pasado después de salir del centro de internet me encontraba quitando la cadena a mi bicicleta y hacía esto tan calmado como se sentía mi corazón. Fue un alivio salir de allí, esperé que al haber escuchado mis horarios a Yoongi no se le ocurriera aparecerse por el centro de Internet, eso sería bastante incómodo para mí.
Mientras estuve sumergido en mis pensamientos, no me di cuenta de que la gente salía a la calle y empezaba a comportarse raro. Un fuerte olor a humo me sacó de mis cavilaciones y empecé no solo a olerlo, sino también a verlo, humo, era mucho humo. Busqué con mis ojos desorbitados el origen. ¡Santo Dios, se quemaba, el centro de internet se quemaba!
Yoongi vino a mí y me instó a subir a la bicicleta, yo quería objetar, pues tenía claras intenciones de ayudar a las personas que echaban todo el agua que podían con mangueras, valdes y otros utensilios para tratar de apagar el fuego, pero Yoongi se opuso y me explicó que como somos unos niños seríamos un estorbo y le complicaríamos las cosas a los adultos, que sería peligroso. Yo obedecí, pero no porque me sintiera muy convencido de sus palabras, sino porque el chico lucía asustado, quizá la situación le aterraba o le tenía fobia al fuego, no lo sé, solo sé que acepté montar mi bicicleta y conducirla con yoongi sujetándose de mis hombros yendo con un pie en cada reposapiés de la rueda trasera.
Lo llevé hasta su casa, y allí me dijo que lamentaba que yo no pudiera seguir asistiendo al centro de internet, pero que los viernes podía venir a su casa después de la escuela y así me prestaría su computadora personal.
Desde ese día no nos volvimos a ver, no sé si me estuvo evitando o si fue casualidad que no nos encontráramos en toda la semana, pero creí que era hora de saber si su oferta era cierta o no.
Toqué el timbre de su entrada, nervioso, ¿por qué estaba nervioso?
La puerta se abrió de inmediato. Y vi esa sonrisa que tanto me enamoró aparecer en su rostro haciendo que sus ojitos felinos casi desaparecer en dos hermosas rayitas.
—¡Sabía que vendrías!
¿Me esperaba?
De forma inesperada tomó mi mano y me condujo hasta las escaleras, yo no tuve mucho tiempo de fijarme en su hermosa casa, él casi me arrastró con mucha prisa hasta su habitación.
—Tienes que ser rápido, antes de que llegue mi papá —advirtió sonriente mientras se retiraba dejándome solo en su propia habitación.
Y ahí entendí por qué estaba apresurándolo todo. Debía darme prisa, no lo pensé mucho y puse manos a la obra. El computador ya estaba encendido, y también la cámara "ese Yoongi pensó en todo", decidí desconectar la cámara, no la necesitaría. Estaba ansioso y feliz, gracias a Yoongi sí sería posible, vería a mi hermoso novio.
Estaba a la mitad de mi relato, esta vez lo estaba dramatizando, ya que me encontraba en la privacidad de la habitación de Yoongi. Mi hermoso Tae reía y aplaudía con más ganas que nunca, haciendo que mi corazón se hinchara de tanta felicidad.
La puerta se abrió de súbito y con mucho ruido Yoongi corrió hacia mí, su cara estaba muy seria, un poco asustado, aunque no tanto como el viernes pasado.
—¡De pie, vamos, no hay tiempo, tienes que salir por la ventana, ahora!
Sus palabras iban muy rápido, todo ha sido muy rápido y mi novio estaba en línea escuchándolo todo.
—Sssssh —chisté poniendo un dedo en mis labios. Yoongi pareció haber entendido mi situación porque de inmediato cambió sus palabras por señas.
La voz del padre de Yoongi se escuchaba en la planta baja, llamaba por él.
—Tienes que bajar por el árbol —susurró yoongi mientras me señalaba el gran Acacio que con sus enormes ramas rozaba los bordes la ventana.
Se escucharon pasos subiendo por las escaleras, lo que fue motivo suficiente para hacer tal como Yoongi me estaba pidiendo.
Me deslicé con premura y mucha facilidad por el antiguo tronco hasta tocar el suelo. Me llevé el susto de mi vida cuando escuché tan de cerca los estruendosos ladridos de dos dobermanes adultos.
Buena suerte es que estuvieran atados con cadenas y mala suerte que sus alarmas provocaron que el padre de Yoongi me descubriera. Desde la ventana por donde salí, lo escuché gritarme con voz ronca entre los ladridos de los perros algo que no entendí, seguro estaba furioso, seguro que me metí en problemas a y a Yoongi por igual. ÉL debía querer matarme por estropearlo y yo no pude estar más agradecido con él.
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