14. Hambre
La espera se había convertido en una tertulia. Mientras más se acercaba la hora, más nervioso me sentía, él no había llegado y me sudaban las manos pensando en que quizá se había arrepentido y nunca lo haría. Las voces de los demás se escuchaban lejanas, incluyendo la de Jimin, quien conversaba conmigo de forma directa, mientras yo le prestaba mi atención a medias con bastante esfuerzo.
Me sentía un poco mareado, seguramente se debía a que mi cuerpo estaba resintiendo el haberme pasado el fin de semana prácticamente a expensas de pura agua mineral, mi estómago me avisó escandalosamente que necesitaba echarle combustible, comida de verdad. Un estruendoso sonido estomacal, que llegó hasta los oídos del secretario Jimin, provocó que él diera un respingo y mirara directamente hacia mi abdomen, qué digo abdomen, barriga. Cuando el pelirosa clavó su mirada justo donde se originaba el rugido de mis tripas me acomodé un poco más la chaqueta que estaba abierta y echada hacia los lados de forma descuidada, no puedo negar que sentí un poco de vergüenza cuando reparé en su mirada. Tenía que ponerme a reducir por lo menos unos 15 centímetros de mi cintura lo antes posible.
Jimin ahora me miraba fijamente a los ojos con la interrogante marcada en su expresión facial.
—¿Hace rato que no come, Jung? No se preocupe, ya me ocupé de tener listo un aperitivo para nuestros invitados —inclinó su cabeza y tocó su mano izquierda para descubrir su reloj de muñeca de debajo de la manga de su traje, se fijó en la hora—. Aún es temprano, si quiere lo puedo acompañar y nos adelantamos para que tome algo ahora —se fue acercando a un costado de mi rostro hasta que su cálido aliento chocaba contra mi oreja—, no vaya a ser que su estómago lo delate en plena reunión.
No me parecía mala idea. Pensar que todos se fijaran en mi barriguita que justamente quiero ocultar me hizo sentir abrumado. "Sería bueno hacerle caso", es lo que me dije para mis adentros. Me puse de pie y él tomó ese hecho como una respuesta afirmativa, de inmediato me imitó quedando de pie junto a mí y acto seguido me percaté de que todos los presentes habían dejado de conversar y nos miraban con suma atención.
Jimin sonrió con un poco de culpabilidad e hizo una ligera venia para hacer entender que todo estaba bien. Todos volvieron a seguir el hilo de sus conversaciones como si nada hubiera pasado. Hasta un simple gesto como ese le salía tan natural a ese secretario, ni siquiera tuvo que hablar para hacerse cargo de la situación, que para mí resultaba un poco tensa.
—Señores —llamó en voz alta reuniendo la atención de todos—, por favor discúlpennos al señor Jung y a su servidor, nos ausentaremos de forma breve, pero estaremos de regreso en diez minutos.
Yoongi, que llevaba rato hablando con Bogum, se acercó a mí con el seño un poco fruncido. Mi novio no sabe disimular sus celos. Justo antes de que él pronunciara alguna palabra fui tomado por la muñeca y fui halado hasta un Jimin que ya se encontraba caminando hacia la salida. Eso se sintió extraño, pero me dejé llevar.
Miré sobre mi hombro y Yoongi se encontraba con sus manos hechas puños en cada costado de su cuerpo. Esa mirada de odio no iba dirigida hacia mí sino al chico que quizá nunca se enterará que le estaban deseando la muerte en ese mismo instante.
Una vez fuera de la recepción de mi oficina, Jimin se apoyaba en el carrito de la máquina de limpiar pisos que estaba en el pacillo cerca de la puerta por donde acabábamos de salir por vez que se agarraba el estómago para continuar riendo, no pudimos caminar más de cinco pasos y yo me encontraba pegado a una pared del poco espacio que quedaba entre la máquina de limpieza y Jimin, absorto, observando al pelirosa mientras éste se retorcía de la risa. El conductor del vehículo de limpieza, que en un principio estaba mirando raro al secretario, al poco tiempo también se había contagiado de su risa.
—Tu novio es bastante predecible —decía el secretario entre pequeñas pausas debido a la risa.
—Disculpe que los interrumpa —esa voz profunda y desconocida hizo que yo desviara la mirada divertida que tenía sobre Jimin y la posara sobre quien fuera su dueño.
Por causa de Jimin lo había olvidado en ese momento, y cuando vi quien era el dueño de aquella voz profunda y aterciopelada, sentí un latigazo de electricidad por vez que un frío recorría todo mi cuerpo desde las puntas de mis dedos hasta arremolinarse en mi pecho donde mi corazón hacía un retumbe poderoso. Mis oídos escuchaban el dwechita encabezada por el tamborileo de mis latidos, la iluminación se multiplicó por mil y un montón de luciérnagas se apropiaron del aire a nuestro alrededor.
Sus labios cerrados formando una línea y sus cejas juntándose haciendo obvia señal de preocupación.
¡Dios, es mucho más hermoso en persona! Mis ojos no podían engañarme de esa manera ¿Es posible que los ángeles anden caminando entre nosotros? ¡Es él, mi pequeño ángel que ha crecido para ser aún más hermoso! Por mi madre sagrada, tiene que ser él, porque solo él tenía ese poder de iluminar todo en derredor con su sola imagen, solo él tiene el poder de hacer vibrar cada fibra de mi cuerpo tal como estoy sintiendo en este momento, solo él y nadie más.
Lo vi tragar saliva y titubear por unos segundos antes de volver a regalarme el sonido de su hermosa voz.
—Necesito llegar a la oficina del escritor Jung, ¿podría? —dijo señalando desde el carrito de limpieza, siguiendo con Jimin y terminando con su dedo que apuntaba hacia mí. Estábamos bloqueando el paso.
Yo lo repasaba desde las puntas de su ondulado y castaño cabello hasta las puntas de sus negras zapatillas deportivas. ¡Dios, esa voz! tan hermosa, grave, serena y melódica, ¡Cielos!, sus manos, son perfectas, tanto como su dueño, como todo de él.
Tuve que hacer un esfuerzo terrible para no saltar encima suyo, debía reprimir mis ganas de gritar, decirle quién soy, decirle lo mucho que lo esperé, lo mucho que lo he extrañado, cuánto he anhelado el momento en que nos encontráramos cara a cara.
Sí, incontables veces deseé y soñé despierto con este momento, pero las cosas no siempre salen como las imaginamos o las deseamos, no podía decirle, no podía saltar sobre él, abrazarlo con todas las fuerzas de mi enloquecido corazón, besarlo con todo el amor que he guardado solo a él por tantos años, por que sí, mi corazón seguía siendo suyo, aún sin haberlo pedido, le pertenecía.
Yo le escuché y le entendí de manera perfecta, estábamos obstaculizando el paso y él quería que lo dejáramos pasar, pero extrañamente no podía moverme, tampoco me salían las palabras, se me escaparon un par de lágrimas lo cual pude camuflar haciendo parecer que las había provocado las risas que hacía solo un momento compartía con Jimin.
Jimin se calmó un poco y con aparente esfuerzo trató de recuperar la compostura. Dirigió una mano hacia el muchacho en forma de saludo.
—¿Cómo ha estado, joven...? —Jimin no pudo terminar su frase porque mi ángel se le echó encima para tirar un brazo sobre el hombro del más bajito y posando ágilmente su preciosa mano sobre los labios del secretario, impidiendo que saliera una palabra.
Es muy alto y esbelto, de verdad se ve mucho mejor en persona. Nunca me cansaría de mirarlo.
Con Jimin abrazando su cintura con una mano y la otra tratando de retirar la hermosa mano que le impedía respirar, mi ángel de hermosos cabellos castaños y ojos brillantes me dedicó la sonrisa de culpabilidad más tierna que he podido apreciar en mi absurda y aburrida vida.
¡Dios, esa sonrisa! me vale mierda que diga que se llama V, o Z, si quiere, Taetae es el único dueño de esa inigualable sonrisa. Podía morir de impotencia en ese momento, no pude evitar que mis ojos se humedecieran más, mi mente no podía resistir tantas emociones juntas, sentía como todos los vellitos se erizaban en toda mi piel, su presencia es abrumadora para mi cuerpo, mente y corazón, hasta ahora, es el momento más feliz de mi vida, pero no me conformo solo con estar delante de su presencia, todo mi cuerpo, mi sangre, mi mente, mi alma lo anhela. Si tan solo pudiera abrazarlo.
—C-creo que... no p-puede —¿por qué me costaba tanto arrojar alguna palabra?—respirar.
Mi ángel abrió los ojos muy grandes sus labios formaron una bonita O e inmediatamente soltó al secretario, quién ya se encontraba tan teñido de rojo que su piel opacaba el rosa de su cabello.
—¡Qué bru... —Jimin se mordió el labio inferior para no continuar con la ofensa— ¡Entendí desde el primer nanosegundo, no era necesario tratar de asesinarme¡ —el secretario le brindaba una mirada furibunda a mi ángel que me pareció un poco hilarante.
—Lo siento, de verdad, no pretendía hacerle daño, Jimin-ssi —al completar sus palabras hizo una reverencia a modo de disculpa.
En ese momento escuché un crujido, o más bien un rugido, que provenía de mi estómago. Odié tanto a mi cuerpo por eso, pero no es su culpa, todo ese desastre que soy ahora se lo bebo a mi propio descuido, pero, ¿Por qué frente a él?
Jimin chasqueó la lengua y movió la cabeza para dar a entender que le restaba importancia.
—Por cierto, llegas al último —¿Jimin le estaba reprochando?, hace un momento dijo que no era tarde. De forma automática miré mi propio reloj, solo faltaban siete minutos para la hora pautada. No me percaté de que mi simple acción llamara más la atención de ambos chicos que el propio sonido de mi estómago.
Jimin hizo una palmada de forma escandalosa, provocando que yo me exaltara un poco, ponía una expresión de haber recordado algo y de forma repentina tomó la muñeca de mi ángel y también la mía para arrastrarnos hacia el ascensor.
—¡Espera, Jimin, llegaré tarde si...! —Jimin se detuvo frente a las puertas del elevador y mi dulce ángel se quedó a mitad de frase.
—Te presento al señor Jung Ho Seok, el escritor —a él se le iluminó el rostro, pero yo no lo pude apreciar debidamente porque ya me encontraba demasiado avergonzado y de forma involuntaria rehuí a su mirada.
Mi amado ángel no permitió que Jimin lo presentara, de inmediato él lo hizo por su propia cuenta.
—Mucho gusto de conocerlo por fin señor Jung, soy V y también tengo hambre —sonrió llevándose una mano a su abdomen plano cuando el mío volvió a ponerme en evidencia.
«Demasiado lindo».
Con tal reacción, no sentí que se burlaba de mí, sino que él estaba siendo empático conmigo y nunca podrá imaginar la inmensidad del sentimiento que ese simple gesto me hizo sentir.
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Mis actualizaciones son lentas, ¡por favor no me maten!
Estaré tratando seguir la historia.
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