12. En el baño de la oficina
Las horas trascurrían muy, muy lentas para Hoseok. Por un lado, la rara compañía de Yoongi casi durante todo el día resultó de bastante ayuda porque de algún modo lograba distraerle, pero por el otro, le martirizaba ver a un Yoongi mostrando ciertos ribetes de preocupación hacia él y un sentimiento de culpa se acrecentaba por vez que su novio hacía uno que otro intento de animarle después de haberle comentado que su estado adolorido no se debía a que se encontraba enfermo, sino porque se había pasado los últimos días ejercitando duramente su cuerpo.
Confesar este hecho tuvo el efecto contrario al que el intelectual esperaba. Pues, resultó que Yoongi asoció esta información con el el recuerdo de las dos rondas de sexo duro que ambos tuvieron tres días atrás y que esto fue el motivo para que él se diera cuenta que estaba un poco fuera de forma. Parecía feliz por la idea de tener influencias positivas en su novio. Así que decidió quedarse pegado a él como si no hubiera más días por venir.
En realidad, Hoseok creía necesitar que el rubio dejara de mostrar ese repentino interés que de alguna manera en él era extraño e irregular, de hecho, el mismo Yoongi criticaba y solٌía opinar que este tipo de comportamiento le parecía ridículo cuando le tocaba observar demasiado caramelo y dulces alrededor en otras parejas.
Con la excusa de que el gran escritor le hacía bien la soledad para encontrar toda la concentración que le permitiera dar a luz a alguna nueva idea para una trama en proceso, el rubio siempre desaparecía del área durante casi la mitad del día. A veces se perdía durante horas y llegaba con un cargamento de bolsas de compras junto a su inseparable amigo Jin, otras veces se dedicaba rondar como un gato por el edificio y también a visitar los diferentes escritorios en casi todos los niveles con la intención de ponerse al tanto sobre las noticias de último minuto, pero esta vez, había comentado percibir cierta alteración en los nervios del escritor y por eso decidió hacerle compañía todo el santo día.
Hoseok sentía una presión interna, pero las conversaciones que le ponía su novio no le daban mucha tregua a sus pensamientos, sus intentos de hacerlo relajar terminaron por provocar un comportamiento que antes el castaño no había mostrado, pues los coqueteos e insinuaciones de Yoongi lograron su cometido al sacar su lado irracional. Al fin y al cabo fue dominado por sus bajos instintos y como a eso de las cuatro horas y veinticinco minutos de la tarde se rindió con su lucha mental, entre el decoro y la perversión el primero perdió la batalla, pues aquella tarde a tan solo unos minutos de su tan ansiada reunión se encontraba entre las blanquecinas y tentadoras piernas de su hermoso novio, por primera vez las estrechas paredes y el pequeño espejo del baño de la oficina del escritor fueron testigo de un caliente episodio de aquella pareja teniendo sexo algo salvaje.
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El castaño se fijaba en su reloj cuando dieron las cinco horas y cuarenta y cinco de la tarde. A pesar de sentir cómo se fortalecía el lazo que mantenía su unión con aquel rubio ardiente que hace unos minutos parecía no encontrar satisfacción suficiente, sus pensamientos volvían a volar hacia su amor preadolescente y eso provocaba un revoltijo de sentimientos enfrentándose en una guerra sin cuartel.
Su ser por completo era todo un manojo de nervios, ya había llegado el momento de la hora cero y debía contenerse, sí o sí. Su adolorido cuerpo le gritaba por auxilio, debió pensar en tomarse algún relajante o medicamento para aliviar los dolores musculares. Esto no le martirizaba más que la idea de pretender que estaba bien frente a su novio, muy tarde aceptó que esperar a que él le diera su espacio como solía hacer siempre distaba mucho de ser inequívoca.
Llevaba unos diez minutos sentado en el gran sillón del salón de recibimientos de su oficina, miraba cada segundo hacia la puerta de entrada, acto que no pasó desapercibido por su novio, quien se encontraba observándole desde su escritorio que estaba ubicado de frente a la entrada que yacía abierta a propósito.
Un joven alto, esbelto, de finas facciones, abundante y ligeramente ondulado cabello castaño que caía como cascada bordeando su frete, las puntas a la altura de los lóbulos de las orejas, dándole un toque juvenil pero sin abandonar la elegancia y la formalidad, tanto como su impecable traje gris claro. Quien le mirara y no pensara en lo apuesto que era debía ser alguien cuyos pensamientos son movidos por la hipocresía o por la envidia, Hoseok se inclinaba más por la segunda opción, sus labios luchaban por no retorcerse mientras escaneaba al desconocido con la mirada desde la punta de la cabeza hasta la de sus caros y lustrados zapatos negros.
El joven se adelantó y luego cerró la puerta. Dio algunos pasos y se detuvo para saludar en voz alta por vez que inclinaba su cuerpo en una venia. Sin duda alguna era una persona que ha sido bien educada, podía decirse que a simple vista ese joven parecía tenerlo todo.
No supo en qué momento Yoongi se había aproximado a ellos. El rubio sonreía y estiraba su mano derecha hacia la figura del visitante mientras sus ojos mostraban un brillo que particularmente solo aparecía en esos orbes con delineados felinos cuando se encontraban frente a algún conjunto, zapatos, pieza o bolso exclusivo de alguna marca reconocida.
—Bienvenido sea, joven...
El hombre que parecía sacado directamente de una revista estaba parado frente a la figura del escritor y se había girado para poner atención al rubio de delicada y blanquecina tez que le acababa de dar una cordial bienvenida y se le aproximaba. De forma inmediata cambió su maletín a su otra mano para responder el saludo estrechando la suave y delicada de su anfitrión.
—Bogum, Park Bogum. Muchas gracias por su cálido recibimiento...
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