Un día estaba recreando el escenario de una nueva historia que había escrito la noche anterior, terminé a las 3 de la madrugada, estaba agotado, pues era mucho más de lo que esperaba un niño de 11 años, pero el solo hecho de pensar en las reacciones de Taehyung me devolvía las energías. Él se había ido convirtiendo en el motor y propulsor de mi imaginación.  

Estuve en clases esperando que las largas horas pasaran como todo pre-adolescente enamorado. Los profesores me exoneraron todas las participaciones, pues estuve exageradamente activo en todas las materias sobre todo en historia y según ellos no le estoy dando muchas oportunidades a los otros estudiantes, lo que provocaba que la espera fuera aún más larga.

Cuando por fin la jornada escolar del día terminó, corrí como un adolescente sin control hasta mi bicicleta para llegar velozmente hasta el centro de internet donde tenía una cita los viernes de cada semana, pues se me hacía un poco difícil conseguir las monedas para pagar una hora diaria como a mí me hubiese gustado.

Y Allí me encontraba leyendo en voz alta mis escritos porque así él lo pedía, y yo lo hacía sin importar que los demás usuarios me tildaran de loco, eso no me importaba más que su felicidad, lo haría dramatizándolo todo si él me lo pidiera, no podía parar una vez que empezaba, me encantaba ver esa sonrisa suya en la pantalla del computador, sí, yo podía verle a él, en cambio él a mi no. ¿Por qué?, pues mentí al explicarle que mi cámara se había descompuesto, tenía miedo de que, si descubría mi aspecto, se decepcionara y dejara de hablar conmigo.

No podía arriesgarme a perderlo, solo... no podía.

Yo continué leyendo en voz alta, y cada vez que él escuchaba un intermedio gracioso reía con fuerza sin saber que su risa daba esa misma fuerza a mi corazón, siempre me instaba a crear más historias y yo gustoso de verlo feliz creaba distintos universos, solo por él y para él.

Creo que mis ocurrencias también entretenían a la señora del centro de internet, pues cuando se terminó la hora que había pagado la pantalla se bloqueó de inmediato sin darme tiempo de despedirme de mi novio; se le ocurrió ofrecerme una hora gratis para que continuara con lo que estaba haciendo.

Cuando ella dijo eso, yo ya iba caminando cabizbajo hacia el umbral de la puerta, al escucharla levanté la cabeza y me giré mostrando la sonrisa más brillante que podía dibujar en mi rostro. Aquella sonrisa se desvaneció tan pronto como apareció al ver quién estaba sujetando sus delicadas manos del mesón que estaba delante de la mujer.

—¿Piensa ponerme atención? dije: necesito media resma de papel, ¿me la venderá sí o no? —aquel rubio de ojos felinos y piel pálida se encontraba allí mostrándose tan exigente con la señora detrás del mesón, seguramente pasé por su lado al dirigirme hacia la puerta y no me di cuenta, debe pensar que le he ignorado, pero no me quise molestarme en dirigirle la palabra y menos a explicarle que no me había percatado de su presencia.

Increíble, en todas partes siempre fui invisible para él, y me dolía, aunque él había herido profundamente mis sentimientos, yo aún guardaba, muy en el fondo, un ápice de esperanza de que al menos me hablara, pero ahora, después de conocer mejor a Taehyung, ya no dolía tanto o eso es lo que siempre creí.

—Que sean dos —dije de forma espontánea volviendo a posar mis ojos en la señora, no sé de dónde me salió pedir el doble de la oferta, pero resultó bueno intentarlo.

—¿Te atreves a pedir el doble?  Uuumh... Está bien, una hora los lunes y otra los miércoles y la de los viernes la pagas tú, como siempre —aceptó con una sonrisa amigable en su rostro regordete mientras Yoongi nos observaba moviendo la cabeza del uno hacia el otro.

—¡Oiga! —el rubio tomó aire para seguramente seguir quejándose por la falta de atención de la mujer hacia él. No me quedaría para escucharlo.

—¡Hecho! —dije en voz alta para salir corriendo fuera del centro.

No creía a mi pecho capaz de contener tanta felicitad. ¡Hablaría con Taehyung tres veces a la semana!