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Capítulo único

Su última memoria era frío y un blanco enceguecedor rodeándolo. ¿Nieve tal vez?

—Oh, ya estás despierto —se felicitó al no dar un respingo por la voz que habló de repente—, mmh, ¿te importaría levantarte? Estás llegando tarde.

Buscó la varita, en un reflejo defensivo, cuando no la encontró no dejó transparentar su horror. Lo habían desarmado.

—¿Tarde a dónde?

Se le quebró la voz, lo que le llevó a pensar que tal vez llevaba dormido por horas. Parpadeó, siseando cuando la luz se le clavó en los ojos. Tuvo que adaptar su vista antes de dar con el techo marrón y no con el dosel de sus cortinas Slytherin. Las paredes tampoco eran las rocosas de su cuarto, sino un tono más claro de marrón. No le representó una gran dificultad dar con que este no era su cuarto. La voz desconocida apresurándolo, facilitó la deducción.

En su cabeza, en segundos, tuvo que componer un plan de acción inmediato. Debía permanecer calmado hasta averiguar dónde estaba y quién era el hombre que lo animaba a levantarse para no llegar tarde. Se enderezó y el lienzo de la cama se movió hasta su regazo. Enrojeció tan de inmediato que temió desmayarse por cómo se agolpó la sangre en su rostro. ¡Estaba desnudo! ¿Acaso...? No, no. Quizá estaba en el hospital. Eso tendría más lógica que pensar que... Además, la decoración austera del cuarto, tan impersonal y ordenada, avalaba su hipótesis.

¿Pero qué lo trajo al hospital? ¿Por qué no estaba en la enfermería, recibiendo algún sermón de Madame Pomfrey?

—Andando, Variante, no tenemos todo el tiempo del mundo —y tras decirle esto, la voz se rompió en una estruendosa carcajada.

—¿Cómo me has llamado? —buscó alrededor y se topó con un hombre de mediana edad, junto a la puerta, riendo aun de sus palabras.

Vestía uniforme. No era el de los aurores, que eso sí que los reconoce donde sea, pero todavía expelía cierto grado de autoridad. De color negro, con inscripciones naranjas. ¿Estaba en problemas? En estos días, no sería algo imposible. Y, quizá, hasta mejor. Aunque no. Pensó en su madre, atrapada en la Mansión Malfoy y soportando a...

—Variante DLM310 —nombró el sujeto, distrayéndolo de sus culpas y miedos—. Draco Malfoy, por favor, se requiere tu presencia en la Corte del tiempo a la brevedad posible.

Leyó la sigla en la chaqueta del hombre y preguntó:

—¿Qué diablos es la AVT? —Y enseguida también—, ¿quién eres tú?

No tenía en su cabeza ni la más remota referencia de la AVT, pero lo que sea, lo había retenido y desarmado.

—Soy el Agente L3 y estoy a cargo de tu custodia —el ánimo burbujeante del hombre era desquiciante, pero Draco entendió que mejor no reaccionaba a ello y preguntaba sobre su situación.

—¿Estoy detenido?

—Por supuesto, debido a crímenes contra la Sagrada Línea del tiempo, una típica violación de secuencia por lo que veo en la planilla —revisó lo que traía en las manos antes de proseguir—, ha sido necesario resetear la línea del tiempo y te hemos traído detenido para un juicio en la Corte del tiempo. Tienes derecho a guardar silencio, aunque no es necesario, me gusta conversar, y no creo que sea conveniente que te niegues a responder preguntas.

—¿Sagrada línea del tiempo? —tampoco encontraba en su bagaje cultural mención sobre tal línea. Lo que sí entendió fue que esto no era un hospital—. No entiendo de qué crímenes se me acusan, no hice nada fuera de ley...

—En la Corte tendrás oportunidad de defender tu causa, pero antes, ten —le arrojó ropa—, vístete y acompáñame. Seré tu guía en las instalaciones de la Autoridad de Variación Temporal.

Agradeció que el hombre le dejase un espacio de privacidad al voltear hacia la puerta. Inspeccionó la ropa. Un uniforme beige de una pieza. Zapatillas blancas. Fue cuando comenzó a vestirse que notó que traía un collar de malla gruesa con una caja en enganchada en este. Miró hacia abajo, no viendo demasiado, pero captando una luz roja por ras de ojo. Antes de que buscara arrancárselo, el agente le indicó que era en vano. ¿Acaso lo estaba espiando? Se indignó, aunque se repitió que debía actuar con cautela. Escuchó que aquello era una protección que impedía que utilizara la magia. Draco, de todas formas, tironeó la cinta dando por sí mismo con la respuesta de que era inútil intentar quitárselo.

—Vamos tarde —canturreó el Agente.

Su naturaleza le pedía que se niegue a obedecer, pero ¿dónde lo llevaría eso? Estaba desarmado y el agente, aunque no la utilizó como amenaza, todavía contaba con un bastón colgado en el cinturón. Lo había sujetado cuando pasó a su lado, lo que fue una inequívoca señal de que podría reducirlo con este. Tenía tanto que quería reflexionar, pero fue práctico y pospuso su crisis para cuando no estuviera siendo guiado por los aburridos pasillos del lugar. Es que en serio, ¿tan ocupados estaban arrestando a descarriados temporales que no podían fijarse en que la decoración era aplastantemente monótona? Incluso, causaba cierta sensación de claustrofobia entre más giraba y descubría que todo era exactamente igual —techos bajos, pasillos angostos, colores terrosos, luces tenues— Como si diese vueltas en el mismo sitio creyendo avanzar.

—Desde aquí estás solo —anunció el Agente L3, sonriéndole en lo que manipulaba una caja con botones y una palanca—, tienes que seguir las reglas y serás encaminado a la Corte. ¡Te veré ahí otra vez!

Cuando jaló la palanca, las puertas a un lado de esta se abrieron. Un ascensor, descubrió.

—No, aguarda... —quiso detenerlo, estirando la mano, pero el agente en un rápido movimiento lo apuntó con el bastón que chisporroteó.

No quería enterarse qué hacía ese objeto. Ya que fuera blandida como un arma bastaba para que retroceda con las manos levantadas.

—Entra al ascensor, Variante, por favor —el miedo le impidió volverse rebelde y entró, aun con las manos arriba y sin dar la espalda al agente.

A diferencia de los ascensores que estaban en el Ministerio, este se movía hacia abajo, sin saltos ni giros confusos. Aunque aún lo mareó el descenso, revolviéndole el estómago y obligándolo a sujetarse de una baranda de metal. Cuando se detuvo y la puerta se abrió, salió casi corriendo de allí. Respiró hondas bocanadas, todavía descompuesto por el viaje pese a que fue breve. ¿Dónde se encontraba ahora? Por lo que parecía, era una sala de control de acceso. Una estructura, un marco de metal, aguardaba delante de otras puertas de ascensor.

Vio tarde al hombre junto a la estructura metálica, que sostenía lo que el agente llamó planilla, por lo que tropezó al echarse atrás.

—¿Puede confirmar que a su entender no es un ser cien por ciento robótico, nació como un ser orgánico y claramente posee lo que en muchas culturas llaman un alma?

—¿Un roboco? ¡Claro que tengo alma! —gritó, pero su mirada se disparó sin evitarlo a su antebrazo. ¿Acaso era cierto? ¿En qué estado se encontraría su alma?

—Gracias por su confirmación. Adelante.

¿Y si esto perjudicaba su arresto? ¿Acaso los hechizos oscuros que pronunció mancharon su alma? ¿Y si la destruyeron? Su tarea de los últimos meses podría haber hecho trizas cualquier reservorio de alma que guardase en su interior.

—¿Qué sucedería si no tengo alma? —preguntó, y algo en la mirada del hombre le llevó a desconfiar de la apariencia inocente del marco metálico.

—La máquina lo fundiría desde el interior.

¿La magia interfería para compensar su falta de alma? Draco se preocupó mucho, pero no pudo quedarse ahí. No quería llegar tarde y empeorar su arresto. Aguantando la respiración, se paró bajo el portal. Una luz lo cubrió, como un hechizo, lo envolvió unos segundos antes de que un pitido anunciase que estaba listo para avanzar. Lo hizo, volviéndose hacia el hombre que revisaba una fotografía colorida que salió del portal. Asentía, inspeccionando los colores.

—¿Está todo en orden?

—Tenga buen día —lo despachó este cuando la puerta del ascensor se abrió.

¿Qué tenía de bueno? ¡No estaba siendo uno bueno para él! Si es que durmió y despertó en una pesadilla. O tal vez no despertó y está es la pesadilla. Estaría realmente agradecido de despertar y encontrarse en su cama, en su cuarto de Slytherin, escuchando a Crabbe roncar. ¡Podría hasta permitirle tal molestia sin asfixiarlo con la almohada!

Cuando el ascensor se detuvo, lo dejó en una oficina en la que en cada espacio disponible, había pilas de papel blanco y libros. Detrás del escritorio, con las manos cruzadas, una mujer regordeta le sonrió y lo invitó a tomar asiento. Para ello, Draco tuvo que quitar una pila de papeles y ponerla a un lado en el suelo. Por poco y aplasta a un gato, que gruñó por el susto. Se acordó de Umbridge y le dio repelús.

—Lo siento —se disculpó, enrojeciendo por hablarle a un gato.

Pero la mujer no mencionó nada, sino que atendió un dispositivo del que colgaba una larga tira de papel. Tras un par de sonidos molestos, recortó una hoja. Se volvió para dejarla entre los dos, con un bolígrafo muggle encima.

—Firma para aceptar que es todo lo que has dicho en tu vida.

Por sobre el dedo de la mujer, Draco leyó: Lo siento.

—¿Qué es esto?

Otra vez, el dispositivo comenzó a funcionar y para cuando la mujer cortó el papel, Draco pudo intuir de qué se trataba.

—Firma para aceptar —esta vez, lo habló con una paciencia insultante y golpeando una uña roja en el papel— que es todo lo que has dicho en tu vida.

Leyó: ¿Qué es esto? Era obvio ahora.

Firmó y salió de la pequeña oficina, siguiendo las indicaciones de la señora. No eran difíciles de seguir: camina derecho por la derecha y llegarás a la puerta. Abrió con desconfianza y un agente le enseñó cómo sacar un ticket. Luego, aunque no había demasiadas personas, tuvo que respetar una señalización de camino. Lo que encontró allí era impresionante: un ser de piel verde y orejas como de duende; otro que los superaba en altura, casi golpeándose con las muchas luces redondas del techo y lucía como un tronco; y un sujeto de cabellos negros que gritó que era un error, que no debería estar aquí.

Fue cuando un rectángulo negro se encendió y mostró un dibujo de un reloj que así habló:

¡Hola! Probablemente estés diciendo yo no debo estar aquí, están cometiendo un error —Draco pensó que tal vez fuera algo común oír tales palabras si el aparato lo adivinó—, ¡Bienvenido a la AVT! Soy Miss Minutes y es mi deber contarte lo que pasa antes de que vayas a juicio por tus crímenes.

—¿Qué crímenes? —bramó el ser verde y recibió una advertencia del guardia.

El reloj continuó, tras haberle dado una mirada agria al ser. ¿Cómo lo lograba? ¿Los estaba viendo también?

No perdamos ni un minuto más —sonrió, aunque aquel rostro de ojos enormes no inspiró en Draco ninguna simpatía. Pronto se inició una animación que seguía las palabras del reloj—, hace muchos años, hubo una extensa guerra multiversal. Incontables líneas del tiempo únicas lucharon entre sí por la supremacía lo cual casi provoca la destrucción total de... —de ser posible, el reloj se mostró tímido unos segundos—, bueno, ¡de todo!

Los Malfoy no eran ajenos a las teorías de universos alternos. Como magos de gran ambición por conocimiento y poder, habían estudiado toda existencia de magia posible y, en un antiguo tratado, hallaron referencias a universos alternativos. Draco había alucinado con aquella posibilidad, pensando cómo sería encontrarse con un Draco de otra rama temporal. Aunque eran textos tan antiguos e incompletos —seguramente por decisión del autor que negó compartir sus ideas para que no le roben el crédito— que acabaron siendo meros mitos.

Miss Minutes había aparecido nuevamente, carraspeó y cuando vio en su dirección, Draco supo que lo pilló distraído. Retomó la animación:

Pero emergieron los omniscientes Guardianes del Tiempo —mostró una imagen de tres seres de aspecto reptilianos que Draco encontró espantosos— y trajeron la paz al reorganizar la línea del tiempo en una sola. ¡La Sagrada línea del Tiempo! Ahora, los Guardianes protegen y preservan el flujo correcto del tiempo para todos y para todo, pero, a veces...

Entonces, algo cambió en la voz del reloj, pero no pudo identificar el tono. Draco cruzó miradas con el otro acusado, el de cabello negro, y notó que este también se veía inquieto.

Gente como tú se desvía del camino que crearon los Guardianes. A ellos los llamamos: variantes. Tal vez iniciaste un levantamiento o solo llegaste tarde a trabajar, lo que haya sido, salirte de tu camino causó un evento Nexus que, si no se controla, puede ramificarse hacia la locura y provocar otra guerra multiversal —qué dramático y trágico sonaba aquello, pensó—, pero tranquilo, para asegurarse de que eso no pase los Guardianes crearon la AVT y a todos sus increíbles trabajadores, quienes se encargan de corregir tu error y regresar el tiempo a su camino predeterminado.

—¿Está hablando del destino escrito? ¿Predeterminado? —susurró, no queriendo interrumpir la narración.

Podía haber cierta verdad en ello, sino ¿cómo se explicaban las profecías? Había una sala repleta de ellas en el Ministerio, por lo que sí, el destino podría ser predicho con anterioridad. Y si tal cosa es posible, entonces el destino no tendría mucho margen de libertad para cambiar porque de ser el caso, tales profecías perderían validez.

Llegar a tal conclusión fue un golpe en el esternón, que se masajeó despacio hasta que pudo respirar sin agitarse. ¿Cómo de patéticos son si nada de lo que hacen es producto de sus decisiones y acciones, sino capricho de vaya a saber quién? Y, a la vez, resultaba liberador pensar que sus errores no fueron suyos, sino escritos por los mismos que lo pusieron en esa vida. Esto, si venía al caso, era conveniente para su juicio. Sumado a que no tenía recuerdos de por qué llegó aquí, cuál fue aquel supuesto evento Nexus que provocó.

Ahora que tus acciones te han dejado sin un lugar en la Línea del Tiempo —empalideció, incapaz de asimilar lo dicho—, deberás ir a juicio por tus ofensas —continuó el reloj sin notar el estado de shock de Draco y los demás presentes—, así que ponte cómodo y te asignaremos un juez en un momento, solo asegúrate de tener tu ticket y te recibirá nuestro siguiente asistente disponible —para concluir, una orquesta acompañó el lema—: Eternamente. Siempre. ¡Gracias por visitar la AVT! No dudes en calificar nuestro servicio.

+

En la Corte del Tiempo, Draco debió aguardar el enjuiciamiento de otros acusados hasta su turno. Aprendió sobre gemas del infinito, y cómo el hombre de cabellos negros se proclamaba un dios. Dejó de escuchar cuando oyó aquello, concentrado en estudiar las armas de los guardias. Podría robar una, no sería difícil arrojársele encima y desarmarlo. Ni siquiera lo habían esposado, lo que era insultante por sí solo. Aun así, cada que un plan de huir se construía en su cabeza, el no saber dónde estaba lo hacía desistir. Y, también, aunque se esforzaba por no pensar en ello, las palabras del reloj lo sacudieron. ¿Qué sucederá con él ahora que no es parte de su universo? ¿Y su familia? Por lo que sabía, otro Draco ocupaba su lugar. La versión correcta, la que no hizo algo que atentó contra la Sagrada Línea del Tiempo. Era increíble que lo tomara con tanta calma, pero el agotamiento de los últimos meses lo hundió en la larga banca de madera hasta que fue llamado a declarar.

La jueza, una morena de rostro severo, lo nombró y pidió que responda cómo se declara.

—¿Inocente?

—¿Lo está preguntando, Variante?

—No sé qué hago aquí —respondió, sin ánimo de provocar a la jueza—, al menos quisiera ser puesto al tanto de mis transgresores actos.

—No es momento de bromas, señor Malfoy —renegó.

—No estoy de broma —se defendió, apretando las manos en la baranda de su atril cuando la impotencia lo embargó—, cuando desperté fui mangoneado para atravesar un proceso burocrático, al parecer estándar para las variantes, pero no me fueron leídos los cargos, su señoría.

—Agente L3, ¿es esto verdad? ¿La Variante perdió la memoria o es un truquito de mago?

El Agente torció la boca ante lo último, pero se acercó al frente, junto a Draco y le informó:

—Cuando fuimos por él, el joven no resistió atravesar el portal hacia la AVT, señoría. Debimos aguardar a que despierte —ahora miró a Draco, como disculpándose—, es mi error no haberle interrogado sobre sus memorias.

—Qué incompetencia —refunfuñó, callando cuando la jueza le arrojó una mirada desaprobadora que competía con las de la profesora McGonagall.

Aunque cuando habló, no fue para enterarlo de sus crímenes. Se dirigió a alguien detrás de Draco, pero él no volteó. En su lugar, se enderezó con el típico gesto de los Malfoy. Recordó a su padre recibiendo sentencia con porte orgulloso, pese a que la noche anterior había destrozado la biblioteca en un ataque de rabia o de miedo.

—Puede acercarse, Agente H31 —autorizó.

—Muchas gracias, su señoría.

La nueva voz crispó los nervios de Draco con una rapidez tal que le costó mantener su fachada petulante. Al final, no aguantó tal rectitud y se volteó para encontrarse con el rostro sonriente de:

—¡Potter!

+

Por gracia y persuasión, el Agente H31, el mismísimo Harry Potter, logró que Draco fuera perdonado de sus cargos siempre y cuando sea puesto a prueba como ayudante en un caso en el que estaba trabajando su equipo actualmente. Y antes de pasar vaya a saber qué cantidad de tiempo en prisión, Draco no objetó en ser ayudante del Niño que vivió en todos los universos.

—No en todos —aclaró Potter, todavía con aquella sonrisa exasperante que le arrugaba la piel alrededor los ojos y le levantaba un poco las gafas—, hay algunos donde no logro vencer a Voldemort, pero créeme, no querrías presenciar los resultados de aquello.

Se estremeció ante el nombre, pensando enseguida en cuántos Voldemort existían y qué sería de todos los muggles y brujos si estos descubriesen que hay más universos. No les bastaría con conquistar el Mundo Mágico, apoderarse del Muggle, irían por todo. Eventualmente, ¿se traicionarían?

—De todas las personas que pude cruzarme en este lugar, ¿tenías que ser tú?

—¿No es una locura? Estamos destinados —y, siendo totalmente osado, Potter lo codeó y le guiñó—, pero te confieso que esta vez no fue casualidad. Vine en cuanto se informó de tu arresto, rara vez sucede que un Draco Malfoy se aleja de lo establecido por los Guardianes. No podía perdérmelo.

—¿Sabes qué fue lo que hice? —ahora sí se preocupó de que haya sido algo grave o algo completamente tonto. Potter se burlaría de él por lo que restase de eternidad, si es que existía tal en un espacio donde el tiempo funciona de manera diferente que en su universo.

—Lo averiguaremos juntos en un momento, tranquilo.

¿Tranquilo? No lo estaba. Intentó por sus medios escarbar en su cabeza, siguiendo los entrenamientos de Oclumancia aprendidos desde niño y dando con que no tenía resultado alguno. Cuanto más trató de escudriñar en los recovecos de su cerebro, peor el dolor punzante en su sien. Desistió cuando ingresaron a una habitación enorme de —oh, qué novedad— color marrón, con una pequeña mesa y dos sillas en medio de la sala. A un costado, Draco leyó la pared que rezaba Teatro del tiempo.

—¿Veremos una obra? —estiró su uniforme, envidiando el traje del agente cuando las costuras de su vestimenta le dieron picor.

—Si así quieres pensar tu vida, pues sí. ¿De qué crees que será? ¿Tragedia, comedia? —Alzó un dedo en su dirección—, yo apostaría que drama.

—Ten cuidado con lo que dices, Potter.

—¿O qué? ¿Le dirás a tu padre?

La pulla no fue algo nuevo para él, pero dado que su padre fue condenado, pudriéndose en Azkaban, sintió que la sangre hirvió bajo su piel hasta enrojecerlo completamente. Avanzó, con los puños apretados. No tendría magia, pero no sería la primera vez que se enfrentan a puñetazos. Potter seguía siendo más bajo que él, lo que le proporcionaba ventaja. Aunque este Potter no era quien enfrentó a los Mortífagos en el Ministerio, de todas formas funcionaría para desquitarse. Solo que al arremeter, fue devuelto a su anterior puesto tan brusco que se mareó y trastabilló hasta que debió sostenerse de la mesa. El sacudón fue peor que los de un traslador.

—Lo siento —y en verdad lucía apenado al encorvar las cejas, lo que enfadó a Draco aún más—, mejor veamos qué ha sucedido y te explicaré por qué te he salvado.

—Otro Potter con complejo de héroe, qué suerte la mía.

Eso sí pareció atacar la imperturbable actitud del Agente, que apretó los labios en una fina línea antes de sentarse e indicarle que tome asiento con él. Si no le temblaran las piernas, habría rechazado la oferta y permanecido en pie.

—Me saltearé las preguntas estándar porque no tiene caso indagar en tus razones cuando lo olvidaste —entonces, toqueteando la bola roja con botones brillantes, proyectó una luz en la pared frente a ellos—, ¿qué es lo último que recuerdas? Sé todo lo específico que puedas, necesito configurar las coordenadas de tu vida.

Como de un disparo, su mente lanzó al frente un recuerdo que había enterrado tan a fondo en su cabeza que por poco olvidaba que estaba ahí. Mentía, el pretender que no estaba lo hacía más brillante entre sus memorias. Sin embargo, no era algo que le revelase a Potter. A ninguna de sus versiones. Ni a nadie. Pero tenía una respuesta para Potter, que aguardó a que hablara.

—Pociones con Slughorn, preparamos Filtro de Muertos en Vida —y dijo, sintiendo un tirón en la mandíbula cuando apretó los dientes—: ganaste la Felix felicis.

—Ah, estamos buscando tu sexto año en Hogwarts —se ajustó las gafas, que no eran aquellas redondas espantosas que le vio desde que lo conoció, sino de marco rectangular—, fui reclutado tiempo después.

No mencionó nada al respecto, queriendo que Potter haga lo que se supone que haría y pase del tema. Dijo aquello porque exactamente un día antes, había sucedido lo que catalogó como su vergonzoso episodio. No se arriesgaría a ser expuesto. Sin embargo, fue desconcertante que pudiese recordar a detalle ese momento y no lo que ocurrió luego, lo que lo trajo a la AVT.

La luz parpadeó hasta que quedaron en penumbras, apenas iluminados por la proyección. Fue cuando Draco reconoció el día mencionado. No era como sumergirse en un pensadero, donde se absorbía al que lo asistía y lo transportaba a la escena. En este caso, tuvo un rol como espectador de teatro. Se preparó para la función, cruzó las manos en su regazo, enderezando la espalda. No tocó su refresco, aunque agradeció a Potter con un movimiento de cabeza.

El profesor Slughorn los animaba a comenzar la poción, pero enseguida la transición lo enfocó a él en un primer plano. Draco admiró su rostro, notando los estragos de sus insomnios, temores y preocupaciones. Se vio realizando la poción con la misma calma y elegancia que aprendió desde su instrucción temprana, junto a su cuota de talento innato, pero hasta él podía notar que su cabeza estaba en otro lado. En un armario, vaya ironía.

—Siempre envidié tus habilidades en pociones —comentó Potter, jugando con la lata de su refresco y su atención en la imagen—, bueno, de mi Draco.

—No lo hiciste tan mal —se cruzó de brazos, incómodo por la forma en que Potter lo vio—, ganaste la Felix felicis, ¿no?

—Sí, pero tuve una gran ayuda.

No entendió a qué se refería, pero no importó. La escena cambió a otra memoria. Draco recorriendo los pasillos del castillo, tan silencioso que sus pasos retumbaban en su cabeza. Saboreó la angustia, un regusto amargo que le hizo perder el apetito y saltearse los almuerzos y las cenas en el Gran Comedor. Su corazón se apretó y cada latido fue un golpe seco en su pecho mientras más se acercaba a la pared para convocar las puertas de la Sala de los Menesteres. Había conseguido librarse de Potter, así que estaba a salvo cuando la entrada se materializó ante él. Vio el propio titubeo, su mano temblando cuando se aferró al pomo de la puerta y...

—¿Podemos ir a mis crímenes? Ya me sé esta historia —dijo, y no soportó la compasión de Potter sobre él, como espinas que se le clavaron en la piel, por lo que se levantó haciendo caer la silla con un ruido fuerte que tapó los sollozos que llegaban de la pantalla cuando la proyección se movió a otro escenario—; y no te atrevas a juzgarme, si estás aquí es porque también los has cometido —Se le ocurrió que más importante que averiguar sus fallos, era saber los del mismísimo héroe—. ¿Me pregunto cuál fue tu infracción? ¿Cuán grave fueron tus crímenes para dejar que el mundo mágico caiga ante las fuerzas del Lord?

Las palabras tuvieron como intención ser rudas, pero su voz flaqueó. No supo cuándo es que comenzó a llorar, pero ser consciente de ello lo enfureció. Por acto reflejo, buscó su varita. Se sintió indefenso. Y estúpido, ¿cómo es que se le escapaba de la mente el peso restrictivo del collar en su cuello? Se ahogó con el insulto en la lengua sin poder escupírselo al amable rostro de su celador.

—Continuemos, Draco. Eres tú el acusado, yo solo intento darte una oportunidad para...

—¿Para mangonearme? ¿Creerte mi jefe? ¿El salvador al que debo la vida? Ni lo sueñes —se encaminó a la puerta, pero antes de llegar fue devuelto a su lugar, escupido en donde estaba sentado. Solo que no había silla así que cayó al suelo sin poder atajar el golpe.

—Lo siento, ¿te encuentras bien? —Se disculpó Potter, guardándose el dispositivo con que lo retiene—, esto no controla los objetos.

—Quiero irme.

—No creo que...

—¡No tienes que creer! —se dio un puñetazo en la pierna y el dolor ni se registró en su cuerpo—, solo déjame ir. Aceptaré la culpa y me pudriré en la cárcel temporal o lo que sea.

Se limpió las lágrimas, dándose cuenta de que ya no podía parar el llanto. Y daba igual si Potter lo veía en esa posición tan humillante, pero al diablo. No volvería a ver a sus padres, ni a sus amigos, tampoco regresaría a la Mansión, ni a la escuela, no podría estudiar pociones o volverse un hombre de negocios como su padre, no conocería a alguien con el que pasar el resto de su vida, no podría amar. Nada. Lo había perdido todo. Y lo peor era que nadie sabía que se fue. Todos vivirían con otro Draco sin darse por enterados de que no es el original. Ojalá fuera justo y él tampoco los recordara.

Potter continuó hablando y Draco se preguntó cómo es que estaba tan resuelto a pretender que no era totalmente absurdo el proponer que trabajen juntos. ¿O es que Potter también siente falta de lo que ya no es ni podrá ser y por eso lo reclutó? No, seguro hay otro motivo oculto. Tendría que averiguar cuál. No podía fiarse de los intentos del Agente de animarlo, que parecía mimetizado con la AVT, vistiendo sus colores y diciéndole que todo mejoraría y se adaptaría a esta vida. Insensible, pero ¿qué podía saber Potter de estar solo en el mundo?

—Lo sé —si funcionara la magia, creería que le leyó la mente—, sé que da miedo estar aquí, pero no tiene que ser algo malo.

—¿No? Así se siente —moqueó y le temblaba la boca cuando pidió—, llévame a mi celda y acabemos con esto.

Potter se levantó, rodeando la mesa. Estiró una mano en una oferta silenciosa, pero viendo que no cedería, se acuclilló junto a él. Los hombros caídos, el rostro despojado de esa sonrisita tonta que mantuvo desde que lo sacó de la Corte del Tiempo. Incluso sus ojos habían oscurecido, como si el verde fuese engullido por las sombras.

Draco supo que lo que oiría no sería agradable.

—No hay cárceles de la AVT —dijo, tan en voz baja que de no estar cerca podría haberse perdido lo dicho—, los acusados son podados.

—¿Y eso qué significa?

No intentó levantarse, permaneció sentado mientras Potter continuó acuclillado. De alguna forma, parecía que estaban en igualdad aunque el uniforme del agente denotara su rango mientras que el suyo era un corriente traje de criminal.

—Morirás.

+

Los Malfoy son expertos en no morir. O en posponer su muerte lo máximo posible. Draco no sería la excepción. Tras oír lo que el agente Potter contó, se levantó —sin aceptar la mano extendida— y se preparó para trabajar de inmediato. Pidió no ver sus crímenes. Deseaba permanecer ajeno a ellos. Lo que ocurrió lo trajo hasta ahí y no lo regresaría, ¿por qué molestarse con los detalles? Sobre todo, porque ya no se sentía como ese Draco. No se sentía Draco Malfoy y ya. Ahí, en algún espacio tiempo perdido del radar de su universo de origen, no era nadie. Un simple ayudante del Agente H31, Harry Potter. Y Potter tampoco parecía Harry Potter, el Niño que vivió. Y fue, extrañamente, un consuelo. No actuaba como el Potter de su universo, aunque sí tenía algunas actitudes similares. Como fastidiarlo hasta que quisiera cruciarlo.

—¡Que sí los leí! —Arrojó los folletos al escritorio.

Ni en la escuela había sido tan sermoneado con sus tareas. No era flojo, aunque en su último año su promedio se vio afectado. Solía mantener notas altas, pese a que se veía en competencia y opacado por Granger.

—No es cierto —acotó Miss Minutes, que esquivó los folletos lanzados.

La animación del reloj resultó ser algo más que un simple dibujo porque tenía comportamientos independientes y no era controlada por mecanismos ni magia. Draco creyó que era un invento muggle, pero tampoco estimó en alto las capacidades inventivas de estos. Así que le tenía un poco de recelo cuando se quedaban a solas y prefería provocarla para que se aburra de tratar con él y se vaya. Ojalá poder aplicar esta técnica con los demás agentes, que escondidos en los cubículos alrededor espiaban la interacción de Draco y la animación del reloj con diversión y molestia.

—Draco, por favor, tienes que cooperar —Potter recogió los folletos caídos y los dejó sobre el escritorio—, intervine para que fueras mi ayudante, no puedo dejarte hacer el vago. Hay trabajo que atender y...

—Sí, sí, detener a la Variante descarriada de Gellert Grindelwald antes de que destruya la Sagrada Línea Temporal.

Alguien jadeó en alguna parte a su derecha, lo que tal vez fue una reacción a su impertinencia con el jefe. Pues lo sentía mucho, pero ellos no habían lidiado con Potter y su séquito de Gryffindor en pleno apogeo de heroicidad. Solo conocían a este Potter todo sonrisas y detalles como traer el almuerzo y comer con él para que no esté solo. Y si Draco quedaba relegado en las reuniones, Potter lo hacía participar aunque sea comentando que estaban perdiendo el tiempo siguiendo las pistas que adrede este dejaba para despistarlos. Insoportable, si le preguntan, pero nadie hablaba con él.

—Exacto, y ya tengo reportes en espera de sus ataques recientes, acompáñame —giró sobre sus talentos, pero antes le dejó la bolsa de papel que traía—, casi lo olvido, esto es para ti.

—¿Eh? —Inspeccionó dentro de la bolsa, retirando una chaqueta y arrugando la nariz porque no era un corte que le agradase, ni color que le favoreciera—, gracias, supongo.

—¿No te gusta? Para mí luces muy guapo.

Se le calentó la cara, de seguro por luz de las bombillas y la calefacción. Miss Minute se esfumó en ese momento, lo que hizo que Potter deje de verlo y Draco se relaje. No fue la primera vez que lo animaba, había tratado cada día de volver confortable su estadía en la AVT. Por lo que no le resultó violento el comentario halagador. Tal vez lo absorbió con una insospechada facilidad viendo que estaba libre de intrigas y falsedad, así que puede también explicar el que se confundiera momentáneamente con algo que no era probable que ocurriera. ¿Potter sintiéndose atraído por él? ¡Ja!

—Me siento como ganado —le dio la vuelta para enseñarle donde se leía "variante" y que todavía portaba el collar restrictivo—, pero es mejor que el uniforme anterior.

—Si coperas, podrías ganar uno de estos —el agente se señaló, guiñándole.

No había demasiado que apreciar, tan solo la chaqueta que era de gris pizarra. A Draco, sin embargo, lo que más le interesaba era contar con un Tempad —con el que se abrían portales a otros universos y además absorbía personas y las devolvía al mismo sitio y vaya a saber qué más— y un bastón podador, como le llamó al arma que cargan los agentes.

—Qué motivador —pero encontró el accesorio adecuado para pasear por el lugar sin ser observado con poco disimulado desprecio, así que levantó el cuello para cubrir el collar mientras caminaba junto a Potter.

Cuadró los hombros y alzó la barbilla como acostumbraba hacer en los pasillos de la escuela para intimidar a los demás. Extrañaba meterse con los mocosos de otras casas o con el mismo cara rajada y sus cachorros lameculos.

En la biblioteca, se ubicaron en un sitio apartado donde pudieran ocupar toda la mesa con carpetas de archivos de la problemática variante. Había tantas posibilidades de destinos, que Draco se encontró leyendo más por chisme que por rastrear un patrón, una pista que delatase dónde podría ser el siguiente ataque. Por lo que se le fue informado, Grindelwald estaba persiguiendo hechiceros y hechiceras poderosas a las que...

—Eww, Potter, estoy comiendo —protestó, alejando la bandeja de su almuerzo, cuando este le describió explícitamente el proceso de absorción de poderes.

—Estamos en la biblioteca, Draco, no es horario de almuerzo.

—Lo que sea, ¿por qué no envían al tipo ese que se cree dios?

—¿Loki Laufeyson? No es de nuestra área —se encogió de hombros, estirando el brazo para robar de su plato, protestando cuando lo cubrió—. ¡Ey!

—No es horario del almuerzo, Potter —miró por sobre el hombro de Potter y se le ocurrió algo—, lo siento, adelante.

—Uhm, ¿gracias?

Y mientras Potter cargaba una colmada cuchara de la ensalada de pollo y arroz y la engullía sin modales, la bibliotecaria apareció y comenzó a regañar al agente. Este la vio asustado, antes de tragar todo y buscar sonreír y suavizar el enojo de la mujer a cargo. No funcionó y fueron expulsados.

—Te detesto —rezongó Potter, cargando los archivos mientras Draco caminaba tranquilo sosteniendo solo la bandeja de comida—, no sé cómo pude confiar en ti, hurón.

Pero no lo decía con el tono correcto para que sonara a insulto. De nuevo, esto era algo que Draco percibió en el día a día tratando al agente. La amabilidad que en la escuela le irritó, pero con la que podía lidiar estos días. Sí, no era el Harry Potter que lo perseguía por todo el castillo, pero seguía siendo un Harry Potter. ¿En qué universo no serían enemigos?

—¿Cómo era el Draco de tu línea temporal?

Potter se detuvo en su oficina, tecleando una contraseña que Draco casi adivina, solo necesitaba reconocer un par de cifras. Dentro, tuvo que hacer un enorme esfuerzo por no reiterarle a Potter que ordene el lugar. Había tanto desorden que el piso casi no mostraba el alfombrado, sino papeles y cajas de comida o más papeles, también encontró ropa y zapatos. No le parecía descabellado pensar que el agente trabajaría hasta tarde y salía directo a otra jornada sin volver a su apartamento.

—¿Por qué quieres saber?

—Porque es otro yo, me interesa conocerme en mis variantes.

El agente se rascó la mejilla, donde una tenue sombra de barba comenzaba a lucirse. Su expresión no delataba disgusto, sino más bien algo cercano a la tristeza. Lo cual, fue alarmante. ¿Acaso ningún Draco era feliz? ¿O era por tratarse de un Malfoy? Por su familia corría el rumor de que estaban malditos para quedar calvos e infelices toda la vida, pero cada retrato familiar colgado en las paredes lucía largas cabelleras rubias y no se los oía desdichados cuando contaban sus hazañas.

—Era divertido —eso sí que no lo esperó y debió traslucir su conmoción porque Potter rio—, hablo en serio, espera mueva esto, okay, olvidé entregar este informe —la expresión culpable fue chistosa y Draco no reprimió sus burlas—, oye, que no es gracioso.

—No podemos hacer el vago, ¿olvidas que hay un caso que atender?

Potter bufó.

—Como sea.

—Entonces, decías que era divertido...

—Sí, cuando conseguías filtrar el humor del ponzoñoso sarcasmo con que lo acompañaba, hallabas a Draco muy divertido.

—Le llamas por su nombre —señaló—. En la escuela, digo, mi escuela, lo nuestro eran los apellidos o los insultos.

—Sí, con nosotros fue igual al principio, pero tuvimos circunstancias que nos llevaron a mudar el trato —cruzó los brazos y los apoyó sobre el escritorio para descansar el mentón—. Tras ver más allá del arisco Slytherin que se paseaba por la escuela buscando riñas, tendrías al Draco inteligente al punto de insultarte con todo lo que sabía, agudo, crítico y sin inconvenientes en hacerte saber qué pensaba, caprichoso, egoísta en la misma medida que generoso si es que tiene sentido, muy divertido —repitió sonriendo, antes de que su rostro se cubra de una máscara dura—, pero sobre todo buen actor.

—¿Actor? —preguntó, pero en realidad estaba sorprendido de todo lo que oyó de ese Draco. Casi deseó conocerse—. ¿De qué estás hablando?

—De nada —cerró el tema, pero Draco insistió.

Cuando no tuvo éxito en sonsacar más información, viró el tema en otra dirección. No le sentó bien cómo Potter zanjó la conversación. Odiaba quedarse con la curiosidad, pero si algo conocía del Potter de su universo y que podía coincidir con el de este, era su testarudez. No lograría nada presionando.

—¿Y me vuelvo más atractivo con el tiempo?

No tuvo algo mejor, pero funcionó para que Potter desista de su mutismo. Se quitó las gafas para limpiar los cristales con su corbata y, en ese ínterin, Draco inspeccionó a su jefe para responder lo mismo respecto a este. La respuesta estuvo de inmediato en su lengua, aunque la mordisqueó para evitar que salga.

—Oh, vamos —intentó zafarse, pero Draco no le dio espacio—, de acuerdo, ¿muy atractivo?

¿Era mentira?

—No del todo —dejó que se escurra del asunto—, podrías hacerlo sonar menos como un gruñido.

+

No supo quién fue el que dejó aquello sobre el escritorio que ocupaba, pero había sido especialmente cruel. Un recorte del Profeta que no se atrevió a leer. Su madre se veía tan agotada que su belleza dolió en su pecho y al ver que esta lo reconocía y le sonreía... No pudo con ello. Lo escondió entre los folletos que todavía no leyó y salió apenas fue llamado. Se paró junto al agente H31 sin manifestar su fugaz instancia de debilidad. Aun así, Potter en las semanas que llevan trabajando debió volverse experto en descubrir su estado anímico porque volteó a verlo y alzó una ceja cuestionadora —o lo intentó— en su dirección.

—¿Estamos esperando que llueva o qué? —habló, incómodo por el escrutinio.

La agente G41 a su lado murmuró algo que sonó a idiota, pero pasó de ella. De todos en el equipo del agente H31, ella era la única que abiertamente lo despreciaba. Lo tenía sin cuidado, los Malfoy lidiaban con el odio de la gente todo el tiempo.

—¿Qué ocurre, Draco?

—Nada.

Fue tan rápida su respuesta que dejó claro que era mentira.

—¿Me dirás o tendremos una pesquisa llena de silencios?

—Te has quejado de mis comentarios las últimas exploraciones de terreno, agradece el favor, ¿puedes...?

—Jefe —se entrometió G41—, la ramificación...

—Sí, oíste al escarabajo —apuntó Draco, señalando el traje con casco negro de la agente—, tenemos que darnos prisa.

Potter le advirtió que se comporte, pero por fin tomó el Tempad y abrió el portal. Cuando lo atravesaron los recibió una escena corriente de siglos atrás donde los enjuiciamientos para los sospechados brujos eran el día a día. ¿Cómo no iba a enfadarse con los defensores de muggles cuando tuvieron que vivir escondidos por temor a ser atacados? Mas su ánimo no era el correcto para odiarlos.

—La actividad que se registra proviene de aquel granero —señaló la agente G41—, también de aquella zona, detrás de la última casa.

—Dividámonos —ordenó Potter y se encaminó al granero—, Draco, ven conmigo.

—Hay otro punto —la agente mencionó, para alegría de Draco—. Aunque es confuso, creo que debemos caminar unos minutos hasta allá, donde la maleza es alta.

—Ve por ese —dijo, recibiendo una mirada dura de la mujer—, yo iré a la casa, Potter al granero, ¿qué hay de malo en agilizar el trabajo? Delegar es una forma eficaz de productividad.

—¿Piensas que somos...?

—No tienes el entrenamiento necesario para proceder, Draco —se disculpó Potter—, deberás ir con uno de nosotros.

—Con ella —soltó, arrepintiéndose por ser tan impulsivo, pero es que Potter lo sacaba de quicio cuando lo trataba como un pelele.

¿Qué tan difícil podía ser barrer la zona? Lo había acompañado en cada ocasión que se presentó y estudiado el funcionamiento del Tempad, de los bastones podadores y del dispositivo de podado y restauración temporal. Por lo que sabía, tampoco era un entrenamiento arduo en ello si solo un par de años bastaba para la formación.

—Muévete —lo encaró la agente, entrecerrando los ojos cuando le sonrió—, y nada de juegos, no eres mi favorito, ¿entendido?

—¿No soy tu favorito? Auch —fingió un dolor en el pecho, pero caminó para juntarse a ella—, y solo para quedar a mano, tampoco eres mi favorita.

—Me alegra oírlo.

Rastrillar la zona fue tedioso. No había nada que salvar como pista, a excepción de un poco de tierra que no pertenecía al terreno y que Draco descubrió cuando la agente lo empujó y cayó con el rostro en él. De color blanquecino, la tierra contrastó con el color rojo del campo. Estuvo a punto de descartarlo, pero algo en su interior le dijo que no lo hiciera.

—¿Tienes una bolsa o un frasco?

—¿Eh? ¿Qué encontraste?

—Nada, solo quiero mear —pero se regañó por ser tan rudo, su madre no había inculcado modales en él para que los deje echar a perder—, lo siento, aquí, mira.

La agente notó lo que señalaba y se apresuró a buscar un frasco dentro de uno de los muchos bolsillos de su traje. ¿Si Draco sintió envidia? No tanto como cuando la vio usar un Tempad para escanear la muestra. Observó fascinado el despliegue de lucecitas y la voz recitando los resultados.

—De acuerdo, esto era lo que buscábamos.

—De nada.

—Idiota —ah, ahora sí la escuchó.

Fue a contestar, solo para ser interrumpido por una luz que lo encegueció unos segundos. Movió el rostro en esa dirección hasta que sucedió otra vez y supo que algo estaba reflejando el sol. Corrió hasta donde la hierba crecía poco más bajo de las rodillas y encontró algo que se asemejaba mucho a una snitch, solo que no tenía alas, sino cuerdas doradas. Su día iba mejorando, pensó, mientras estiró la mano para tomar el objeto.

—¡No! —Gritó la agente, llegando junto a él y levantándolo del brazo con agarre doloroso—, ¿no has aprendido nada? Tienes que inspeccionar primero que no se trate de un objeto peligroso.

—¿Con qué quieres que lo averigüe? No tengo un Tempad —y se soltó del agarre, notando que le costó hacerlo y por lo que se prometió entrenar más—, préstame el tuyo y lo haré.

—Ni lo sueñes, Variante.

Lo sensato hubiera sido que lo deje estar, pero ¿lo de que su día mejoraba? Se retractó. Estaba a un piquete de mosquito de estallar y la agente G41 fue la detonante de su mal humor. Contando con ventaja al estar en el suelo, se tiró sobre el objeto para apartarlo de la agente que bloqueó su movimiento rodeándolo con un brazo en el pecho, en una extraña llave de lucha. Forcejeó, todavía estirando los brazos al frente por el objeto sin interesarle en que la agente podría tener razón. Él lo sabía. Era un Malfoy, manejaban objetos oscuros a diario y entendía que no podía confiar en la apariencia inocente de las cosas. Había sido él, si es que se daba el lujo de pensar, el que advirtió de pistas dejadas adrede para lastimar agentes.

Relajó el cuerpo, esperando una chance de arremeter y lo logró cuando ella se dejó caer para aplastarlo y reducirlo. La empujó, no midiendo dónde caería, lo que fue un terrible error. El grito de G41 fue tal que Draco apretó los dientes. Un sacudón lo alertó a moverse para apartarse y estudiar la amenaza. Fue cuando notó el objeto apresar a la agente con sus cuerdas que crecieron hasta enroscarse en el cuello de esta. Nunca vio nada igual y sospechó que era afortunado porque la presión que estas cuerdas ejercían en el cuello de la agente pronto comenzó a cortar la piel. La sangre lo mareó, aunque no para perder la conciencia y no ayudarla.

Intentó romper las cuerdas, pero no cedían un milímetro para que pueda apartarlas de la piel. Además, los gritos lo aturdían y la sangre entorpecía sus movimientos, haciendo que sus dedos se resbalen cuando tironeó las cuerdas. Ella no contribuyó en quedarse quieta, pero Draco no la molestó por ello. En su lugar, estaría también serpenteando desesperado. Entonces, lo recordó.

—El Tempad —pidió, y ella no pudo escucharlo al principio así que fue su turno de gritar—. ¡El Tempad! ¡Tu Tempad!

Podría volver el tiempo y liberarla del objeto de cuerdas, ¿qué había dicho Potter? No servía con objetos, pero sí personas. Regresaría a G41 hasta que estuviera a salvo. Conocía qué botones presionar y sino siempre estaba la opción de apretar todos hasta que algo funcione. Peor no podía ir la situación, ¿no? Aunque se apresuró a hablar ya que cuando la agente comprendió su pedido le indicó que no lo tenía. No debía estar muy lejos, razonó, así que gateó por el área, tanteando entre la maleza que hizo cosquillas en sus brazos. Lo localizó a poca distancia, tal vez menos de un metro y lo alzó en alto.

—¡Lo tengo!

Pero su celebración fue interrumpida por un borrón de color gris que se detuvo entre él y la agente. Potter llegó tan rápido que Draco no podría haberlo advertido hasta que estuvo junto a ellos. Liberó a la agente G41 y, enseguida y sin mediar palabra, lo apuntó y lo durmió.

+

Potter no confiaba en él y esto no debería quitarle el sueño, pero no podía dormir desde hace días. Una vez aclarado el incidente con G41, de todos modos fue suspendido de sus tareas por poco más de una semana. En todo este tiempo Potter intentó hablarle, aunque se dio el lujo de negarse. Sabía que era una actitud infantil, después de todo, estaba a prueba en ese trabajo. Y la confianza se construía, paso a paso. Sobre todo, con un historial como el de ellos.

—Draco, sé que estás ahí, abre ya —se había escondido en el almacén de archivos cuando notó a Potter doblar en el pasillo—, ya me he disculpado contigo y necesitas retomar el trabajo, es tiempo de que hablemos.

—Puedo trabajar a distancia y enviarte mis notas —respondió.

Apoyó la espalda contra la puerta, sintiendo un insano placer en oír la preocupación en la voz del agente.

—¿Cuánto más seguirás enfadado? Draco, tienes que entenderme, lo que vi no estaba lejos de los arrestos de otras variantes. Somos atacados por nuestros Tempad, ¿cómo crees que Grindelwald logró todo este embrollo? —tenía sentido, aun así, no quitaba el hecho de que Potter lo desmayó y lo cargó en brazos como una damisela.

Draco había despertado camino a su cuarto, notando cómo todos se le quedaron viendo. Fue humillante.

—¿Puedes dejar que tenga mi momento? Todo se trata de Grindelwald —reprochó con una voz teñida de falsos celos.

—No se trata de ti, lo que sabrías si dejaras de comportarte como un niño.

—¿De qué hablas?

Potter no respondió, volvió a intentar abrir la puerta. Draco sabía que podría hacerlo, pero que se contenía en favor de respetar la distancia que le impuso. ¿No era eso un gesto de consideración enorme? Rodó los ojos. Quizá podía acceder a una conversación. Era aburrido estar solo. Y si Potter era la única compañía que tendría para evitar el tedio, pues bien. Desbloqueó la puerta y se movió para dejarlo pasar.

—Eres de lo peor —sonrió Potter cuando vio todo lo que había sobre la mesa—, ¿buscabas algo en particular?

No fue lo bastante rápido en esconder los archivos que seleccionó para leer luego.

—En todas tus líneas se repite un patrón, eres un completo imbécil.

—Ajá —Potter asintió, tomando uno de los archivos y sonriendo—, lo que buscas no está aquí. Como agentes activos, las variantes tienen el privilegio de privacidad, ¿sabes?

—¿Eso se aplica a mí? —se esperanzó, no quería ser otra carpeta presionada entre más carpetas de archivos a disposición de quien quisiera leer su vida.

La mueca de Potter quebró sus esperanzas.

—De momento, estás en el archivo público —y se burló de su mueca antes de continuar—, aunque tus datos los tiene tu jefe perfectamente guardados en su oficina.

—Entonces me quedo en paz, nadie podría hallarlo en el chiquero de tu oficina ni aunque este fuera del tamaño de un elefante.

—Más seguro que Gringotts, ¿no crees?

Sus comisuras se alzaron, un reflejo a la sonrisa de Potter. Como un bostezo. Fue involuntario. No significó nada más allá. Aun así, tuvo la urgencia de remediarlo, pero el agente lo libró de hacerlo cuando le comentó que tenía que asistir a la reunión el día siguiente.

—¿La muestra tuvo algo que decirnos?

—Sí, estabas en lo cierto al señalar la tierra —un calorcito agradable surgió por la concesión de Potter ante su hallazgo. No duró demasiado—. Pero hay malas noticias.

—¿No las hay siempre? —salieron del almacén y aunque no se mencionó el rumbo, Draco tomó el pasillo hasta la oficina de Potter.

Por el camino, los cuchicheos no se hicieron esperar, ni siquiera tuvieron el detalle de aguantar a que cierren la puerta de la oficina.

—La tierra era extranjera, lo que fue mencionado en el escaneo de Gloria —como se llamaba la agente G41—, pero un análisis posterior, exhaustivo, no pudo detectar su origen.

—¿Contaminé la muestra?

—No, no —movió las manos para tranquilizarlo—, es solo que no hay modo de ubicar la tierra en un lugar concreto. Ni siquiera por aproximación.

Meditó un momento, buscando una razón para ello. No la encontró.

—¿Cómo es posible que se salga del mapa?

Y debió decir la palabra correcta para que el cerebro de Potter cobre vida porque el modo en que lo observó y le sonrió logró que Draco se cohíba. Por unos segundos, aguantó la respiración temiendo un abrazo.

—¡Eso es brillante! —Aplaudió, y sus gafas cayeron un poco por su nariz antes de que las vuelva a su sitio con un dedo—, estoy feliz de haberte recomendado para el caso, tú eres...

Quiso agradecer la confianza, pero no fue enterado de su brillantez ya que Potter se puso en movimiento y comenzó a contactar a otros agentes. Draco se quedó solo procesando que estaba ayudando en el caso a base de suerte.

+

Tenían el día libre. La variante de Grindelwald todavía era impredecible y el Agente H31 decidió pedir refuerzos. Desde entonces, se lo veía nervioso. Mal humorado. Draco perdió la cuenta de cuántas veces había acomodado —o despeinado, mejor dicho— su cabello con las manos. ¿Cómo Potter conseguía verse tan desaliñado y aun así imponer liderazgo al punto de que hacía que todos en el departamento de seres mágicos de la AVT quisieran seguir sus órdenes?

Por su parte, era inmune al efecto. A veces. Otras, se encontraba obedeciendo sin notarlo. Como cuando Potter no alcanzaba a pronunciar "andando" y él, esté trabajando, almorzando o molestando a Miss Minutes, simplemente se levantaba y lo seguía. Nadie en el departamento recalcó el hecho, pero Draco percibía sus miradas, las sonrisas y los susurros que se apagaban apenas entraban a la habitación y crecían ni bien ponían un pie fuera.

—No es nada... por favor —pidió el Agente N25 que Draco acorraló un día—. Lo juro, no estamos burlándonos.

—¿Y qué son esos cuchicheos? ¿Te piensas que soy ciego? Potter podrá serlo, pero yo no —apretó más el brazo sobre la garganta del hombre hasta que este se ahogó, por lo que aflojó la fuerza—, dímelo.

Pero el Salvador apareció:

—¿Qué sucede aquí?

—Devuélvalo a su jaula, señor —dijo N25, pese a que se le estaba amoratando la cara por la presión.

—Esa no es forma de tratar a tu compañero, Nick, es la segunda vez que te llamo la atención, no me obligues a sancionarte —la voz de Potter no fue ni pizca amable y Draco tuvo que dar un vistazo por sobre su hombro para verlo—. Suéltalo.

Así lo hizo, sin rechistar. Y fue cuando atisbó el inicio de una sonrisa en el rostro rojo del agente que tuvo su respuesta.

—Creen que eres mi Señor —le espetó a Potter, cuando entraron a la oficina del agente—, ese par de imbéciles creen que...

—Soy tu jefe, Draco —respondió con paciencia Potter, entendiendo a qué se refería Draco y el porqué de su reacción—, y de ellos. Son mi equipo y espero que puedan comprometerse en el caso y trabajar en un ambiente pacífico.

—Es que no entiendes —se exasperó, comenzando a ordenar los papeles en el escritorio del agente—. ¿No lo has notado?

Potter suspiró, viéndose agotado bajo esas luces que pronunciaban sus ojeras y los ángulos de su rostro. Parecía mucho mayor que Draco, aun cuando, técnicamente, solo tuviera unos pocos años por encima.

—No puedes negar que es insólito que convivamos —tamborileó los dedos sobre el escritorio—, no somos de la misma línea temporal, pero seguimos siendo nosotros.

Se le ocurrió que nunca preguntó si todos tenían el dato de que trataban con una celebridad mágica.

—¿Ellos saben de la profecía?

—El agente N25 no, solo lo ha leído de sus abuelos, ¿no es una locura? —silbó—, la agente G41 fue contemporánea, pero vivía en otro continente y le llegaron noticias de la Guerra. En su universo, perdimos.

—¿Me estás diciendo que soy tan famoso como tú?

—Lo eres —pero no ofreció información de si esta fama era algo de lo que enorgullecerse.

+

Le llegó una invitación para unirse a los agentes novatos, pero no rellenó la solicitud de inscripción. Había dudas en su cabeza que le impidieron aceptar, aunque no veía qué otra cosa podía aportar a la AVT. Tenía que pensar un plan, sin embargo, porque cuando Potter resolviese el caso simplemente lo despacharía.

—Puedes averiguar pasantías en otros departamentos —le comentó la Agente G41 mientras caminaban hasta la salida—. Solo necesitas hablar con el jefe para que te dé una recomendación.

Asintió, se lo pensaría. Solo que no estaba seguro de querer hablar con Potter todavía por si decidía despacharlo antes de acabar de resolver lo de Grindelwald. Quería llevar parte del crédito, era eso. No que le gustase trabajar con ese equipo. Aunque algunos, como la Agente G41, no era mala compañía. Superado el incidente, uno y otro notaron que no querían que su colega sea muerto o despedido del caso. Draco había demostrado genuina intención de salvarle la vida y Gloria había intercedido para que no sea retirado del equipo. Eso favoreció la amistad, por increíble que parezca.

—¿No vendrán los demás? —preguntó, mientras tomaban el ascensor.

Pudo verse en el espejo y cada vez parecía menos el Draco que llegó a la AVT. Había recuperado peso y con la rutina de trabajo, dormía las horas necesarias para no tener el insomnio escrito en su cara. Además, su cabello estaba tan largo que podía atarse una coleta baja. La apariencia digna de un Malfoy. No era ya inusual que comenzase a recibir miradas coquetas y una que otra insinuación. Por eso aceptó ir a un bar con Gloria, ella le habló de que quería ir a conocer gente y él no vio por qué no acompañarla.

—¿Te refieres al jefe? —Gloria se puso a su lado, encontrando su mirada en el espejo y guiñando su ojo; era una muchacha regordeta, con las mejillas a estallar de rubor y un delineado grueso que aun así funcionaba para volverla más guapa—, nunca acepta. Se pierde de vista cuando no está en horas de trabajo. Algunos dicen que está saliendo con alguien, pero yo lo dudo.

Siguió peinándose, comentándole a Draco que quería cambiar el castaño por un color más atrevido. Como verde o rosa. La ignoró y pensó en Potter y en por qué no venía a fiestas. ¿Se creía por encima de los agentes novatos? ¿O los rumores eran verdad y salía con alguien? Decidió no darle demasiadas vueltas. Esta era su noche. Quería recuperar su vieja vida, algo de ella, y pasarla bien. Tal vez ligase, no le vendría mal el sexo. Su despertar sexual había sido interrumpido por un Lord y un puñado de seguidores que lo hundieron en miseria. Tenía que ponerse al día. Y no podía pasar todo el rato pendiente de Harry Potter, de ninguno de los que existían.

Para cuando estuvo tan ebrio que no podía dilucidar que no era propio de un Malfoy hacerlo en el baño de un bar, se encontraba con los pantalones abiertos y una mano lo acariciaba con algo de torpeza, pero con mucho entusiasmo. Era placentero, y la música que llegaba desde la pista superior aturdió su cabeza por lo que dejó de pensar en su jefe. ¡Al diablo el Agente H31! Este sujeto, ¿cómo dijo que se llamaba? No interesa, este sujeto era realmente bueno con la mano.

—Tómalo en la boca —pidió, con palabras algo enredadas aunque el otro pareció entenderlo porque se arrodilló, algo aparatoso en el reducido cubículo, y lo tragó—. ¡Sí!

—¿Draco?

—Oh, por los calzones de Merlín —cerró los ojos, perdido en el disfrute—. ¡Sigue!

—¿Qué diablos? ¡Draco!

La irritante voz de Potter lo llevó a hundir los dedos en el cabello de su amante, queriendo callarlo. ¿Por qué no se dedicaba a chupar y chupar? No, Potter siempre hablando y arruinando todo.

—Calla y chupa —dijo, y su voz se arrastró como antiguamente solía hacer para lucirse como un perfecto Slytherin—, lo haces bien, Potty...

Alguien intentaba forzar la puerta para abrirla, pero Draco no prestó atención porque ahora aquella boca bajó hasta sus pelotas y el calor trepó hasta su estómago que se apretó de anticipación...

—¡Mierda!

El aterrizaje en el suelo lo espabiló. Abrió los ojos, parpadeando hasta enfocar el desencajado rostro de su jefe.

—¡Potter! —y se corrió, ante el testimonio atónito de su jefe que observó el espasmo de su pene ante la descarga.

Aun con el bochorno y la embriaguez aguando su sentido del decoro y de adecuación, Draco debió reconocer que su orgasmo fue alucinante.

+

No se mencionó nada al respecto durante los siguientes días. Potter parecía perfectamente bien ignorando el hecho de que Draco se corrió gimiendo su nombre. Aun así, esta actitud era tan forzada que todos lo notaron e hicieron más barullo a su alrededor. Tenía que concederles que Potter se los dejaba en bandeja el ser la comidilla. Y ya no era gracioso ser la burla de todos cuando tomaba un bolígrafo y apuntaba como si fuera su varita. Era un hábito que no podía, ni sabía si quería, combatir. La única que se apiadaba de él era Gloria, pero ella no solía negar los comentarios de que hacían una linda pareja. ¿Linda pareja? ¡Ja!

—¿Podemos hablar sobre lo que sucedió...?

—No creo —cortó su pregunta—, ya revisamos las últimas ramificaciones y no arrojaron ninguna pista. Lleva consumiendo la magia de más de once brujos, por lo que sabemos, podría ser invencible cuando lo hallemos.

La perspectiva de enfrentar a un brujo tan poderoso era asustadora. Draco podía ponerse en el lugar del Niño que vivió, apenas unos segundos. Ir a enfrentar a un enemigo que podría superar tus habilidades y fuerzas, pero no teniendo otra alternativa porque desistir sería apenas dejar que el universo caiga en las sombras... sí, qué estrés.

Carraspeó, apartando el mapa cronológico donde trazaban los saltos temporales de Grindelwald y se enfocó en su jefe. No, en el muchacho, el hombre. Decidió conceder un par de puntos al hecho de que Potter ya no tenía aquella redondez infantil en su rostro, sino que comenzó a afilar su mandíbula; que su cuerpo estaba entrenado y se ajustaba al uniforme de servicio de la AVT deliciosamente. Luego de lo del bar, se encontró soñando con tocar los músculos de sus brazos, dejarse caer y ser sostenido por este o darse la vuelta y sostener ese traserito de manzana que le hacía agua la boca.

Atribuyó esta evidente apreciación del atractivo Harry Potter a su episodio del baño. No le gustaba Potter, pero fue condicionado por el alcohol y el oírlo solo trajo la visión de la permanente presencia en el trabajo y fuera de este, cuando solo se quedan conversando de todo y de nada. ¿Y si lo tiene tan presente porque Potter sabe escuchar y sabe cuándo rescatarlo de sus pensamientos deprimente? Más a favor de que sea a él que su mente recurra cuando el placer nubló su razón. Harry Potter era un sitio seguro, donde podía quedarse sin sentir los piquetes de culpa por el pasado o los mordiscos de ansiedad por su futuro. Donde apenas ser y estar.

—Me refiero a lo que pasó en el bar, Potter —y cuando no funcionó la interpelación, le arrojó una bola de papel que el otro interceptó con reflejos de cazador no olvidados—, lo siento, ¿sí? No lo hice a propósito para mortificarte. Y, en todo caso, es mí asunto para mortificarme, pero yo entiendo que fue el momento, estaba todo confuso y sucedió. ¿Podemos continuar sin que te sonrojes cada vez que estamos cerca o me rehúyas la mirada?

No tenía por qué entorpecer la dinámica entre los dos. Aunque Draco no reconocería en voz alta que le gustaba ser parte del equipo, pero más reunirse con Potter. Era el único que apoyaba su idea de que, como sucedía con el Mapa del Merodeador —que Potter finalmente se confesó diciéndole que con este lograba espiarlo en la escuela—, el sitio al que fuera Grindelwald debía estar oculto del radar. La otra hipótesis, la que en el departamento consideraban más factible, era que el hechicero se moviera constantemente, pero no se sostenía. Hasta un psicópata chupabrujos debía echar una siesta en algún momento.

—Lo haces sonar tan fácil.

—Lo es.

Alguien llamó a la puerta.

—Lamento interrumpirlo, señor, pero el Agente S60 está aquí. Lo espera en la sala de conferencia.

—Gracias, en unos minutos estoy con él.

La puerta volvió a cerrarse y los dos se vieron antes de que Potter perdiese el duelo y bajase la mirada. Se rendía tan fácil que ya no era satisfactorio para Draco, y esto lo comenzaba a desquiciar. Potter no podía darse el lujo de cambiar cuando acaba de reconocer que era su punto de apoyo.

—Fue mi culpa, ¿sí? No debí entrometerme —Miró brevemente su rostro, como si esperase irritación—, no volverá a suceder, lo siento.

Se levantó, Draco hizo lo mismo. Atajó el camino, respirando la colonia de Potter cuando dio un paso al frente. Era tan fuerte que a veces cuando estaba solo la olía en su ropa. ¿Cómo no iba a tener su cerebro condicionado por Potter? ¡Maldita sea! Pero aunque reaccionó positivamente al aroma, no actuaría en consecuencia. Aun así, le impidió escurrirse como una rata cobarde, lo que era una metáfora precisa dado el desorden que los rodeaba en la minúscula oficina.

—No fue la gran cosa —mintió—. Lo cierto es que...

—Prefiero quedar a oscuras sobre los detalles.

El tono le dijo a Draco que había algo detrás del rictus de la boca de Potter. No creía que fuera un "homófono", como le dijo Gloria que se reconocían a los que desaprobaban las relaciones entre hombres en la sociedad muggle. Las brujas y los brujos eran menos remilgados. ¿Y si Potter estaba celoso? Eso cambiaría todo, sin embargo, no estaba listo para asumir cuánto.

—¿Puedo ir contigo? —fue él quien huyó cuando el ambiente se electrizó y si hubiera magia, pensó que podría haberles puesto los pelos de punta. No que a Potter le marcara alguna diferencia, tan despeinado como va por ahí siempre.

Le picaron las palmas por acariciar el rebelde cabello, pero se contuvo y metió las manos en los bolsillos de su chaqueta.

—No creo que sea buena idea, el Agente S60 es algo complicado de tratar —se disculpó, dando un salto lejos cuando le permitió pasar—, además, no sabe que hay un novato...

Por cómo lo dijo, a Draco le dio mala espina. Aun así, no mencionó nada y salió en la dirección opuesta a Potter. Adelantaría trabajo en lo que vuelven a encontrarse y respiraría aire fresco. Y aplacaría esas repentinas ganas de hundir las manos en el cabello de Potter y atraerlo para...

+

La imprecisión temporal era un asunto que ignora por salud mental. Los folletos que le ofrecieron para que interiorice los aspectos más relevantes de la AVT tampoco despejaban dudas sobre el funcionamiento del tiempo, por lo que era más sencillo vivir sin calendario. De todos modos, no había ninguno de estos a la vista. Y tan ocupado como estaba con el caso de Grindelwald, apenas tenía espacio en su cabeza para preocuparse por ello.

Y luego estaba el misterio de su evento Nexus.

Su memoria empezó a disparar flashes de recuerdos cuando menos lo esperaba. Ya no solo nieve y dolor. También un sentimiento confuso que le ocasionaba taquicardias y dolores de cabeza insoportables. Aun así, le espantaban tanto que prefería distraerse. Como si aquello que no puede recordar fuese demasiado doloroso. En esos días, solo se arrastraba de un lugar a otro. Sin hablar ni quejarse de los ruidos de G41 al comer o del parloteo incesante de N25 sobre sus animales mágicos exóticos. Ya casi nadie se metía con él, así que se confundía con el espacio para ni siquiera darles un motivo de queja. Solo se ocupaba de lo suyo. Tampoco, y esto ocasionó gran alarma, fastidió a Potter.

—¿Te apetece salir afuera?

—Qué amable manera de decirme que me vaya, lo pillé —reunió los formularios que describían la última ramificación en la que se involucró y que, por lo visto, fue provocado por intervención de Grindelwald aunque este no absorbió a nadie. Había comenzado a recolectar objetos mágicos—. Adiós, cararajada.

Seguía inquieto al compartir con Potter por sus sentimientos cuando estaba con este. Aunque solo se decantó en enfadarse por cualquier razón. Como no darle parte de lo que se habló con el Agente S60, a quien aún no había conocido, pero que por lo mismo todos le llamaban afortunado. ¿Quién era el sujeto que causaba tanto rechazo? Le intrigó demasiado como para seguir hace unos días a Potter, sin éxito porque este había tenido una reunión con la jueza. Habían hablado de su progreso en la TVA, según le explicó. Y de la posibilidad de un puesto permanente.

—No, aguarda —no se detuvo hasta que Potter pronunció—. ¿Quidditch?

Miró al agente sin poder esconder la ilusión. Daba igual si Potter le ganaba cada partido, no era capaz de negarse al Quidditch.

—¿Podemos jugar? —Casi rebotó en su sitio—. ¿Dónde lo haríamos?

—Ven —lo guio por un pasillo angosto con enormes ventanales que lo distrajeron de lo que Potter explicaba—, no te quedes atrás.

—Dijeron que no funcionaba la magia —recordó, deteniéndose y cualquier persona hubiera dicho que compuso un berrinche, pero Potter sabía qué no decir para salir ileso.

La ciudad era tan opulenta, un entramado de conexiones que solo le ponían ansioso. Como si estuviera en un laberinto del que no pudiera salir.

—Y es verdad, no hay magia aquí —que afuera los automóviles volaran le persuadió a confiar.

Potter no se explayó sobre eso, en su lugar, continuó andando. Draco estaba acostumbrándose a no recibir explicaciones, pero a veces solo deseaba golpear a Potter. Algo que este comparte con el Potter de su universo.

Salieron a un espacio libre de contaminación tecnológica, como si fuese el patio trasero de la ciudad. Solo campo y árboles.

—No he volado desde hace mucho —dijo, cuando se le ofreció una escoba. No reconoció el modelo, aunque trazó los números 2021 en el mango—, bueno, desde mucho antes de ser arrestado.

—Lo harás bien, y si no mejor para mí.

Dicho esto, el agente montó la escoba y partió sin darle tregua a Draco a reaccionar. Lo siguió, sintiendo la adrenalina volver a su cuerpo, la emoción de volar que creyó olvidada ya lo embargó y gritó contento cuando alcanzó a Potter y lo rebasó. No se detuvo, teniendo el cielo todo para él. Ya ni llevaba el collar restrictivo, que resultó un localizador. Hasta podía escapar. No lo hizo. Se permitió el vuelo, la sensación de control sobre la escoba. Fue familiar, algo con lo que lidiar mientras todo cuanto piensa lo lleva a recordar lo perdido.

Cuando se detuvo, Potter lo alcanzó. Estiró la mano y Draco vio una snitch. Las alas de esta no se activaron resueltas a escapar, solo reposó en la mano del agente. Era triste de ver, pero extendió un dedo para picar las alas, sintiendo el calor de la palma de Potter, que contrajo los dedos como si buscase atrapar su mano. La retiró, y el agente volvió a guardar la snitch en el bolsillo de su chaqueta.

—No podemos jugar, pero no te dije porque no accederías a venir conmigo —no lo corregiría.

—¿Entonces qué? ¿Unas carreras? —lo que sea para no volver al complejo de la AVT, estar en el cielo se sentía menos agobiante que su cuarto.

—De acuerdo, podemos ir hasta aquel punto, donde comienza la fuente del tiempo —señaló a un lado del monumento a los Guardianes del Tiempo—, ¿te parece si apostamos?

Eso despertó el interés de Draco que, aunque llevaba no sabe cuánto trabajando con Potter, todavía no sabía qué lo trajo hasta ahí. Y sí, Potter podía alegar lo mismo, pero era diferente. Draco de verdad no recordaba qué sucedió.

—Una carrera, un secreto —y sin esperarlo, Draco partió en su escoba tan rápido como pudo.

Potter lo alcanzó sin dificultad y Draco redujo la velocidad. El rostro sonriente de Potter fue ridículo, pero más que cayera en su trampa. Contó que aunque era rubio natural, los Malfoy tenían un secreto de belleza para el cabello. Luego, tuvo que decirle que en verdad le dolió aquel puñetazo de Granger.

—Mi primer beso con un chico fue Goyle —dijo, y quiso patear la cara perpleja de Potter—. No quiero entrar en detalles, pero no fue tan malo.

Ese era su "vergonzoso episodio", pero lo era no por el beso en sí, sino porque en medio de este descubrió que le atraían los chicos. No, corrección. Un chico. El chico... que vivió. Volvieron a competir cuando Potter pudo calmar su ataque de risa. Y Draco lo dejó hacer, porque oír a Potter reír era siempre un acontecimiento que admirar. Cuando se cansó de revelar tonterías, decidió terminar el juego con una última carrera.

Ganó, por supuesto.

—Dime cuál fue tu evento Nexus.

Potter no pareció sorprendido por ello, aun así, no contestó.

—Volvamos.

—No seas tramposo, Potter. Anda, ¿qué fue lo que hiciste? Mira que entre más silencio me cedes, más puedo inventarme escenarios. Y algunos de ellos son realmente escalofriantes.

Dio vueltas en círculos, acechando al agente que pareció desinflarse. A veces, se olvidaba que Potter seguía siendo un muchacho forzado a madurar prematuramente. Como él, reconoció.

—¿Prometes no interrumpir? —Asintió, alzando una mano en una promesa solemne—. ¿Y no enfadarte por lo que escuches ni sacar conclusiones precipitadas?

—¿Quieres asustarme? No harás que cambie de opinión.

Emparejaron sus escobas, aunque se ubicaron enfrentados. La brisa los despeinó, pero no estaban allí para verse atractivos. Aunque, y esto no era algo que Draco dejase llegar a sus labios, a Potter le sentaba aquel look. Siempre con sus cabellos salvajes cayendo a un lado del rostro, la luz dándole de lleno en el rostro y aclarando sus ojos hasta que era difícil decidir si perderse en ellos o en la delgada boca que enrojecía al ser brutalmente mordisqueada cuando el agente se ponía nervioso.

Tardó en iniciar su historia, pero Draco respetó que le costase hablar de ello.

—Cuando el profesor Dumbledore fue asesinado, todo pareció favorecer a Voldemort. Severus Snape fue nombrado director de Hogwarts, los Carrow se le unieron —se acomodó las gafas, pasando la mano por su frente como si de pronto recordara que aún hay una cicatriz proclamándolo leyenda—, todo se fue en picada. Yo tenía una misión que cumplir si quería derrotar a Voldemort, pero no tenía demasiadas pistas y me lancé a ello sin pensarlo. Ya sé qué dirás, soy demasiado Gryffindor para mi propio bien.

—Tus palabras —se excusó, aunque no estaba ni cerca de comentar aquello.

Con el pasar de los días, había entendido que la naturaleza de Potter no era apenas arrojarse al peligro para ser el héroe. Se trataba de alguien intentando hacer lo correcto, en donde sea, porque era lo que debía hacerse. Si lo envidió cuando niños y hasta que fue adolescente, ahora no veía cómo intentar compararse a él. No querría ocupar los zapatos de Potter, aunque sí deseaba estar junto al agente para que este no tuviera que llevar toda la carga. ¿Cuándo es que su opinión cambió tan drásticamente? No lo sabe, y para el caso, ya no tiene por qué fingir que lo desprecia. No hay padres, ni amigos, ni una Casa, ni Lord, ni Mortífagos, cargando expectativas a su espalda. Las dejó atrás y siguió adelante.

—Lo que sea —Potter meneó la cabeza—, mis amigos y yo tuvimos tiempos difíciles, moviéndonos de un lado a otro, temerosos de ser pillados y peleando contra la angustia de no saber si todo ese esfuerzo serviría o si llegaríamos tarde. Ron se fue, volvió. Hermione soportó junto a mí. Y cuando estuvimos los tres de nuevo, unos sujetos, no sé si los conocías ya, pero se hacían llamar los Saqueadores y uno era el tal Greyback...

—Sí, sé de quienes hablas —Draco sintió que se le apretaba la garganta.

—Nos atraparon y nos llevaron a la mansión Malfoy —la incredulidad pintó el rostro de Draco, pero Potter no se detuvo—, tú estabas ahí, tus padres. Fue tu madre quien te llamó, pidió que me reconozcas y fue cuando nos volvimos a ver —pero el agente en su lugar miró a sus manos, los nudillos blancos de aferrar la escoba—. Yo no era reconocible a simple vista, Hermione había lanzado una maldición para ocultar mis rasgos. Lucius se acercó, te animó a venir también y los observé a través de mis ojos hinchados. Eran tan parecidos, pero tú no lucías esperanzado de entregarme a Voldemort, al contrario. Casi creí que estabas asustado de verme.

El relato se detuvo, Harry mordió sus labios.

—¿Y qué pasó entonces? ¿Te delaté?

Se le agarrotaron las piernas, los brazos. Parecía una cuerda a punto de saltar al mínimo toque.

—Como no admitiste con seguridad reconocerme, ni a mis amigos, nos retuvieron en la mansión. Una noche espantosa, larga y llena de gritos y dolor. A Ron y Hermione los torturaron para su diversión, para aflojarles la lengua, aunque no lo consiguieron —denotaba el orgullo, pero también no dejó de encorvarse culpable—, a mí, por temor a que fuera realmente Harry Potter, me dejaron en paz. No querían estropear el botín para cuando el Lord llegase —sonrió, no había un gramo de alegría en el gesto—, y fue cuando tú viniste a verme a los calabozos. Parecías un fantasma, tan delgado y pálido. Me dijiste que me sacarías, que rescatarías a mis amigos para ponernos en libertad si a cambio te llevaba con nosotros.

Draco ya no podía contener sus reacciones, del horror a la vergüenza y ahora a un estado de completa sospecha.

—¿Lo logré? ¿Te saqué... te sacó de casa? —pensó en cómo su padre había ajustado las protecciones, reforzándola para que su comando obedeciera al Lord. Aunque enseguida asomó en su memoria el túnel de fuga, escondido de todos en el salón de estar de su madre.

—Sí, nos fuimos casi al amanecer y cuando estuvimos a salvo, te ofrecí quedarte. No sé por qué lo hice, mis amigos quisieron comerme vivo por esto, pero me mantuve firme. Creí que habías cambiado, después de todo, habías traicionado a tus padres. Los dejaste aun sabiendo que el Lord los castigaría y te volverías un blanco para ambos bandos —Draco sintió que se enfermaba—, o eso fue lo que pensé.

—¿Era una farsa? —se obligó a preguntar.

Se le vinieron las palabras de Potter, buen actor, aun así, enfrentó la respuesta.

—Lo era, desde el fingir que no me reconocías hasta —y fue cuando Harry Potter fijó su mirada verde en la suya, quitándole el aliento por la anticipación—, las semanas que compartimos juntos como amantes.

+

Potter había predicho su reacción. Se enfadó, negó que fuera cierto y enseguida comenzó a desconfiar de las motivaciones detrás de rescatarlo de ser podado. ¿Y si fue toda una treta para engañarlo y vengarse? O peor todavía: ¿Y si Potter estuviera enamorado de Draco, del Draco que lo traicionó, pero al no ser posible con él intentase con otro? Cualquiera de las dos opciones era desoladora. Y explicaría los comportamientos de Potter con él, siempre tan amable y paciente. Las cosas que decía de él, de su Draco.

—Vamos, por favor, habla conmigo —golpeó la puerta de su cuarto, pero Draco no pensaba abrir—, te estás comportando como un niño.

Le concedía la razón. Tras oír a Potter mencionar que el otro Draco y él eran amantes, había descendido en picada, arrojado la escoba a un lado y corrido hasta encerrarse en su cuarto. Como variante a prueba, fue asignado al edificio de los agentes novatos, por lo que tenía que compartir cuarto. Afortunadamente, su rommie, el agente C76, estaba de guardia. Y es que no quería otra cosa que estar solo, pensar.

Si algo podía cambiar el rumbo de las cosas, al parecer, eran los sentimientos de Harry Potter hacia Draco Malfoy. El Draco que sea, no tenía dudas. Si el evento Nexus de Potter fue volverse el amante de Draco y confiar en él ese último momento en la batalla, esto quería decir una sola cosa: ellos no estaban destinados. Era curioso que Potter le hubiera dicho esto cuando se cruzaron por primera vez en la AVT. Aunque, ahora que lo piensa, no fue destino. Fue el mismo Potter actuando en contra de lo dictado por los Guardianes del Tiempo.

Y no es que creyera de pronto en los poderes de esos tres supuestos dioses sobre la vida de todos, pero sí en que eran capaces de manipular los hechos para ajustarlos a algún plan que diseñaron en sus cabezas. Tan privado aquel plan, que nadie en la AVT, y tampoco había registros en la biblioteca o archivos, sabía cuál era. Solo restaba continuar, adaptarse y esperar que la siguiente decisión o acción no fracture la Sagrada Línea y la ramifique.

—¿Por qué me buscaste? ¿Acaso extrañabas tanto a tu Draco que a la primera oportunidad buscaste un reemplazo?

Concentrado en no ser podado y en lo que perdió, había caído en el error de juzgar al Agente H31 como a su Harry Potter. Al Harry de su línea temporal, más bien. El que era tan transparente que no podía ocultar su aversión o su deseo. Y aunque los dos tenían comportamientos similares, eran personas completamente diferentes. Para empezar, el hecho de que no hubiera un mago psicópata queriendo matarlo quitaba estrés y permitía que Potter fuera más relajado, menos "Salvador". También, el trabajar para la AVT, a cargo de un equipo tenía repercusiones en su actitud. Como si estuviera compensando, lo tornaba más —y esto lo disgustaba— correcto, cuidadoso. Como si no quisiera pisar en falso otra vez.

Se confió.

Al pasar los días y convivir, trató a Potter como un amigo. Sí, estaba dicho. Harry era su amigo, además de su jefe. Y bastaba ver cómo interactuaban, ya sin riñas escolares, al punto de que alimentaron los rumores de que salían. Pero los había ignorado, no era justo estropear algo así porque de pronto se sintiera expuesto. Ahora, tenía la oportunidad que arruinó cuando tenía once años y su mano fue rechazada.

¿Estaba haciendo lo mismo de lo que acusaba a Potter?

Este no era el Harry con el que peleó durante años en la escuela, con quien compitió, a quien admiraba en secreto. El Agente H31 no había sido el motivo de su estado angustioso los últimos meses antes de ser extraído de su línea temporal. El Harry que siempre le atrajo, pero que tardó en comprender que con los años esto mudó a algo más profundo, incluso si no había respuesta positiva de la otra parte, estaba viviendo su vida sin enterarse de que estaba ante un Draco diferente.

—Solo quería verte una vez más —habló al fin Harry—, me colé a tu juicio y presencié todo. No sabía ni qué edad tendrías, podrías haber sido un anciano o un niño. Y no, eras tan solo unos años más joven que yo. Fue un golpe, aunque ha pasado demasiado desde que vine aquí —el auto reproche traspasó la puerta—. Y entonces te oí mencionar que no recordabas nada de lo que hiciste y te creí, no sé cómo, solo supe que no mentías. No podía dejar que te podaran, era injusto. Así que inventé lo del ayudante para que no te condenaran.

¿Qué hacía con esta verdad?

—Pero te gusto —se atrevió a decir, con la valentía que no sabía que escondía en su interior.

Un silencio se extendió, alto como para que Draco sintiese que le oprimía los tímpanos y lo dejaba a merced del canto furioso de sus latidos. Los mismos que reclamaban que era tiempo también de ser sincero. Solo que estaba en desventaja. Harry tuvo más chance de reflexionar sobre ello, Draco creyó que este lo veía a él y ahora da con que puede que solo fue un fantasma de otro Draco. ¿No era eso patético? En donde fuera, él no parecía ser suficiente para nadie.

—Sí —vino al fin la respuesta de Harry.

—¿Potter? ¿Qué haces ahí? El artefacto solicitado aguarda su inspección.

Draco se quedó sin aliento. No podía ser verdad. En rápidos movimientos, desbloqueó la puerta y se asomó al pasillo. Ignoró a Harry para ver más allá de este.

—¿Profesor Snape?

El hombre, con su rostro tan agrio como lo recuerda Draco, perdió un poco el gesto regio cuando lo vio. Aunque se recompuso de inmediato, cruzando los brazos y viendo en dirección al agente, que retorcía las manos, nervioso.

—¿Me puede explicar, señor Potter, qué hace una variante de Draco Malfoy aquí y qué tiene que ver con usted retrasando la misión?

Wow, Draco se sintió transportado al pasado. A las clases en las que Snape se divertía torturando al trío de oro. Sin embargo, en esta ocasión sintió que debía intervenir.

—Soy su ayudante, señor —se enderezó, convocando su practicada pose Malfoy para causar una buena impresión—. Estoy junto al Agente H31 en el caso de la variante de Grindelwald.

—Eso no explica mucho, pero no hay tiempo —desestimó con un gesto de la mano—. Cuanto menos margen de acción le demos, más oportunidades de detenerlo.

Y, disparándole una mortal mirada a Potter, dio la vuelta y emprendió camino. Para no traer su típica túnica negra, todavía desprendía aquella vibra terrorífica y sombría.

+

Como había advertido Draco, Grindelwald se escondía fuera del radar: en El Vacío. Para llegar a este, Harry tuvo que hablar con un agente de otro departamento. Un sujeto de cabello cano, con bigote y nariz torcida que le pidió que fuese en extremo cuidadoso con la información de este lugar perdido.

—Creo que está sucediendo algo grande —le había confiado Harry, mientras se dirigían a otra reunión con Snape—, no sé qué, pero siento que involucra a los altos mandos.

Draco vio por la ventana, a los rostros ciegos de las estatuas de los Guardianes. Sintió un escalofrío, sospechando que si esto tenía que ver con ellos sería cuestión de buscar dónde huir cuando todo estallase. Si había una guerra multiversal, como tanto temían en la AVT, sea por sublevación del personal o porque alguien como Grindelwald lograse destituir el poder de los Guardianes, convenía saber dónde perderse para no ser engullido por la colisión temporal.

—Podemos escapar —propuso, deteniendo a Harry antes de que este ingresara al ascensor—, irnos, escondernos hasta que la AVT se olvide de nosotros. Quizá hasta podamos ocupar El Vacío a nuestro favor.

—¿De qué hablas? —Las cejas de Harry se fruncieron—, no podemos abandonar la AVT.

—¿Por qué no? ¿Te da miedo ser libre?

—¿Le llamas libertad a vivir prófugo? No sabes lo que es, no lo has experimentado.

—Pero tú sí, y juntos podríamos conseguir algo mejor que esto.

—¿Juntos?

Y estaba allí. Otra vez ese tema espinoso entre los dos. Lo que no había resuelto aún y que no pensaba hacerlo en lo que tardaban en subir en ascensor.

—Tienes razón, tú no puedes dejar de ser un héroe —prefirió atacarlo que reconocer que se preocupaba por él. Subió al ascensor y se negó con rotundidad a abordar el asunto.

+

El Vacío era un mundo caótico, sucio y repleto de artefactos podados por los agentes de la AVT. Había barcos, coches, avionetas, restos de edificios, juguetes, ropa, animales más exóticos que los que menciona N25, y tanto más que Harry se encargó de enumerar aunque todos lo estaban viendo también.

—Busquemos dónde acampar antes de que oscurezca —interrumpió, no queriendo ver en dirección ni de Harry ni de Alioth, la tormentosa nube asesina.

Según parecía, esta nube era una especie de ser vivo que engullía todo lo que se le acercaba. Sin embargo, solo entraba en actividad cuando alguien, o algo, era podado y caía cerca de su terreno. Se expandía, pero tampoco lo suficiente como para acabar con toda esta línea temporal. El poder de aquella bestia nubosa era incalculable y no había cómo derrotarla, por lo que ellos sabían.

Para Grindelwald, esto debía parecerle un apetitoso caramelo picante.

—Draco tiene razón, mantengámonos alertas —se encaminaron, rodeando un granero abandonado, pero decidiendo que era más astuto esconderse en objetos pequeños.

Si la nube se expandía por alguna actividad de variante, podría ir por objetos grandes. Así que se repartieron entre los autos que había desperdigados por el terreno. El Agente N25 sujetó el brazo de la Agente G41 antes de que Draco pudiera abrir la boca y pedir estar con uno de ellos. Por lo tanto, no le quedó otra opción que convivir con el jefe en un coche de repartos de comida chatarra muggle.

Olía a cebolla dentro, y estaba repleto de telarañas. Draco deseó tener su varita —aunque ya no sentía la necesidad como al principio— para limpiar el espacio donde debían estar los asientos, pero solo había mugre, y arrojar su saco de dormir. Harry abrió la ventana, por donde espiaría con binoculares en dirección a la nube. El profesor Snape —que en su variante no era profesor de Pociones, sino de Defensa contra las Artes Oscuras—, fue enviado a vigilar en otro sector de El Vacío, en el que parecían habitar un grupo de variantes.

La misión no era otra que emboscar a Grindelwald cuando viniera a El Vacío. Podía resultar un fiasco, después de todo, el brujo tenía varios Tempad a su disposición para entrar y salir de la línea. Hubo voces que protestaron sobre ejecutar la misión porque si el hechicero quería a la nube asesina ya la hubiera absorbido. Sin embargo, los convenció la hipótesis de Harry de que estaba alimentando a la criatura para fortalecerla y habló de la espada de Gryffindor y algo llamado Horrocrux, pero como Draco seguía avergonzado de pedirle huir juntos se excusó para ir por café y dejó la charla.

—¿Por qué me ves de esa forma?

—Te dije que me gustas, Draco —arrojó Harry, como si no fuera algo grave que decirle a un compañero de trabajo ¡o peor! a la variante de su ex de otra línea temporal—, nunca me dijiste si tú sentías lo mismo.

—¿Hablaremos de ello aquí? ¿Te parece que es el momento adecuado? Estamos de servicio —se desentendió, buscando en su mochila un poco de agua.

Si tenía suerte se ahogaría, moriría y se ahorraría responder.

—Y tampoco hablamos de tu plan de escondernos.

—Olvídate, estaba deshidratado y no pensaba con claridad.

—Bueno, ahora que te hidrataste, contéstame —Potter lo atrapó del brazo, impidiendo que salga del coche—, ¿todavía me odias? ¿Odias al Potter de tu línea?

—Era tan idiota como tú —se zafó del agarre—, impertinente, creyéndose mejor que los demás, metiche, queriendo saberlo todo y haciendo tantas preguntas.

—¿Estás seguro de que nos odias?

Se rindió cuando la nube bramó alto.

—Bueno, al Potter de mi universo ya no —dijo, volviendo a sentarse y arrugando la nariz por el polvillo condensado dentro del coche—, no tiene caso. No es como si pasara tiempo con él para enfadarme cada vez que respira en mi presencia.

—¿Y a mí? ¿A mí sí me odias?

—Eres irritante —soltó, viendo la sonrisa de Harry crecer—: pero no, no te odio, ¿y qué hay de ti?

—No te odio, nunca te odié.

—¿Y qué hay del Draco de tu línea?

Ahora sí, Harry dejó de fanfarronear.

—Tampoco, lo que vuelve todo aún más confuso, ¿no lo crees?

—Lo vuelve imposible, Potter —golpeó el brazo del otro, que pretendió sonar gracioso—, ¿qué no te das cuenta?

—¿De qué me estoy perdiendo? —y era genuinamente curioso.

Draco podía oírse desesperado y algo dolido cuando dijo:

—Si tu evento Nexus fue estar con Draco, ¿piensas que sería diferente con nosotros?

No era una admisión directa, pero valía para Harry porque se echó adelante y lo besó sin más. No hubo mediación de palabras, ni avisos, ni tampoco titubeos. Pegó su boca a la de Draco, presionando sus labios en los suyos que parecían de piedra porque se congeló. Fue cuando sintió a Harry desistir que encaró su posición como el otro besador y acometió casi con bronca. Lo mordió, escuchando una risa ronca de Harry que tomó su rostro y lo sostuvo allí para ser él quien imponga un ritmo. Aunque no la tuvo sencilla, Draco era irreverente por naturaleza y si en todo lo demás se portaba en ley, no sería aquí en la intimidad de este incipiente romance que perdiera su esencia.

Sus dedos se escondieron entre las mechas oscuras del cabello salvaje de Harry, labrando caminos hasta que lo tuvieron completamente dominado y entonces, solo entonces, se separó para ver la postal impresa en el rostro del otro. Un brillo pícaro en las pupilas detrás de las gafas, algo torcidas por la actividad reciente, y un rubor encantador. Lo besó una última vez y por fin lo soltó, empujándolo hasta que Harry chocó contra la puerta del coche.

—¡Oye! —Se quejó, volviendo a la carga, pero siendo impedido por Draco—. ¿Es en serio?

—¿Qué acaso estás loco? —dijo, sintiéndose un tonto porque no podía fingir que no estaba a bordo del beso, de los besos de hace instantes—, ¿no estabas escuchando? Podemos ocasionar otro evento Nexus.

—Si así fuera, este sería nuestro destino, ¿no te gusta? —Harry abrió los brazos, riendo cuando vio el espanto en su rostro—. Bien, buscaremos otro coche donde vivir, pero en serio, si estar juntos ramificara la Sagrada Línea, ya estaríamos siendo puestos en custodia.

—No aquí, idiota, aquí no hay alertas para la AVT.

¿Qué pasaría cuando volvieran a la Agencia? Solo que, antes de averiguarlo, debían enfrentar a la variante de Grindelwald que hacía acto de aparición en ese instante.

+

En las fotografías, Gellert Grindelwald era un hombre apuesto. Un porte galante. Cabello blanco que resaltaba todavía más la peculiaridad de sus ojos, uno celeste y otro castaño. Su altura era de un metro setenta, poco más, y contextura magra. No obstante, la criatura que ingresó a El Vacío, trayendo a cuestas a tres magos —dos mujeres y un hombre— inconscientes no eran nada similar a las fotografías de archivos. Solo podía describirse como una bestia, con materia inconsistente porque a cada movimiento su piel se diluía y reagrupaba de otra forma o cambiaba de color. También, no entraba en categorías humanas porque los cuernos enormes, parte de su rostro descompuesto y mostrando una boca llena de enormes dientes, no se ajustaban a la especie.

—¿Qué es lo que estamos viendo? —susurró por auricular la Agente G41.

—Un demonio —respondió el otro agente.

—No nos detengamos a cuestionar su aspecto —El agente H31 entró en su papel de líder—. Tomen las gemas del infinito y llévenlas a los puntos que marcó el Agente S60 en el mapa. Cuando les dé la señal las colocan en los soportes y se alejan de inmediato.

Como no había objeto mágico que Grindelwald no conociese, decidieron tomar prestado de utilería de otro departamento las gemas del infinito. Por lo que Draco leyó, eran capaces de destruir la Tierra si alguien las poseyera todas. Era una treta, claro. Fuera de su universo no funcionaban, pero lograrían simular su potencial. Así que serían lo suficientemente poderosas para que el brujo quisiera absorberlas y entonces la nube entraría en acción. En ese punto, los agentes de la AVT arrojarían una red de contención, fabricada para Variantes poderosas como Grindelwald y otros seres, y con suerte podrían reducirlo.

El plan B, que fue elaborado por Snape, Harry y él —que se ganó el beneficio por ser solícito y saber tanto de artes oscuras como el profesor variante—, sería encapsularlo dentro de un cofre maldito. Este contenía todo tipo de magias y no podía ser abierto hasta que otra ofrenda de magia fuese puesta delante. Harry no tenía permiso de tocarlo ya que el cofre reaccionaba su magia.

—Estamos listos —habló el Agente N25.

Harry lo tomó de la mano, dándole un apretón de ánimo antes de lanzar la señal y correr.

+

Se requirió del plan A y el plan B y un plan C improvisado para detener a Grindelwald. Este, en su desesperación por absorber las gemas antes que Alioth lo pille como aperitivo, por poco las arranca y se va de El Vacío, pero Snape apareció para impedir que lo hiciera. Fue una lucha bruta, perdieron algunos agentes y otros resultaron heridos. Alioth no fue capturado porque no querían alertar de sus aventuras allí. Alterarían el lugar de la pelea para no levantar sospechas en la AVT. Aun así, la victoria les permitió salir del lugar con un peso menos en el cuerpo. La amenaza de Grindelwald había consumido sus vidas por tanto que ahora necesitaban unas vacaciones.

Y si Harry estaba en lo cierto y la AVT peligraba, mejor tomar un descanso antes de iniciar de nuevo a preocuparse.

—Nos vemos luego —se despidió Draco, no dando pie a que Harry se le acerque y lo persuada con esa boca que ya le dejó en claro que era talentosa en lo suyo.

Aun insistía en que estar juntos generaría un evento Nexus y quería confirmarlo. Para ello, no tuvo otra alternativa que ver sus crímenes contra la Sagrada Línea. Se coló a la oficina de Harry, ya habiendo aprendido su contraseña, y rebuscó entre el desorden hasta que dio con el film de su vida. ¿El agente lo había visto sin su autorización? Lo dudaba.

Cuando pudo dejar de gruñir, porque el proyector no era tan sencillo de encender y poner en funcionamiento como lo hizo parecer Harry, se relajó en la silla y vio:

Luego de que Harry Potter ganara la Felix felicis, Draco tuvo un ataque de ansiedad porque contaba con ello para reparar el Armario Evanescente. De hecho, estar ante el artefacto maldito lo empeoraba todo, como si este se burlase de él y su incompetencia.

Las manos se le congelaron mientras trabajó noche a noche en ese armario. No podía detenerse. Si no cumplía su misión el Lord lo tomaría contra su madre. No soportaría la culpa de que la castiguen porque fracasó. Y no tenía esperanzas de que el Lord lo castigue a él porque le gustaba torturar no solo al cuerpo, sino a la mente de sus súbditos hasta hacerlos papillas y cuerpos sin voluntad. Con su padre intentó lo mismo, pero se aburrió al notar que Draco no sentía tanta simpatía como debería. Y es que estaba tan furioso con Lucius Malfoy por ponerlos en esa situación. Y estaba peor de enojado con él mismo, por no librarse del deseo de querer enorgullecerlo. Fue así también que aceptó recibir la Marca Tenebrosa y que creyó que podría ser un Mortífago. Aunque pronto dio con la verdad de que no, de que no estaba de acuerdo en la tortura y el asesinato.

Los muggles le parecían inferiores, pero hasta él reconocía que exterminarlos era bastante exagerado. Y, además, las promesas del Lord ya no eran tan efectivas en manipularlo, en convencerlo de que siga apoyando la causa. Por lo que esta tarea le costaba el doble, un peso helado que se instalaba en su espalda y lo hacía tiritar de frío, castañear los dientes. Lo hacía llorar, buscar consuelo con un fantasma chillón en el baño abandonado de mujeres, ¿cuán miserable era? ¿Cuán bajo había caído? Y no había cómo salir, tan solo obedeciendo.

Entonces, sus fuerzas se vencieron. La carga de su misión fue tal que hundió su cabeza y lo arrojó al suelo. Perdió la consciencia, despertando unas horas más tarde en la penumbra del salón. Su hechizo lumus había sido apagado cuando se desmayó por lo que debió tantear el suelo hasta hallar su varita. Se colocó la túnica, cubriéndose todo lo que pudo y deseando llegar a la sala común de Slytherin para acurrucarse junto a la chimenea. Los hechizos calentadores ya no le funcionaban y le quitaban energía. Salió de la Sala, dando con una bandeja que contenía una manzana verde y una nota con una horrorosa caligrafía que decía: "Puedo ayudarte".

No dio crédito al descaro de Potter —ni lidió con el hecho de que conocía la caligrafía chueca de este— que le escribió aquello. ¿Acaso no aguantaba no ser el centro del universo? ¿Se aburría entre clases y quería un proyecto de caridad con el que entretenerse? Pues con él estaba equivocado. No lo necesitaba y si cediera y recibiera esa ayuda, ¿qué pasaría luego de que la guerra termine? La Marca en su brazo le reservaba celda en Azkaban y no era lo único que sumarle a su caso.

Aun así, era imposible resistir a Potter. Era un zumbido en su cabeza que no podía silenciar. Incluso si lograba esconderse de él, todavía se lo cruzaba y algo en los dos parecía encenderse. Solo que ya sabía que esto no era apenas odio, aquella rivalidad de sus primeros años. Por el contrario, este sentimiento hostil se había disuelto dejando que lo que quemaba en su pecho cuando lo tenía cerca fuera algo asfixiante, pero adictivo. Al punto de que ya no buscó ir por los pasillos donde sabía que Potter lo perdería, se vio retrocediendo, aguantando en los marcos de las ventanas hasta que la despeinada cabeza del Elegido aparecía y lo encontraba.

Cuando pasó un mes, los saludos ya eran cotidianos y un secreto suyo que los hacía morder sonrisas. Potter era el peor de los dos en disimular, porque además de su sonrisa tenía que explicar por qué se sonrojaba y por qué estaba tan distraído. Los amigos de este miraban desconfiados en su dirección, aunque él no les hacía caso. No tenían cómo descubrir lo que sucedía. Por lo que fue una lenta mudanza del saludo lejano a las conversaciones cortas. A veces, solo eran notas entre clases. Otras, en la clase misma. Ni siquiera puede asegurar cómo no se quebró y contó todo cuando Potter lo abrazó una noche que salió acongojado de la Sala de Menesteres. Solo se besaron...

Se levantó, no pudiendo estar quieto cuando por fin su mente iba reconciliando lo que veía con sus memorias. Algo se desanudó, copando sus sentidos y sobrecargándolo. Había creído que no perdió mucho de sus recuerdos, pero estaba equivocado. Y a continuación supo por qué:

—¿Lo harás por mí, Harry?

Estaban en la Casa de los Gritos, escuchando el viento arañar las paredes y tornar todavía más escalofriante el lugar. Harry lo sostenía, apretado, como si quisiera entibiar aquel frío que lo embargó cuando supo que el Lord estaba pronto a atacar. No había podido zafar de su misión, pero al menos pudo advertirle a Harry que esté preparado.

Sin embargo, algo salió mal y él no previó que lo estarían vigilando tan de cerca. Alguien los vio cuando se reunieron y subieron juntos a la Torre de Astronomía. La voz se corrió y tuvo cartas repletas de amenazas de que si fallaba pagaría con su sangre y la de su familia. Con el agregado de víctimas pelirrojas que sabía bien eran una manera de herir a Harry.

—Debes irte de la escuela —pidió, desesperado—, esconderte.

—No me iré sin ti —el necio de Harry lo aferró más, pero Draco no estaba dispuesto a permitir que algo le suceda.

Sacó la varita de su bolsillo, disculpándose silenciosamente por lo que haría. Besó la frente de su amante antes de pronunciar:

—Obliviate.

+

Cuando Harry llegó, en la pantalla se anunciaba el final. No dudó de que lo buscaría aquí, así que no dijo nada en lo que se unía a su lado en el suelo. Abrazó sus rodillas mientras presionaba la mejilla en ellas para ver al otro. A Harry Potter, el Chico que vivió para enamorarlo en casi todos los universos. El agente pasó un brazo por sus hombros, atrayéndolo para que llore. Se hundió en el reconfortante calor y el perfume de este.

—¿Qué fue? —se animó a preguntar el agente.

—Borré de tu mente nuestros momentos compartidos y encapsulé los míos.

—¿Los encapsulaste?

—Guardé la leve esperanza de que pudiéramos retomar desde donde lo dejamos —recuperarlos hoy no tuvo sino el propósito de honrar esa relación.

—Lo siento.

—Hay más —susurró, tomando en puños la ropa de Potter al sentir que este se tensaba—, te arrastré por la nieve porque no tenía energías para levitarte. Alguien nos emboscó y te apartó de mí. Lo siguiente que pasó fue que estaba aquí —apretó los párpados, que desbordaron de lágrimas—. ¿Y si lo mataron por mi culpa?

—Shhh —lo calmó, masajeando su espalda que se sacudía por el llanto—, tú intentaste salvarlo, pero no era su destino.

Guardaron un minuto de silencio, sabiendo que era el adiós de esa etapa. Pronto, algo nuevo acontecería y deberían estar listos para enfrentarlo. Debían reconocer que no tenían otra oportunidad que el aquí y ahora, así que no hubo nada que detenga el beso que Harry Potter depositó en los labios de Draco Malfoy. No se fragmentó la Línea Sagrada del Tiempo, nadie vino por ellos. Y si se debía a que la AVT estaba sufriendo un ataque en ese preciso momento o si a que de verdad lo escribieron los Guardianes del Tiempo, fue irrelevante para los dos.

FIN.










Nota:

Ay, los nervios que tenía de publicar, pero bueh. Aquí el primer Drarry.

Si alguien lee esto y está también publicando para la celebración, díganme y voy a leerlos/ver sus trabajos!

En fin, ¡gracias por leer!

:)

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